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Chapter 12 - Capítulo 12: La historia que no encajaba

El interior de la base alemana era una tumba de piedra silenciosa.

Las antorchas apenas parpadeaban. El eco de los pasos de Joseph rebotaba por pasillos vacíos, cada vez más frenético.

A su lado, Lisa Lisa permanecía serena, pero su Hamon chispeaba sin control. La tensión la estaba desbordando.

—Caesar dijo que vendría aquí —dijo Joseph entre dientes—. Que podía con esto solo. ¡Maldito testarudo!

Nadie respondió.

Ni el viento.

Ni la piedra.

Ni el guion.

Joseph apretó el puño.

—Dijo que solo quería comprobar algo… y yo lo dejé ir. ¡YO LO DEJÉ IR!

Doblaron una esquina. Una pared derrumbada.

Un espacio amplio, húmedo, teñido por la guerra.

Y allí lo vieron.

La cruz.

Las manchas de sangre.

Una bufanda rasgada.

Pequeñas burbujas disueltas.

Y nada más.

Joseph se congeló.

Su garganta intentó decir algo, pero no encontró palabras.

Solo dio un paso.

Luego otro.

Se arrodilló frente al desastre.

No había cuerpo.

Pero había demasiado silencio como para mentirse.

—No… —susurró.

Lisa Lisa se acercó.

Puso una mano sobre su hombro.

—Joseph…

—¡NO! —gritó, apartándola.

Escarbó entre los restos, desesperado, buscando… algo. Una mano. Una pierna. Una burbuja.

Un milagro.

Y no lo halló.

—¡Caesar! ¡Caesar, respóndeme, maldita sea!

¡Esto no puede estar pasando! ¡No así!

Su voz se quebró.

Las lágrimas bajaron sin permiso.

Lisa Lisa miró al suelo. Su expresión era de acero… pero los nudillos blancos delataban la presión.

Joseph levantó el rostro.

Temblando.

Enmudecido.

Y entonces el mundo se detuvo un segundo con él.

—CAESAAAAAAAAR!!!

El grito resonó como un cañón.

Las columnas vibraron.

El eco viajó por todo el recinto.

Los pájaros escaparon por los huecos del techo.

Y las lágrimas, al fin, cayeron sin vergüenza.

Lisa Lisa dio un paso atrás.

Dejó que llorara.

Y entre los escombros, como testigo no escrito…

Leo observaba.

Oculto en una esquina alta de la sala, su Stand envuelto en silencio, girando a su alrededor con las páginas flotando en cámara lenta.

[Escena emocional crítica completada.]

[Grito canónico: registrado.]

[Impacto dramático: íntegro.]

[Narrativa central: levemente alterada, sin descomposición.]

Leo cruzó los brazos.

—Eso es lo que querían.

El dolor.

La pérdida.

El crecimiento a través del sacrificio.

Miró a Joseph.

Su llanto era real.

Su furia era pura.

—Pero esta vez, no lo tendrán.

El lector había elegido no cerrar ese capítulo.

Y aunque el protagonista sufriera…

Caesar seguía vivo.

Un par de horas más tarde, Caesar abrió los ojos.

La luz se filtraba entre los huecos de la base.

Sentía los huesos rotos. La espalda adolorida. El pecho palpitando.

—¿Estoy… muerto?

Intentó sentarse.

Un dolor punzante lo tumbó de nuevo.

No.

No estaba muerto.

Pero debería haberlo estado.

Miró su brazo.

La sangre seca.

La cruz rota a pocos metros.

Y en su pecho…

una marca circular.

Una sensación de energía pulsando, ajena al Hamon, pero no enemiga.

—¿Quién… me salvó?

Entonces lo recordó:

Una sombra.

Un hombre.

Una voz fría:

"Tú me sirves más vivo."

Sus ojos se abrieron por completo.

—Ese no era JoJo.

Ni Lisa Lisa.

Ni un aliado.

Era… otra cosa.

En otro rincón del edificio, Leo bajó lentamente por una escalera rota.

Cada paso era tranquilo.

Controlado.

De autor.

—Ahora saben que perdieron algo —murmuró—.

Pero no sabrán que lo que perdieron… fue el control.

Su Stand, The Archive Over Void, flotaba tras él, su forma más estable que nunca.

Las páginas giraban lentamente. Algunas, al tocarlas, mostraban fragmentos del canon… y otros, nuevos borradores.

[Archivo Caesar Zeppeli – completamente asimilado.]

[Fragmento narrativo "muerte heroica": suspendido.]

[Estado de Caesar: activo, consciente, inestable.]

Leo suspiró.

—Este fue el capítulo más delicado.

Y lo dominé sin una sola línea extra.

Sonrió.

No de alegría.

Sino de dominio.

Porque ahora no solo había salvado a Caesar.

Había reescrito el momento más simbólicamente trágico de toda la Parte 2…

y nadie lo sabía.

Joseph, aún en la sala del derrumbe, recogía la bufanda.

La apretó contra el pecho.

—Prometo que no morirás en vano —murmuró.

Desde lejos, Leo bajó la mirada.

—No morirá, JoJo.

Pero eso no significa que seguirá siendo el mismo.

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