El sol de Inkopolis trepaba el cielo con la pereza de un Inkling en lunes, bañando la ciudad en un resplandor que hacía brillar los charcos de tinta como si fueran gemas líquidas. Mientras la plaza central vibraba con el frenesí de las TurfWars, en una colina a las afueras, cubierta de musgo y rocas, el rugido de las excavadoras destrozaba la calma del sábado. Taladros gigantes devoraban la tierra como si fuera un buffet de algas, y los camiones mineros se llevaban los escombros con la precisión de un equipo de Splatling bien coordinado. El equipo del Dr. John trabajaba con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo, como si presintieran que estaban a punto de abrir una lata de tinta que podía explotarles en la cara.
Una hora después de iniciada la excavación, un crujido ensordecedor detuvo todo. Una sección de la colina colapsó, revelando una puerta colosal, hecha de un material que desafiaba cualquier lógica Inkling. No era metal, ni piedra, ni el plástico reforzado de las armas de TurfWar. Era lisa, con un brillo opaco que parecía absorber la luz, como si guardara secretos que no quería compartir.
"Bien, ahora solo tenemos que abrirla", dijo el Dr. John, ajustándose las gafas con un brillo en los ojos que mezclaba emoción y un toque de locura científica. Su equipo, un grupo variopinto de Inklings con batas blancas y herramientas de escaneo, se arremolinó alrededor de la puerta, probando de todo: martillos, láseres, incluso un Inkbrush que alguien trajo "por diversión". Nada funcionó. La puerta se reía de ellos, inmóvil, como un calamar gigante plantado en su cueva.
"Podemos usar el taladro", propuso Tom, un Inkling de tentáculos naranjas con una actitud de "vamos a terminar esto antes del almuerzo". Señaló la máquina más imponente del sitio, un monstruo con una punta adiamantada que parecía capaz de perforar hasta el núcleo de Inkopolis.
El Dr. John frunció el ceño, acariciándose la barbilla como si estuviera resolviendo un rompecabezas imposible. "Es arriesgado. Podríamos activar un sistema de defensa o destruir algo invaluable. Esto no es un mapa de TurfWar, Tom, no podemos simplemente entintarlo y seguir adelante."
"¿De qué estamos hablando?" replicó Tom, cruzándose de brazos. "¡Han pasado siglos! Lo que sea que esté ahí dentro es probablemente un montón de chatarra oxidada. Vamos, doc, démosle un golpe."
Tras un debate que incluyó gritos, gestos exagerados y una discusión sobre si los humanos antiguos usaban trampas explosivas (nadie tenía pruebas, pero todos tenían opiniones), el Dr. John cedió. "Está bien, pero si esto sale mal, escribiré en mi informe que fue tu idea", dijo, señalando a Tom con un dedo acusador.
El operario del taladro, un Inkling de tentáculos verdes con cara de "me pagan por hacer esto", puso la máquina en marcha. El rugido llenó el aire, y todos contuvieron el aliento mientras la punta adiamantada chocaba contra la puerta. Por un instante, pareció que funcionaría... hasta que el taladro comenzó a chispear, su motor gimiendo como un Inkling splateado en una mala partida. La punta se sobrecalentó, y el sistema de seguridad apagó la máquina con un pitido patético. La puerta, imperturbable, solo mostró una pequeña rendija como trofeo de consolación.
"¡Ja! ¡Lo sabía!" exclamó Jasima, una Inkling de tentáculos rosas que parecía disfrutar cada segundo del caos. Se acercó a la rendija, entrecerrando los ojos. "Podríamos colarnos si nos transformamos en calamares. ¡Es lo nuestro, no?"
El Dr. John levantó una mano, deteniéndola. "Ni lo pienses, Jasima. Si algo sale mal ahí dentro, no tendremos tiempo de nadar en tinta para escapar. Necesitamos una entrada más... civilizada."
Con un plan que olía a desesperación, el Dr. John ordenó a las excavadoras atacar la rendija. Los dientes metálicos se clavaron en la abertura, y con un chirrido que hizo estremecer a todos, la puerta comenzó a ceder. El equipo contuvo el aliento, esperando una explosión, un colapso, o tal vez un calamar gigante con muy mal genio. Pero cuando las puertas se abrieron por completo, no hubo caos. Solo un resplandor azul tenue que se filtró desde el interior, bañando los rostros de los Inklings en una luz que parecía viva.
"¿Qué es eso?" murmuró Tom, retrocediendo como si la luz pudiera morderlo.
El Dr. John dio un paso adelante, sus ojos brillando. "Es energía. Como si el lugar acabara de despertar." El resplandor venía de un sistema de emergencia que, al abrirse la puerta, había redistribuido energía de reserva. Los pasillos, impecables y relucientes, parecían desafiar el tiempo. No había polvo, ni óxido, solo superficies lisas y luces azules parpadeantes que hacían que el lugar pareciera sacado de un videojuego de ciencia ficción.
"Vamos", dijo el Dr. John, con una determinación que rayaba en la imprudencia. "No llegamos hasta aquí para quedarnos mirando."
El equipo avanzó, con los guardias Inkling liderando, sus Splattershots listos por si algo saltaba de las sombras. Los pasillos eran un laberinto de tecnología antigua: paneles con símbolos que los Inklings no podían leer, pantallas apagadas que parecían observar, y un silencio tan pesado que cada paso resonaba como un disparo de Splatling. Tras diez minutos, llegaron a una sala enorme, con puertas dañadas que se abrieron con un siseo. Dentro, el orden de los pasillos dio paso al caos. Cápsulas alineadas contra las paredes brillaban con una luz extraña, cubiertas de un material más duro que el acero y cristales reforzados que parecían gritar "prohibido tocar".
"Esto es un laboratorio", dijo Jasima, sus tentáculos rosas moviéndose nerviosamente mientras escaneaba la sala. "O una morgue muy fancy. ¿Qué hay en esas cápsulas?"
"Parece abandonado", respondió un guardia Inkling, su voz grave resonando. "Podemos tomar muestras y..."
"¡POR TODOS LOS CALAMARES!" El grito de Jasima cortó el aire como un Tenta Missile. Todos giraron, con los guardias levantando sus armas. Jasima, con una mano en el pecho, señaló una cápsula. "¡Hay alguien aquí!"
El equipo se acercó, con el corazón en la garganta. Dentro de la cápsula, detrás de un cristal reforzado, yacía una figura humanoide, conectada a tubos y rodeada de un líquido claro. No era un Inkling. No era un Octoling. Era humano. Casi dos metros de altura, con un físico que parecía esculpido por un dios griego: músculos definidos, cicatrices que contaban historias de batallas, y cabello verde brillante que caía en mechones desordenados sobre unos ojos del mismo color, cerrados en un sueño profundo.
"Esto... esto es uno de ellos", susurró el Dr. John, acercándose con fascinación y cautela. "Uno de los que vivieron antes."
Intentaron abrir la cápsula, pero el cristal era más terco que un Splat Roller en un campo embarrado. Tom y los guardias empujaron, golpearon, incluso probaron un Inkbrush como palanca (pésima idea). Nada funcionó. Hasta que Jasima, con su curiosidad insaciable, vio un panel con un botón verde parpadeante. "¡Esto tiene que hacer algo!" dijo, y antes de que el Dr. John pudiera detenerla, lo presionó.
Un pitido ensordecedor llenó la sala. Todos retrocedieron, con las armas en alto, esperando lo peor. La cápsula drenó el líquido claro, mientras dos tubos inyectaban fluidos rojizos. Las etiquetas decían "Hemógeno" y algo ilegible. Un tercer tubo, sin etiqueta, vibraba con una energía extraña.
El cristal se abrió con un siseo, pero el humano no se movió. El Dr. John se acercó, ajustándose las gafas. "No hay signos vitales. Está preservado, como un fósil viviente. Lo llevaremos al laboratorio para estudiarlo."
El equipo trasladó al humano a una sala médica improvisada, colocándolo en una camilla metálica rodeada de máquinas de diagnóstico. Jasima no podía apartar los ojos de la figura, fascinada por su tamaño y su extraña belleza. Tom, revisando una hoja de datos, se acercó al Dr. John. "Doctor, estos líquidos no son tinta. Son algo biológico, pero no se parecen a nada que conozcamos. El 'Dimetilsulfóxido' suena a preservación, pero el Hemógeno... ni idea."
El Dr. John asintió, mirando una pantalla llena de símbolos que no podían descifrar. "Es tecnología de animación suspendida. Este humano lleva siglos aquí, pero su cuerpo está intacto. El tiempo se detuvo para él."
"¿Y si despierta?" preguntó Jasima, sus tentáculos temblando.
El Dr. John soltó una risa seca. "Imposible sin estímulos específicos. Lleva demasiado tiempo en ese estado. Sería como despertar a un..."
Y entonces, como si el universo estuviera esperando el momento perfecto para gastar una broma cósmica, los ojos verdes del humano se abrieron de golpe. Se sentó con un gemido que sonaba como si hubiera tragado un galón de tinta rancia, sus músculos definidos tensándose bajo la luz azul. Miró a su alrededor, sus ojos verdes brillando con confusión. Habló en un idioma áspero, lleno de sonidos guturales que los Inklings no entendieron. Sonaba autoritario, como si estuviera dando órdenes, pero para ellos era solo ruido extraño.
Los Inklings se miraron, perplejos. El humano intentó levantarse, pero sus piernas cedieron. Se tambaleó, mirando a los Inklings —tentáculos, ojos brillantes, cuerpos pequeños— con una mezcla de confusión y pánico. Cuando su visión se aclaró, algo en su mente hizo clic. Esto no era un sueño. No estaba en su mundo.
"¿Qué demonios...?" masculló en su idioma, sus ojos verdes escaneando la sala como un soldado en un campo de batalla. Se presentó mentalmente como Rubén, un excombatiente endurecido, pero su cuerpo, casi desnudo salvo por un traje médico ajustado, lo hacía sentir vulnerable. Y esos calamares raros lo miraban como si fuera un trofeo.
"Sédalo, Tom", ordenó el Dr. John, su voz tensa. Pero Rubén no era un novato. Cuando Tom se acercó con una jeringa, Rubén lo interceptó con un movimiento rápido, atrapando su muñeca y tirándolo al suelo con una llave que parecía sacada de un manual militar. Jasima intentó ayudar, pero Rubén la esquivó, haciéndola caer con un giro que habría impresionado en una TurfWar.
"¡Basta!" gritó el Dr. John, pero Rubén no entendía sus palabras. Sus ojos se fijaron en los guardias que entraban, armados con Splattershots. "Estoy jodido", susurró en su idioma, pero no se rindió. Agarró al Dr. John, usándolo como escudo mientras corría hacia la salida. Los guardias, temiendo herir a su líder, dudaron. Rubén soltó al Dr. John con un empujón y salió disparado hacia el bosque, corriendo a una velocidad que dejó a los Inklings boquiabiertos.
"No tengo suficiente Hemógeno para pelear con calamares armados", jadeó mientras corría, mirando las luces distantes de Inkopolis. Esperaba encontrar humanos, una ciudad civilizada, algo familiar. Pero lo que no sabía era que estaba a punto de irrumpir en un mundo donde la tinta era el arma y los calamares, los reyes.
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En el bosque que rodeaba la excavación, un grupo de Octolings observaba desde las sombras. Liderados por Lyra, una Octoling de tentáculos blancos con un vendaje cubriendo sus ojos, el equipo era puro sigilo. Lyra sostenía un E-liter 4K Scope, su arma ideal para vigilar desde lejos, mientras su atuendo blanco, diseñado para camuflarse en terrenos variados, la hacía parecer un fantasma. A su lado, Rosie, una Octoling de tentáculos negros con puntas rojas, vestía un atuendo oscuro con shorts marcados con un rojo apagado, perfecto para mezclarse con la noche.
"Los Inklings están dispersos", susurró Lyra, su voz fría mientras observaba a través de la mira. "La criatura escapó. Están en pánico."
"Perfecto", respondió una voz masculina por el comunicador, autoritaria y seca. "Entren cuando los Inklings se hayan ido. No dejen rastro." La comunicación se cortó, y Vex sonrió, ajustando su Splattershot Jr.
"Esto va a ser divertido", dijo, sus tentáculos brillando bajo la luz de la luna. Los Octolings se movieron como sombras, listos para infiltrarse en la bóveda y reclamar lo que los Inklings habían despertado.
────────────────────❮ 𝙸𝚗𝚔𝚘𝚙𝚘𝚕𝚒𝚜 - 𝚃𝚞𝚛𝚏𝚆𝚊𝚛 \ \
En la plaza central de Inkopolis, el aire vibraba con la energía de una guerra de tinta en su apogeo. La semifinal de TurfWar había alcanzado un punto crítico, con el campo dividido en un perfecto 50/50 de tinta roja y azul. Los equipos habían sido diezmados, y solo quedaban dos luchadores: Agatha, empuñando su N-ZAP '85 y el Inkbrush de Devil (splateado minutos antes), y un Inkling robusto del equipo rival, armado con un Inkbrush y una Splattershot Jr. Ambos estaban sin tinta, sus tanques vacíos, forzándolos a un duelo cuerpo a cuerpo que haría temblar hasta el escenario de las Squid Sisters.
El Inkling enemigo, un coloso de tentáculos azules con una mirada que prometía destrucción, no perdió tiempo. Con un rugido que resonó en la plaza, se lanzó hacia Agatha, su Inkbrush alzado como una espada samurai. La multitud contuvo el aliento, los drones de transmisión capturaban cada ángulo, y las pantallas gigantes mostraban el brillo feroz en los ojos rojos de Agatha. Ella bloqueó el primer golpe con su propio Inkbrush, el impacto enviando una explosión de tinta que salpicó a los espectadores más cercanos, quienes gritaron de emoción.
"¡Esto es HISTÓRICO, Inkopolis!" gritó Callie desde el escenario, saltando como si estuviera en un Booyah Bomb. "¡Agatha contra Luis el titán azul! ¿Quién se llevará la gloria?"
El Inkling robusto era una fuerza de la naturaleza, sus ataques brutales y precisos, cada golpe diseñado para aplastar. Giró su Inkbrush en un arco mortal, forzando a Agatha a saltar hacia atrás, sus zapatillas chirriando contra el suelo entintado. La plaza era un caos de colores, con charcos rojos y azules chocando como olas en una tormenta. Agatha, con el corazón latiendo como un tambor, esquivó un golpe lateral, girando sobre sus talones y contraatacando con un golpe de su Inkbrush que rozó el hombro del enemigo, dejando una mancha roja.
"¡No tan rápido!" gruñó el Inkling, recuperándose con una velocidad que desafiaba su tamaño. Lanzó un ataque en diagonal, su Inkbrush cortando el aire con un silbido. Agatha lo bloqueó, pero la fuerza la empujó hacia atrás, haciéndola resbalar en un charco de tinta azul. La multitud rugió, algunos apostando, otros agitando banderas rojas con el logo de SquidStorm.
Agatha se puso de pie de un salto, sus tentáculos negros ondeando como si tuvieran vida propia. "¡No vas a splatearme tan fácil!" gritó, lanzándose hacia adelante. Los pinceles chocaron en una danza frenética, cada golpe resonando como un trueno. El Inkling intentó un golpe bajo, buscando su pierna, pero Agatha saltó por encima, girando en el aire y aterrizando con un derrape que levantó una nube de tinta. El público enloqueció, y Sasha, desde la plataforma de reaparición, gritó: "¡Eso, Agatha! ¡Hazlo papilla!"
El duelo se volvió una tormenta de movimientos. El Inkling robusto atacaba con furia, sus golpes como martillazos, pero Agatha era un torbellino de agilidad. Esquivaba, bloqueaba, contraatacaba, usando el Inkbrush como una extensión de su cuerpo. En un momento, el enemigo intentó un ataque sorpresa, lanzando una Splat Bomb que había guardado en su cinturón. Agatha, con reflejos felinos, rodó hacia un lado, la explosión salpicando tinta azul a su alrededor. Sin perder el ritmo, respondió con un golpe de su Inkbrush que dejó una raya roja en el brazo del Inkling.
"¡Estás acabada!" rugió el enemigo, sus tentáculos azules brillando bajo el sol. Se lanzó en un ataque final, girando su Inkbrush en un torbellino que parecía imposible de detener. Agatha, con el aliento entrecortado, vio su oportunidad. Cuando el Inkling alzó su arma, dejó un flanco abierto. Agatha se deslizó bajo el golpe, sus rodillas rozando el suelo entintado, y giró su Inkbrush en un arco perfecto. La punta rozó la espalda del enemigo, dejando una marca roja brillante.
El tiempo pareció detenerse. El Inkling se tambaleó, sus ojos muy abiertos, y luego explotó en una nube de tinta azul, splateado con un estallido que hizo temblar la plaza. El silencio duró una fracción de segundo, seguido por un rugido ensordecedor de la multitud. Los espectadores saltaban, gritaban, lanzaban gorras al aire. Los drones capturaban a Agatha, jadeando, con el Inkbrush en alto, su camiseta negra salpicada de tinta azul y roja como un lienzo de guerra.
"¡Y LA GANADORA ES...!" gritó Marie, su voz amplificada por los altavoces, mientras saltaba junto a Callie.
"¡AGATHA Y EL EQUIPO SQUIDSTORM!" completó Callie, lanzando un puñetazo al aire. La plaza estalló en vítores, con fuegos artificiales de tinta explotando en el cielo. El equipo de Agatha reapareció, corriendo hacia ella. Sasha la levantó en un abrazo que casi la asfixia, Ash le dio una palmada en la espalda que la hizo tambalearse, y Devil, siempre callado, le dedicó una sonrisa rara y orgullosa.
"¡Eso fue ÉPICO, Agatha!" gritó Sasha, sus tentáculos rosas brillando. "¡Eres un desastre, pero un desastre LEGENDARIO!"
"No fue... tan difícil", jadeó Agatha, tratando de sonar casual mientras sus piernas temblaban. "Solo... un sábado más en Inkopolis."
Mientras celebraban, nadie notó las luces distantes en la colina, donde un humano de ojos verdes corría hacia la ciudad, perseguido por Inklings y observado por Octolings. Algo grande estaba a punto de chocar con el mundo de la tinta, y ellos, sin saberlo, estaba en el epicentro de la tormenta.