Cherreads

Chapter 6 - Alianzas y Secretos

Rubén, con el Quick-Fix colgado al hombro, guio a Rosie y Agatha por los pasillos relucientes de la Base Fair. Las paredes de metal pulido reflejaban las luces blancas suaves, que brillaban sin parpadear. A diferencia de la entrada y parte del comedor, los pasillos a las demás áreas parecían tener la tecnología avanzada del lugar, intacta tras un millón de años. Al final de cuentas, guiaban a las áreas importantes como las despensas y las habitaciones. A pesar de algunas grietas y paneles rotos, la base era un espectáculo de belleza: suelos de mármol negro pulido, columnas grabadas con patrones geométricos y pantallas holográficas apagadas que parecían esperar un comando para despertar. Pasaron por un comedor con mesas de cristal y sillas ergonómicas; era diferente al que estaban comiendo antes, ya que aquel parecía ser un comedor de emergencia. También había lo que parecía ser un área recreativa con una fuente que aún burbujeaba con agua cristalina. Rosie, acostumbrada a la oscuridad de Octo Valley, y Agatha, las calles algo caóticas de Inkopolis, caminaban con los ojos abiertos de asombro, con sus pasos resonando en el silencio y la paz que desprendía el lugar.

"Esto no parece una prisión", murmuró Rosie, tocando una pared lisa e impecable.

"No es una prisión", dijo Rubén, su voz calmada pero firme. "Es mi hogar. O lo era hace mucho tiempo. Vengan, sus habitaciones están por aquí."

Llegaron a un pasillo con puertas numeradas, cada una con un panel táctil que emitía un leve zumbido. Rubén abrió una puerta, revelando una habitación compacta, pero impecable: dos camas en literas de metal pulido, la una sobre la otra, con colchones que parecían nuevos a pesar de los siglos. Una ventana holográfica proyectaba un paisaje y un dispensador de agua. "Descansen aquí", dijo Rubén. "Estaré en el laboratorio si me necesitan. No intenten nada estúpido." Asintió con una media sonrisa y se marchó.

Rosie se dejó caer en la cama inferior con sus tentáculos rojos esparcidos sobre la almohada. Agatha, más cautelosa, revisó la habitación, tocando las paredes y el panel de la ventana. "Esto es demasiado... perfecto", dijo, su voz baja. "No confío en ese tipo."

Rosie suspiró, mirando el techo. "No parece tan malo, calamarcito. Nos curó, nos dio comida... Y vaya comida... Si quisiera matarnos, ¿para qué todo esto?"

Agatha se apoyó contra la litera, cruzando los brazos. "Eso es lo que me preocupa. Dijo algo de "si quisiera matarlas, no usaría veneno". Tiene razón, no necesita trucos. Podría destrozarnos con un dedo. Pero entonces, ¿por qué nos trata así? Algo no encaja."

Rosie se incorporó con su rostro serio. "Tal vez solo quiere información, como dijo. Somos las únicas aquí que saben algo de este mundo. Inklings, Octolings, fuentes de energía... dudo que les quede algo; tal vez esta energía es temporal. Quizás no es nuestro enemigo... todavía."

Agatha gruñó, sentándose en la cama superior. "No me gusta. Pero tienes razón en una cosa: estamos vivas. Y si quiere información, podemos usarlo a nuestro favor. Jugar su juego, fingir que confiamos en él y buscar una salida."

Rosie asintió, sus ojos fijos en la ventana holográfica. "Juntas, entonces. Pero si nos traiciona, le arrancaré... lo que sea que tenga en la cabeza."

Agatha soltó una risa seca, la primera en horas. "Trato hecho, pulpo."

────────────────────❮ 𝙻𝚊𝚋𝚘𝚛𝚊𝚝𝚘𝚛𝚒𝚘 - 𝙱𝚊𝚜𝚎 \\

En el laboratorio principal de la Base Fair, Rubén estaba frente a un panel de control con sus dedos deslizándose por pantallas holográficas que proyectaban datos en su idioma, líneas de texto y gráficos que danzaban en el aire. La sala en sí era un espectáculo: consolas de metal pulido brillando bajo luces blancas, tubos de energía pulsando con un resplandor azul y estantes alineados con cápsulas selladas, algunas fracturadas, otras intactas. El aire olía a ozono y metal, y el zumbido constante de las máquinas llenaba el silencio. Ophelia, su asistente, apareció a su lado, materializándose desde una estela de luz residual. Su cabello blanco caía en ondas perfectas, y las líneas doradas que recorrían su cuerpo brillaban con un resplandor tenue, marcando su naturaleza mecánica. Sus ojos amarillos, brillantes como faros, lo observaron con una mezcla de respeto y cautela.

"Señor Rubén", comenzó Ophelia, su voz suave pero cargada de deferencia, "permítame preguntar: ¿qué ocurrió con esas criaturas? Primero las neutraliza con fuerza, luego las cura con el Quick-Fix, les ofrece alimento y ahora les asigna habitaciones en la base. Es un cambio... notablemente abrupto. ¿Puedo saber cuál es el motivo?"

Rubén se giró, su rostro endurecido, pero su tono era tranquilo, calculador, con un trasfondo de cansancio que solo alguien como Ophelia, que lo conocía desde antes del criptosueño, podía detectar. "Información, Ophelia. Esas criaturas, las que llaman Inklings y Octolings, son la clave para entender este mundo. Han pasado un millón de años desde la Gran Guerra, y todo lo que conocía está enterrado bajo océanos y esta... tinta. Torturarlas sería el camino fácil, pero inútil. La fuerza crea resistencia, miedo, mentiras. Si las trato con amabilidad, si creen que soy un aliado, bajarán la guardia. Hablarán. Me dirán quiénes son sus líderes, qué son esos Zapfish y, lo más importante, qué saben del ADN Mirira."

Ophelia inclinó la cabeza, sus ojos amarillos parpadeando mientras procesaba sus palabras. "Una estrategia astuta, señor... Pero es arriesgado. Si descubren sus intenciones, podrían volverse hostiles. Su biología es... impredecible. ¿Ha considerado que podrían intentar manipularlo a usted?"

Rubén esbozó una sonrisa fría, ajustándose la corbata con un movimiento preciso. "Por eso mantengo mi arma cargada y a mi alcance. No subestimo a esas criaturas, Ophelia. Son débiles ahora, pero tienen fuego. La Inkling, Agatha, casi me rasguña con esa patada. Y la Octoling, Rosie... se está haciendo la tonta; sé que algo oculta. Pero confío en mi plan. La amabilidad es una herramienta, y la usaré hasta que dejen de serme útiles."

Ophelia asintió. "Entendido, señor. Su juicio siempre ha sido impecable. Permítame actualizarlo sobre las cámaras, como ordenó". Se movió hacia otra consola, sus dedos deslizándose por la interfaz holográfica con una velocidad inhumana. Imágenes granuladas aparecieron, mostrando pasillos oscuros de la Base Fair, cápsulas rotas en el banco de genes y rastros de tinta púrpura seca en el suelo. "Los Octolings que acompañaban a la tal Rosie son los responsables del robo. Rompieron varias cápsulas en el sector de almacenamiento genético. Encontré fragmentos de cristal con trazas de tinta. Uno de ellos, probablemente una hembra por la composición química, se cortó con los restos. Señor, el ADN Mirira entró en su sistema. Está en el cuerpo de un Octoling."

Rubén se quedó inmóvil con su respiración deteniéndose por un instante. Sus puños se apretaron, los nudillos blanqueándose bajo la piel. "¿El ADN Mirira... en un Octoling?" Su voz era un murmullo bajo, pero cargado de una furia que parecía vibrar en el aire. "Esos genes son un arma, Ophelia. Los Mirira arrasaron continentes, partieron la tierra, destruyeron todo lo que construimos. Si una de esas criaturas lo tiene, si despierta ese poder..." Hizo una pausa, sus ojos verdes brillando con un terror que no mostraba a menudo. "No podemos permitir que el infierno de la Gran Guerra regrese. Nadie, ni inklings, ni octolings, ni ninguna otra especie, debe tocar ese poder."

Ophelia dio un paso hacia él, su voz suave pero urgente. "Señor, su ritmo cardíaco está muy alterado. Por favor, respire. Los sensores indican un aumento del 30% en su presión arterial. No estamos en la Gran Guerra. Podemos contener esto. El ADN Mirira no está activo... aún. Necesitamos localizar a esa Octoling..."

Rubén cerró los ojos, forzando una respiración profunda. "Tienes razón", dijo, su tono más controlado pero aún afilado. "Pero cada segundo que ese... octoling está fuera de nuestro control es un riesgo. Los Mirira no eran solo elfos del cielo, Ophelia. Era un cataclismo. Sus genes podían acabar con todo. Si una criatura ignorante lo activa sin control, podría destruir este mundo antes de que logre entenderlo."

Ophelia inclinó la cabeza. "Entiendo su preocupación, señor. Mis análisis sugieren que el Octoling herido no sabe lo que lleva. La tinta en los cristales muestra una reacción química inestable, pero no hay signos de activación genética completa. Tenemos tiempo. Propongo enviar drones de rastreo para localizar a los Octolings que escaparon. Podemos usar las trazas de tinta para triangular su posición."

Rubén asintió, sus puños relajándose lentamente. "Hazlo. Pero discreción, Ophelia. No quiero alertar a nadie más. Y esas dos en las habitaciones..." Hizo una pausa, mirando hacia el pasillo donde Rosie y Agatha descansaban. "Rosie vino con ese grupo. Podría saber quién se cortó. Mantendré mi farsa de amabilidad, pero si no cooperan, encontraré otras formas."

"Por supuesto, señor", respondió Ophelia, su voz cargada de lealtad. "Mis sistemas están monitoreando a las prisioneras. Sus signos vitales son estables, pero detecto niveles elevados de estrés. La Inkling, Agatha, muestra patrones de desconfianza: movimientos rápidos, escaneos constantes del entorno. La Octoling, Rosie, parece más receptiva, pero su pulso indica cautela. ¿Desea que active protocolos de vigilancia adicionales?"

Rubén negó con la cabeza, caminando hacia una consola donde una cápsula rota aún contenía rastros de líquido azul. "No. Por ahora, que crean que tienen algo de libertad. Vigílalas, pero sin presionarlas. Quiero que se sientan seguras... hasta que dejen de serlo."

Ophelia levantó una mano, y el laboratorio se selló con un zumbido grave. Las paredes vibraron, activando el sistema de insonorización diseñado por los Fair, un mecanismo que aislaba cada sonido, cada eco, como si el mundo exterior no existiera. Rubén, con la rabia aún ardiendo en su pecho, giró y lanzó un puñetazo contra la pared. El impacto fue devastador, un estruendo que hizo crujir el metal reforzado con fragmentos de pintura cayendo al suelo. La fuerza, potenciada por el hemógeno que corría por sus venas, habría retumbado por toda la base si no fuera por la insonorización, quizás hasta los confines de Inkopolis o Octo Valley.

Rubén respiró hondo con su cabello verde cayendo sobre sus ojos. "No dejaré que esos genes caigan en las manos equivocadas", dijo, su voz baja pero cortante. "No después de lo que costó detener a los Mirira. No después de lo que perdimos en la Gran Guerra. Encontraré a esa Octoling, Ophelia, y recuperaré lo que nos pertenece antes de que este mundo se convierta en cenizas otra vez."

Ophelia dio un paso adelante, su tono suavizándose aún más. "Señor, su determinación es admirable, pero permítame recordarle: usted es el último de los Fair. Su salud, su vida, son la prioridad. No podemos arriesgarnos a perderlo por un error impulsivo. Permítame coordinar la búsqueda...

Rubén la miró, suavizando su expresión por un instante. "Siempre cuidándome, Ophelia. Bien. Coordina los drones."

"Como ordene, señor", dijo Ophelia, inclinando la cabeza con respeto absoluto. Sus dedos volaron sobre la consola, activando protocolos de rastreo, mientras las pantallas holográficas mostraban mapas antiguos de un mundo que ya no existía, ahora superpuestos con datos de Inkopolis y Octo Valley. "Los drones estarán operativos en 20 minutos. Le informaré de cualquier anomalía."

Rubén asintió, volviéndose hacia la puerta del laboratorio. "Hazlo rápido. El tiempo no está de nuestro lado." Sus botas resonaron en el suelo de mármol negro, el eco apagado por la insonorización. Mientras caminaba, su mente volvía a Rosie y Agatha, a su desconfianza, a sus palabras. Eran piezas de un rompecabezas que aún no entendía, pero estaba decidido a encajarlas.

────────────────────❮ 𝙸𝚗𝚔𝚘𝚙𝚘𝚕𝚒𝚜 \\

La noche había caído sobre Inkopolis, las luces de neón parpadeando en tonos rosados y azules, iluminando la plaza central donde los Inklings se reunían para sus batallas de tinta. El aire olía a sal y pintura fresca, y el bullicio habitual de las Turf Wars se había apagado, dejando un silencio inquietante. Cerca de la tienda de armas de Sheldon había un condominio; Sasha, Ash y Devil estaban reunidos alrededor de una mesa. La preocupación pesaba en sus rostros, cada uno lidiando con la ausencia de Agatha a su manera.

Sasha, con sus tentáculos rosados recogidos en un moño desordenado, golpeaba la mesa con los dedos; sus ojos rojos estaban brillando con lágrimas contenidas. "No puedo creer que sigamos aquí, sentados, mientras Agatha está... quién sabe dónde." Su voz temblaba, cargada de emoción. "Esa puerta en la base antigua no se abrió, ni con un Inkstrike, ni con nada. ¿Y si... y si no lo logró?"

Ash, apoyado contra la pared con sus tentáculos verdes oscuros cayendo sobre un ojo, soltó un bufido sarcástico. "Oh, genial, Sasha, ya estás llorando otra vez. ¿Quieres que traiga un cubo para tus lágrimas? Agatha es dura, más dura que tu drama. Si alguien puede sobrevivir a esa cosa que la atrapó, es ella." Cruzó los brazos, pero su tono afilado no ocultaba la tensión en su mandíbula.

Devil, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, no dijo nada. Sus ojos negros observaban la mesa, su silencio más pesado que cualquier palabra. Solo apretó los puños y la tinta azul goteó ligeramente de sus nudillos.

Sasha giró hacia Ash, su rostro enrojeciendo. "¡No es drama, Ash! ¡Es nuestra amiga! Esa... cosa, ese bicho raro, la atrapó y... Una Octoling también está ahí. ¿Y si están muertas?" Su voz se quebró, y se cubrió el rostro con las manos.

Ash puso los ojos en blanco, pero su sarcasmo vaciló. "¿Muertas? Si Agatha estuviera muerta, lo sabríamos. Esa base o bóveda, lo que sea... No es un cementerio. Y no me hagas empezar con los Octolings... esa... Probablemente está tramando algo con ese bicho."

Devil levantó la mirada, su voz baja, casi un susurro. "No está muerta. Pero está atrapada. Necesitamos un plan, no peleas." Tanto Sasha como Ash lo miraron, sorprendidos por su intervención.

Antes de que pudieran responder, un golpe seco resonó en la puerta. Sasha se congeló, Ash desenfundó un Splattershot Jr. con un movimiento rápido, y Devil se puso de pie, su mano en el mango de un Roller. "¿Quién demonios toca a esta hora?" gruñó Ash, acercándose a la puerta.

"¡No abras sin saber quién es!", siseó Sasha, pero Ash ya estaba girando el cerrojo. La puerta se abrió, y dos figuras encapuchadas entraron sin avisar, sus capas negras goteando agua de la lluvia que había comenzado a caer. Ash levantó su arma, pero la figura más alta levantó una mano, deteniéndolo.

"Tranquilo, pequeño Inkling, no venimos a pelear", dijo una voz alegre, seguida de una risa. La figura se quitó la capucha, revelando un rostro familiar: Callie, con sus tentáculos negros adornados con lazos amarillos y una sonrisa que iluminaba la habitación. La otra figura, más baja, se quitó la capucha, mostrando a Marie, sus tentáculos blancos brillando bajo la luz de neón con una expresión relajada.

"¿Callie? ¿Marie?" Sasha dio un paso atrás, su voz temblando de incredulidad. "¿Las cantantes? ¿Qué... qué están haciendo aquí?"

Callie dio un salto, aplaudiendo. "¡Sorpresa! No solo somos las reinas del escenario, somos las reinas del rescate. ¡Queremos ayudar a salvar a tu amiga Agatha!" Su sonrisa era radiante, pero sus ojos mostraban una determinación que no encajaba del todo con su imagen pública.

Marie suspiró, apoyándose contra la pared. "Callie, bájale al entusiasmo, vas a asustarlos. Sí, sabemos lo de Agatha. Y sabemos lo que ocurrió... No es la primera vez que lidiamos con cosas raras." Su tono era... Algo seco.

Ash bajó su arma, pero su mirada era desconfiada. "¿Y por qué las superestrellas de Inkopolis se meten en una casa a esta hora para ayudarnos? ¿Qué quieren a cambio? ¿Fama? ¿Tinta gratis?"

Callie rio, haciendo un juego de palabras. "¡Oh, Ash, no queremos tinta, queremos acción! Agatha está en problemas, y nosotras somos las expertas en problemas. Pero necesitamos que colaboren. ¿Listos para un chapuzón épico?"

Sasha, todavía temblando, se limpió una lágrima. "¿Pueden salvarla? ¿De verdad? No sabemos qué era ese bicho, ni qué quiere. Agatha podría estar..." Se detuvo, incapaz de terminar.

Marie levantó una mano, su tono firme pero no cruel. "No pienses lo peor, pequeña. Agatha es una Inkling, y los Inklings no caen tan fácil. Pero si quieren recuperarla, tienen que confiar en nosotras. Síganos."

Devil asintió, su voz baja. "Vamos." Sin esperar más, recogió su roller y siguió a las cantantes. Ash y Sasha intercambiaron una mirada, pero la urgencia los empujó a moverse. Todos terminaron por ponerse sus capuchas y así no terminar como una mancha de tinta en el suelo.

────────────────────❮𝙸𝚗𝚔𝚘𝚙𝚘𝚕𝚒𝚜 𝟷𝟶 𝚖𝚒𝚗𝚞𝚝𝚘𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 \\

Callie y Marie los guiaron por las calles oscuras de Inkopolis, esquivando charcos de agua y luces. La lluvia golpeaba el suelo. Normal, aunque no dejaba de ser un peligro para seres vulnerables al agua. Llegaron a una alcantarilla oculta muy lejos de la ciudad; su tapa estaba cubierta de musgo y graffiti. Callie levantó la tapa con un gruñido, revelando un túnel húmedo que olía a sal y metal. "¡Por aquí, equipo! Es un viaje resbaladizo, pero vale la pena", dijo, guiñando un ojo.

Ash gruñó, bajando primero. "Si me ensucio las zapatillas, les cobraré la limpieza." Sasha lo siguió, temblando un poco. Era mucha información en muy poco tiempo y todo parecía ir a más; por otro lado quedó Devil, el cual cerró la marcha, silencioso pero alerta. El túnel era estrecho, con paredes cubiertas de moho y luces parpadeantes que apenas iluminaban el camino. Tras un largo rato caminando, llegaron a una estructura extraña: una tetera gigante, oxidada pero funcional, incrustada en la pared como una puerta secreta.

Marie tocó la tetera antes de hablar. "Adelante, tortugas. Bienvenidos a nuestro cuartel." Entraron, y la tetera los transportó con un giro suave a una base subterránea. La sala era un caos organizado: monitores mostrando mapas de Inkopolis, armas de tinta alineadas en las paredes y un olor a pasteles de cangrejo flotando en el aire. En el centro, un anciano Inkling, encorvado pero con ojos brillantes, los esperaba. Su sombrero de capitán estaba ladeado, y una bandeja de pasteles de cangrejo descansaba a su lado.

"¡Abuelo!" exclamó Callie, corriendo a abrazarlo. "¡Trajimos refuerzos!"

El anciano, Cap'n Cuttlefish, sonrió, limpiándose migajas de pastel de la barba. "Bienvenidas, pequeñas. Y ustedes deben ser los amigos de Agatha. Soy el Capitán Cuttlefish, líder del Squidbeak Splatoon. Siéntense, tenemos mucho de qué hablar."

Sasha se quedó boquiabierta, Ash arqueó una ceja y Devil simplemente se sentó, sus ojos fijos en el anciano. "¿El Squidbeak Splatoon? ¿Eso es real?", preguntó Sasha, su voz temblando de emoción. "Pensé que eran cuentos de niños."

Marie soltó una risa seca. "Oh, es real, pequeña. Pero no tan glamoroso como nuestras canciones. Ser cantantes es una fachada. Nos permite movernos sin que nadie sospeche que somos..." Hizo una pausa, mirando a Callie.

"¡Agente 1 y Agente 2!" terminó Callie, dando un salto. "Yo soy la Agente 1, y Marie es la Agente 2. Luchamos contra los Octolings, protegemos Inkopolis, y ahora vamos a rescatar a Agatha. Pero necesitamos su ayuda."

Ash cruzó los brazos, su tono cortante. "¿Y por qué deberíamos confiar en un par de estrellas pop y un abuelo que huele a cangrejo? ¿Qué saben de esa base? ¿O de ese bicho que se llevó a Agatha?"

Cuttlefish frunció el ceño, golpeando la mesa con un dedo. "Esa 'base' no es un lugar cualquiera. Es antigua, más antigua que Inkopolis, que los Zapfish, que todo lo que conocemos. Y ese 'bicho'... no sabemos qué es, pero no es un Octoling. Es algo más. Agatha está viva, lo siento en mis viejos huesos. Pero necesitan entrenamiento para enfrentarlo."

Sasha, con lágrimas en los ojos, se inclinó hacia adelante. "¡Haré lo que sea! Agatha es mi amiga, mi familia. No puedo perderla. Díganme qué hacer."

Devil asintió, su voz baja pero firme. "Entrenaré. Por Agatha."

Ash suspiró, rascándose la nuca. "Bueno, si todos están tan emocionados, supongo que no puedo quedarme fuera. Pero si me hacen cantar, me largo."

Callie rio, aplaudiendo. "¡Eso es espíritu, equipo! A partir de ahora, son los Agentes 4, 5 y 6. Sasha, tú eres la 4, porque... No lo sé, eres muy miedosa. Ash, tú eres el 5, porque eres muy sarcástico; me pareció chistoso. Y Devil, tú eres el 6, porque tu silencio es más letal y porque no se me ocurrió algo más... Jeje 6... se is etienden?."

Marie puso los ojos en blanco. "Callie, para con los juegos de palabras, me das dolor de cabeza. Escuchen, el entrenamiento empieza mañana. Será duro, pero si quieren salvar a Agatha, tienen que estar listos. No piensen lo peor. Crean que está viva. La recuperaremos, cueste lo que cueste."

Cuttlefish asintió, mordiendo un pastel de cangrejo. "Exacto. La Gran Guerra Territorial me enseñó una cosa: nunca subestimes a un Inkling. Agatha está luchando, y nosotros lucharemos por ella. Ahora, coman algo y descansen. Les recomendaría que se quedaran la noche aquí... Para iniciar, nada más salga el sol".

Sasha apretó los puños, su rostro lleno de determinación. Ash gruñó sin más. Bastante serio; a pesar de todo, estaba muy preocupado por Agatha, aunque se esforzaba por no demostrarlo. Devil solo asintió, su silencio diciendo más que cualquier palabra, todo... iniciará. Mañana.

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