Cherreads

Chapter 4 - Encerradas

La colina fuera de Inkopolis parecía el escenario de una fiesta que salió mal: Inklings corriendo como si hubieran perdido al Gran Zapfish, Octolings acechando en las sombras como si estuvieran planeando robar la Tentalisa, y Rubén, el humano, causando más caos que un Inkstrike mal lanzado. Observaba sus manos dando chasquidos y dejando escapar un ligero fuego rojo, era poco pero suficiente Hemógeno para gastar. 

Agatha, Callie y un guardia Inkling lo perseguían, disparando tinta como si estuvieran en una competencia sin reglas. Los Octolings, liderados por Lyra, apuntaban desde los arbustos con armas comunes, algo avanzadas para su situación, nada de la tecnología brillante que usaban los Inklings. En el mundo subterráneo de los Octolings, la energía escaseaba desde que los Inklings se quedaron con el Gran Zapfish y casi todos los Zapfish pequeños, dejando sus cuevas a oscuras y sus máquinas funcionando con lo mínimo.

Rubén no tenía tiempo para esas rivalidades. Con un grito que sonó como el peor de las bestias posibles, embistió contra todos como un calamar gigante enojado. Derribó a dos Octolings con un puñetazo que los mandó a soñar, esquivó un disparo torpe de Lyra con un giro que parecía ensayado, y alcanzó la puerta de la bóveda, con una fuerza colosal impulsada por sus pocas reservas de Hemógeno que poseía, dio un tirón, cerrando la puerta auxiliar con tanta fuerza que hizo temblar la colina entera 

Dentro, atrapadas como peces en una red, estaban Rosie y Agatha. Ambas se habían transformado en pulpo y calamar para alcanzar al humano, nadando en charcos de tinta púrpura y roja. Pero la puerta se cerró tan rápido que no tuvieron chance de salir y por poco no quedaron aplastadas sin más.

────────────────────❮ 𝙱𝚊𝚜𝚎 𝙵𝚊𝚒𝚛 \ \ 

En la base, la luz azulada parpadeaba como una bombilla a punto de fundirse, dando un aire de discoteca abandonada. Rosie y Agatha volvieron a sus formas humanoides con un plop húmedo, sacudiéndose la tinta como si hubieran caído en un balde de pintura. Rosie, con sus shorts rojos desvaídos, miró a Agatha como si hubiera encontrado un calamar podrido en su sopa.

"¿Qué haces aquí, calamarcito?" dijo Rosie, apuntando su N-ZAP. "Esto no es uno de tus juegos estas muerta."

"¿Y tú, pulpo sin luz?", replicó Agatha, levantando su N-ZAP '85 con una ceja arqueada. "Este es nuestro territorio. ¿Viniste a robar o solo a tropezar en la oscuridad?"

Rosie dio un paso adelante, sus tentáculos rojos brillando débilmente. "Cuidado, Inkling. Puedo hacerte puré antes de que grites 'victoria'."

"¡Ja! Te aplastaría en cualquier... eh, lo que sea que hagas en tus cuevas apagadas", dijo Agatha, hinchando el pecho como si estuviera en la plaza de Inkopolis.

Antes de que pudieran lanzarse al cuello, un crujido resonó en los pasillos. Botas de cuero negro golpeaban el suelo, pesadas, como si alguien estuviera desfilando con la confianza de quien sabe que es el jefe. Rosie y Agatha se miraron, el pánico apagando su rivalidad como un balde de agua fría.

"Trato: trabajamos juntas hasta salir", dijo Rosie, bajando su arma. "Esa cosa no es algo que puedas entintar y ya."

"Trato", respondió Agatha, todavía desconfiada. "Pero si me traicionas, te juro que te dejo más colorida que un festival de tinta."

Exploraron la bóveda, moviéndose como si esperaran que un monstruo gigante saltara de las sombras. Los pasillos estaban llenos de paneles con garabatos que no entendían, como si alguien hubiera decorado con jeroglíficos de otro mundo. Encontraron una sala con monitores apagados, probablemente porque no había un Zapfish cerca para encenderlos. La puerta de emergencia era más terca que un Splat Roller atascado, y el frío de la bóveda "Despensa" las hizo retroceder cuando el frio casi las transforma en piedra.

"Esto es una pesadilla", gruñó Agatha, pateando una cápsula vacía que rodó con un eco triste. "Ni siquiera hay un mapa para este lugar."

"Para alguien que se la pasa tirando presumiendo, te quejas mucho", dijo Rosie, revisando un panel que parecía tan muerto como las cuevas Octoling. "Muévete, calamarcito."

Entonces, los pasos volvieron, más cercanos, como si alguien estuviera pavoneándose con botas de cuero negro y un ego del tamaño del Gran Zapfish. Rosie y Agatha se escondieron detrás de una cápsula, conteniendo la respiración. Desde las sombras salió Rubén, pero no era el tipo semidesnudo que habían visto antes. Ahora llevaba un traje negro elegante, como si hubiera saqueado el armario de un espía de película. La tela, resbaladiza como el suelo de un mapa de TurfWar mojado, parecía reírse de la tinta, y en sus manos sostenía un arma rara: un chisme metálico con líneas que brillaban como si estuviera vivo. No era una pistola de tinta, eso seguro.

"¿Qué es esa cosa?" susurró Agatha, sus ojos rojos muy abiertos.

"No sé, pero no es de los nuestros", respondió Rosie, apretando su N-ZAP. "Vamos, ahora."

Las dos saltaron al ataque, como si hubieran practicado toda su vida para este momento de locura. Agatha disparó una ráfaga de tinta roja con su N-ZAP, mientras Rosie desató un torbellino púrpura con su N-ZAP. Los proyectiles volaron hacia Rubén, pero la tinta se deslizó por su traje como si fuera alérgico a mancharse. Él apenas parpadeó, sus ojos verdes brillando con una calma que daba más miedo que un Inkstrike.

"¡Esto es una broma!" gritó Rosie, lanzando una Splat Bomb que explotó en una nube púrpura. Rubén la esquivó con un salto que parecía desafiar la gravedad, aterrizando con un clack de sus botas que resonó como un tambor.

"¡Cuerpo a cuerpo!" gritó Agatha, tirando su N-ZAP y agarrando el Inkbrush de Devil. Rosie sacó un Octobrush, y las dos cargaron como si estuvieran en una competencia por el último Zapfish.

La pelea fue un espectáculo, un arte de caos y precisión que habría hecho que cualquier Inkling en la plaza de Inkopolis se quedara con la boca abierta. Rubén, dopado con Hemógeno, se movía como si hubiera nacido para pelear. Sus botas resonaban como un ritmo de batalla, y su cuerpo de casi dos metros era una máquina de esquivar y bloquear. Agatha atacó primero, girando su Inkbrush en un arco que buscaba su cabeza. Rubén bloqueó con el cañón de su arma rara, la tinta roja resbalando por su traje, y respondió con un puñetazo que Agatha esquivó rodando por el suelo, dejando un charco rojo.

Rosie entró desde el lado, su Octobrush trazando un torbellino púrpura que parecía un huracán. Rubén giró, bloqueando con un movimiento tan rápido que el aire siseó, y contraatacó con un codazo que mandó a Rosie contra una cápsula, que crujió como si estuviera ofendida. "¡No puede esquivar todo!" gritó Rosie, lanzando una serie de golpes rápidos, cada uno buscando un hueco. Pero Rubén era como un muro con patas. Esquivó un golpe con un paso lateral, bloqueó otro con su arma, y respondió con un empujón que hizo que Rosie rodara por el suelo.

Agatha aprovechó, saltando desde una consola rota para atacar desde arriba, su Inkbrush cortando el aire como un relámpago. Rubén levantó su arma, bloqueando con un clang que sonó como un gong, y la empujó hacia atrás con una fuerza que la hizo chocar contra la pared. Su propia tinta roja salpicó de sus heridas, pero no le hizo nada. "¡Esto es imposible!" jadeó Agatha, poniéndose de pie con las piernas temblando.

"¡Sigue intentándolo, calamarcito!" gritó Rosie, recuperándose y corriendo hacia Rubén con su Octobrush en alto. Los pinceles chocaban contra él como espadas en una película de acción, pero Rubén los esquivaba o bloqueaba con una precisión que parecía ensayada. Giraba como un bailarín letal, saltaba por encima de los ataques, y rodaba para evitar los golpes combinados. En un momento, Rosie intentó un golpe bajo, buscando sus rodillas, pero Rubén dio un salto hacia atrás, aterrizando con un clack y desarmándola con un movimiento que mandó su Octobrush volando.

Agatha, con un grito que habría enorgullecido a las Squid Sisters, cargó de nuevo, mezclando golpes de su Inkbrush con patadas que había aprendido en las calles de Inkopolis. Rubén bloqueó cada ataque, sus manos moviéndose como si tuviera un radar. En un instante, atrapó el Inkbrush de Agatha, arrancándoselo y lanzándolo contra una cápsula, que explotó en pedazos de vidrio y tinta. Las dos estaban desarmadas, jadeando, frente a una criatura que parecía sacada de un mal sueño.

"¿Qué es esa cosa?" gritó Agatha, aunque sabía que no obtendría respuesta. Rubén respondió con un montón de sonidos raros, como si estuviera dando órdenes a un ejército invisible. Su arma rara zumbó, las líneas brillando más fuerte, como si estuviera a punto de hacer algo muy malo.

Rosie y Agatha se miraron, cubiertas de sudor y tinta. "No nos rendimos, pulpo", dijo Agatha, apretando los puños.

"Por primera vez, estoy de acuerdo", respondió Rosie, preparándose para un último ataque. 

Rubén, con una sonrisa torcida que parecía tallada en hielo, guardó su arma extraña en una funda oculta bajo su chaqueta negra. La tela hidrofóbica brillaba bajo las luces parpadeantes de la bóveda, como si se burlara del charco de tinta que cubría el suelo. Se puso en guardia, los puños alzados, los músculos de sus brazos tensándose como cuerdas de acero. El Hemógeno corría por sus venas, haciendo que sus ojos verdes destellaran con una furia fría, inhumana. Rosie y Agatha, desarmadas y jadeando, cargaron con la desesperación de quienes saben que no tienen salida, sus tentáculos temblando bajo el peso de la derrota inminente.

La bóveda, con su luz azulada y sus paneles muertos, parecía un mausoleo. Cada golpe resonaba como un martillo contra el silencio, y la pelea fue una masacre, una paliza sin piedad que aplastó cualquier esperanza. Agatha lanzó un puñetazo torpe, sus nudillos buscando el pecho de Rubén. Él esquivó con un movimiento mínimo, inclinando el torso, y le propinó un jab al rostro que hizo que su cabeza se sacudiera hacia atrás, tinta roja saliendo de su nariz como un chorro roto. Rosie intentó un codazo al flanco, sus tentáculos rojos agitándose, pero Rubén bloqueó con el antebrazo izquierdo, girando para golpearla con un gancho derecho al estómago. Rosie se dobló, un gemido ahogado escapando mientras tinta púrpura goteaba de su boca.

Agatha, tambaleándose, intentó una patada baja para barrer las piernas de Rubén. Él levantó un pie, dejando que el golpe pasara inofensivo, y respondió con un rodillazo al pecho que la mandó volando contra una cápsula. El cristal crujió, y Agatha cayó al suelo, su camiseta negra rasgada, tinta roja manchando su rostro como sangre. "¡Maldita cosa!" gruñó, escupiendo tinta mientras se levantaba con las piernas temblando.

Rosie, aún doblada, cargó con un grito, lanzando un puñetazo al mentón de Rubén. Él bloqueó con la palma abierta, atrapando su muñeca, y la giró con un movimiento brutal, torciendo su brazo hasta que un crac resonó en la sala. Rosie gritó, tinta púrpura salpicando de su hombro, pero no se rindió. Con su mano libre, intentó un golpe al cuello. Rubén lo esquivó, ladeando la cabeza, y le dio un uppercut al mentón que la levantó del suelo. Rosie cayó de espaldas, sus shorts rojos empapados de tinta púrpura, su respiración entrecortada.

Las dos se lanzaron juntas, un último acto de desafío. Agatha corrió desde el frente, intentando un puñetazo al pecho mientras Rosie, cojeando, atacó desde atrás con un codazo descendente a la nuca. Rubén, como un depredador que juega con su presa, esquivó el puñetazo de Agatha con un paso lateral, giró para bloquear el codazo de Rosie con el antebrazo, y contraatacó con una furia implacable. Le propinó un gancho al hígado de Agatha, que se dobló como un muñeco roto, tinta roja brotando de su boca. Sin pausa, giró y pateó el estómago de Rosie con un golpe frontal, enviándola contra una pared. El impacto dejó un cráter en el metal, y Rosie se deslizó al suelo, un rastro de tinta púrpura marcando su caída.

Agatha, con un grito que era más rabia que fuerza, intentó un último puñetazo al rostro. Rubén lo bloqueó con el codo, atrapó su brazo y lo torció en una llave que hizo crujir sus articulaciones. La Inkling cayó de rodillas, tinta roja goteando de sus ojos como lágrimas. Rosie, arrastrándose, intentó alcanzar su tobillo, pero Rubén la pateó en el pecho, un golpe seco que la dejó inmóvil, su respiración un jadeo húmedo mezclado con tinta.

El suelo de la bóveda era un desastre de tinta roja y púrpura, como un cuadro de pesadilla. Rubén, sin una marca en su traje negro, respiraba con calma, su sonrisa fría cortando el aire. Con un movimiento lento, abrió una cápsula cercana, el cristal siseando como una serpiente. Agarró a Agatha por el cuello, sus dedos como tenazas, y la arrojó dentro. Rosie, apenas consciente, fue levantada por el brazo roto y lanzada junto a ella. La tinta de sus heridas se mezcló en un charco viscoso, rojo y púrpura, mientras el cristal se cerraba con un clic que sonó como una sentencia.

Rubén se enderezó, su traje impecable a pesar de la carnicería. Con un gesto elegante, se ajustó la corbata, el nudo perfecto, como si acabara de salir de una reunión y no de una masacre. Sus botas resonaron en el pasillo mientras se dirigía a la sala médica, dejando a Rosie y Agatha atrapadas, sangrando tinta, en la penumbra de la cápsula.

"Te... mataré", susurró Agatha, su voz rota, apenas audible tras el cristal antes de quedar completamente inconsiente.

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