Capitulo 78 - Día de Descanso 10
El sol apenas comenzaba a asomarse entre los árboles cuando Cody abrió los ojos. No hubo sobresalto, ni sueño interrumpido. Solo una sensación de ligereza, como si el cuerpo hubiera soltado algo durante la noche. Se quedó unos segundos mirando el techo de la cabaña, escuchando el murmullo del bosque y el crujido lejano de ramas. Luego sonrió. No por algo específico. Solo porque sí.
Se sentó en la cama, estiró los brazos y dejó que el aire fresco le acariciara la piel. Afuera, el día prometía ser claro, sin nubes ni amenazas. Cody se puso los tenis, una camiseta ligera y salió sin hacer ruido. No necesitaba compañía. No hoy.
El sendero que rodeaba el campamento estaba húmedo por el rocío, pero firme. Las hojas crujían bajo sus pasos, y el aire tenía ese olor a tierra viva que solo aparece cuando el sol aún no ha calentado del todo. Cody comenzó a trotar, con un ritmo suave, como si el cuerpo se moviera por sí solo.
Y entonces empezó a cantar.
"This is the first day of my life..." murmuró al principio, pero pronto la voz se volvió más clara, más segura. "Swear I was born right in the doorway..."
No cantaba para nadie. No cantaba bien. Pero cantaba con ganas. Con esa energía que no viene del cuerpo, sino de algo más profundo. Algo que se acomoda en el pecho y empuja hacia afuera.
"I went out in the rain, suddenly everything changed..."
Cody levantó los brazos un momento, como si saludara al cielo. El bosque lo rodeaba, pero no lo encerraba. Era como correr dentro de una canción. Cada paso, cada verso, cada respiración se sentía parte de algo más grande.
"They're spreading blankets on the beach..."
La canción seguía, y él también. No pensaba en el ritmo. No pensaba en el tiempo. Solo corría. Y cantaba. Y sonreía.
"Yours is the first face that I saw..."
Pasó por el claro donde solían entrenar. Por el árbol caído que usaban de banca. Por la piedra donde Izzy había dejado una flor seca días atrás. Todo estaba en su lugar. Pero algo en él no.
"I think I was blind before I met you..."
Cody frenó un poco, bajando el ritmo. El corazón latía fuerte, pero no por esfuerzo. Por alegría. Por algo que no se podía nombrar, pero que estaba ahí, latiendo también.
"Don't know where I am, don't know where I've been..."
Llegó al borde del campamento, donde la cocina comenzaba a despertar. El humo de la leña subía lento, y el olor a café ya flotaba en el aire. Cody se detuvo, respiró hondo y se pasó las manos por el rostro.
"But I know where I want to go..."
No cantó esa última línea. Solo la pensó. Y sonrió.
Se acercó al comedor, donde el Chef ya estaba moviéndose entre ollas y cuchillos. Cody se sacudió el polvo de los tenis, se acomodó la camiseta y entró con paso firme.
El día apenas comenzaba.
Y él estaba listo.
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Cody llegó al comedor con el cuerpo aún encendido por la carrera. El aire fresco le había despejado la cabeza, y la canción que venía tarareando desde el bosque todavía le rondaba en la garganta. El Chef ya estaba en su rincón habitual, con una taza de café en una mano y un cuchillo en la otra, cortando cebolla como si fuera parte de su respiración.
"¿Vienes cantando o corriendo?" preguntó el Chef sin levantar la vista.
"Las dos," dijo Cody, acercándose. "Hoy me desperté con ganas de moverme. Y de cantar cosas cursis."
El Chef soltó un resoplido. "¿Cursis? ¿Tipo balada de los noventa o algo más indie?"
"Bright Eyes," dijo Cody, tomando una taza de café. "First Day of My Life. Me pegó fuerte esta mañana."
El Chef asintió, como quien no conoce la canción pero entiende el impulso. "Mientras no sea reggaetón, no me quejo."
Cody se rió. "¿Tú qué escuchas cuando cocinas?"
"Depende del humor," dijo el Chef. "Si estoy tranquilo, algo instrumental. Si estoy harto, Metallica. Si estoy nostálgico... Phil Collins."
"Eso explica muchas cosas," dijo Cody, tomando un sorbo. "¿Y películas? ¿Tienes alguna que veas cuando no quieres pensar?"
El Chef se detuvo un momento, limpiando el cuchillo con un trapo. "Las de espías. Siempre me han gustado. No por la acción, sino por los silencios. Esos momentos donde nadie dice nada, pero todo se está decidiendo."
"¿Tipo Misión Imposible?" preguntó Cody.
"Más tipo Bourne," dijo el Chef. "Ese tipo no quiere ser héroe. Solo quiere que lo dejen en paz."
Cody asintió. "Jason Bourne es como tú, pero con menos cebolla."
El Chef sonrió. "Y más presupuesto."
Cody se apoyó en la barra. "¿Y qué opinas de Cameron Díaz?"
El Chef levantó una ceja. "¿Eso fue un cambio de tema o estás haciendo una encuesta?"
"Me regalaron un poster hace poco," dijo Cody.
El Chef se rió. "Cameron Díaz es como una receta que no debería funcionar, pero lo hace. Energía rara, pero efectiva."
"Exacto," dijo Cody. "Como tú con cuchillos."
El Chef giró uno entre los dedos. "¿Quieres probar?"
"¿Lanzar?" preguntó Cody.
"Sí," dijo el Chef. "Tengo ese tiro al blanco que hiciste tú. Sería un desperdicio no usarlo."
Cody sonrió. "Estoy listo. Pero si fallo, no me pongas a pelar papas como castigo."
"No prometo nada," dijo el Chef, tomando dos cuchillos y caminando hacia el rincón donde el tablero esperaba.
La madera estaba marcada con círculos pintados a mano, y el centro tenía una pequeña estrella dibujada con marcador rojo. Cody se sacó la chaqueta, se acomodó los hombros y tomó posición.
"¿Reglas?" preguntó.
"Uno a uno," dijo el Chef. "Tres tiros cada uno. El que más se acerque al centro, gana. Si empatas, haces el desayuno mañana."
"Eso no estaba en el contrato," dijo Cody.
"Bienvenido al mundo real," respondió el Chef.
Y el juego comenzó.
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El rincón del comedor donde Cody había instalado el tiro al blanco tenía buena luz y espacio suficiente para lanzar sin peligro. El tablero de madera, hecho con restos de cajas y pintado con círculos concéntricos, tenía una estrella roja en el centro. No era perfecto, pero tenía carácter.
El Chef se paró a unos tres metros de distancia, girando el cuchillo entre los dedos como si fuera parte de su mano. Cody se colocó a su lado, con el suyo en posición. Ambos se miraron, sin necesidad de reglas complicadas.
"Tres tiros cada uno," dijo el Chef. "El que más se acerque al centro, gana. Si empatas, haces el desayuno mañana."
"¿Y si gano?" preguntó Cody.
"Entonces te ganas mi respeto," dijo el Chef. "Y eso no se da fácil."
Cody sonrió. "Trato hecho."
El Chef fue primero. Lanzó con precisión, el cuchillo giró en el aire y se clavó en el segundo círculo. No en el centro, pero cerca.
"Buen arranque," dijo Cody.
"Calentando," respondió el Chef.
Cody tomó posición. Respiró hondo. Lanzó. El cuchillo giró limpio y se clavó justo en el borde del círculo central.
El Chef levantó las cejas. "¿Eso fue suerte?"
"Eso fue desayuno motivacional," dijo Cody.
Segundo tiro del Chef. Esta vez el cuchillo se desvió un poco, cayendo en el tercer círculo.
"Mal ángulo," murmuró el Chef.
Cody lanzó su segundo. Cayó justo al lado del primero, apenas más cerca del centro.
El Chef lo miró de reojo. "¿Estás entrenando en secreto?"
"Solo tengo buena puntería cuando no hay presión," dijo Cody.
Último tiro del Chef. Se concentró, lanzó con fuerza. El cuchillo se clavó en el primer círculo, pero no tocó el centro.
"Decente," dijo Cody.
"Silencio," respondió el Chef.
Cody tomó su último cuchillo. Lo giró entre los dedos, como había visto hacer al Chef. Respiró hondo. Lanzó.
El cuchillo giró, cruzó el aire y se clavó justo en el centro, atravesando la estrella roja.
Silencio.
El Chef se acercó, observó el tablero. Luego miró a Cody.
"Eso fue suerte," dijo.
"Eso fue café," respondió Cody.
El Chef se rió. "No pensé que tuvieras buena mano. Pensé que eras más de estrategia que de ejecución."
"Yo también," dijo Cody. "Pero a veces el cuerpo sorprende."
El Chef se acercó, le dio una palmada en el hombro. "Buen trabajo, Cody. Te ganaste el respeto. Y el desayuno libre."
Cody sonrió. "¿Puedo elegir la música mañana?"
"No te emociones," dijo el Chef. "Respeto no significa anarquía."
Ambos se rieron.
El tablero quedó con los cuchillos clavados, como testigos de una competencia inesperada.
Y Cody, sin decirlo, se sintió más firme. Más capaz. Más él.
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El último cuchillo seguía clavado en el centro del tablero cuando se escucharon pasos rápidos acercándose al comedor. Chris apareció con su sonrisa habitual, gafas de sol en la cabeza y una chaqueta que parecía más pensada para una alfombra roja que para el bosque.
"¡Buenos días, campeones!" dijo, levantando las manos como si acabara de entrar a un estadio.
El Chef no se inmutó. Cody giró hacia él, aún con la adrenalina del juego en el cuerpo.
"¿Vienes a desayunar o a narrar el clima?" preguntó el Chef, sin dejar de mover una sartén.
"Vengo a celebrar," dijo Chris, acercándose. "Acabo de recibir los números de audiencia. El programa está rompiendo récords. La gente está enganchada. Les encanta el caos, los retos, los momentos raros... y ustedes."
Cody levantó las cejas. "¿Nosotros?"
"Sí," dijo Chris. "Tu escena con los dardos, el drama del oso, el romance discreto, los gritos de Izzy... todo está funcionando. Y tú, Cody, estás subiendo en popularidad. Tienes ese aire de 'chico normal que sorprende'. Les encanta."
Cody se rió, medio incómodo. "No sabía que lanzar cuchillos podía ser tan mediático."
"Todo puede ser mediático si hay una buena edición," dijo Chris. "Y tú estás dando material."
El Chef sirvió un par de platos con huevos revueltos y pan tostado. "¿Vas a comer o solo a inflar egos?"
"Ambas," dijo Chris, tomando asiento. "Pero primero quiero decir que el tiro al blanco está genial. ¿Lo hiciste tú, Cody?"
"Sí," respondió Cody. "Con madera reciclada y pintura vieja."
Chris lo miró con aprobación. "Tienes talento. Y buena puntería, según lo que acabo de ver."
El Chef asintió. "Me ganó. Y eso no pasa seguido."
"Entonces hoy es un día especial," dijo Chris, tomando un tenedor.
Poco a poco, los demás campistas comenzaron a llegar. Gwen entró con el cabello aún húmedo, saludando con un gesto leve. Owen apareció con una servilleta colgando del cuello, como si fuera parte de su uniforme. Noah caminó detrás, con cara de "no me hablen hasta que coma".
Izzy llegó saltando, como siempre, y se sentó sin pedir permiso.
La mesa se fue llenando. Platos pasaban de mano en mano. El café corría como río. Las conversaciones eran fragmentadas, pero alegres.
"¿Alguien más soñó con el oso?" preguntó Owen, mientras untaba mantequilla en una tostada.
"Yo soñé que el oso me pedía consejos de moda," dijo Izzy.
"Yo soñé que el oso era Chef," dijo Noah. "Y que nos obligaba a cocinar mientras corríamos."
"Eso suena a reto real," murmuró Gwen.
Cody se sentó junto a ella, sin decir nada. Solo le pasó una taza de café. Ella la tomó, sin mirar, pero con una sonrisa leve.
Chris observaba todo con atención. No intervenía. Solo tomaba nota mental de cada gesto, cada dinámica, cada posible giro narrativo.
"Esto," dijo en voz baja, "es oro televisivo."
El Chef lo miró. "Para ti. Para mí, es desayuno."
Y así siguió la mañana. Sin guión. Sin drama. Solo un grupo de personas compartiendo comida, bromas y silencios cómodos.
Y Cody, en medio de todo, se sentía parte.
No como protagonista.
Como alguien que había encontrado su lugar.
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El desayuno seguía su curso entre mordidas, risas y comentarios dispersos. El Chef servía sin mirar, Chris observaba como quien toma nota mental para futuros episodios, y los campistas estaban en modo descanso: despeinados, relajados, sin la urgencia de los retos.
Cody estaba sentado junto a Gwen, como en los últimos días, pero esta vez había algo distinto. No era solo cercanía. Era una especie de confianza que se notaba en los gestos, en cómo se hablaban sin palabras.
Gwen se inclinó hacia él, sin previo aviso, y lo besó en la boca. No fue un beso rápido ni tímido. Fue claro, directo, con una intensidad que no buscaba llamar la atención, pero que inevitablemente lo hizo. Cody respondió con naturalidad, como si el cuerpo ya supiera qué hacer.
El comedor se quedó en silencio por un segundo.
Owen soltó un "¡Owwww!" que rompió la pausa.
Noah levantó una ceja. "¿Eso fue desayuno o declaración oficial?"
Izzy aplaudió. "¡Eso fue cinematográfico!"
Gwen no dijo nada. Solo tomó una cucharada de fruta del plato de Cody y se la llevó a la boca. Luego, con la misma calma, tomó otra y se la ofreció a él. Cody la aceptó sin hablar, con una sonrisa que decía más que cualquier frase.
Bridgette, que estaba al otro lado de la mesa, frunció los labios. "¿Desde cuándo se dan de comer?"
Leshawna se cruzó de brazos. "Eso es confianza. Y un poco de descaro."
Harold, confundido, murmuró: "¿Eso significa que están juntos o que comparten fruta?"
Duncan se rió. "Significa que Cody hizo algo bien. Y nadie sabe qué fue."
Courtney observaba en silencio, con la mirada fija en Gwen. No dijo nada, pero su ceja levantada hablaba por ella.
Gwen se giró hacia Cody, como si todo el ruido alrededor no existiera. "¿Quieres más?"
"Solo si tú lo eliges," dijo Cody.
Ella tomó una fresa, la partió con los dedos y se la dio. Cody la comió sin dejar de mirarla.
El Chef, desde su rincón, murmuró: "Esto se está volviendo una novela."
Chris sonrió. "Y yo estoy grabando cada segundo."
La conversación grupal retomó su ritmo, pero algo había cambiado. Los chicos se preguntaban qué hizo Cody para llegar ahí. Las chicas lo miraban con una mezcla de curiosidad y celos suaves. Y Gwen, sin buscar protagonismo, se había convertido en el centro de una escena que no necesitaba guión.
Cody no dijo nada más. Solo se quedó ahí, junto a ella, como si el desayuno fuera solo una excusa para estar cerca.
Y por un rato, el campamento se sintió como otra cosa.
Como una historia que estaba empezando a escribirse en tiempo real.
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Después del desayuno, con el sol ya alto y el aire tibio, Cody se estiró como si estuviera a punto de empezar un nuevo turno en una fábrica de ideas. Miró a su alrededor, vio a Owen lamiendo los restos de mermelada de su plato y a Noah hojeando una revista vieja con cara de "esto es lo menos emocionante que he leído en mi vida".
"¿Qué hacen?" preguntó Cody, levantándose.
Owen levantó la vista con la boca llena. "Digestión."
Noah ni se molestó en mirar. "Esperando que algo interesante pase. Pero sin moverme."
"Perfecto," dijo Cody. "Vengan conmigo."
"¿A dónde?" preguntó Noah, cerrando la revista con resignación.
"A construir algo," dijo Cody. "Confíen en mí."
Owen se levantó de inmediato. "¿Vamos a hacer una catapulta?"
"No," dijo Cody. "Mejor. Vamos a hacer boliche."
Noah lo miró como si acabara de proponer una cirugía sin anestesia. "¿Boliche? ¿Aquí?"
"Sí," dijo Cody. "Con madera, troncos y un poco de imaginación."
"Y herramientas," agregó Owen. "¡Me encantan las herramientas!"
Cody ya había hablado con el Chef antes, y tenía permiso para usar algunas herramientas básicas: serrucho, martillo, clavos, una cinta métrica vieja y un par de guantes. Con eso y algo de ingenio, bastaba.
Salieron del comedor y se internaron en la zona boscosa detrás de las cabañas, donde los árboles caídos y las ramas gruesas eran abundantes. Cody lideraba la expedición con una energía que contagiaba.
"Necesitamos troncos rectos para los pinos," explicó. "Y algo más grueso para las bolas. No tienen que ser perfectos. Solo que rueden."
"¿Y si encontramos un tronco con forma de dinosaurio?" preguntó Owen, cargando una rama como si fuera un trofeo.
"Lo guardamos para otro juego," dijo Cody.
Noah, con una rama al hombro, murmuró: "Esto es lo más físico que he hecho en días."
"Y lo más útil," respondió Cody.
Después de una hora de búsqueda, ya tenían suficiente material. Regresaron al claro junto al comedor, donde Cody comenzó a organizar todo como si fuera un pequeño taller al aire libre. Owen se encargó de lijar los troncos con una lija improvisada (una piedra plana y mucha paciencia), mientras Noah ayudaba a medir y marcar los cortes.
Cody trabajaba con concentración, cortando los troncos en segmentos iguales para formar los pinos. Usó una plantilla circular para marcar las bolas, que luego talló con cuidado, redondeando los bordes lo mejor posible.
"Esto va a quedar increíble," dijo Owen, cubierto de aserrín. "¿Puedo pintar mi pino de azul?"
"Después de probarlo," dijo Cody. "Primero veamos si se mantiene de pie."
En un par de horas, tenían tres carriles marcados con piedras y ramas, ocho bolas de distintos tamaños, y treinta pinos rústicos que se mantenían en pie con sorprendente dignidad.
"Esto parece un boliche vikingo," dijo Noah, observando el resultado.
"Es boliche de campamento," dijo Cody. "Versión 1.0."
Owen ya estaba alineando una bola. "¿Puedo tirar primero?"
"Claro," dijo Cody. "Pero cuidado con el tobillo."
Owen lanzó con fuerza. La bola rebotó un poco, giró torpemente y derribó cinco pinos. Gritó como si hubiera ganado una medalla olímpica.
"¡Esto es lo mejor que hemos hecho en todo el campamento!"
Cody sonrió, limpiándose las manos. "Y apenas estamos empezando."
Noah se cruzó de brazos. "Admito que esto es... funcional. Y entretenido."
"Gracias," dijo Cody. "Ahora solo falta que los demás lo vean."
Y mientras el sol seguía su curso, el boliche de madera se convirtió en el nuevo centro de atención del día.
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"Esto no puede quedarse aquí," dijo Cody, mirando el claro junto al comedor. "Tiene que estar en un lugar especial."
Owen, que estaba sentado sobre una piedra comiendo una manzana, levantó la vista. "¿Más especial que esto?"
"La casa del árbol," dijo Cody. "Abajo. Hay espacio, sombra, y es el lugar donde todo empezó."
Noah se levantó con lentitud, estirando los brazos. "¿Vamos a cargar todo eso otra vez?"
"Sí," dijo Cody. "Pero esta vez es para que todos lo vean."
Owen se puso de pie de inmediato. "¡Me encanta mover cosas pesadas!"
Cody organizó el traslado como si fuera una operación militar. Primero, las bolas: cada una fue envuelta en tela para evitar que se astillaran en el camino. Luego, los pinos: los colocaron en cajas improvisadas hechas con madera reciclada. Finalmente, los carriles: marcaron el diseño con piedras y ramas que podían volver a colocarse fácilmente.
El trayecto hasta la casa del árbol no era largo, pero sí irregular. El terreno tenía raíces, desniveles y zonas de sombra que hacían que cada paso fuera una pequeña aventura. Owen cargaba dos cajas a la vez, sudando pero feliz. Noah llevaba las bolas con cuidado, como si fueran artefactos frágiles. Cody iba al frente, marcando el camino y asegurándose de que todo llegara en buen estado.
Cuando llegaron al claro bajo la casa del árbol, el lugar parecía perfecto. La sombra de las ramas creaba un techo natural, y el suelo era firme, ideal para que las bolas rodaran sin desviarse demasiado. Cody comenzó a organizar los carriles, colocando las piedras en línea recta y ajustando los pinos con precisión.
"Esto se ve increíble," dijo Owen, dejando caer una caja con un suspiro de satisfacción.
"Es como un boliche secreto," dijo Noah. "Solo que sin zapatos raros ni luces de neón."
Cody se agachó para alinear los pinos del primer carril. "Ahora viene la parte divertida."
"¿Jugar?" preguntó Owen.
"No," dijo Cody. "Invitar a todos."
Owen levantó los brazos. "¡Sí! ¡Torneo de boliche del campamento!"
Noah se cruzó de brazos. "¿Hay premios?"
"Orgullo," dijo Cody. "Y fruta. Tal vez."
El boliche estaba listo. Tres carriles, ocho bolas, treinta pinos. Todo hecho a mano, con esfuerzo y creatividad. Cody se quedó un momento mirando el tablero de dardos que aún colgaba en la casa del árbol, como si fuera un testigo silencioso de lo que estaba por venir.
"Vamos," dijo. "Es hora de reunir al equipo."
Y con eso, comenzó la segunda parte del día: la invitación.
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Con el boliche ya instalado bajo la casa del árbol, Cody se sacudió las manos y se puso en marcha. Owen y Noah se quedaron atrás, afinando detalles y alineando los pinos con una precisión que nadie les había pedido pero que ellos consideraban vital. Cody, por su parte, tenía una misión: reunir a todos.
Primero se dirigió al claro donde Duncan, DJ y Geoff estaban sentados en troncos, hablando de música y comparando cicatrices de retos pasados. Duncan tenía una rama en la boca como si fuera un cigarro, DJ estaba dibujando algo en la tierra con un palo, y Geoff tenía los lentes de sol puestos aunque el sol apenas se filtraba entre los árboles.
"¿Interrumpo algo importante?" dijo Cody, acercándose.
"Solo una charla filosófica sobre si los retos deberían incluir tiburones," respondió Geoff.
"¿Y cuál es la conclusión?" preguntó Cody.
"Que sí," dijo Duncan. "Pero con cascos."
DJ levantó la vista. "¿Qué pasa, Cody?"
"Vengo a invitarlos a algo mejor que tiburones," dijo Cody. "Torneo de boliche. Hecho a mano. Tres carriles. Ocho bolas. Treinta pinos. Todo bajo la casa del árbol."
Duncan lo miró con una mezcla de curiosidad y escepticismo. "¿Boliche?"
"Sí," dijo Cody. "Con troncos. Y reglas simples. El que derriba más pinos, gana. El que pierde, ayuda a recoger."
Geoff se levantó de inmediato. "¡Estoy dentro! ¿Hay música?"
"Si Owen no la arruina, sí," dijo Cody.
DJ sonrió. "Suena bien. ¿Hay equipos?"
"Se arman allá," dijo Cody. "Pero si quieren ir juntos, pueden ser 'Los del Claro'."
Duncan se levantó, estirándose. "Solo voy si hay competencia real. No quiero jugar contra Izzy y que me gane por girar en el aire."
"Entonces ve y defiéndete," dijo Cody.
Con los tres confirmados, Cody siguió su camino. El siguiente grupo estaba cerca del lago: Heather, Beth y Lindsay estaban sentadas en una manta, pintándose las uñas con esmalte que milagrosamente había sobrevivido a los días de campamento.
Heather lo vio acercarse y levantó una ceja. "¿Vienes a pedirnos algo o solo a interrumpir?"
"Ambas," dijo Cody. "Torneo de boliche. Bajo la casa del árbol. Empieza en media hora. Equipos libres. Premios simbólicos."
Beth sonrió. "¿Boliche? ¿Con bolas de verdad?"
"Con bolas de madera," dijo Cody. "Hechas a mano. No son perfectas, pero ruedan."
Lindsay aplaudió. "¡Eso suena divertido! ¿Podemos usar nombres de equipo bonitos?"
"Claro," dijo Cody. "Pueden ser 'Las Estrellas del Lago' si quieren."
Heather se cruzó de brazos. "¿Y por qué deberíamos ir?"
"Porque si no van, los chicos van a decir que tienen miedo de perder," dijo Cody, con una sonrisa tranquila.
Heather lo miró con atención. "Eso fue manipulación emocional."
"Fue estrategia," dijo Cody. "Y funcionó."
Heather se levantó. "Vamos. Pero si pierdo, quiero revancha."
"Anotado," dijo Cody.
Con ese grupo confirmado, Cody se dirigió al rincón más silencioso del campamento, donde Harold y Trent estaban sentados en la sombra, cada uno con una libreta. Harold escribía algo que parecía un poema, y Trent dibujaba acordes en una hoja arrugada.
"¿Interrumpo la melancolía?" dijo Cody, acercándose.
Harold levantó la vista. "¿Qué pasa?"
"Torneo de boliche," dijo Cody. "Nada profundo. Solo bolas, pinos y risas."
Trent sonrió. "¿Boliche? ¿Aquí?"
"Sí," dijo Cody. "Lo construimos esta mañana. Está listo. Solo faltan ustedes."
Harold cerró su libreta. "¿Hay reglas?"
"Sí," dijo Cody. "Pero son flexibles. Lo importante es participar."
Trent se levantó. "Suena bien. Tal vez me inspire para escribir algo."
"'Balada del boliche perdido'," dijo Cody.
Harold se rió. "O 'Oda a la bola que no giró'."
"Eso ya es arte," dijo Cody.
Con ese grupo también confirmado, Cody se tomó un respiro. Faltaba el último grupo. El más complejo. El más diverso. Pero antes, tenía que hacer algo especial.
Se internó en el bosque, buscando flores. No muchas. Solo las que se veían bien juntas. Unas violetas pequeñas, unas blancas con bordes rosados, y unas amarillas que parecían brillar con la luz filtrada. Las juntó con cuidado, las envolvió en una hoja grande, y volvió al campamento.
Era hora de invitar al grupo final.
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Cody caminaba con paso firme, pero no apurado. En sus manos llevaba un pequeño ramo de flores silvestres que había recogido con cuidado: violetas pequeñas, blancas con bordes rosados, y unas amarillas que parecían brillar bajo el sol. No era un ramo perfecto, pero tenía intención. Y eso bastaba.
El grupo de chicas estaba reunido cerca del arroyo, en una zona donde el agua corría suave y las piedras formaban pequeños escalones naturales. Gwen estaba sentada sobre una roca plana, con las piernas cruzadas y la mirada perdida en el agua. Izzy hacía equilibrio sobre un tronco caído, como si estuviera entrenando para un circo. Leshawna hablaba con Courtney, gesticulando como siempre, mientras Bridgette se acomodaba el cabello con una ramita que usaba como pinza.
Cody se detuvo a unos metros. Respiró hondo. Luego caminó hacia ellas con una sonrisa tranquila.
"¿Interrumpo algo?" dijo.
Izzy saltó del tronco. "¡Solo el flujo del universo!"
Leshawna lo miró con curiosidad. "¿Vienes con noticias o con drama?"
"Con flores," dijo Cody.
Todas lo miraron. Gwen levantó la vista, sin moverse.
Cody se acercó a ella primero. No dijo nada. Solo le extendió el ramo.
Gwen lo tomó con ambas manos, como si fuera algo frágil. Lo miró un segundo. Luego lo miró a él.
Y lo besó.
No fue un beso rápido. Ni tímido. Fue claro, intenso, como si el cuerpo hablara por sí solo. Cody respondió sin dudar, con una mano en su cintura y la otra aún sosteniendo el aire.
Las demás se quedaron en silencio. No por incomodidad. Por sorpresa.
Izzy aplaudió. "¡Eso fue como el final de una película francesa!"
Leshawna sonrió. "Bueno, eso explica muchas cosas."
Courtney frunció los labios. "¿Desde cuándo pasa esto?"
Bridgette bajó la mirada, luego la levantó. "Desde que dejaron de fingir que no pasaba."
Gwen se separó de Cody con una sonrisa leve. "Gracias," dijo, mirando las flores.
"De nada," dijo Cody. "Ahora viene la parte oficial."
Se giró hacia todas. "Torneo de boliche. Bajo la casa del árbol. Tres carriles. Ocho bolas. Treinta pinos. Equipos libres. Empieza en veinte minutos."
Izzy saltó. "¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¿Puedo ser el árbitro? ¿O el comentarista? ¿O la bola?"
"Puedes elegir," dijo Cody.
Leshawna se cruzó de brazos. "¿Hay premios?"
"Orgullo. Y fruta," dijo Cody.
Courtney lo miró con atención. "¿Y esto lo organizaste tú?"
"Con ayuda," dijo Cody. "Pero sí. Quiero que todos estén."
Bridgette se levantó. "Suena divertido. Y diferente."
Gwen se puso de pie, aún con las flores en la mano. "Vamos. Quiero ver quién se atreve a ganarme."
Izzy giró sobre sí misma. "¡Yo me atrevo! Pero solo si puedo gritar cada vez que tiro."
"Autorizado," dijo Cody.
El grupo comenzó a moverse, con risas, comentarios y pasos que se mezclaban con el sonido del arroyo. Cody se quedó un segundo atrás, mirando a Gwen caminar con las flores en la mano.
Y pensó, sin decirlo:
Esto está funcionando.
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