❕️🕑 Episodio 39 — “Interferencias”
El subsuelo de la ciudad rugía.
Luces rojas. Alarmas intermitentes. Puertas sellándose una tras otra. El sistema defensivo estaba en modo guerra.
Karen cayó de pie sobre una pasarela metálica, estirando el cuello como si bostezara.
—Uf… qué lugar deprimente —dijo—. Todo gris, todo serio. Cero estilo.
A su lado, Uriel aplaudía emocionado.
—¡Me encanta! ¡Todo hace ruidos raros! ¿Puedo romper algo ya?
Antes de que Karen respondiera, una sombra cayó con peso frente a ellos.
CLANG.
El suelo tembló.
Azu enderezó el cuerpo, apoyando el hacha contra el piso. Sus ojos recorrieron a ambos enemigos sin apuro.
—Riku —dijo sin mirarlo—. Protegé a Lia.
—¡Eh! ¡Eso ya lo iba a hacer! —respondió Riku, colocándose delante de ella con torpeza exagerada—. Pero gracias por la confianza, jefa.
Lia no esperó órdenes.
Ya estaba corriendo hacia una consola lateral, dedos temblando pero decididos.
—Si desactivo los nodos principales… puedo frenar los drones de la ciudad —murmuró—. Solo… necesito tiempo.
Karen ladeó la cabeza y sonrió.
—¿La nena vendada es la hacker? Qué tierno.
Azu avanzó un paso.
—No te acerques.
Karen chasqueó la lengua.
—Ay, mirá qué seria. Dale, hachera… mostrame qué sabés hacer.
Las dagas aparecieron en sus manos como si siempre hubieran estado ahí.
Un parpadeo.
SHHHK—SHHHK—SHHHK.
Las lanzó.
Tres. Cinco. Siete.
Azu se movió.
El hacha giró describiendo arcos pesados pero precisos. Metal contra metal. Chispas. Las dagas rebotaron contra paredes, columnas, suelo.
—Nada mal… —dijo Karen—. Pensé que eras más lenta.
Azu no respondió.
Atacó.
El hacha descendió con fuerza brutal. Karen retrocedió, saltó, rodó, esquivando por centímetros. Cada golpe abría grietas en el piso metálico.
Uriel miraba fascinado.
—¡Wow! ¡Esta es fuerte! ¿Puedo entrar ya?
—No —respondió Karen sin apartar la vista—. Esta es mía.
Azu empujó con el hombro y conectó.
Karen salió despedida hacia atrás, frenando con una mano antes de caer.
—Auch… eso sí dolió.
Azu avanzó sin darle respiro.
El siguiente intercambio fue feroz. Dagas contra hacha. Velocidad contra fuerza. Precisión contra brutalidad.
Por un instante—
Azu encontró la apertura.
Giró el hacha con todo el cuerpo, lista para terminar el combate.
—¡Ahora! —rugió.
Karen sonrió.
Sacó un kunai.
El choque fue seco.
CLACK.
El hacha quedó detenida a centímetros del rostro de Karen.
—Truco viejo —susurró.
La patada fue inmediata.
Azu salió volando y se estrelló contra la pared con un golpe sordo, dejando una marca profunda en el concreto.
Riku dio un paso al frente.
—¡EH! ¡Eso no se vale!
Uriel apareció frente a él en un instante.
—¿Vos sos el gracioso? —preguntó, inclinando la cabeza—. Me caés bien. Te voy a romper despacio.
Riku tragó saliva.
—Genial… justo lo que quería.
A lo lejos, Lia conectó el primer nodo.
Las luces de una sección de la ciudad se apagaron.
—Uno menos… —susurró—. Vamos… aguanten un poco más…
Karen giró el cuello, mirando a Lia.
—Así que ese es el plan —dijo—. No va a pasar.
Azu se levantó lentamente, apoyándose en el hacha.
Sangraba.
Pero sonreía.
—Vas a tener que pasar por mí primero.
Karen chasqueó los dedos.
—Encantada.
El sistema volvió a vibrar.
Y esta vez…
—¡Dale, dale, dale! —canturreó Uriel, saltando de un lado a otro como si el combate fuera un juego—. ¿Por qué tenés esa cara? ¿Nunca peleaste con alguien feliz?
Riku apretó los dientes.
—No… normalmente peleo con locos silenciosos, no con payasos.
Uriel abrió los ojos, ofendido.
—¿Payaso? ¡Eso duele! —sonrió—. Bueno, sí, un poco.
Aparecieron bombas en sus manos.
Pequeñas. Redondas. Con caritas dibujadas.
—¡Atrapa!
Las lanzó sin aviso.
—¡Mierda! —Riku reaccionó por puro reflejo.
Rodó. Saltó. Se deslizó por el piso mientras las explosiones sacudían el pasillo. Fuego, humo, fragmentos volando por todos lados.
Riku salió del humo y atacó.
Puño directo.
Uriel no estaba ahí.
—Lento~ —susurró detrás de él.
Riku giró y lanzó otro golpe. Nada. Solo aire.
—¡Dejá de moverte! —gritó.
Uriel se inclinó hacia adelante, manos atrás, como un nene travieso.
—¿Y perder la diversión? Ni loco.
Otra bomba.
Riku la pateó en el aire y explotó lejos, pero Uriel ya estaba encima. Golpe, codo, rodilla. Riku retrocedió a duras penas.
—Este tipo… —pensó— no pelea para ganar… pelea para joder.
Uriel le dio vueltas alrededor.
—¿Sabés qué es lo más lindo de vos? —dijo—. Que estás pensando demasiado.
Riku gruñó y se lanzó con todo.
Logró rozarlo. Un impacto leve en el hombro.
—¡Te tengo! —sonrió Riku.
Uriel miró la marca, sorprendido… y luego aplaudió.
—¡Bien! ¡Aprendés rápido!
La patada de Uriel lo mandó contra una pared.
Riku cayó de rodillas, jadeando.
Por un segundo, su mente se fue lejos.
Eiden…
—Aguantá… —murmuró—. No pierdas ahora.
Al otro lado del pasillo, Azu bloqueaba otra daga de Karen, retrocediendo apenas. Sus brazos temblaban. La respiración pesada.
Eiden…
¿Seguís de pie?
Karen sonrió, notándolo.
—¿Pensando en tu chico? Mala idea en medio de una pelea.
Azu apretó el hacha con fuerza.
—Él no cae fácil.
Uriel chasqueó los dedos frente a Riku.
—Ey, ey. Volvé. Todavía no terminamos.
Riku se puso de pie, limpiándose la sangre del labio.
—No… todavía no.
Ambos volvieron a lanzarse al ataque.
Arriba, lejos de ahí…
La torre tembló una vez más.
Y ninguno de los dos quiso pensar
qué significaba eso para Eiden.
