Cherreads

Chapter 41 - capitulo 41 — “Ecos de la Sangre”

🕑 capitulo 41 — “Ecos de la Sangre”

🔥arco:Ecos de la Sangre

El viento azotaba la cima del edificio como una advertencia.

Las luces de la ciudad parpadeaban abajo, diminutas, frágiles. Desde esa altura, todo parecía pequeño… excepto el odio.

El Teniente en Jefe apenas alcanzó a girar la cabeza.

Una sombra cayó desde arriba.

Eiden.

Se lanzó sin dudar, con el cuerpo inclinado hacia adelante, ambas manos firmes en la empuñadura de la katana. El filo bajó directo al cuello, sin gritos, sin palabras, sin miedo.

Solo intención.

—¡Muere…!

El acero se detuvo a centímetros.

Click.

Un sonido suave. Mecánico. Antinatural.

El Teniente en Jefe sonrió.

—Llegaste lejos… para ser un error.

Presionó el botón oculto en su manga.

El edificio tembló.

Un rugido profundo sacudió el aire, tan grave que se sintió en los huesos. En la plataforma superior, el cubo de vidrio comenzó a vibrar. Grietas recorrieron la superficie como venas.

Y explotó.

Miles de fragmentos cayeron como lluvia cristalina.

Del humo emergió una silueta imposible.

Escamas negras deformes, cicatrices de laboratorio, alas enormes sostenidas por músculos forzados más allá de lo natural. Sus ojos amarillos brillaban con una inteligencia rota.

El dragón mutado alzó la cabeza.

Olió el aire.

Miró a lo lejos.

Allí estaba su creador, atado por campos de energía, respirando con dificultad… pero vivo.

—Dragoncito… —dijo el Teniente en Jefe, casi con ternura—. Volvé con papá.

El dragón respondió con un rugido ensordecedor.

Desapareció.

El impacto fue inmediato.

El suelo explotó donde Eiden había estado parado un segundo antes. El concreto voló en pedazos, y una onda expansiva lanzó a Eiden hacia atrás.

Rodó. Se levantó. Saltó.

El dragón emergió del cráter, giró el cuerpo en el aire y se lanzó otra vez.

Demasiado rápido.

Demasiado grande.

Eiden esquivó por instinto. El aliento caliente de la bestia le quemó la piel. Las garras rozaron su hombro y lo lanzaron contra una pared.

Dolor.

No pensó. No gritó. Se movió.

El dragón atacó de nuevo, arqueando el cuerpo como un delfín monstruoso, mandíbula abierta, colmillos afilados como lanzas.

Eiden corrió.

Saltó desde la azotea hacia la calle.

Cayó rodando y siguió corriendo.

Las alas del dragón oscurecieron el cielo. Cada aleteo rompía ventanas, volcaba autos, hacía temblar el asfalto.

Una bola de fuego cruzó el aire.

Eiden se deslizó dentro de un edificio por una vidriera rota. El fuego explotó detrás de él, convirtiendo el interior en un infierno de llamas y humo. Salió por el otro lado con la ropa ardiendo y el pecho en llamas.

Arriba, el dragón volvió a lanzarse.

Desde la calle, Azu, Riku y Lia alzaron la vista.

—No puede ser… —murmuró Riku—. Ese… ¿ese es Eiden?

Azu apretó el mango del hacha hasta que crujió.

—Está peleando solo… contra algo que nos superaría a todos.

El dragón cayó frente a Eiden.

Fuego.

Eiden saltó hacia un costado, sintiendo cómo el calor le quemaba la espalda. Rodó, se levantó, volvió a correr.

El dragón volvió a saltar.

Eiden hizo lo impensado.

Saltó hacia él.

Clavó ambos pies en la cabeza de la criatura. Las escamas ardían. La presión era brutal. Se impulsó con todo lo que tenía y salió disparado hacia la torre.

El dragón giró en el aire y lo siguió.

Bolas de fuego llovieron.

Eiden se deslizó por la fachada del edificio, rompiendo ventanas, usando balcones como puntos de apoyo, cayendo y levantándose una y otra vez.

Un disparo le rozó el costado.

Sangre.

Un flash breve cruzó su mente.

—Siempre fui débil—

—Pero nunca me detuve—

Aterrizó en un balcón.

El dragón abrió la boca.

Eiden desenvainó.

La katana se encendió.

Fuego blanco recorrió el filo, rugiendo como si respondiera a su voluntad.

Saltó.

Un solo movimiento.

Un corte limpio.

La cabeza del dragón salió despedida, girando en el aire antes de estrellarse contra el suelo.

El cuerpo cayó como un meteorito.

La explosión sacudió toda la ciudad.

Eiden fue arrastrado por la onda y cayó dentro de una fuente. El agua se tiñó de rojo. Salió tambaleando, respirando con dificultad, cubierto de heridas.

Levantó la vista.

El Teniente en Jefe temblaba.

—No… —susurró—. No… no… no…

Un cañón se desplegó desde su brazo.

—¡ARRUINASTE TODO! —gritó—. ¡MI CREACIÓN! ¡MI FUTURO! ¡EL TOP JAMÁS ME RECONOCERÁ!

El rayo láser comenzó a cargarse.

Eiden apretó los dientes.

Lanzó la katana.

El tiempo pareció detenerse.

Un recuerdo fugaz cruzó la mente del Teniente en Jefe:

Un niño con planos.

Risas.

Burlas.

—“Eso nunca va a funcionar.”

El filo atravesó su corazón.

Cayó al suelo.

Sonrió.

Murió.

En las calles, los guardias apuntaron armas.

Azu, Riku y Lia salieron de la torre.

—¡Al suelo! —gritó un oficial.

Nadie obedeció.

Los ciudadanos avanzaron.

Primero uno.

Después diez.

Después cientos.

Golpes. Gritos. Rabia contenida.

La revolución comenzó.

Eiden cayó de rodillas.

El grupo corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.

—No vuelvas a hacer eso —gruñó Riku, con la voz quebrada.

Eiden respiró hondo.

—Tenía que hacerlo.

Miró la ciudad.

—Y no va a ser la última vez.

El nivel había subido.

Y el mundo acababa de darse cuenta.

More Chapters