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Chapter 80 - Capitulo 76 - Día de Descanso 9 (Parte 2)

Capitulo 76 - Día de Descanso 9 (Parte 2)

El sol ya estaba bajando, tiñendo el lago de tonos dorados y cobrizos. El agua se volvía más tibia, más pesada sobre la piel. Cody salió primero, caminando con calma hacia la orilla. El agua goteaba de su cuerpo en hilos silenciosos, marcando el camino sobre la tierra húmeda. Sus boxers, empapados, se pegaban a su piel como una segunda capa, revelando más de lo que ocultaban.

Izzy lo siguió con la mirada, sin disimulo. No era la primera vez que lo veía así, pero algo en la luz, en el ritmo de sus pasos, en la forma en que se sacudía el cabello, la atrapó. Se quedó quieta en el agua unos segundos más, como si al salir tuviera que admitir algo que aún no quería decir.

Cody se agachó, tomó su camiseta y la pasó por su rostro, secándose sin apuro. Luego se sentó en una piedra, dejando que el aire hiciera el resto. No miraba a Izzy directamente, pero la sentía. Sabía que estaba ahí, flotando en el borde entre juego y algo más.

Izzy salió del agua con pasos lentos, dejando que el sol la envolviera. Su ropa mojada se pegaba a su cuerpo, marcando cada curva con precisión. Se quitó la camiseta sin prisa, revelando una camiseta interior que también estaba empapada. El sol caía sobre ella como si la eligiera, iluminando su piel con una calidez que Cody no pudo ignorar.

Él la miró. No por accidente. No por impulso. La miró porque algo en ella lo llamaba. No dijo nada. No hizo ningún gesto. Solo la observó mientras ella se cambiaba, como si el momento tuviera permiso de durar más de lo normal.

Izzy lo notó. Y sonrió.

"¿Te gusta lo que ves?" dijo, sin vergüenza.

Cody desvió la mirada, pero no negó. "El sol hace buen trabajo," respondió.

Izzy se sentó a su lado, aún húmeda, con el cabello pegado al cuello. "No le des todo el crédito," dijo.

Cody se rió, bajando la mirada. "Tú tampoco estás buscando pasar desapercibida."

"¿Y si lo estuviera?" preguntó Izzy.

"No lo lograrías," dijo Cody.

Se quedaron en silencio unos segundos. El tipo de pausa que no incomoda, pero que tampoco se llena sola.

Izzy se recostó sobre la piedra, mirando el cielo. "¿Sabes qué me pasa contigo?" dijo.

"¿Qué?" preguntó Cody, sin moverse.

"Que me dan ganas de decir cosas que no sé si debería decir," respondió Izzy.

Cody la miró de reojo. "¿Y eso te detiene?"

"No," dijo Izzy. "Pero me hace pensar."

Cody se estiró, dejando que su espalda tocara la piedra caliente. "¿Y qué estás pensando ahora?"

Izzy giró la cabeza hacia él. "Que si seguimos así, voy a terminar besándote en medio del campamento, y eso va a complicar las cosas."

Cody no respondió de inmediato. Luego dijo, tranquilo: "Entonces mejor caminamos antes de que se te ocurra hacerlo aquí."

Izzy se rió. "¿Y si ya se me ocurrió?"

"Entonces camina más rápido," dijo Cody, levantándose.

Se vistieron sin apuro, cada uno en su espacio, pero sabiendo que el otro estaba cerca. No hubo palabras mientras se ponían la ropa. Solo el sonido de las telas, el crujido de las ramas, y el sol que seguía bajando.

Cuando estuvieron listos, comenzaron a caminar hacia el campamento. No muy cerca. No muy lejos. En ese punto donde la distancia permite pensar, pero no olvidar.

Izzy caminaba con las manos en los bolsillos, mirando el suelo. Cody iba a su lado, observando el camino. De vez en cuando, sus miradas se cruzaban. No decían nada. Pero algo se estaba diciendo.

"¿Crees que alguien notará que estuvimos fuera tanto tiempo?" preguntó Izzy.

"Tal vez," dijo Cody. "Pero no creo que pregunten."

"¿Y si preguntan?" dijo Izzy.

"Decimos que estábamos explorando," respondió Cody.

Izzy lo miró. "¿Explorando qué?"

Cody la miró de vuelta. "Lo que no está en el mapa."

Izzy sonrió.

Y siguieron caminando.

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El sol ya estaba alto cuando Cody cruzó el límite del campamento. Izzy se había separado unos minutos antes, diciendo que iba a cambiarse "antes de que alguien la confundiera con una criatura acuática". Cody no preguntó más. Sabía que cuando Izzy decía algo así, lo mejor era dejarla ir sin buscar traducción.

El comedor estaba casi vacío. Solo el Chef ocupaba una mesa lateral, con una taza de café en una mano y un plato de huevos revueltos en la otra. Llevaba el delantal puesto, pero aún no había encendido los fogones. Parecía disfrutar ese momento de paz antes del caos.

Cody se acercó, con el cabello aún húmedo y la camiseta pegada al cuerpo por el calor.

"¿Interrumpo el desayuno sagrado?" preguntó Cody, con tono neutral.

El Chef lo miró de reojo, sin dejar de masticar. "Si no traes drama ni quejas, puedes quedarte."

"Solo traigo hambre," dijo Cody, sentándose en una banca cercana.

El Chef tomó otro sorbo de café. "Entonces estás en el lugar correcto. Aunque si quieres comer antes que los demás, vas a tener que ganártelo."

Cody se levantó. "¿Qué hay que hacer? ¿Pelar papas? ¿Cortar cebolla? ¿Luchar contra otro oso?"

El Chef soltó una risa breve. "Nada de osos hoy. Solo huevos, pan y fruta. Y si me ayudas, tal vez te doy café."

"¿Negro o con amenaza?" preguntó Cody, acercándose a la cocina.

"Negro," dijo el Chef. "La amenaza viene después, cuando se acabe."

Cody se puso un delantal que colgaba de un gancho. Estaba un poco grande, pero servía. El Chef le pasó una tabla de cortar y un cuchillo.

"Fruta primero," dijo el Chef. "Y no me hagas cubos abstractos. Quiero rodajas, no esculturas."

Cody comenzó a cortar. Manzanas, plátanos, algunas fresas. El Chef se encargaba de los huevos, moviendo la espátula con precisión militar.

"¿Dormiste bien?" preguntó el Chef, sin mirar.

"Más o menos," dijo Cody. "Tuve una pelea con el lago. Me ganó."

"¿Y la pelirroja?" preguntó el Chef.

"Se fue a cambiar," respondió Cody. "Pero sí, estuvimos juntos allá."

El Chef asintió. "Buen lugar para pensar. O para no pensar."

"Hoy fue más lo segundo," dijo Cody, colocando las frutas en un platón.

El Chef sirvió los huevos en una bandeja grande. "¿Y tú? ¿Piensas mucho?"

"Depende del día," dijo Cody. "Hoy solo quería flotar."

El Chef lo miró por primera vez con atención. "Eso es bueno. Flotar es sobrevivir sin pelear."

Cody se quedó en silencio unos segundos. Luego sonrió. "¿Eso lo aprendiste en la cocina o en la guerra?"

"En ambas," dijo el Chef, colocando la bandeja sobre la mesa. "Ahora ve por el pan. Y no me traigas el que parece cartón."

Cody fue a la despensa, sacó una bolsa de pan decente, y comenzó a acomodarlo en platos. El Chef encendió la cafetera, como si fuera un ritual.

"¿Crees que los demás tarden?" preguntó Cody.

"Algunos ya huelen el café desde sus camas," dijo el Chef. "Otros vendrán cuando el hambre les gane al orgullo."

Cody se rió. "¿Y tú? ¿Siempre estás aquí antes que todos?"

"Alguien tiene que encender el fuego," dijo el Chef. "Y vigilar que nadie lo apague."

Cody se sentó de nuevo, con una taza de café recién servido. El Chef se acomodó frente a él, con otra taza.

"Buen trabajo con la fruta," dijo el Chef.

"Gracias," respondió Cody. "No hice esculturas esta vez."

El Chef levantó la taza. "Entonces brindemos por la simplicidad."

Cody levantó la suya. "Y por el desayuno antes del caos."

Chocaron las tazas con suavidad.

Y esperaron a que el campamento despertara.

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El comedor ya olía a desayuno completo: café recién hecho, pan tostado, huevos revueltos y fruta cortada con sorprendente precisión. Cody estaba sentado en una de las bancas largas, con una taza entre las manos y el cuerpo aún tibio por el baño en el lago. El Chef se movía detrás del mostrador como un general en plena estrategia, y los primeros campistas comenzaban a aparecer.

Gwen entró con paso firme, el cabello aún húmedo por el baño, pero ya vestida con ropa seca. No dijo nada al llegar. Solo se acercó a Cody, se inclinó con naturalidad y le dio un beso breve en los labios. Él respondió con la misma calma, como quien recibe algo que ya forma parte de su día. No hubo miradas incómodas ni reacciones exageradas. Solo un gesto que decía: "Aquí estamos."

"Buenos días," dijo Gwen, sentándose a su lado.

Owen, que justo llegaba con una servilleta colgando del cuello, soltó un "¡Owwww!" tan sincero que hizo eco en la mesa.

Noah, que venía detrás, se rió sin contenerse. "¿Ya desayunaron ternura o todavía hay espacio para comida real?"

"Hay espacio para todo," dijo Cody, sirviéndose fruta.

"Excepto para el cinismo," agregó Gwen, tomando una taza de café.

"Entonces me voy," dijo Noah, dejándose caer frente a ellos.

Owen se acomodó al otro lado, ya con pan en mano. "¿De qué hablaban antes de que llegáramos?"

"Animales espirituales," dijo Cody. "Yo soy un lobo. Solitario, pero leal. Buen oído. Pelo decente."

"¡Yo soy un oso!" dijo Owen, emocionado. "Fuerte, peludo, duerme mucho, come lo que sea. ¡Soy un oso feliz!"

Noah levantó una ceja. "¿Y yo qué soy? ¿Un gato que juzga desde la esquina?"

"Más como un búho," dijo Cody. "Callado, observa todo, y cuando habla, es para decir algo que te hace sentir tonto."

"Me gusta," dijo Noah, tomando una fresa. "Pero solo si es un búho que no vuela. Odio volar."

"Entonces eres un búho sedentario," dijo Gwen. "Con sarcasmo afilado y cero interés en cazar."

"Perfecto," dijo Noah. "Y tú, ¿qué animal te toca?"

Gwen pensó un momento. "Tal vez un cuervo."

"¿Por lo oscuro?" preguntó Owen.

"Por lo inteligente," dijo Gwen. "Y porque no me molesta estar sola. Además, los cuervos recuerdan caras. Y guardan rencor."

"Eso da miedo," dijo Cody.

"Eso me da paz," dijo Gwen, tomando su taza.

"Entonces tenemos un lobo, un oso, un búho sedentario y una cuervo vengativa," dijo Owen. "¡Somos como una banda de rock!"

"Más como una banda de supervivencia," dijo Noah. "Si nos lanzan al bosque, tú haces ruido, Cody corre, Gwen planea, y yo me escondo."

"Y luego es un libro sobre cómo todos fallamos," agregó Gwen.

"Exacto," dijo Noah. "Con prólogo de Chef y epílogo de Izzy."

Cody se rió, tomando otro sorbo de café. "¿Y si tu animal espiritual cambia según el día?"

"Entonces hoy soy una tortuga," dijo Noah. "Lenta, silenciosa, y con ganas de volver a su caparazón."

"Yo soy un colibrí," dijo Owen, moviendo los brazos. "¡Rápido, colorido y siempre buscando azúcar!"

"Yo sigo siendo lobo," dijo Cody. "Pero uno que se toma descansos."

Gwen lo miró. "¿Y si el lobo se cansa de estar solo?"

"Entonces se sienta a desayunar con un cuervo, un oso y un búho," dijo Cody.

Owen soltó una carcajada, y los demás lo siguieron.

La conversación siguió, entre mordidas, risas y comentarios que no necesitaban sentido.

Y por un rato, el comedor fue más hogar que campamento.

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El desayuno había terminado sin sobresaltos. Las bandejas vacías, las tazas medio llenas, y las risas dispersas marcaban el cierre de una mañana tranquila. Cody se levantó de la mesa, recogiendo su taza y la de Gwen. Ella lo siguió sin decir nada, como si el rumbo ya estuviera pactado. Nadie preguntó a dónde iban. Nadie necesitaba saberlo.

Caminaron juntos por el sendero que llevaba a la casa del árbol. El bosque los envolvía con su sombra fresca, y el aire tenía ese olor a madera viva que solo aparece cuando el sol empieza a calentar las ramas. Gwen caminaba a su ritmo, con las manos en los bolsillos y la mirada tranquila. Cody iba a su lado, con una energía contenida, como si estuviera esperando el momento justo para mostrar algo.

Al llegar, Cody subió primero. La estructura de madera crujía bajo sus pies, pero se mantenía firme. Gwen lo siguió, sin prisa, y al entrar se encontró con algo nuevo.

En una de las paredes, justo frente a la ventana, había un tablero de madera con círculos pintados a mano. Al lado, una pequeña caja con dardos improvisados: puntas metálicas, cuerpos de madera, plumas en la parte trasera. Todo hecho con materiales reciclados del campamento.

"¿Esto lo hiciste tú?" preguntó Gwen, acercándose.

"Sí," dijo Cody, con una sonrisa discreta. "Tenía tiempo. Y ganas de apuntar a algo que no se moviera."

Gwen tomó uno de los dardos, lo giró entre los dedos. "¿Funciona?"

"Solo si tienes buena puntería," dijo Cody, señalando el centro del tablero.

Gwen se colocó a unos pasos, levantó el brazo y lanzó. El dardo se clavó en el segundo círculo, apenas desviado del centro.

"No está mal," dijo Cody.

"Para alguien que no apunta a nada," respondió Gwen.

Cody tomó otro dardo, lo lanzó sin pensarlo mucho. Cayó cerca del borde.

"Eso fue simbólico," dijo Gwen.

"Eso fue flojera," dijo Cody, riendo.

Jugaron unos minutos, sin contar puntos, sin competir. Solo lanzaban, comentaban, se burlaban con suavidad. El sol entraba por la ventana, iluminando el polvo suspendido en el aire. La casa del árbol se sentía más como un refugio que como una estructura.

Gwen se sentó en el borde de la ventana, con las piernas colgando. Cody se apoyó en la pared, mirando el tablero.

"¿Por qué lo hiciste?" preguntó Gwen.

"El tablero?" dijo Cody. "Porque necesitaba algo que me obligara a concentrarme. Algo que no dependiera de nadie más."

Gwen lo miró. "¿Y lo lograste?"

"Más o menos," dijo Cody. "Pero ahora que estás aquí, ya no quiero jugar solo."

Gwen sonrió, bajando la mirada.

Y el aire se volvió más lento.

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La casa del árbol estaba en silencio, con el sol filtrándose entre las ramas y el tablero de dardos colgado en la pared como si siempre hubiera estado ahí. Cody sostenía uno de los dardos improvisados, girándolo entre los dedos mientras Gwen se acomodaba en el suelo, con la espalda apoyada en una de las vigas.

"¿Listos para perder?" dijo Gwen, cruzando las piernas.

"¿Eso fue una provocación o una predicción?" respondió Cody, sin mirar.

"Un poco de ambas," dijo ella. "Pero si pierdes, tienes que responder una pregunta sin esquivar."

Cody lanzó el dardo. Cayó justo en el borde del segundo círculo.

"Eso cuenta como perder," dijo Gwen, tomando uno de los suyos.

"¿Quién decide eso?" preguntó Cody.

"Yo. Soy jueza, jugadora y testigo," dijo Gwen, lanzando. Su dardo cayó más cerca del centro.

Cody se rió. "Está bien. Pregunta."

Gwen pensó un momento. "¿Qué es lo que más te cuesta decir en voz alta?"

Cody se quedó en silencio. No por incomodidad, sino porque la pregunta lo tomó por sorpresa.

"Creo que 'necesito ayuda'," dijo al fin. "No porque no la quiera. Sino porque me cuesta admitir que no puedo solo."

Gwen asintió, sin burlarse. "Eso no está mal. Solo es difícil."

"¿Y tú?" preguntó Cody, lanzando otro dardo. Esta vez cayó más cerca del centro.

"¿Yo qué?" dijo Gwen.

"¿Qué te cuesta decir?"

Gwen lanzó su dardo. Cayó justo en el centro. Sonrió, pero no con triunfo. Con calma.

"'Me importa'," dijo. "Porque cuando lo digo, siento que estoy entregando algo que no sé si van a cuidar."

Cody la miró. "¿Y ahora?"

"Ahora lo digo más fácil," respondió Gwen. "Contigo."

Cody bajó la mirada, luego sonrió. "Entonces estamos empatados."

"Todavía no," dijo Gwen, levantándose. "Falta una ronda."

Jugaron un poco más, sin contar puntos. Solo lanzaban, comentaban, se burlaban con suavidad. El tablero se llenaba de marcas, y el aire se volvía más tibio.

"¿Sabes qué me gusta de esto?" dijo Gwen, sentándose a su lado.

"El juego?" preguntó Cody.

"Que no hay premio," dijo Gwen. "Solo tiempo compartido."

Cody asintió. "Y eso vale más que ganar."

Gwen lo miró. "Por ahora."

Ambos rieron.

Y el sol siguió entrando por la ventana, iluminando un momento que no necesitaba ser más que lo que ya era.

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La casa del árbol estaba en silencio. No por falta de ruido, sino porque todo lo que podía decirse estaba en pausa. Gwen seguía sentada en el borde de la ventana, con las piernas colgando y la espalda recta. Cody se había quedado de pie, apoyado contra la pared, mirando el tablero de dardos como si aún tuviera algo que decirle.

El sol entraba en diagonal, iluminando la madera con tonos dorados. Afuera, el bosque se movía con lentitud. Adentro, el aire parecía más denso, más tibio.

"¿Sabes qué me gusta de este lugar?" dijo Gwen, sin girarse.

"Que está lejos del ruido," respondió Cody.

"Que no hay espejos," dijo Gwen. "Solo ventanas."

Cody se acercó, sin tocarla. Se sentó en el suelo, a medio metro de ella, con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas.

"¿Y eso te gusta?" preguntó.

"Sí," dijo Gwen. "Porque no tengo que verme. Solo sentirme."

Cody asintió, sin decir nada. El silencio entre ellos no era incómodo. Era como una tela que se tejía con cada respiración.

Gwen giró la cabeza hacia él. "¿Y tú? ¿Qué te gusta de estar aquí?"

Cody pensó un momento. "Que no tengo que explicar nada."

Gwen lo miró con atención. "¿Y si quiero que me expliques algo?"

"Entonces lo intento," dijo Cody. "Pero no prometo que sea claro."

Gwen se bajó de la ventana, con un salto suave. Se quedó de pie frente a él, con las manos en los bolsillos. Cody levantó la mirada. Ella se acercó un paso. Luego otro.

"¿Y si no quiero que me expliques nada?" dijo Gwen.

"Entonces me quedo callado," respondió Cody.

Gwen se agachó, quedando a su altura. "¿Y si quiero que me mires?"

Cody la miró.

No como quien busca algo.

Como quien ya lo encontró.

Gwen se sentó frente a él, cruzando las piernas. Sus rodillas se rozaban. Sus manos estaban cerca. Sus ojos, más cerca aún.

"¿Y si quiero que te acerques?" dijo Gwen.

Cody se acercó.

No por impulso.

Por decisión.

Gwen levantó una mano, la apoyó en su cuello. No lo jaló. Solo lo tocó. Cody cerró los ojos un segundo. Luego los abrió.

"¿Y si quiero que esto dure?" dijo Gwen.

"Entonces no lo apures," respondió Cody.

Y el aire se volvió más lento.

Más tibio.

Más dispuesto.

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El tablero de madera ya tenía varios dardos clavados, algunos cerca del centro, otros dispersos como si buscaran su lugar. Gwen se sentó en el suelo, cruzando las piernas sobre una manta improvisada. Cody se acomodó a su lado, estirando las piernas y apoyando la espalda contra la pared.

El sol entraba por la ventana, dorando el polvo suspendido en el aire. Afuera, el bosque murmuraba con ramas y hojas. Adentro, todo estaba en pausa.

"¿Tú eres de los que hacen listas?" preguntó Gwen, girando el rostro hacia él.

"Solo cuando tengo miedo de olvidar algo," dijo Cody. "Pero nunca las sigo."

Gwen sonrió. "Yo hago listas que no tienen sentido. Tipo: 'cosas que me gustan pero no sé por qué'. O 'lugares donde me gustaría quedarme atrapada'."

"¿Y qué lugar encabeza esa última?" preguntó Cody.

"Una librería con sofá," dijo Gwen. "Y café gratis."

"Yo elegiría una cocina con buena luz," dijo Cody. "Y alguien que sepa hacer pan."

Gwen lo miró. "¿Tú sabes hacer pan?"

"No," dijo Cody. "Pero puedo aprender. Si hay sofá."

Ambos rieron, sin exagerar. Era ese tipo de risa que no busca atención, solo confirma que el momento está funcionando.

"¿Eres más de quedarte o de moverte?" preguntó Gwen.

"Depende de quién esté conmigo," dijo Cody. "Solo, me muevo. Acompañado, me quedo."

Gwen bajó la mirada, luego la levantó. "Yo soy al revés. Sola me quedo. Acompañada, me muevo."

Cody la miró. "Entonces nos equilibramos."

"Sí," dijo Gwen. "Como si uno fuera pausa y el otro impulso."

Cody se giró un poco, apoyando el brazo en la manta. "¿Y tú crees que eso funciona?"

"Creo que sí," dijo Gwen. "Si ninguno intenta cambiar al otro."

Cody asintió. "Yo no quiero cambiarte."

"Yo tampoco," dijo Gwen. "Solo quiero entenderte."

Se quedaron en silencio unos segundos. No por incomodidad. Por respeto al momento.

"¿Sabes qué pensé cuando te vi por primera vez?" dijo Gwen.

"Que era el chico que siempre se cae en los retos," respondió Cody.

"No," dijo Gwen. "Que eras alguien que no fingía. Y eso me llamó la atención."

Cody sonrió. "¿Y tú sabes qué pensé cuando te vi?"

"¿Que era la chica que no sonríe?" dijo Gwen.

"No," dijo Cody. "Que eras alguien que no necesitaba hacerlo para que todos la miraran."

Gwen lo miró, sin responder. Solo se acercó un poco más, apoyando la cabeza en su hombro.

"¿Y ahora qué piensas?" preguntó ella.

"Que me gusta estar aquí," dijo Cody. "Contigo. Sin tener que decir mucho."

Gwen cerró los ojos. "Eso me gusta."

Y por un rato, la casa del árbol fue más que madera y clavos.

Fue un lugar donde dos personas se estaban descubriendo sin prisa.

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