Capítulo 75 - Día de Descanso 9
El bosque aún estaba envuelto en la bruma suave del amanecer. Las hojas crujían bajo los pies de Cody mientras avanzaba por el sendero, con el cuerpo relajado y la mente despejada. No había retos, ni ninjas, ni gelatina verde. Solo él, el aire fresco y el sonido de sus propios pasos.
Vestía una camiseta blanca sin mangas, algo arrugada, y unos pantalones deportivos que alguna vez fueron parte del uniforme de cocina. Su cabello aún estaba alborotado por el sueño, pero sus ojos brillaban con energía. No corría. Sin trotaba. Caminaba con ritmo, como si el mundo tuviera música de fondo.
Y la tenía.
Cody había comenzado a cantar para sí mismo. No en voz alta, no para impresionar. Solo para acompañarse. "A Thousand Miles" de Vanessa Carlton salía de sus labios con una afinación sorprendente, suave, íntima. Cada nota parecía flotar entre los árboles.
"Haciendo camino al centro, caminando rápido..." cantó Cody, con una sonrisa que no se podía borrar.
Sus pasos se sincronizan con la melodía. Su cuerpo se mueve con naturalidad, como si la canción lo guiará. No era una coreografía. Era un baile espontáneo, libre, como si el bosque fuera de su escenario y la mañana su público. Giraba sobre sí mismo, levantaba los brazos, hacía pequeños saltos entre raíces y piedras. Sonreía. No por nadie. Por él.
El sol comenzaba a filtrarse entre las ramas, iluminando su rostro en momentos precisos, como si alguien hubiera planeado la toma. Las hojas caían con elegancia. El viento acompañaba el ritmo. Era, sin querer, un videoclip.
Y alguien lo estaba viendo.
Desde detrás de un árbol, Izzy observaba en silencio. No interrumpiría. No gritaba. Solo lo miraba, con una sonrisa que crecía poco a poco. Sus ojos brillaban con esa mezcla de sorpresa y ternura que solo ella podía sostener sin volverse caótica.
Cody giró, sin saber que tenía público.
Izzy se rio para sí misma.
Y entonces... decidió acercarse.
Salió del escondite con un salto, aterrizando justo frente a él con los brazos abiertos y una expresión de falsa solemnidad.
"¡Y así aparece la crítica musical del bosque!" exclamó Izzy, haciendo una reverencia exagerada.
Cody se detuvo, se sorprendió, pero no se asustó. Se río con naturalidad. "¿Cuánto tiempo llevas ahí?" preguntó Cody, sacudiéndose unas hojas del hombro.
"Lo suficiente para saber que deberías tener tu propio videoclip", respondió Izzy, girando sobre sí misma. "Aunque yo le pondría explosiones. Y tal vez un oso con sombrero."
"Solo estaba entrenando", dijo Cody, encogiéndose de hombros. "Bueno... entrenando con estilo."
Izzy se acercó, caminando en círculos como si inspeccionara una obra de arte. "¿Sabes qué es lo peor de verte cantar tan bien?" preguntó Izzy, con una ceja levantada.
"¿Qué?" respondió Cody, con una sonrisa.
"Que ahora tengo que superarlo. ¡Con acrobacias!" gritó Izzy.
Y sin previo aviso, hizo una voltereta hacia atrás, cayó de pie, y levantó los brazos como si esperara aplausos.
Cody aplaudió con entusiasmo. "Eso sí fue estilo", dijo Cody.
Izzy se inclina hacia el dramatismo. "Gracias, gracias. Estoy aquí toda la semana", respondió Izzy.
Ambos rieron.
Y el bosque... volvió a llenarse de música bien cantada y risas inesperadas.
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El bosque se había vuelto más claro. La bruma del amanecer se disipaba entre los árboles, dejando que el sol filtrara sus rayos en haces dorados que acariciaban la tierra. Cody e Izzy caminaban sin prisa, alejándose del sendero principal. El entrenamiento había quedado atrás. La canción también. Ahora solo quedaba el silencio cómodo de dos personas que no necesitaban llenar el aire con ruido.
Izzy caminaba con los brazos cruzados detrás de la espalda, dando pequeños saltos cada tanto, como si sus pies no pudieran quedarse quietos por mucho tiempo. Cody iba a su lado, con las manos en los bolsillos, relajado, observando cómo la luz jugaba entre las hojas.
"¿Sabes qué me gusta de los días de descanso?" dijo Izzy, rompiendo el silencio. "Que nadie espera que explote nada."
Cody se río. "¿Eso te pasó seguido?"
"Más de lo que debería", respondió Izzy, girando sobre sí misma. "A veces siento que todos me ven como una bomba de tiempo. Como si estuvieran esperando el momento en que diga algo raro, o haga una voltereta, o me lance a pelear con un mapache."
"¿Y lo haces?" preguntó Cody, con una sonrisa.
"Solo si el mapache lo merece", dijo Izzy, encogiéndose de hombros.
Caminaron unos metros más. El bosque se abría en una pequeña zona despejada, con troncos caídos y una roca grande que parecía perfecta para sentarse. Izzy se subió a ella de un salto. Cody se acomodó a su lado.
"¿Y tú?" preguntó Izzy, mirando al cielo. "¿Te pasa que la gente espera que seas siempre el chico bueno?"
Cody pensó en un momento. "Sí. Supongo que sí. A veces siento que si no ayudo, si no sonrío, si no soy el que calma las cosas... algo está mal. Como si decepcionara a alguien."
Izzy lo miró de reojo. "¿Y no te cansas?"
"Claro", dijo Cody. "Pero también me gusta. Me gusta que confien en mí. Que me vean como alguien seguro. Aunque a veces... me gustaría que alguien me preguntara si estoy bien antes de pedirme que arregle algo."
Izzy bajó la mirada. "Eso me pasa al revés. Nadie me pide que arregle nada. Solo que no rompa cosas."
Hubo un largo silencio. Nada incómodo. Solo lleno de cosas que no necesitaban decirse.
"¿Sabes qué me gusta?" dijo Izzy, cambiando de tema. "Los animales que parecen no tener sentido. Como los ornitorrincos. ¿Qué clase de broma evolutiva es esa?"
Cody se río. "¿Te gustan porque son raros?"
"Me gusta porque no piden permiso para existir", dijo Izzy. "Son mezcla de todo. Mamífero, pico de pato, cola de castor. Y ahí están. Nadando como si fuera lo más normal del mundo."
"¿Tú te sientes así?" preguntó Cody.
Izzy lo miró. "¿Como un ornitorrinco?"
"Como alguien que no pide permiso para existir."
Izzy se emociona. "A veces. Pero otras... me gustaría que alguien dijera 'me alegra que estés aquí' sin que yo tenga que hacer una voltereta para que lo noten."
Cody la miró con calma. "Me alegra que estés aquí."
Izzy se quedó quieta. Luego se río. "No hiciste voltereta. Eso es nuevo."
"Estoy innovando," dijo Cody.
Izzy se estiró sobre la roca, mirando las ramas que se movían con el viento. "¿Sabes qué más me gusta? Las cosas que parecen inútiles pero no lo son. Como los datos curiosos. ¿Sabías que los pulpos tienen tres corazones?"
"¿Y todos laten por el mismo motivo?" preguntó Cody.
"Uno para el cuerpo, dos para las branquias", explicó Izzy. "Pero cuando nadan, el del cuerpo se detiene. Así que técnicamente... se rompe el corazón cada vez que se mueven."
Cody se quedó en silencio. "Eso es triste. Y poético."
"Como tú", dijo Izzy, sin mirarlo.
Cody se río. "¿Eso fue un cumplido?"
"Fue un dato curioso emocional", respondió Izzy.
El viento soplo más fuerte. Las hojas se movieron como si aplaudieran la conversación.
"¿Y tú qué coleccionas?" preguntó Izzy, girando hacia él.
"¿Colección?"
"Sí. Cosas raras. Momentos. Frases. Galletas de la suerte. Lo que sea."
Cody pensó. "Creo que colecciono silencios. Esos que no incomodan. Como este."
Izzy lo miró. "Eso es muy tú."
"¿Y tú?"
"Yo colecciono ideas que nunca uso", dijo Izzy. "Como construir una bicicleta que también sea lancha. O escribir un libro sobre teorías que nadie pidió."
"¿Y por qué no las usas?"
"Porque me gusta que existan solo en mi cabeza. Son como mascotas mentales."
Cody se río. "¿Tienen nombres?"
"Claro. La bicicleta se llama 'Nautipedal'. El libro se llama 'Cosas que podrían ser pero no son'."
"¿Y yo tengo nombre en tu cabeza?" preguntó Cody, medio en broma.
Izzy lo miró. "Sí. Eres 'El chico que no se asusta cuando le hablo de pulpos con tres corazones'."
Cody irritante. "Me gusta ese nombre."
Izzy se bajó de la roca, estirándose como si acabara de despertar. "¿Sabes qué podríamos hacer?"
"¿Qué?" preguntó Cody.
"Investigar más la isla", dijo Izzy, con los ojos encendidos. "No como reto. No como misión. Solo por curiosidad. Hay lugares que nadie ha visto. Rincones que no están en los mapas. Tal vez encontremos algo raro. O algo hermoso. O algo que explota."
Cody se levantó, sacudiendo las hojas. "¿Y si solo encontramos silencio?"
"Entonces lo coleccionas tú", respondió Izzy.
Cody asintió. "Vamos."
Y los dos se adentraron en el bosque.
No como competidores.
Como exploradores.
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El bosque se volvió más denso a medida que Cody e Izzy se adentraban en zonas menos transitadas. Las ramas eran más bajas, el suelo más irregular y el aire más fresco. No había señales del resto de los campistas. Solo ellos, el crujido de las hojas, y la promesa de descubrir algo que nadie más había visto.
Izzy caminaba al frente, con pasos ágiles y mirada alerta. Cody la seguía, más relajada, observando cómo ella se movía como si conociera cada rincón del bosque. De vez en cuando, Izzy se detuvo para mirar una piedra, una planta, o una huella que parecía sospechosa.
"¿Sabías que hay hongos que brillan en la oscuridad?" dijo Izzy, sin girarse. "Se llaman hongos bioluminiscentes. Algunos los usan para decorar jardines. Otros... para rituales secretos. O eso leí en una página que ya no existe."
"¿Y tú qué harías con uno?" preguntó Cody.
"Lo pondría en una lámpara de noche", respondió Izzy. "Y le hablaría como si fuera mi consejero espiritual."
Cody se río. "¿Y qué te diría?"
"Probablemente que deje de comer cereal sin leche", dijo Izzy, girando hacia él. "O que no confie en ardillas con sombrero."
"¿Eso te ha pasado?" preguntó Cody, levantando una ceja.
"Una vez", dijo Izzy, en tono serio. "Pero no quiero hablar de eso."
Caminaron unos metros más. El bosque se abriría en una zona con piedras grandes cubiertas de musgo. Izzy se sentó en una de ellas, cruzando las piernas como si estuviera en una clase de meditación. Cody se acomodó frente a ella, apoyando los codos en las rodillas.
"¿Sabes qué me gusta?" dijo Izzy, mirando al cielo. "Las cosas que parecen mágicas pero tienen explicación científica. Como los rayos globulares. O los peces que cambian de sexo. O los sueños lúcidos."
"¿Has tenido uno?" preguntó Cody.
"Sí", dijo Izzy. "Una vez soñé que estaba en una competencia de cocina con dragones. Y yo era la jueza. Uno me hizo una lasaña con lava. Otro me ofreció sushi de nube. Ganó el que me dio un té que me hizo flotar."
"¿Y sabías que estabas soñando?" preguntó Cody.
"Sí", respondió Izzy. "Pero no quería despertar. Era el único lugar donde nadie me decía que estaba loca".
Cody la miró con calma. "Yo no creo que estés loca."
Izzy bajó la mirada. "Lo sé. Por eso estoy aquí."
Hubo un silencio suave. El tipo de pausa que no incomoda, sino que deja espacio para respirar.
"¿Sabes qué más me gusta?" dijo Izzy, con una sonrisa que parecía más tímida que antes. "Las personas que no se asustan cuando les hablo de cosas raras. Que no se ríen por encima, sino conmigo."
"¿Eso te pasa mucho?" preguntó Cody.
"Sí", dijo Izzy. "A veces siento que tengo que ser un espectáculo para que me escuchen. Pero contigo... puedo hablar como si no tuviera que demostrar nada."
Cody se inclinaba un poco. "Me gusta escucharte."
Izzy lo miró. "¿Incluso cuando hablo de peces que cambian de sexo?"
"Especialmente entonces", dijo Cody.
Izzy se río. "¿Sabes qué es raro?"
¿Qué?
"Que me guste estar cerca de alguien sin querer correr en círculos o lanzar confeti."
"¿Y eso te pasa ahora?" preguntó Cody.
"Un poco", dijo Izzy. "Pero estoy conteniéndome. Por respeto a los árboles."
Cody se río. "Los árboles lo agradecen."
Izzy se acercó un poco más, sin invadir, pero dejando que la distancia se acortara. "¿Y tú? ¿Qué te gusta que no le dices a nadie?"
Cody pensó. "Me gusta imaginar finales alternativos para las cosas. Películas, libros, días malos. Me gusta pensar que todo puede terminar mejor si lo cuentas diferentes."
Izzy lo miró con atención. "Eso es muy tú."
"¿Y tú?" preguntó Cody.
"Me gusta pensar que soy parte de algo más grande", dijo Izzy. "No como destino. Más como... una historia que aún no se ha escrito. Y tú apareces en ella como el personaje que no esperaba."
Cody se quedó en silencio.
Izzy se levantó, estirándose. "¿Sabes qué podríamos hacer ahora?"
"¿Qué?" preguntó Cody.
"Seguir explorando. Pero esta vez... más profundo. Hay zonas que nadie ha pisado. Cuevas, ruinas, árboles que parecen tener cara. Tal vez encontremos algo que nos cambie. O algo que nos haga reír. O algo que nos haga correr."
"¿Y si no encontramos nada?" preguntó Cody.
"Entonces nos encontramos a nosotros", dijo Izzy.
Cody se levantó. "Vamos."
Izzy sonrió.
Y los dos se adentraron en el bosque.
No como exploradores.
Como aliados.
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El claro se abría entre los árboles como una pausa en la selva, un espacio que aún conservaba el eco de algo grande. Izzy lo reconoció de inmediato. Las marcas en la tierra, los troncos partidos, el aire denso. Era el lugar. El sitio donde Cody se había enfrentado al oso.
Se detuvo en el centro, girando sobre sí misma con los brazos abiertos. "¿Sabes qué se siente? Como si el bosque estuviera diciendo: 'Aquí pasó algo que no debería haber funcionado... pero funcionó'."
Cody se acercó con una sonrisa ladeada. "Sí, bueno. El bosque y yo tenemos una relación complicada desde ese día."
Izzy lo miró con una ceja levantada. "¿Y vas a contarme tu versión o vas a seguir finciendo que fue una pelea de almohadas?"
Cody se sentó en una roca, cruzando los brazos. "¿Mi versión? Uf. Es legendaria. Digna de una saga. Hay dragones. Hay rayos. Hay una banda sonora compuesta por Hans Zimmer."
Izzy se río. "¿Y tú eras el héroe trágico?"
"Yo era el héroe con un cuchillo y cero sentido común", dijo Cody, encogiéndose de hombros. "Pero eso no suena tan épico, así que prefiero decir que fue como Kratos peleando contra un oso que tenía problemas de ira y un mal desayuno."
Izzy se sentó frente a él, con los ojos brillando. "¿Y el oso?"
"El oso era como Atreus en modo 'no me hables, estoy en plena transformación emocional'. Rugía, saltaba, me lanzaba miradas de 'te voy a convertir en mermelada'."
"¿Y tú?"
"Yo respondía con sarcasmo y movimientos que no deberían funcionar en la vida real. En un momento, creo que le lancé una frase tipo '¡No eres tú, soy yo!' Mientras esquivaba una garra."
Izzy se carcajeó. "¿Y sobreviviste por...?"
"Por carisma", dijo Cody, señalándose el pecho. "Y porque el universo decidió que aún no era mi momento de convertirme en alfombra."
Izzy lo miró con una mezcla de burla y ternura. "No vas a contarme cómo fue en serio, ¿verdad?"
Cody se encogió de hombros. "¿Para qué? Tú estabas ahí. Ya viste lo feo. Prefiero contarte lo raro. Lo absurdo. Lo que me hace reír cuando me acuerdo."
Izzy se quedó en silencio un momento, luego ascendió. "Está bien. Me gusta tu versión. Tiene más estilo."
Cody irritante. "Y menos sangre."
Izzy se levantó, estirándose. "¿Sabes qué me dan ganas ahora?"
"¿De pelear con otro oso?" preguntó Cody.
"No. De investigar más la isla. Tal vez encontremos otro claro. O una cueva. O un árbol que nos cuente chismes."
Cody también se levantó. "¿Y si encontramos otro oso?"
"Esta vez tú llevas la banda sonora", dijo Izzy, guiñándole un ojo.
Ambos se adentraron en el bosque, dejando atrás el claro y sus cicatrices.
Y esta vez, no había miedo.
Solo curiosidad.
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El bosque se volvió más vivo a medida que avanzaban. No por ruido, sino por presencia. Pájaros que saltaban entre ramas, insectos que tejían caminos invisibles, pequeños mamíferos que se asomaban y desaparecían como si jugaran a las escondidas. Izzy caminaba al frente, con los ojos abiertos como si cada hoja pudiera contarle un secreto. Cody la seguía, más tranquila, observando cómo ella se detenía ante cada detalle con la curiosidad de una niña y la precisión de una científica loca.
"¿Viste eso?" dijo Izzy, señalando una ardilla que parecía tener la cola teñida de rojo. "Eso no es natural. O es moda silvestre. O es una señal de que estamos cerca de algo raro."
"¿Y qué sería 'algo raro' en esta isla?" preguntó Cody, con una sonrisa.
"Un mapache con sombrero", respondió Izzy. "O un árbol que hable en francés."
Caminaron entre raíces y ramas, esquivando charcos y siguiendo huellas que no sabían si eran de animal o de pasarte despistado. El aire se volvió más húmedo. El suelo es más blando. Y entonces, lo vieron.
El lago.
Abierto, tranquilo, rodeado de árboles que se inclinaban como si quisieran tocar el agua. La superficie reflejaba el cielo con una calma que contrastaba con todo lo que habían vivido en la isla. No había trampas. No había retos. Solo agua, luz y silencio.
Izzy se detuvo en la orilla, con los brazos cruzados detrás de la espalda. Cody se quedó a unos pasos, observando el reflejo de las nubes.
"¿Sabes qué me dan ganas?" dijo Izzy, girando hacia él con una sonrisa juguetona.
"¿De construir una balsa con cocos?" preguntó Cody.
"De darte un empujón", dijo Izzy, acercándose. "O mejor... de preguntarte si no te quieres dar un baño."
Cody la miró, levantando una ceja. "¿Aquí? ¿Ahora?"
Izzy se encogió de hombros. "El agua está tranquila. El sol está perfecto. Y tú... estás sudando como si hubieras peleado con otro oso".
Cody se río. "No tengo traje de baño."
"¿Y eso te detuvo alguna vez?" preguntó Izzy, con una mirada que mezclaba reto y complicidad.
Cody miró el lago. Luego a Izzy. Luego al lago otra vez.
"¿Y tú?" preguntó Cody. "¿Te meterías?"
Izzy se giró, caminando hacia una roca cercana. "Tal vez. Si tú lo haces primero. O si el lago me promete no convertirse en gelatina verde."
Cody se sentó en la orilla, quitándose los zapatos. "¿Y si solo lo miramos?"
Izzy se sentó a su lado. "Entonces lo miramos. Pero que sepa que lo estamos juzgando".
Ambos se quedaron en silencio, observando el agua.
Y por un momento, la isla pareció detenerse.
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El lago apareció entre los árboles como una recompensa inesperada. La luz del sol caía sobre el agua con una calidez que invitaba a quedarse, y el aire húmedo traía consigo el olor a tierra mojada y hojas vivas. Izzy fue la primera en llegar a la orilla, deteniéndose con una sonrisa que ya anunciaba travesura.
"Bueno, bueno..." dijo, girándose hacia Cody con las manos en la cintura. "¿No te parece que este lago está pidiendo a gritos un poco de piel humana?"
Cody se detuvo a su lado, observando el agua. "¿Eso fue una metáfora o una amenaza?"
"Un deseo", respondió Izzy, sin perder la sonrisa. "Aunque si quieres que sea una amenaza, puedo adaptarlo".
Cody negó con la cabeza, pero no discutió. Se quitó la camiseta con un gesto seco, la dobló sin mucha ceremonia y la dejó sobre una roca. Luego los zapatos, los calcetines. El pantalón corto quedó sobre la camiseta. Se quedó en ropa interior, sin darle demasiada importancia, y se metió al agua con pasos firmes.
Izzy lo observó con descaro, sin disimulo. "Confirmo: el entrenamiento está haciendo maravillas", dijo, como si hablara consigo misma, pero en un volumen perfectamente audible.
Cody se giró desde el agua, con una ceja levantada. "¿Siempre narras en voz alta lo que piensas?"
"Solo cuando vale la pena compartirlo", respondió Izzy, metiéndose al agua sin quitarse la ropa, como si el lago fuera una extensión de su cuerpo. "Además, ¿quién más va a apreciar mi agudo sentido de la estética?"
Cody se sumergió hasta el cuello, dejando que el agua le cubría la espalda. "No sabía que estabas tan interesada en la estética."
"Estoy interesada en lo que me gusta", dijo Izzy, acercándose a él. "Y ahora mismo, me gusta esto."
Cody no respondió de inmediato. Se limitó a flotar de espaldas, dejando que el agua lo sostuviera. Izzy nadó a su alrededor, como un satélite en órbita, sin tocarlo pero sin alejarse demasiado.
"¿Sabes qué me gusta del agua?" dijo Izzy. "Que no juzga. No le importa si vestido estás, si estás raro, si hablas solo. Solo te recibe."
"¿Y tú te identificas con eso?" preguntó Cody, sin mirarla directamente.
"Un poco", dijo Izzy. "Aunque yo sí juzgo. Pero solo cuando me aburro."
Cody se río. "Entonces debo estar haciendo un buen trabajo."
"Por ahora", dijo Izzy, nadando hacia una roca baja. "Pero no te confies. Tengo estándares."
Cody se apoyó en el borde de la roca, sacudiéndose el agua del rostro. "¿Y cuáles son esos estándares?"
Izzy se subió a la roca, sentándose con las piernas cruzadas. "Que no huyas cuando te digo lo que pienso. Que no te pongas rojo cuando te miro. Que no me digas que me calme cuando me emociono."
"Eso último suena fácil", dijo Cody. "Lo primero... depende de lo que pienses."
Izzy lo miró desde arriba. "Ahora mismo pienso que deberías quedarte un rato más en el agua. Te ves mejor así."
Cody negó con la cabeza, pero no se fue. Se quedó ahí, apoyado en la roca, dejando que el sol le secara los hombros.
"¿Y tú no vas a nadar?" preguntó Cody.
"Estoy considerando mis opciones", dijo Izzy. "Podría meterme. Podría empujarte. Podría quedarme aquí arriba y darte órdenes como una reina del lago".
"¿Y qué gana la reina?" preguntó Cody.
"Diversión", dijo Izzy. "Y tal vez una buena vista."
Cody se sumergió de nuevo, nadando hacia el centro del lago. Izzy lo siguió, esta vez sí metiéndose por completo. Nadaron en silencio unos minutos, cruzándose de vez en cuando, sin necesidad de hablar. El agua hacía el resto.
Cuando salió a la superficie, Izzy se acercó flotando de espaldas, con los ojos cerrados. "¿Sabes qué es lo mejor de este lugar?" dijo.
"Que no hay cámaras", respondió Cody.
"Exacto", dijo Izzy. "Aquí nadie nos edita. Nadie corta lo que decimos. Nadie pone música dramática cuando solo estamos... existiendo."
Cody se quedó en silencio. Luego ascendió. "Sí. Eso está bien".
Izzy abrió un ojo. "¿Ves? A veces dices cosas que me dan ganas de besarte."
Cody se rió, incómodo pero no molesto. "Y otras veces no, ¿no?"
"Claro", dijo Izzy. "A veces también me dan ganas de empujarte contra una roca. Pero hoy... estás ganando."
Cody nadó hacia la orilla. "Entonces mejor me retiro antes de que cambies de opinión."
Izzy lo siguió, saliendo del agua con pasos lentos. El sol ya estaba bajando, tiñendo el lago de naranja y cobre. Se sentaron en la orilla, dejando que el aire los secara.
"¿Volvemos al campamento?" preguntó Cody, poniéndose la camiseta.
"Sí", dijo Izzy. "Pero caminemos lento. No quiero que esto se acabe tan rápido".
Cody asintió.
Y juntos, sin apuro, comenzaron el camino de regreso.
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