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Chapter 85 - La operación

Volkhov respiraba con dificultad. El dolor punzante de los microchips aún latía en su cabeza, y ahora estaba a punto de someterse a algo mucho peor. Había tomado su decisión en función de su juramento interno: la posibilidad de desmantelar los programas de adiestramiento infantil valía cualquier agonía.

Ryuusei se pasó la lengua por los labios, con una mezcla de emoción y concentración casi científica. De su cinturón sacó dos dagas con hojas de un negro profundo, tan oscuras que parecían tragarse la luz a su alrededor.

—Estas son mis dagas de teletransportación… pero hoy, las usaré como bisturí —Hizo girar las armas entre sus dedos, como si fueran una extensión de su propio cuerpo. Luego, sacó un trapo y las limpió minuciosamente, asegurándose de que no quedara ni una sola mancha.

Volkhov sintió un escalofrío.

—Genial… en serio, qué higiénico de tu parte —gruñó, intentando aliviar su propio miedo con sarcasmo.

Ryuusei ignoró el comentario y giró la cabeza hacia los heraldos comunes, que esperaban en silencio.

—Escuchen. Vigilen la zona. Si alguien se acerca, no los maten, solo asústenlos.

Los heraldos asintieron y se dispersaron en la oscuridad.

Aiko, que había estado observando con una mezcla de interés y diversión, se acercó a Volkhov y le colocó ambas manos en los hombros.

—Bueno, grandote, espero que no te muevas mucho… o esto se pondrá aún más feo.

De repente, lo sujetó con una fuerza abrumadora que paralizó sus músculos.

—¡Oye, qué demonios…! —intentó quejarse, pero Aiko aumentó la presión en su agarre.

—Tranquilo, Volkhov. Solo es por tu seguridad. Si te mueves, Ryuusei podría perforarte un pulmón.

Ryuusei se inclinó frente a él con una sonrisa burlona.

—Te veo tenso. ¿Qué pasa, no confías en mí?

Volkhov le lanzó una mirada asesina, sus ojos ardiendo por el miedo y la rabia.

—¡Maldito lunático, vas a abrirme el pecho con cuchillos! ¡Y sin jodida anestesia!

Ryuusei dejó escapar una carcajada.

—Vamos, Volkhov, no seas dramático. Es solo una cirugía menor. Además, el dolor es parte de la experiencia.

Volkhov sintió su corazón latir con una furia incontrolable.

—Agh… dime al menos cómo funciona esta maldita piedra antes de cortarme. No moriré sin saberlo.

Ryuusei suspiró con fingida paciencia.

—Bien, bien, te lo explicaré. La piedra de regeneración hará que nunca mueras de forma convencional. Si alguien te corta una extremidad, se regenerará en segundos. Si te disparan en la cabeza, volverás a la vida. Tu alma estará anclada al cristal. La única forma de matarte será abriendo tu pecho, sacando la piedra y destruyéndola.

Volkhov apretó los dientes, procesando la información.

—Genial… entonces básicamente soy inmortal, pero con una debilidad ridícula. Es un precio alto por salvar a unos niños.

Ryuusei se encogió de hombros, la indiferencia de un ser más allá de la moral.

—La zona del pecho será extremadamente dura, como la nuestra. Solo alguien con poderes extraordinarios podría extraer la piedra. Pero bueno… ahora que ya sabes cómo funciona…

Se colocó las dagas en posición.

—Empecemos la operación.

Volkhov no tuvo tiempo de reaccionar. En un movimiento rápido y preciso, Ryuusei hundió la primera daga en su pecho.

El filo negro se deslizó entre las costillas como si su piel y carne fueran mantequilla. El dolor fue puro, absoluto, un shock neurológico que lo hizo ver estrellas.

—¡AAAAAAAAAHH!—

El grito de Volkhov retumbó en el bosque helado, el sonido crudo del terror. Su cuerpo entero se sacudió violentamente, pero Aiko lo sostuvo con más fuerza, inmovilizándolo contra el tronco del árbol.

—¡Mierda, mierda, mierda! ¡JODEEER!

Ryuusei no se detuvo. Con una precisión quirúrgica, hizo un corte en forma de cruz, separando lentamente la piel y los músculos. Sangre caliente brotó como una fuente, manchando sus manos y las ropas de Volkhov.

—Tienes un corazón fuerte, Volkhov… pero necesito abrir más.

Tomó la segunda daga y comenzó a cortar la carne con más profundidad. El dolor era insoportable. Volkhov sintió que su mente se volvía borrosa, sus ojos comenzaron a lagrimear por la pura agonía. Podía ver sus propias costillas expuestas, abiertas como las fauces de un monstruo.

—Tranquilo, ya casi llegamos —murmuró Ryuusei, con una precisión espeluznante.

Finalmente, tras cortar las últimas capas de tejido, su mano entró en la cavidad torácica de Volkhov. Su corazón latía violentamente entre sus dedos.

—Bien… ahora, vamos a colocar la piedra.

Con la otra mano, Ryuusei levantó el cristal negro con vetas carmesíes y lo introdujo en la herida abierta. En cuanto el cristal tocó el corazón de Volkhov, un espasmo recorrió todo su cuerpo.

—GAAAAAAHHH!

El dolor se multiplicó. La piedra parecía arder dentro de él, fusionándose con cada fibra de su ser. Cada vena, cada arteria, cada nervio gritaba de dolor, recordándole los golpes de su infancia en los campos de adiestramiento.

Volkhov sintió que su visión se volvía blanca.

Ryuusei mantuvo su mano dentro de su pecho por unos segundos más, asegurándose de que la piedra se integrara completamente.

Cuando sintió que el órgano comenzaba a latir con una fuerza sobrehumana, sacó sus manos empapadas de sangre.

La herida comenzó a cerrarse… lentamente, de forma grotesca.

Volkhov jadeó, sintiendo su cuerpo regenerarse. Su carne se reconstruía sola, los músculos volvían a su sitio, la piel se cerraba sin dejar cicatriz.

Su respiración era errática. Su mente seguía en shock.

Ryuusei sonrió.

—Felicidades, Volkhov… ahora eres un verdadero heraldo.

Volkhov cayó de rodillas, aún temblando, mirando sus manos llenas de sangre.

—Maldito… enfermo… —murmuró con la voz rota.

Aiko le dio unas palmaditas en el hombro.

—Te acostumbrarás.

Volkhov seguía de rodillas en el suelo, con la respiración pesada. Su pecho, aunque regenerado, aún ardía con el recuerdo del dolor. El sudor y la sangre cubrían su piel.

Ryuusei, con una sonrisa despreocupada, se limpió las manos en la ropa de un heraldo común que estaba cerca.

—Bueno, míralo por el lado bueno. Al menos no vas a sufrir como yo a la hora de regenerarte.

Volkhov levantó la cabeza, mirándolo con odio. —¿Cómo que "como tú"?

Ryuusei se encogió de hombros.

—Digamos que mi regeneración es… diferente. Cuando mi cuerpo se regenera, cada parte de mi sistema nervioso experimenta el dolor de forma simultánea. Es como si me quemaran vivo desde dentro cada vez que me curo, una agonía eterna.

Volkhov sintió un escalofrío.

—Eso es… horrible.

—Sí, lo es —respondió Ryuusei sin perder la sonrisa—. Pero tú no tendrás ese problema. Tu regeneración es perfecta. Así que no te quejes tanto.

El recién convertido heraldo bajó la mirada, la promesa de su misión final era lo único que lo mantenía cuerdo.

—Bien. Eres el primer integrante. Si mal no recuerdo, aún nos faltan unos 7 u 8 para formar nuestra base de poder —continuó Ryuusei.

Aiko, que había estado observando en silencio, apoyó la espalda contra un árbol y cruzó los brazos.

—¿No crees que eso tomará años?

Ryuusei giró la cabeza y sonrió con confianza.

—Tal vez… pero lo haremos rápido.

Volkhov frunció el ceño. —¿Y cuál es el siguiente paso?

—Primero que nada, tenemos que salir de este bosque. Después, conseguiremos un avión y saldremos de Rusia.

Volkhov dejó escapar una carcajada seca, cargada de ironía.

—¿Ah sí? ¿Y cómo demonios planeas hacer eso? ¿Teletransportarnos hasta Tokio?

Ryuusei suspiró con burla.

—Hombre de poca fe…

—No es falta de fe, idiota. Es sentido común —espetó Volkhov, levantándose con esfuerzo—. Rusia está llena de vigilancia militar, aeropuertos controlados, y gente que nos estará buscando. ¡Somos criminales!

—Sí, sí, lo sé —respondió Ryuusei, rascándose la nuca—. Será difícil, pero no imposible. El plan comienza ahora.

Los tres quedaron en silencio por unos segundos. El viento helado soplaba entre los árboles.

—Bueno… —dijo Aiko finalmente— Si va a ser difícil, al menos hagámoslo con estilo.

Ryuusei sonrió, volviendo al modo estratega.

—Exacto. Volkhov, tu misión comienza en el momento en que salgas de este bosque.

Volkhov cerró los ojos por un momento, suspirando profundamente, sintiendo la piedra latir bajo su piel recién regenerada.

—Está bien… ¿Cuál es el plan? ¿Cómo vuelvo a Moscú como su "héroe"?

Ryuusei lo miró fijamente.

—Vamos a organizar tu coartada. Y luego, vas a volver a casa a buscar el cuerpo.

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