Cherreads

Chapter 67 - Encuentro Inesperado

El aire en Moscú era gélido, con una humedad helada que se sentía hasta en los huesos, pero a Ryuusei y Aiko no les molestaba. Después de todo lo que habían pasado —el destierro de Lara, la destrucción de su hogar, el viaje tenso—, incluso el frío extremo parecía un problema menor que el peso de su propia existencia. Esa noche, antes de retirarse al discreto hotel, decidieron salir a explorar un poco y comer algo que no fuera la insípida comida de aeropuerto, buscando un simulacro de normalidad.

Encontraron un pequeño restaurante local, apartado de las zonas turísticas, donde las mesas de madera vieja y la iluminación tenue le daban un ambiente sorprendentemente acogedor y privado. Tomaron asiento en un rincón discreto, lejos de las miradas curiosas. Cuando les sirvieron los platos, Aiko no perdió tiempo y se lanzó sobre su porción de pelmeni (empanadas rusas) como si no hubiera comido en días.

—La comida rusa no está nada mal —comentó entre bocados, con la boca llena de masa caliente—. Quizás cuando todo esto termine, abra un restaurante internacional. Takoyaki en Tokio, pelmeni en Moscú...

Ryuusei levantó una ceja, limpiando una gota de salsa de la comisura de sus labios.

—¿Y tacos en México?

Aiko asintió con entusiasmo, dejando de lado el tenedor para gesticular.

—Exacto. Lo llamaría "Aiko's World Tour de la Comida". No hay nada más revolucionario que la comida honesta, Ryuusei.

Ryuusei soltó una pequeña risa, una rareza en él, y negó con la cabeza. Se sentía extrañamente vulnerable al compartir un momento tan normal en medio de la vorágine. Pero su tranquilidad duró poco, menos que el calor de los pelmeni. Sintieron una mirada fija en ellos, persistente y fría como el clima exterior.

Disimuladamente, Ryuusei giró la cabeza y encontró a un hombre sentado en una mesa al fondo del restaurante. Era alto, de cabello oscuro y facciones marcadas que parecían esculpidas en granito. Vestía una chaqueta gruesa que ocultaba perfectamente su complexión musculosa y exhibía una cicatriz angular y antigua en la mejilla izquierda. No hacía ningún esfuerzo por ocultar que los observaba, como un depredador que evalúa a su presa.

Aiko siguió su mirada y susurró:

—¿Amigo tuyo, o es de los que vienen a buscar pelea?

—Lo dudo —respondió Ryuusei en voz baja, su mano moviéndose instintivamente hacia las dagas que llevaba bajo el abrigo, las Dagas de Teletransportación que le había dado Lara.

El hombre se levantó y caminó hacia ellos con pasos firmes, pero sin prisa. Su sola presencia imponía un silencio incómodo en el ambiente. Ryuusei y Aiko no hicieron ningún movimiento brusco, pero sus cuerpos se tensaron de manera instintiva, preparados para el combate.

El desconocido se detuvo junto a la mesa y los observó con una calma peligrosa antes de hablar.

—He estado investigando todo lo relacionado con Japón estos días —dijo en ruso, con un tono bajo pero autoritario. El Traductor Arcano de Ryuusei trabajaba a la perfección, traduciendo cada palabra con precisión—. Cuando Aurion declaró que los terroristas responsables del ataque en Tokio eran "Ryuusei y Aiko", revisé las imágenes. En ellas se ve a un chico de aproximadamente diecisiete años cargando a una niña moribunda de doce. Y ahora, en este mismo periodo de tiempo, se han reportado cuarenta y cinco vuelos desde Japón a Rusia… pero solo en uno hay un joven de diecisiete años con un distintivo cabello rubio platino y una niña de doce.

Se cruzó de brazos, la cicatriz haciéndose más visible bajo la luz.

—Sus pasaportes son falsificados, por cierto. Muy bien hechos, pero falsificados. Rusia es un país muy seguro, y yo soy uno de sus mejores agentes… así que, díganme, ¿qué hacen aquí realmente?

Ryuusei se tomó un segundo antes de responder en el mismo idioma, su acento perfecto gracias al artefacto.

—Tienes demasiadas preguntas para ser un simple cliente de restaurante.

El hombre sonrió ligeramente, aunque su mirada seguía siendo tan severa como al principio.

—Soy el agente Rubosky, del FSB —dijo, mostrando una insignia plateada y elaborada por un segundo antes de guardarla con brusquedad—. No voy a perder mi tiempo con rodeos. Sé que no son simples turistas, y ustedes saben que yo no soy un oficial cualquiera. Sé que están huyendo de algo mucho más grande que la policía.

Aiko intercambió una mirada rápida con Ryuusei. Había caído en una trampa tan simple como eficiente.

—Entonces, ¿qué quieres, agente Rubosky? —preguntó Ryuusei con calma gélida.

Rubosky se inclinó ligeramente hacia ellos, bajando la voz aún más.

—Un trato. Ayúdenme a encontrar a un mercenario antipatriótico que ha estado saboteando nuestras fuerzas militares. Es letal, nunca falla un disparo, utiliza cuchillos como extensiones de su propia alma. Se llama Sergei Volkhov. Lo conocen, ¿no es así?

Ryuusei reprimió una sonrisa. El destino, o quizá Lara, le estaba haciendo un favor monumental.

—Perfecto —pensó para sí mismo—, ya no tendré que buscarlo.

El aire en el restaurante se volvió eléctrico, la tensión palpable.

—¿Y qué obtenemos a cambio, agente? —preguntó Ryuusei, sin revelar demasiado interés.

Rubosky se enderezó, la promesa de una conspiración brillando en sus ojos fríos.

—Depende de lo bien que hagan el trabajo. Si me ayudan, no solo no reportaré su presencia aquí, sino que además les proporcionaré información que podría resultarles útil. Digamos que tenemos archivos sobre una organización conocida como Aurion y sus contactos en Europa que podrían interesarle a un joven que está huyendo del mundo.

Ryuusei fingía pensarlo, dejando que el silencio actuara como palanca, pero ya había tomado una decisión. Necesitaba a Volkhov y no tenía un mapa detallado de su escondite; este agente le estaba regalando la oportunidad de saltarse la fase de reconocimiento.

—Trato hecho —dijo finalmente Ryuusei, sellando la falsa alianza con una frialdad que igualaba a la de Rubosky.

Rubosky sonrió con frialdad y sacó un pequeño dispositivo de rastreo de su chaqueta. Lo deslizó sobre la mesa.

—Esto es un rastreador que activamos en Volkhov hace unas semanas. No es constante, pero nos da su ubicación aproximada cuando se mueve. Ahora mismo, está en las montañas al este de Moscú. Su escondite está bien protegido, pero sé que ustedes encontrarán la manera de llegar, ya que parecen estar más allá de las capacidades humanas normales.

Ryuusei tomó el dispositivo y lo examinó antes de guardarlo en su bolsillo. La oportunidad era demasiado buena para ser verdad.

—Nos encargaremos de su mercenario.

Rubosky se puso de pie y les dirigió una última mirada, su rostro volviéndose pétreo, sin rastro de la sonrisa anterior.

—No me hagan arrepentirme de este trato.

Entonces, el agente Rubosky llevó una mano a su oído y habló con calma, pero su voz resonó como un disparo en la atmósfera tensa.

—Señor presidente, ya cayeron. Inicien operación 24.

De inmediato, varios militares de élite con trajes camuflados y armas automáticas salieron de su escondite, vaciando el restaurante en segundos. Estaban perfectamente coordinados y los rodearon con armas listas para disparar, apuntando directamente a la cabeza de Ryuusei y Aiko.

Rubosky sonrió con la absoluta frialdad de una traición planeada.

—Fuerza 11, ya duérmalos. Nos harán un favor investigándolos en un laboratorio.

Un fuerte pinchazo en el cuello de Aiko, y luego en el de Ryuusei. El mundo se fragmentó en un instante. Los paralizantes actuaron con una velocidad brutal. Todo se volvió negro.

More Chapters