.🌒✨ Episodio 30 — Donde siempre fuimos 3
“
El sonido fue lo primero.
No gritos.
No alarmas.
Solo viento moviendo hojas… y el murmullo lejano de un mundo que seguía viviendo sin saber que alguien había vuelto.
Eiden abrió los ojos.
Estaba recostado sobre el pasto, bajo un árbol viejo. De esos que no impresionan, pero nunca se caen. El cielo era claro, familiar… demasiado familiar. Por un segundo pensó que seguía soñando.
Se incorporó despacio.
El cuerpo respondió. Sin dolor. Sin torpeza.
—…volví —murmuró, casi con miedo de romper algo.
Miró sus manos. Las mismas. Pero no iguales.
Cerró los ojos un instante… y cuando los abrió, escuchó una voz.
—Che… ¿viste eso?
Una voz conocida.
Demasiado conocida.
Eiden giró la cabeza.
Riku estaba a unos metros, con una bolsa en la mano, congelado a mitad de paso. Parpadeó una vez. Dos. Se rascó la cabeza.
—Nah… —dijo—. Ya estoy alucinando de nuevo.
Dio un paso más… y ahí lo vio bien.
Alto. Quieto. Mirándolo.
La bolsa cayó al suelo.
—……Eiden?
El nombre salió raro. Como si llevara tiempo sin usarse.
Eiden sonrió.
Esa sonrisa. La de siempre.
—Llegás tarde —dijo—. Como siempre.
Riku no respondió. Caminó. Despacio. Cada paso más rápido que el anterior, hasta que directamente corrió y se le tiró encima.
—¡IDIOTA! —le gritó abrazándolo— ¡DESAPARECÉS ASÍ NOMÁS Y VOLVÉS COMO SI NADA!
Eiden casi pierde el equilibrio… pero se sostuvo. Y devolvió el abrazo. Fuerte. De esos que dicen “estoy acá”.
Riku se separó un poco, lo miró de arriba abajo, con los ojos brillosos.
—Estás… —tragó saliva— estás distinto, boludo.
—Vos estás igual —respondió Eiden—. Eso me tranquiliza.
Riku rió… y la risa se quebró. Se pasó el brazo por la cara rápido, fingiendo.
—No llores —dijo Eiden—. Quedás feo.
—Cerrá el orto —contestó Riku—. Te juro que te voy a pegar después.
Y entonces…
—Riku?
La voz fue suave.
Pero bastó.
Eiden se dio vuelta.
Lia estaba ahí. No corrió. No gritó.
Solo lo miró.
Sus ojos recorrieron su rostro, su postura, su calma… y se humedecieron.
—…volviste —dijo.
Eiden dio un paso. Luego otro.
—Volví.
Lia no dijo nada más. Simplemente lo abrazó. Con fuerza. Como si esos dos años pesaran todos juntos en ese gesto.
—Pensé… —susurró— pensé que ya no ibas a volver.
Eiden apoyó la frente en su cabeza.
—Yo también tuve miedo de eso.
Riku los miró. Sonrió. Y sin decir nada, se acercó y los abrazó a los dos.
Los tres.
Como antes.
El viento pasó entre las hojas. El mundo siguió girando.
Pero ahí, por un momento, todo estaba completo.
Eiden cerró los ojos.
Y por primera vez desde que volvió…
se permitió ser feliz.
“Los que no se quedaron quietos”**
Caminaron juntos.
No había apuro. No había preguntas urgentes.
Solo ese andar torpe y cómodo de quienes se conocen desde antes de tener respuestas.
—Bueno —dijo Riku, rompiendo el silencio—. Ya que el señor reaparece-de-otro-mundo volvió… supongo que te toca escuchar.
Eiden sonrió de costado.
—Te escucho.
Riku se estiró los brazos mientras caminaban.
—Entrenamos.
—Mucho —agregó Lia.
—Demasiado —corrigió Riku—. Porque Azu volvió.
Eiden se detuvo en seco.
—…¿Azu?
Lia asintió.
—Volvió hace casi dos años. Sin avisar. Sin disculpas. Como si nunca se hubiera ido.
Riku hizo una mueca.
—Y como si quisiera matarnos. Entrenamiento desde el amanecer. Caídas. Castigos. Repeticiones hasta que las piernas no respondían.
—Pero no nos dejó rendirnos —dijo Lia, con una calma firme—. Nunca.
Eiden los miró. De verdad los miró.
Y recién ahí lo notó.
Lia ya no era la chica de antes. Su cabello caía más largo sobre los hombros, su postura era segura, su figura armoniosa, femenina… fuerte. No llamaba la atención por exageración, sino por equilibrio. Por presencia.
Riku también había cambiado. Espalda ancha, brazos marcados, movimientos más sólidos. Ya no era solo el torpe simpático: había disciplina en su cuerpo.
Eiden exhaló despacio.
—Están… distintos.
—Vos también —dijo Lia, mirándolo fijo.
Riku se rió.
—Pará, pará… algo no me cierra.
Se acercó a Eiden, se puso a su lado… y levantó la mano comparando alturas.
—Che… ¿por qué ahora vos sos el más alto?
Eiden bajó la mirada apenas, con una sonrisa sincera.
—Supongo que… me estiré.
—¡MENTIRA! —protestó Riku—. ¡Yo era el alto del grupo!
Lia soltó una risita.
—Capaz vos te encogiste.
—TRAICIÓN —dijo Riku, señalándola—. Los abandoné cinco minutos y conspiraron.
Eiden rió. Una risa corta, real.
—Antes medíamos lo mismo, Lia.
—Antes éramos muchas cosas —respondió ella, suave.
Siguieron caminando.
Capuchas puestas. Ropas simples. Pasaron entre calles amplias, edificios altos y estandartes: una ciudad bajo dominio de los Tops. No convenía llamar la atención.
Y aun así…
—Che… —susurró Riku—. ¿Soy yo o te están mirando?
Eiden no respondió.
Dos chicas al costado del camino giraron la cabeza. Una murmuró algo. La otra sonrió.
—¿Quién es? —preguntó una—. No me suena.
—No sé… pero es lindo —respondió la otra.
Eiden siguió caminando, como si nada.
Riku apretó los dientes.
—Ah no, esto ya es personal.
Lia cruzó los brazos.
—Ni se te ocurra.
—¿Qué cosa? —preguntó Eiden, genuinamente confundido.
—Existir así —respondieron los dos al mismo tiempo.
Eiden parpadeó… y después rió.
—No levantamos sospechas —dijo—. Eso es lo importante.
—Sí —bufó Riku—. Claro. Muy discreto todo.
Lia lo miró de reojo. Celosa. Apenas. Lo justo para que duela.
Eiden caminaba en el medio, sin darse cuenta de nada.
Como siempre.
Y por primera vez en mucho tiempo, los tres estaban juntos otra vez…
pero ahora, ninguno era el mismo.
La Base Delta seguía igual.
Paredes grises, marcas de entrenamiento, miradas afiladas. Un lugar donde nadie caminaba sin motivo y nadie sonreía porque sí.
Apenas cruzaron la entrada, el murmullo apareció.
—¿Quién es ese…?
—No lo reconozco.
—¿Es nuevo?
Eiden caminaba tranquilo, capucha baja, postura relajada.
Las miradas se clavaban en él, pero nadie decía su nombre.
No podían.
Había cambiado demasiado.
—Che… —susurró Riku—. Te juro que esto antes no pasaba.
—Callate y caminá —le dijo Lia, disimulando.
—Llegan tarde.
La voz cortó el aire.
Azu estaba ahí. Brazos cruzados. Mirada dura. Presencia intacta.
—¿Otra vez? —dijo, mirando a Riku y Lia—. ¿Dos años entrenando y siguen llegando tarde como si fuera un paseo?
—Fue culpa de—
—Silencio —lo cortó—. Después.
Azu dio un paso al frente… y entonces lo vio.
Se quedó quieta.
Entrecerró los ojos. Observó la postura, la calma, la altura.
—… —no dijo nada durante un segundo eterno.
—Azu —dijo Eiden, con una leve inclinación de cabeza—. Volví.
El golpe fue instantáneo.
¡PUM!
Un golpe seco en el hombro, fuerte, bien dado.
—¡IDIOTA! —gritó—. ¿TENÉS IDEA DE LO QUE ES DESAPARECER ASÍ?
Eiden ni se movió.
—Sí.
Azu apretó los dientes. La mano le tembló apenas.
—Pensé… —tragó saliva— pensé que no ibas a volver.
Lo miró de arriba abajo.
—Creciste.
Eiden sonrió.
—Un poco.
Azu chasqueó la lengua.
—Antes yo era más alta.
—Ya no —respondió él, tranquilo.
Eso la hizo sonreír. Apenas. Orgullosa, como siempre.
—Bienvenido de vuelta —dijo—. No voy a preguntar dónde estuviste. Eso se nota solo.
En ese momento, una voz alegre apareció desde el fondo.
—¿Qué pasa acá que hay tanto ruido?
Emily salió con una carpeta en la mano… y cuando vio a Eiden, se quedó congelada.
—……¿Eiden?
—Hola, Emily.
La carpeta cayó al piso.
—¡ESTÁS GIGANTE! —gritó, y sin avisar lo abrazó fuerte—. ¡Y fuerte! ¡Y alto! ¡¿QUÉ TE DIERON DE COMER?!
Eiden se rió, sorprendido.
—Me alegra verte también.
Emily se separó, lo miró con ojos brillantes.
—Decime… —dijo, bajando la voz— ¿tenés novia?
Silencio absoluto.
—¿Qué? —dijo Eiden.
¡PUM! ¡PUM!
Dos golpes al mismo tiempo.
Uno de Azu.
Uno de Lia.
—¡NO! —dijeron las dos a la vez.
Eiden dio un paso atrás, confundido.
—¿Qué hice ahora?
—Protegerte —dijo Azu.
—Exacto —agregó Lia.
Riku se tapó la boca para no reírse.
Emily levantó las manos.
—¡Era una pregunta nomás!
Azu retomó su postura seria.
—Basta. Prepárense. Tengo una misión para ustedes.
Miró a Eiden una vez más.
—Y vos… llegaste justo a tiempo.
Eiden asintió.
La Base Delta seguía siendo dura.
Pero por primera vez en mucho tiempo…
se sentía completa otra vez.
Desde el balcón superior, Kael observaba.
No necesitó acercarse.
No necesitó palabras.
Eiden estaba abajo, entre los suyos, y aun así… no pertenecía del todo a ese lugar.
Kael sonrió.
No con alegría. Con certeza.
—Valió la pena —murmuró—. Mandarte a ese mundo fue lo correcto.
Eiden levantó la vista un segundo.
No buscó a Kael. Pero supo que estaba ahí.
Y siguió caminando.
La sala de reuniones estaba llena.
Demasiado.
Mapas desplegados. Símbolos marcados en rojo. La tensión flotando como polvo en el aire.
Azu entró primera.
Riku y Lia detrás.
Eiden cerró la fila.
Las voces se apagaron.
—…¿Eiden?
Thomas fue el primero en hablar.
Alto, recto, con esa presencia de líder que no necesitaba alzar la voz.
—Volviste —dijo—. Y por lo que veo… no volviste igual.
Eiden sonrió apenas.
O lo intentó.
Brisa se acercó un paso.
—Dos años —dijo—. Desaparecido. Muchos pensaron que no lo lograrías.
Eiden dejó de sonreír.
No fue brusco. Fue natural.
Eso fue lo que incomodó.
Thomas lo observó con atención.
—Tu postura cambió —continuó—. Tu mirada también.
Eso no se entrena solo con músculo.
—Hizo un gran progreso —agregó Brisa—. Es evidente.
Silencio.
Eiden no respondió.
Ni una palabra.
Riku miró de reojo.
Lia frunció el ceño.
Azu no dijo nada… pero apretó los brazos.
Thomas carraspeó.
—Bien. Vamos a lo importante.
Golpeó el mapa con el dedo.
—Ciudad Khoren. Controlada actualmente por un Teniente en Jefe bajo el mando directo del Top 4.
El aire se volvió más pesado.
—Nuestros informantes indican que están planeando una purga interna —continuó—. Limpieza. Disidentes. Civiles incluidos.
Riku tragó saliva.
—Eso es… grande.
—Por eso no vamos a atacar —dijo Brisa—. Solo información.
Quién. Cuándo. Cómo.
Eiden miró el mapa.
Algo en su interior se tensó.
No miedo.
Desconfianza.
—Ese tipo de movimientos no se anuncian —dijo Azu—. Si huelen algo… no va a quedar nada.
Eiden cerró los ojos un segundo.
El Límite no estaba ahí.
Pero la sensación era parecida.
—¿Equipo? —preguntó Thomas.
—Azu lidera —respondió Brisa—.
Eiden, Lia y Riku la acompañan.
Eiden alzó la mirada.
Asintió.
—Vamos.
Thomas lo miró una vez más antes de dar por cerrada la reunión.
—Me alegra tenerte de vuelta, Eiden.
Eiden sostuvo la mirada.
—Gracias.
Pero no sonó igual.
Horas después, en la zona de preparación, ajustaban equipos en silencio.
Capuchas. Ropa oscura. Armas discretas.
—Che… —susurró Lia, acercándose—. ¿Te pasa algo?
Eiden siguió ajustando las correas.
—No.
Lia lo miró con atención.
—Antes decías eso cuando mentías.
Eiden se detuvo un segundo.
La miró.
No esquivó la pregunta.
—Nada que importe ahora.
Eso no la tranquilizó.
—Volviste… —dijo ella en voz baja—. Pero a veces parece que todavía estás allá.
Eiden terminó de prepararse.
Se puso la capucha.
—Tenemos una misión —respondió—. Después hablamos.
Riku los miró a los dos.
—Bueno… —intentó bromear—. Al menos seguimos juntos, ¿no?
Eiden apoyó una mano en su hombro.
No apretó.
No sonrió.
—Eso alcanza.
Azu los llamó desde la salida.
—Muévanse.
El equipo partió.
La ciudad los esperaba.
Y Eiden, mientras caminaba, tuvo un pensamiento claro, frío, imposible de ignorar:
Si esto es una purga… alguien ya decidió quién no merece volver.
Y esta vez…
no estaba seguro de querer saber quién.
