Cherreads

Chapter 4 - Capítulo 4: El Asentamiento Goblin y la Empuñadura Mítica

El crepúsculo envolvía Fortebruma en un manto de sombras suaves, con las antorchas de la plaza proyectando un resplandor cálido sobre las calles empedradas. Shisaki, aún jadeando por la batalla en la cueva goblin del día anterior, se despertó en la posada con el cuerpo dolorido. Su camisa roja de lino, ahora con un desgarro en el hombro, colgaba de un gancho, y sus pantalones marrón claro estaban manchados de tierra y sangre seca. Su cabello blanco, desaliñado como siempre, caía sobre sus ojos mientras revisaba el colmillo de goblin y el amuleto que había recogido en su primera misión. El mapa de cuero, garabateado con líneas toscas, seguía en su bolsa, marcando un punto en el bosque cerca de una aldea llamada Crestalba, al norte de Fortebruma. La nota de Kenshin, que hablaba de un asentamiento goblin más grande, resonaba en su mente, junto con la críptica "Nota 2" sobre el herrero: “Donde el filo halló reposo, el pulso no olvidó la danza, el martillo canta ahora lo que la hoja ya no grita.”

Shisaki tocó la espada básica que el herrero le había dado, su peso ya familiar. La batalla contra los goblins había sido intensa, pero también le había mostrado que sus habilidades de kendo y sus reflejos de gamer podían mantenerlo vivo. Sin embargo, el dolor en su brazo, donde un garrote lo había golpeado, era un recordatorio constante de que este mundo no era un juego. El Gran Sabio, la voz enigmática que lo guiaba, habló en su mente: “El mapa que encontraste señala un asentamiento goblin mayor, oculto en una cueva cerca de Crestalba. Lo que halles allí será más que un simple trofeo. Prepárate, Shisaki.”

Se levantó, ajustando su camisa roja y colgándose la espada al cinto. La idea de enfrentarse a más goblins lo ponía nervioso, pero su curiosidad, esa chispa que lo había llevado a explorar mazmorras virtuales hasta el amanecer, lo empujaba a seguir. En el gremio de aventureros, la sala estaba llena de murmullos. Aventureros con cicatrices y armaduras desgastadas intercambiaban historias sobre demonios y portales, lanzando miradas curiosas a Shisaki. Jake, el líder, estaba inclinado sobre una mesa cubierta de pergaminos, su cabello castaño desordenado. Al verlo, sonrió, pero sus ojos tenían un brillo calculador. “El novato de cabello blanco,” dijo, cruzando los brazos. “Ese mapa que encontraste es un problema grande, Shisaki. Los goblins no se organizan así sin razón. Ese asentamiento cerca de Crestalba podría ser un nido. Si no lo limpias, los ataques al camino entre Fortebruma y Valverde se pondrán peores.”

Shisaki, aún tímido, sacó el mapa de cuero. “La nota de Kenshin mencionaba un asentamiento en el bosque,” dijo, su voz baja pero firme. “¿Quién es Kenshin?” Jake frunció el ceño, su expresión oscureciéndose por un instante. “Un cazador solitario que aparece y desaparece. Sabe de monstruos, pero no confíes en él. Concéntrate en los goblins. Limpia esa cueva, y el gremio te pagará bien. Y quién sabe, quizás encuentres algo valioso.” Jake le dio una palmada en el hombro, más fuerte de lo necesario. “No vayas solo si quieres volver entero.”

Shisaki, sintiendo el peso de la misión, salió de Fortebruma al amanecer. La niebla matutina envolvía el camino hacia Crestalba, un sendero angosto flanqueado por árboles retorcidos y rocas cubiertas de musgo. El aire era húmedo, con un olor a tierra y hojas podridas que le recordaba la cueva anterior. Su espada rozaba su pierna con cada paso, y su mente de gamer analizaba la situación: “Un asentamiento grande significa más enemigos, tal vez un jefe. Necesito un plan.” Recordó los RPGs donde las mazmorras profundas escondían trampas y recompensas épicas. El Gran Sabio habló: “La cueva está al este de Crestalba, donde el bosque se vuelve más oscuro. Usa tu agilidad, Shisaki. Los goblins no te darán tregua.”

Tras varias horas, divisó Crestalba, una aldea más pequeña que Fortebruma, con casas de piedra y un aire tranquilo, casi adormilado. Los aldeanos, ocupados con sus tareas, apenas lo miraron, pero su cabello blanco y su camisa roja atraían algunas miradas curiosas. No se detuvo, siguiendo el mapa hacia el bosque al este. La vegetación se volvió densa, los árboles bloqueando el sol hasta que el camino era apenas una sombra. El silencio era inquietante, roto solo por el crujido de sus botas. Entonces, lo olió: el hedor fétido de los goblins, más intenso que antes. Siguiendo las marcas del mapa, encontró la entrada a una cueva, oculta tras rocas y enredaderas. Huellas frescas y un cuchillo oxidado en el suelo confirmaban que los goblins estaban cerca.

Shisaki encendió una antorcha comprada en Fortebruma, y la luz reveló una cueva más grande que la anterior, con pasajes que se ramificaban en la oscuridad. Las paredes estaban cubiertas de marcas de garras y dibujos toscos de criaturas con colmillos. El aire era pesado, y cada paso resonaba como un tambor. Su corazón latía rápido, pero su entrenamiento de kendo lo mantenía enfocado. De repente, un chillido agudo rompió el silencio, seguido de risas guturales. Goblins, más numerosos que en la cueva anterior, emergieron de las sombras. Sus ojos brillaban como brasas, y llevaban garrotes, dagas oxidadas y lanzas improvisadas. Eran al menos veinte, moviéndose en un caos organizado.

Shisaki adoptó una postura de kendo, la espada lista. Los goblins atacaron en oleadas, sus movimientos rápidos y descoordinados. Esquivó un garrote, el aire silbando cerca de su rostro, y respondió con un corte que derribó al primero. La adrenalina lo inundó, sus reflejos de gamer y espadachín fusionándose. Giró, bloqueó una daga y atacó, su hoja cortando con precisión. Pero los goblins eran abrumadores. Uno lo embistió, tirándolo al suelo. La antorcha cayó, parpadeando en la penumbra. Rodó para evitar una lanza y se levantó, su camisa roja rasgada en el hombro. El dolor lo hizo gruñir, pero también lo encendió. Recordó los combos de sus juegos favoritos y desató una ráfaga de cortes, derribando goblins con cada golpe.

En el corazón de la cueva, encontró un goblin más grande, un líder con una armadura improvisada de cuero y huesos. Llevaba un hacha oxidada, y sus ojos ardían con inteligencia. “¡Humano!” rugió, en un idioma que Shisaki entendía perfectamente. “¡Este es nuestro hogar!” Shisaki, jadeando, apretó su espada. “No quiero pelear,” dijo, su voz temblando, “pero no dejaré que ataquen el camino.” El goblin rió y cargó, su hacha cortando el aire.

La batalla fue brutal. El hacha del líder era pesada, cada golpe sacudiendo los brazos de Shisaki. Pero su agilidad, perfeccionada por años de kendo, lo mantuvo un paso adelante. Esquivó, giró y contraatacó, su espada encontrando huecos en la armadura del goblin. Un corte preciso al cuello derribó al líder, su cuerpo cayendo con un estruendo. Los goblins restantes huyeron, chillando, hacia los túneles más profundos.

Shisaki, exhausto, se apoyó contra la pared, su camisa roja empapada de sudor y sangre. Revisó la cueva y encontró un cofre de madera reforzado con hierro, escondido tras un montón de huesos. Dentro había monedas de cobre, dagas gastadas y, en el fondo, una empuñadura de espada antigua. Era de metal oscuro, con grabados que brillaban débilmente, como si estuvieran vivos. Al tocarla, sintió un cosquilleo, como si el objeto estuviera conectado a algo mayor. El Gran Sabio habló: “Esa empuñadura pertenece a un arma mítica, fragmentada por los dioses. Guárdala. Su poder se revelará con el tiempo.”

Shisaki guardó la empuñadura, su mente girando con preguntas. ¿Un arma mítica? ¿Estaba esto relacionado con los portales de las notas? Regresó a Fortebruma al anochecer, el cielo salpicado de estrellas. En el gremio, Jake examinó el colmillo del líder goblin y la empuñadura, sus ojos entrecerrándose. “Esto es... raro,” dijo, su tono más serio. “Buen trabajo, Shisaki. Pero esa empuñadura... mantenla escondida. Hay quienes matarían por algo así.” Le dio una bolsa de monedas y una palmada en la espalda. “Descansa. Esto no termina aquí.”

En la posada, Shisaki revisó la empuñadura bajo la luz de una vela. Los grabados parecían moverse, y el Gran Sabio susurró: “Estás en el camino correcto, pero el bosque guarda más secretos. Prepárate, Shisaki.” Él, exhausto pero intrigado, sintió que este mundo lo estaba moldeando. Con la espada al lado y la empuñadura en su bolsa, cerró los ojos, listo para el próximo desafío.

More Chapters