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Chapter 3 - Capítulo 3: La Primera Misión y el Rugido del Bosque

El amanecer en Fortebruma pintaba el cielo de una rosa suave, con los primeros rayos de sol colándose entre las grietas de las persianas de madera de la posada. Shisaki se despertó con el crujido de la cama de paja, su cuerpo aún adaptándose al peso de este mundo nuevo. Su camisa roja de lino estaba arrugada tras la noche, y sus pantalones marrón claro tenían manchas de tierra del bosque. Tocó su cabello blanco, desaliñado como siempre, y sintió una punzada de nostalgia por su apartamento en Osaka, con su monitor y sus juegos. Pero la espada de una mano, apoyada contra la pared, le recordó que no estaba en un juego. El peso del acero, el olor a heno y el murmullo de los aldeanos afuera eran reales, demasiado reales.

Se levantó, ajustando la espada al cinto que el herrero le había dado. Las dos notas seguían en su bolsillo: la primera, de un tal Kenshin, publicidad sobre duendes en el camino entre Fortebruma y Valverde, con un asentamiento oculto en el bosque; la segunda, un acertijo poético, insinuaba un pasado misterioso del herrero. Shisaki, con su mente de jugador, las veía como misiones secundarias, pero la falta de una interfaz lo desconcertaba. "¿Cómo sé cuál es la misión principal?" Murmuró, frunciendo el ceño. El Gran Sabio, la voz enigmática que lo guiaba, habló en su mente: "Regresa con Jake en el gremio. Los goblins son tu primera prueba. Prepárate, pues el bosque no perdona a los descuidados".

Shisaki salió de la posada, el aire fresco de la mañana llenando sus pulmones. Fortebruma bullía con actividad: los mercaderes abrían sus puestos, ofreciendo hierbas que olían a menta y cristales que brillaban con un resplandor extraño; un grupo de niños jugaba con espadas de madera, imitando a los aventureros; y una anciana, sentada en un banco, tejía mientras canturreaba sobre los dioses de Lands of Adventure. Shisaki, tímido, evitó las miradas de los aldeanos, aunque su cabello blanco y su camisa roja lo hacían destacar como un faro. Su instinto de jugador lo empujó a explorar, pero la advertencia del Gran Sabio sobre los duendes lo mantenía alerta.

El gremio de aventureros era un edificio robusto en el centro de la plaza, con un cartel de madera que mostraba un escudo cruzado por dos espadas. Dentro, el aire olía a cuero y cera de vela. Jake, el líder del gremio, estaba inclinado sobre un mapa, su cabello castaño cayendo sobre su frente mientras marcaba algo con un dedo. Al ver a Shisaki, sonó, pero sus ojos tenían un brillo calculador. "Vaya, el novato de cabello blanco. ¿Listo para ganarte un lugar aquí?" dijo, apoyándose en la mesa. Shisaki, nervioso, asentado. "El herrero me dio una espada. Quiero ayudar."

Jake río, una risa profunda que resonó en la sala. "Eso es lo que me gusta escuchar. Hay un problema en el bosque, al norte del camino hacia Valverde. Goblins. Una manada ha estado atacando viajeros, y creemos que tienen un asentamiento escondido. Si quieres ser parte del gremio, limpia esa zona. Pero cuidado, chico, los goblins no son como los monstruos de tus cuentos." Shisaki, grabando la "Nota 1" de Kenshin, sintió un escalofrío. "¿Goblins? ¿Como los de los juegos?" preguntó, su voz baja.

Jake alzó una ceja. "¿Juegos? No sé de qué hablas, pero estos goblins son astutos. Pequeños, pero atacan en grupo. Usa esa espada con cuidado." Le entregó un mapa rudimentario, señalando un punto en el bosque. "Vuelve vivo, Shisaki. Y tráeme pruebas de que hiciste el trabajo: un colmillo o algo por el estilo." Shisaki ascendió, guardando el mapa. Su corazón latía rápido, una mezcla de emoción y nerviosismo. Como jugador, se había enfrentado a hordas de enemigos virtuales, pero esto era diferente. No había botón de reinicio.

Salió del pueblo por el camino norte, el bosque cerrándose a su alrededor como un abrazo verde. Los árboles eran más densos aquí, sus ramas formando un dosel que bloqueaba parte del sol. El aire era húmedo, con un olor a tierra y hojas podridas. Shisaki, con su espada desenvainada, avanzaba con cautela, sus ojos agudizados por las horas de kendo y su experiencia en juegos. Cada crujido lo hacía girar, esperando un ataque. El Gran Sabio habló: "Mantén los pies ligeros, el brazo firme. Los duendes son rápidos, pero tú lo eres más".

Tras una hora de caminata, encontró el lugar descrito en la nota de Kenshin: un claro donde el camino se estrechaba, con frescas huellas en la tierra y ramas rotas. Un olor fétido flotaba en el aire, como carne rancia. Shisaki se agachó, examinando las huellas. Eran pequeñas, con garras marcadas. "Goblins", susurró, su pulso acelerándose. Siguió las huellas hacia el bosque, adentrándose en una zona donde los árboles eran más oscuros, las sombras más largas. Allí, escondido entre zarzas, encontró la entrada a una cueva, apenas visible bajo un montón de enredaderas.

Antes de entrar, revisó su espada. El filo era simple, pero afilado. Recordó sus entrenamientos de kendo, los movimientos fluidos que había practicado durante años. "Puedo con esto", se dijo, aunque su timidez lo hacía dudar. El Gran Sabio susurró: "Confía en tus instintos. Eres un prodigio con la espada, incluso si aún no lo sabes". Shisaki frunció el ceño, preguntándose cómo la voz sabía tanto de él, pero no había tiempo para preguntas.

La cueva era oscura, con un olor a humedad y podredumbre que le revolvió el estómago. Encendió una antorcha que había comprado en el mercado, y la luz reveló paredes de piedra cubiertas de musgo y restos de huesos esparcidos por el suelo. Avanzó, sus botas resonando en el silencio. De repente, un chillido agudo rompió la quietud, seguido de risas guturales. Duendes. Sus ojos brillaban en la penumbra, pequeños pero feroces, con piel verde y colmillos afilados. Llevaban garrotes y dagas oxidadas, y eran al menos una docena.

Shisaki, con el corazón en la garganta, adoptó una postura de kendo, la espada lista. Los duendes atacaron en grupo, sus movimientos rápidos y descoordinados. Él esquivó un garrote, sintiendo el aire silbar cerca de su rostro, y respondió con un corte que derribó al primer duende. La adrenalina lo inundó, sus reflejos de gamer y espadachín fusionándose. Giró, bloqueó una daga con el filo de su espada y atacó, su hoja cortando el aire con precisión. Los duendes chillaban, pero no retrocedían, sus números abrumándolo.

Un garrote lo golpea en el brazo, arrancándole un grito. El dolor era real, un recordatorio de que no estaba en un juego. Furioso, desató un combo que había practicado en su mente mil veces, basado en los juegos de acción que amaba. Su espada danzó, cortando a tres duendes en rápida sucesión. La cueva se llenó de chillidos y el sonido del metal contra la carne. Shisaki, jadeando, esquivó un ataque final y decapitó al último duende, su cuerpo cayendo con un golpe sordo.

El silencio volvió, roto solo por su respiración agitada. La antorcha parpadeaba, iluminando los cuerpos de los duendes. Shisaki, temblando, reconoció un colmillo como prueba, su brazo dolorido pero funcional. Revisó la cueva y encontró un cofre pequeño, lleno de monedas de cobre y un amuleto que brillaba débilmente. "Botín", pensó, sonriendo a pesar del cansancio. Pero también encontré un mapa garabateado en un trozo de cuero, marcando un asentamiento más grande en el bosque. La nota de Kenshin tenía razón: esto era solo el comienzo.

De vuelta en Fortebruma, el sol ya se había puesto, y las antorchas iluminaban la plaza. Jake, esperando en el gremio, alzó una ceja al ver a Shisaki, cubierto de tierra y sangre seca. "Vaya, sobreviviste", dijo, tomando el colmillo. "No está mal, novato. Eres oficial ahora. Pero ese mapa... muéstramelo." Shisaki le entregó el mapa y Jake frunció el ceño. "Un asentamiento goblin más grande. Esto es serio. Descansa, Shisaki. Mañana hablaremos."

Shisaki, exhausto, regresó a la posada. Sentado en su cama, revisó las notas otra vez. La amenaza de los goblins, el pasado del herrero, los portales mencionados en la "Nota 2"... todo parecía conectado. El Gran Sabio habló: "Has dado el primer paso, pero el bosque guarda más secretos. Prepárate, Shisaki". Él ascendió, mirando su espada. El dolor en su brazo, el peso del colmillo en su bolsillo, la emoción de la batalla... todo le recordaba que este mundo era su nueva realidad. Y, como jugador, estaba listo para el siguiente nivel.

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