El cielo nocturno se abrió con un trueno que no pertenecía a este mundo.
Una estrella cayó... pero no estaba hecho de fuego. Era una luz viva, ardiente, densa, cargada de juicio. Su camino atravesó continentes, océanos, ciudades dormidas y campos abandonados. Y cuando finalmente golpeó, no fue en un desierto o en una gran capital, sino en las afueras de un pequeño pueblo olvidado por los mapas y por Dios, o eso creían sus habitantes.
La tierra tembló.
El cráter estaba sellado entre árboles destrozados y roca fundida. Una nube de polvo se elevó hacia los cielos como una respiración contenida. No hubo incendio, ni explosión nuclear. Solo silencio que se tragó todo... y una sensación de presencia.
Los animales huyeron. Las luces parpadearon en la ciudad cercana. Y los pocos humanos que se asomaron afuera sintieron un escalofrío que les raspó el alma.
Dentro del cráter, arrodillado sobre la piedra ardiente, estaba allí.
Karlriel.
Su armadura, ennegrecida por el paso entre mundos, pulsaba con luz a través de las grietas. Sus alas estaban plegadas, pero aún vibraban con energía pura. Su espada, Solatrium, todavía dormía sobre su espalda, sellada por sigilos divinos. Tenía los ojos cerrados. Su respiración, tranquila. Pero dentro de él... una tormenta de emociones.
La gravedad se sentía extraña. El aire era espeso y envenenado. El sonido... insoportablemente ruidoso. Pero lo peor era el dolor humano que lo rodeaba. Sufrimiento colectivo. Miedo persistente. Desesperanza.
Se puso en pie.
Sus pasos tocaron la tierra como si la bendijeran. Pero la tierra, al contacto, lloró. Porque no reconoció en él a ningún hombre... pero el juicio se hizo carne.
—La herida es más profunda de lo que imaginaba —murmuró, con voz baja y solemne—. "La Segunda Tierra no solo ha enviado monstruos... ha dejado cicatrices".
Desde el bosque sombrío, las figuras observaban.
No eran humanos.
Cuerpos fragmentados. Múltiples ojos. Bocas donde no debería estar. Respiración: ansiosa, errática. Criaturas interdimensionales. Cazadores. Atraído por el poder que acababa de caer de los cielos.
Y saltaron.
El primer ataque fue rápido, casi invisible. La criatura chilló con una lengua que no debería existir. Karlriel apenas se movió. Solo inclinó la cabeza. Y cuando la garra se acercó a su rostro, levantó la mano... y lo detuvo con dos dedos.
"No sabes lo que eres", dijo con compasión. "Y sin embargo, eliges la destrucción".
Sus dedos brillaban. La criatura se disolvió en polvo celestial, sin un grito, sin resistencia.
Los demás dudaron... Pero ya era demasiado tarde.
Karlriel abrió los ojos.
Dos orbes de fuego puro iluminaron su rostro. Extendió sus alas por primera vez desde su descenso. Cada pluma era una hoja para dormir. Su energía se desató como un rugido silencioso. Y en ese instante... comenzó la batalla.
Tres... Cinco... ocho monstruos saltaron a la vez. Se movió como un susurro entre ellos. No hubo crueldad, ni violencia innecesaria. Solo justicia. Cada golpe era una oración. Cada parpadeo, un acto de redención o juicio.
Al final, se quedó solo... en silencio una vez más.
Pero sabía que no era el final.
Fue meramente... un respiro.
[Narrador] Las bestias menores habían caído. Pero la grieta permaneció abierta. Y algo mucho peor se arrastró desde el otro lado... avistaje... espera.
And Karlriel, the world's protector, would soon face not just monsters……but the hearts of men.