Enero de 2017.
Yeimz acababa de terminar su cuarto año de secundaria. Durante las vacaciones, había estado teniendo sueños recurrentes con una joven de cabello blanco. Siempre la veía de espaldas, pero le transmitía tranquilidad. En esta ocasión, en su sueño, la joven, con tono dulce, habló:
—Despierta.
Los ojos de Yeimz se abrieron de golpe, mientras se incorporaba en su cama.
—¿Quién es ella? ¿Por qué aparece siempre en mi cabeza?
“Será que esa figura ha surgido como un mecanismo de defensa, algo que mi mente ha creado para no sentirse solo”. Se mostró intrigado.
—Es como tener una amiga imaginaria… —dijo en voz baja, esbozando una sonrisa nerviosa—. Espero que no sea esquizofrenia.
De repente, Akita comenzó a ladrar insistentemente, dirigiéndose hacia la ventana. Su ladrido no era de alarma, sino algo entre inquietud y emoción.
—¿Qué te pasa, Akita? —preguntó Yeimz mientras se acercaba a la ventana.
Al mirar hacia afuera, quedó boquiabierto. Una joven de cabello azul descendía con sorprendente facilidad desde el techo de una residencia de tres pisos. Llevaba un collar que parecía resplandecer en la oscuridad.
—¿Qué demonios…? —susurró, incapaz de apartar la vista de ella.
Sin embargo, no fue su habilidad lo que más lo sorprendió, sino la sensación que le provocó. Algo en ella le resultaba extraordinariamente bello y, al mismo tiempo, familiar. Una extraña nostalgia se apoderó de él.
Mientras la observaba desaparecer en la distancia, una idea cruzó por su mente.
—Supongo que… no me vendría mal dar un paseo.
Él decidió salir a altas horas de la noche. Su objetivo era claro: verla nuevamente. Mientras caminaba por las calles, Yeimz notó algo que le puso en alerta: varios agentes policiales patrullaban el centro y los alrededores de la ciudad.
—Debe ser por los extraterrestres… —se ajustó la chaqueta.
Al pasar por una calle cercana al colegio donde estudiaba, un escalofrío recorrió su espalda. El lugar estaba silencioso, y no pudo evitar temer que podría encontrarse con asaltantes… o algo peor. Ese lugar le trajo recuerdos. En su mente, el pasado comenzó a reproducirse: la primera vez que conoció a Bruno.
Agosto de 2016.
Era su primer día de clases en la metrópolis. Los típicos acosadores escolares no tardaron en aparecer, pero Bruno, con una actitud despreocupada, intervino.
—¿No tienen algo mejor que hacer? —les dijo antes de golpearlos.
Ese acto ya era suficiente para ganarse su gratitud, pero lo que Yeimz nunca olvidaría ocurrió esa misma noche. Mientras regresaba a casa después de la escuela, unos delincuentes lo interceptaron en una calle poco iluminada.
—Dame todo lo que tengas —exigió uno de ellos, sacando una pistola.
Yeimz estaba paralizado. Sus piernas temblaban y no podía reaccionar. Pero, antes de que los asaltantes lograran su cometido, una voz conocida irrumpió.
—¡Hey! ¿Por qué no intentan conmigo?
Sin dudar, Bruno golpeó a uno de los asaltantes con un palo, derribándolo al instante. El otro, furioso, lo enfrentó con la pistola, pero Bruno no retrocedió. Ambos comenzaron a forcejear, y en el proceso, cayeron al suelo.
—¡No lo conseguirás! —exclamó Bruno, agarrando un puñado de tierra del suelo y arrojándola directamente a los ojos del atacante.
Notando que el otro delincuente comenzaba a levantarse, buscando la pistola que había soltado. Bruno se giró hacia Yeimz, que seguía inmóvil por el miedo.
—¡Vamos, estúpido! ¡Corre! —Bruno le sujetó el brazo con fuerza.
Sin mirar atrás, ambos escaparon juntos lo más rápido posible, dejando atrás a los asaltantes. Esa noche Yeimz conoció a su mejor amigo.
7 de Septiembre de 2016.
Un mes después de aquel incidente, el cumpleaños de Yeimz llegó.
—Ella es Claire. Somos amigos desde que éramos unos mocosos. Siempre me soporta —presentó Bruno, con una sonrisa relajada.
Desde ese día, los tres se volvieron inseparables, apoyándose y protegiéndose.
En más de una ocasión, Yeimz y Bruno entablaban una conversación pervertida.
—¡Ambos son unos idiotas! ¡No hablen de esas cosas en mi delante! —protestaba Claire irritada, aunque el rubor en sus mejillas la delataba.
Actualidad – Enero de 2017.
—Me alegra tanto haberlos conocido… —dijo Yeimz en voz baja.
De pronto, se obligó a despabilarse. Estaba arriesgándose demasiado.
Él continuó caminando por las calles, con el corazón acelerado. Mientras buscaba, se detuvo al ver a un grupo de sujetos alcoholizados en una esquina.
—Disculpen… —dio a notar nerviosismo—. ¿Han visto pasar a una chica? Su cabello es largo y su tono es… un azul muy peculiar.
Los hombres se miraron entre sí y uno de ellos señaló hacia una dirección.
—¡Se los agradezco mucho!
Las calles se volvieron más solitarias y oscuras conforme avanzaba.
—¿Fue una buena idea confiar en esos señores?
A pesar de su creciente temor, no se detuvo.
—Confiar en desconocidos a altas horas de la noche. Solo a mí se me ocurre…
Llegando a un parque, se dejó caer en una de banca y miró hacia las estrellas.
—Quizá todo fue producto de mi imaginación…
Un sonido leve llamó su atención. Giró la cabeza y la vio. Era ella.
Lythoria estaba de pie en medio del parque, sosteniendo un refresco.
—Es… realmente hermosa… —susurró, sin apartar los ojos de ella.
Decidido, se levantó y comenzó a seguirla con cautela. Sin embargo, al girar en una esquina, se detuvo en seco. Ella había desaparecido.
—¿Eh? ¿Dónde…? —miró a su alrededor.
Antes de que pudiera procesarlo, sintió una presencia detrás de él. Al voltear, se encontró con Lythoria, quien lo miraba fijamente con una expresión incómoda.
—¿Qué pretendes al seguirme? —preguntó ella directamente, con seriedad.
Yeimz abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Su mente estaba en blanco.
—Y-Yo… esto… —su rostro se teñía de rojo.
Lythoria lo miró intrigada por un momento, antes de soltar una carcajada.
—¡Eres gracioso! ¿Acaso eres un pervertido que intenta acosarme porque me ve sola a altas horas? —posicionó sus manos a su cintura.
—¡N-no es eso! —gesticuló Yeimz torpemente.
Esto hizo que Lythoria riera aún más.
—Deberías ver tu cara. Es demasiado divertida.
La risa de Lythoria se calmó, y su expresión cambió a una más seria.
—Escucha, no es seguro andar solo por la noche. Podrían aparecer esos seres peligrosos. Deberías regresar a casa ya mismo.
Yeimz, todavía ruborizado, intentó recuperar la compostura.
—Tú también deberías hacerlo. No es peligroso solo para mí.
Por un instante, Lythoria sonrió cálidamente, aunque Yeimz no se dio cuenta.
—No te preocupes por mí. Vivo cerca.
Con esas palabras, Lythoria se giró y comenzó a caminar nuevamente, dejando a Yeimz detrás, quien todavía procesaba lo ocurrido.
Él, aún intrigado, se animó a preguntarle.
—Oye… —dijo, llamando la atención de Lythoria. —¿Cómo lograste descender de una edificación de tres plantas sin ningún problema?
La pregunta hizo que Lythoria se detuviera, sintiendo un ligero nerviosismo.
—Así que me viste… —se volvió hacia él con una expresión seria.
Ante la falta de una excusa convincente, Lythoria suspiró.
“Supongo que no tiene sentido mentir. Además me inspira confianza”.
—Está bien, te lo diré. Soy… uno de esos seres a los que ustedes temen.
Sus palabras cayeron como una losa. Yeimz la miró con los ojos bien abiertos, pero Lythoria no le dio tiempo para reaccionar.
—Y ahora que lo sabes… ¿qué piensas hacer? —ella se irguió mientras lo miraba fijamente—. ¿Vas a pedir ayuda o simplemente huirás?
Yeimz se quedó en silencio unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar. Finalmente, sacudió la cabeza con calma.
—No voy a hacer ninguna de las dos cosas.
—¿Eh? —Lythoria arqueó sus cejas, confundida por su respuesta.
—No veo razón para huir ni para pedir ayuda —dijo Yeimz, con una tranquilidad sorprendente—. No me pareces peligrosa.
—¿Y eso por qué? —Lythoria se mostró desconcertada.
—No opino de alguien sin antes conocerlo. Además, si realmente quisieras dañarme, ya lo habrías hecho —él respondió con seguridad.
Las palabras de Yeimz la dejaron atónita. Por un instante, su rostro mostró una mezcla de sorpresa y algo más… Felicidad. No estaba segura de por qué, pero se sintió extrañamente aliviada al saber que él no la temía.
—Eres más interesante de lo que pensaba —ella sonrió levemente.
Yeimz se ruborizó ligeramente, pero no apartó la mirada.
—Gracias... Pero la próxima vez, si piensas espiar, al menos intenta ser más discreto —Lythoria esbozó una sonrisa provocadora.
Mientras ella se alejaba, Yeimz, todavía nervioso, no pudo evitar gritarle:
—¡Oye! No estaba espiándote… ¡y tampoco soy un pervertido!
Su voz resonó en la noche, aunque en el fondo sabía que sí lo era.
Lythoria, al escucharlo, se giró lentamente con una sonrisa divertida en el rostro.
—Eres realmente gracioso, ¿lo sabías? —ella lo miró con una expresión divertida y seductora—. Por cierto, mi nombre es Lythoria.
Yeimz, tomando aire para calmarse, respondió con tono firme:
—¡El mío es Yeimz!
Lythoria sonrió con suavidad antes de perderse entre las sombras. Yeimz se quedó allí por unos segundos antes de comenzar su propio camino de regreso a casa. Mientras caminaba, una gran sonrisa iluminaba su rostro.
—Hablé con ella… —susurró para sí mismo, sin poder contener la emoción.
Sin embargo, esa tranquilidad duró poco. De repente, notó algo extraño: pasos detrás de él. Al mirar de reojo, vio a varias figuras encapuchadas siguiéndolo.
—No puede ser… —su sonrisa desapareció de inmediato.
Sin pensarlo dos veces, comenzó a correr. Sus pasos resonaban en las calles solitarias mientras intentaba alejarse de sus perseguidores.
Desde una azotea cercana, Lythoria lo observaba con atención.
—¿Qué está haciendo ahora…? —se preguntó antes de seguirlo.
No tardó en notar las figuras que lo seguían, y su expresión se endureció. Un conflicto interno surgió en ella. Las reglas eran claras: los de su especie no debían involucrarse en los problemas de los humanos. Era una norma que había aprendido desde pequeña y que siempre había cumplido.
—No es asunto mío… —murmuró, intentando convencerse.
Sin embargo, algo en ese chico la hacía dudar. Había algo en Yeimz que no podía ignorar. Por primera vez, esa norma parecía no importar tanto.
“Debo protegerlo”. Se mostró preocupada.
Con esa determinación, Lythoria saltó de la azotea, lista para intervenir. Por su parte, Yeimz había corrido tanto que finalmente los perdió. Se detuvo, apoyándose en sus rodillas mientras recuperaba el aliento.
—Menos mal que mis piernas se han vuelto más rápidas… —sonrió aliviado y jadeante—. Aunque… nunca gane una carrera. Es mi primera vez.
Pero su sonrisa desapareció rápidamente.
—Una vez más… huí…
Miró al cielo nocturno y dejó escapar un suspiro.
—Soy tan débil que no puedo defenderme solo…
***
Lythoria permanecía de pie en un callejón, con las manos cubiertas de sangre. A su alrededor, los extraños sujetos yacían en el suelo, agonizantes.
—Debería eliminarlos… —murmuró, con una frialdad aparente en su tono.
Sabía quiénes eran, los miembros de esa organización, los responsables de tantos problemas producidos en ambas razas. Sin embargo, al mirar sus manos teñidas de sangre, su expresión se torció en frustración.
“No he cambiado nada… desde aquella vez”.
—Quizá la palabra “monstruo” con la que los humanos suelen usar para referirse a los de mi especie, no sea errónea. Tal vez tengan razón. Por más que intento ser diferente, siempre termino manchándome con la sangre de los humanos.
***
La luz del sol se filtraba por las cortinas cuando Lythoria abrió lentamente los ojos. Unas lágrimas resbalaban por sus mejillas.
—Otra vez soñé con él…
Se llevó una mano al rostro para limpiarlas, pero una leve sonrisa apareció al recordar lo que había sucedido la noche anterior.
—Yeimz… —una sensación cálida recorrió su pecho.
Había algo en ese chico que le resultaba familiar. Algo que no podía ignorar.
“¿Será posible…?”.
La idea de que Yeimz pudiera estar relacionado con su amigo de la infancia cruzó por su mente. No estaba segura, pero era suficiente para hacerla sonreír.
—Fue fácil reír con él, como si nos conociéramos desde hace años…
Lythoria se levantó de la cama, su ánimo más ligero de lo habitual. Mientras ordenaba sus pensamientos, Lythoria recordó algo que había estado guardando en su memoria desde mediados del año pasado. Fue el día en que vio a Yeimz ingresar al colegio. Una profunda nostalgia la invadió.
Desde entonces, aunque estaban en aulas diferentes, no podía evitar observarlo de vez en cuando. Se convirtió en testigo silenciosa de cómo Bruno lo ayudó aquella noche con los asaltantes y de cómo se formó esa amistad.
—Su forma de bromear, sus reacciones… incluso cómo se comporta… casi todo… —una leve sonrisa asomaba en sus labios.
Cada gesto de Yeimz le recordaba a alguien muy especial de su infancia, y por eso él había captado tanto su atención. Con el tiempo, al observarlo más, notó el esfuerzo constante que Yeimz ponía en todo lo que hacía. Era bueno en los estudios, pero no tenía la misma suerte en los deportes, su punto débil.
Yeimz parecía haberse integrado únicamente con Bruno y Claire, formando un grupo pequeño pero inseparable. El resto de los estudiantes tenían intereses diferentes, lo que los llevaba a ser excluidos y, en ocasiones, molestados. Lythoria solía sentirse incómoda al notar cuando otros intentaban fastidiarlos. Sin embargo, admiraba cómo los tres se apoyaban mutuamente.
Por su parte, Lythoria era muy diferente. En el colegio, era popular y destacaba en todo lo que hacía. A pesar de eso, siempre prefería mantenerse al margen de la vida de los demás, mostrando únicamente una actitud formal.
Cuando el cuarto año terminó y comenzaron las vacaciones, Lythoria comenzó a extrañarlo, aunque nunca había interactuado con él. Era un sentimiento que solo había experimentado con una persona antes, y la idea la inquietaba.
De repente, se despabiló.
—¿Podría ser… él?
Esa posibilidad la llevó a buscarlo. Quería confirmar si su intuición era cierta. Fue ese impulso lo que la llevó al encuentro de la noche anterior. Lythoria llegó al departamento de Yeimz. Una sensación desconcertante la invadía.
—¿Por qué estoy aquí…? Quizá me estoy dejando llevar demasiado.
Pensando eso, decidió dar media vuelta y marcharse. Sin embargo, antes de que pudiera alejarse, el ladrido de Akita rompió el silencio.
Yeimz, al escuchar el sonido, miró por la ventana, a lo que ella bajó rápidamente.
En el presente.
Lythoria, al ver su collar, notó pequeñas manchas de sangre en él. Con un paño limpio, comenzó a limpiarlo mientras hablaba para sí misma.
—Este collar ha hecho mucho por mí… No puedo dejar que se arruine.
Al terminar de limpiarlo, lo observó por un momento más antes de guardarlo.
***
En un lugar oscuro, un sujeto estaba dentro de un capullo adherido a un muro.
Desde las sombras, una voz grave informó.
—Algunos miembros del culto han sido atacados… Están agonizando.
El sujeto en el capullo dejó escapar una risa fría y retumbante.
—¿Y quién fue el responsable? —preguntó con un tono siniestro.
—Una joven de cabello azul —respondió la voz desde las sombras—. Del mismo color que la chica que capturamos hace unos tres años y medio.
El hombre dentro del capullo rio, su entusiasmo evidente.
—Esto se pone interesante… ¿Será ella? —sus pensamientos comenzaron a divagar—. Si lo es… no debería interferir. Fue parte del acuerdo.
—Ya llevo poco más de un año en este estado… Pero pronto podré cumplir mi objetivo. Y si es posible… tener una revancha con quien me dejó así.
Después de un breve momento, dio su siguiente orden.
—Aniquilen a los que fueron atacados. No necesito débiles entre mis filas.
—Como ordene —respondió su subordinado desde las sombras.
El hombre dentro del capullo añadió una última instrucción:
—Averigua el nombre de la chica de cabello azul.