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Chapter 32 - El Primer Acorde

Los rayos del sol entraban por los ventanales del aula, iluminando un ambiente mucho más relajado que semanas atrás. Después del torbellino que había significado el juicio, la vida en Katagiri parecía haber recuperado su ritmo habitual… al menos en apariencia. Para Kenji, cada paso que daba por el pasillo era distinto. Antes, la gente lo miraba con sospecha o curiosidad morbosa; ahora, las miradas eran mezcla de admiración, respeto y un toque de chisme sano.

—¡Kenji, firme aquí, por favor! —exclamó un chico, extendiendo una libreta como si estuviera frente a una celebridad.

Kenji parpadeó, algo desconcertado, mientras escuchaba el clic de varias cámaras desde los extremos del pasillo. Marin, por supuesto, apareció de la nada con su celular en modo grabación, girando sobre sí misma como si presentara un programa de TV.

—¡Gente, aquí lo tienen, el héroe de Katagiri! ¡El rompecorazones, el salvador, el chico que humilló a un magnate y salió oliendo a rosas! ¡KENJI HORI! —anunció con una energía digna de una animadora profesional.

Kenji se llevó una mano al rostro, suspirando con resignación.

—Marin, por favor…

—¿Por favor qué? ¿Que te haga un trending? ¡Demasiado tarde! ¡#KenjiSenpai es tendencia en la prefectura! —respondió ella con un guiño.

Desde atrás, Sawada dejó escapar una risita apenas audible, cruzando los brazos mientras observaba la escena.

—Héroe… Claro. Más bien influencer de emergencia —comentó con sarcasmo, sus ojos fijos en Kenji.

Él sonrió de lado, caminando hacia ella.

—¿Celosa, Sawada? —preguntó con tono provocador.

Ella levantó una ceja, sonriendo con frialdad.

—Por favor. Para que me importes, primero tendrías que aprender a tocar algo más que tu ego.

Kenji rió, genuinamente divertido, y por un segundo, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. Aquella chica siempre sabía cómo encenderlo y retarlo al mismo tiempo.

—Bueno, eso se soluciona… —dijo, acercándose un poco más—. Tenemos ensayo hoy, ¿no?

Sawada apartó la mirada, ocultando un leve sonrojo mientras respondía con indiferencia fingida.

—Solo asegúrate de no desafinar, genio.

El aula de música estaba llena de energía cuando el grupo se reunió por la tarde. Marin había llegado antes que nadie, decorando la sala con luces LED y colocando un cartel enorme que decía: "¡Bienvenidos al inicio oficial de ISHIHORIWA RECORDS!".

Kenji se detuvo en la puerta, observando la escena con una mezcla de incredulidad y diversión.

—¿En serio, Marin? —preguntó, mientras ella posaba dramáticamente frente al cartel.

—¡Por supuesto! Este es nuestro nacimiento como banda seria. ¿O creías que después de todo el drama judicial íbamos a volver a ensayar como si nada? ¡No, no, no! ¡Necesitamos identidad, presencia, marketing! —declaró, alzando un dedo con solemnidad fingida.

—Y outfits —añadió Iura, apareciendo con una bolsa llena de accesorios brillantes—. ¡Traje bufandas, lentes, y hasta una peluca rubia para Kenji! ¡Imagínate, el rubio del poder!

Kenji se llevó la mano a la frente.

—No pienso ponerme eso.

—¡Sí lo harás, porque la estética importa! —replicó Marin, empujándolo suavemente hacia una silla—. Eres la cara de la banda, nuestro frontman, el chico que rompe corazones y contratos ilegales. ¡Es branding puro!

Sakura, que afinaba la guitarra en silencio, soltó una risita contenida. Kenji la miró y, por un instante, la tensión desapareció. Había algo en su sonrisa que calmaba cualquier tormenta.

—¿Tú también estás de acuerdo con esta locura? —preguntó él.

Sakura negó suavemente, aunque sus ojos brillaban con complicidad.

—Creo que… está bien que tengamos ilusión por algo. Después de todo lo que pasó, lo necesitamos.

Kenji sonrió, asintiendo despacio. Esa era Sakura: siempre encontrando la luz incluso en medio del caos.

Los primeros acordes llenaron el aula, rompiendo cualquier rastro de tensión. Kenji tomó el micrófono, su voz profunda y segura resonando en la habitación. Iura, como siempre, exageraba cada movimiento en la batería, mientras Marin intentaba coreografías imposibles con la guitarra colgada al revés. Sakura tocaba con delicadeza, su mirada fija en las cuerdas, y Sawada, sentada en un rincón con el bajo, parecía fingir desinterés… pero sus ojos seguían cada movimiento de Kenji con intensidad.

Después de tres canciones, Marin se dejó caer sobre el suelo con un suspiro teatral.

—¡Esto fue increíble! ¡Estamos destinados al estrellato!

—Estamos destinados a la expulsión si sigues gritando así —murmuró Sawada, rodando los ojos.

Kenji soltó una carcajada y se sentó en el borde de la tarima, secándose el sudor con una toalla. Sakura se acercó, entregándole una botella de agua.

—Cantaste muy bien —dijo con timidez—. Se nota que practicaste.

Kenji la miró, sorprendido por la dulzura en su voz, y sintió un calor extraño subirle al rostro.

—Gracias, Sakura. Significa mucho viniendo de ti.

Hubo un silencio cargado de algo nuevo, un pequeño hilo invisible que los unía… hasta que Marin irrumpió con una idea explosiva.

—¡Sesión de fotos YA! ¡Kenji en el centro, Sawada con mirada asesina, Sakura como musa angelical, e Iura como… bueno, Iura será la mascota oficial!

—¡¿Qué?! —gritó Iura, indignado, mientras Sawada soltaba una carcajada que casi nadie le había escuchado antes.

Cuando la reunión terminó y todos se dispersaron, Kenji decidió quedarse un rato más en el aula vacía. Tomó la guitarra y empezó a tocar un acorde suave, dejando que la melodía llenara el silencio. No sabía por qué, pero cada nota le recordaba las palabras de aquella voz en el sueño.

"El lienzo está listo. La pintura depende de ti."

Cerró los ojos, sintiendo el peso y la promesa en esas palabras. Afuera, el cielo se teñía de naranja, y por primera vez en mucho tiempo, Kenji sintió que no solo estaba viviendo una segunda oportunidad… estaba creando una historia que nadie más podría escribir.

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