A magical judge faces a grueling case, but his true passion awaits him at home. His dragon servant, Lyra, greets him with a seductive mix of devotion and desire. Can Elarion protect her in an unfamiliar world?
In a world where magic and the earthly intertwined in an eternal dance, a man was reborn with a singular purpose: that of a judge. His name was Elarion, and his power lay not in brute force or sorcery, but in the ability to discern the truth and dispense justice in the most intricate cases. His domain extended beyond the boundaries of the magical world, reaching even into the human realm, where those convicted of crimes small and great were brought before him. Each case was a puzzle, a story to be unraveled, and Elarion did so with a precision that bordered on the divine.
The courtroom was an imposing place, with carved marble columns and vaulted ceilings that seemed to touch the heavens. The windows, carved with intricate designs of mythical creatures, let in a golden light that illuminated the dais where Elarion sat. His black robes, embroidered with gold threads, contrasted with his fair skin and silver hair, which fell in soft waves over his shoulders. His intense blue eyes seemed to see beyond words, straight into the hearts of the accused.
That day, the case had been particularly grueling. A thief had stolen not only material goods, but also the hope of an entire family. Elarion had listened to the testimony, analyzed the evidence, and finally issued his sentence. Justice had been served, but the weight of responsibility never left his shoulders. As he left the courtroom, the fresh evening air greeted him like a balm. However, his mind was already elsewhere, on someone waiting for him in his home.
His home was not a palace or a fortress, but a modest tower on the outskirts of the magical city. There, his servant awaited him, a one-of-a-kind creature: a dragon who had chosen human form to be by his side. Her name was Lyra, and her presence was as warm as the fire that flowed in her veins. Her night-black hair cascaded over her shoulders, framing a face that, despite the scar across her left cheek, radiated a wild beauty. Her skin, a deep shade of chocolate brown, glowed in the light from the candles that illuminated the room. Her eyes, red as burning embers, gazed at him with a mixture of devotion and desire.
Elarion entró en la habitación, y Lyra se levantó de inmediato, inclinando la cabeza en señal de respeto. Pero él no era un hombre de formalidades innecesarias. Con un gesto, la hizo levantarse y acercarse. Su polla, ya erecta, se marcaba contra la tela de sus pantalones, y Lyra lo sabía. Sin decir una palabra, se arrodilló frente a él, desabrochando su cinturón con manos hábiles. Su boca, cálida y húmeda, envolvió su miembro con una destreza que solo años de práctica podían otorgar.
Lyra disfrutaba de su tarea, y Elarion lo notaba en la forma en que su lengua trazaba patrones lentos y deliberados, en la manera en que sus labios se ajustaban a él como si hubieran sido hechos para ese propósito. Su boca era un refugio, un lugar donde el mundo exterior desaparecía y solo quedaban el placer y la conexión entre ellos. Mientras ella trabajaba, Elarion cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que recorrían su cuerpo.
Pero Lyra no era una sirvienta común, y su naturaleza dragona siempre encontraba una manera de manifestarse. De repente, un chorro de fuego salió de su boca, envolviendo su polla en un calor intenso que lo hizo gemir de placer. El fuego, controlado y preciso, no quemaba, sino que intensificaba las sensaciones, limpiando y llenando al mismo tiempo. Elarion abrió los ojos, sorprendido pero extasiado, mientras Lyra continuaba su labor, su rostro iluminado por el resplandor de las llamas.
El acto se prolongó durante largos minutos, cada segundo una eternidad de placer. Finalmente, Elarion la tomó del cabello, guiándola hacia arriba hasta que sus labios se encontraron en un beso apasionado. La llevó a la cama, donde la tumbó con suavidad, pero con una urgencia que no podía negar. Su cuerpo, fuerte y ágil, se movió sobre el de ella, sus manos explorando cada curva, cada detalle de su forma.
Lyra lo recibió con entusiasmo, sus piernas abriéndose para él mientras sus manos se aferraban a sus hombros. Elarion entró en ella con un movimiento fluido, su polla llenando su coño húmedo y caliente. Los gemidos de ambos llenaron la habitación, mezclándose con el crepitar de las llamas que aún danzaban en el aire. El ritmo se intensificó, cada embestida más profunda que la anterior, hasta que ambos alcanzaron el clímax en una explosión de placer que los dejó sin aliento.
Cuando todo terminó, Elarion se recostó a su lado, abrazándola con fuerza. Lyra, con una sonrisa satisfecha, acurrucó su cabeza en su pecho, su cabello negro extendiéndose sobre su piel como una manta de seda. Él acarició su pelo, sus dedos enredándose en los mechones suaves mientras reflexionaba sobre el amor y la protección. No podía entender cómo algunos hombres permitían ser cornudos, cómo podían tolerar que otros tocaran a lo que era suyo. Para él, el amor era un pacto sagrado, una promesa de protección y fidelidad.
—Te protegeré siempre —murmuró, su voz ronca por el esfuerzo y la emoción—. En este mundo desconocido, seré tu escudo y tu refugio.
Lyra raised her head, her red eyes shining with tears of gratitude. "Thank you, my lord," she whispered, her voice soft but firm. "You are my everything."
Elarion smiled, kissing her forehead tenderly. "Sleep, my sweet dragon. Tomorrow is another day, and I will be here for you."
They embraced, their bodies intertwined in a silent promise of love and protection. But as sleep claimed them, the room fell silent, leaving the reader to wonder what new challenges and pleasures awaited them at dawn.