Cherreads

Chapter 31 - Capitulo 30: La Noche

*DANIEL*

Después de ordenar la cena, no pude evitar dejar que mi mirada se centrara en Sofía. Sus ojos verdes brillaban con la luz suave del restaurante, y el pequeño rubor que se veía en sus mejillas solo aumentaba lo atractiva que se veía. Era algo que siempre me hacía sonreír, esa naturalidad en ella que me hacía sentir tan cómodo, como si no tuviéramos que decir nada para entendernos.

Decidí que era el momento perfecto para relajarla un poco, así que empecé a hablar de los viejos tiempos de la universidad, cuando todo era más sencillo. Le conté sobre algunas de las travesuras que hacíamos en los pasillos, las noches en las que nos quedábamos hasta tarde en los cafés y las bromas que solíamos hacernos entre todos los que formábamos el grupo. A medida que hablaba, la vi sonreír, y su postura parecía relajarse un poco más. La comida llegó poco después, y comenzamos a disfrutarla mientras continuábamos charlando.

Mientras tomaba un bocado, algo me vino a la mente y decidí mencionarlo.

"Ah, por cierto", dije mientras la miraba, "Anni me llamó hace unos días. Preguntó por todas ustedes. Y también dijo que Mateo extraña los mimos de sus tías."

Sofía soltó una pequeña risa al escuchar eso. Sabía que el pequeño Mateo, aunque solo pasaron un día con él, había encariñado rápido con las chicas. "¿En serio?", dijo entre risas. "Solo fue un día, pero se ve que lo dejamos bien consentido."

"Sí", respondí sonriendo, "él es un buen niño. La verdad es que me sorprendió lo rápido que se adaptó."

Luego, Sofía me miró con curiosidad y me preguntó algo que no esperaba.

"Y, ¿cómo fue que Mateo empezó a llamarte papá? Siendo que en realidad eres su tío, ¿no?"

La pregunta me hizo sonreír. Sabía que en algún momento tendría que explicárselo, así que lo hice con calma.

"Bueno", comencé, "como ya te había contado, cuando era más pequeño, me encargaba mucho de Mateo. Anni tenía bastante trabajo, y yo estaba dispuesto a ayudar. Lo cuidaba, lo alimentaba, y pasaba mucho tiempo con él. Poco a poco, nos fuimos uniendo más, hasta que un día, cuando Anni vino a recogerlo, Mateo simplemente me miró y me llamó papá. La verdad, no me molestó en absoluto. Siempre he sido una figura paternal para él, y de alguna forma, él me veía de esa manera. Es algo natural, como cuando un niño se apega a una figura familiar. A parte, mi padre también es como una figura paternal para él, así que no es algo raro."

Sofía me miró con una expresión pensativa, como si estuviera entendiendo mejor la situación. "Eso tiene sentido", dijo con una pequeña sonrisa. "Es tierno, de hecho. Mateo tiene mucha suerte de tenerte."

"Lo sé", respondí, sonriendo con cariño. "Y yo también tengo suerte de tenerlo. Aunque no lo diga mucho, él es muy importante para mí."

Sofía soltó una risa suave, tapándose la boca para contenerla, pero se notaba que la situación la había hecho pensar en algo divertido.

"Recuerdo como casi me da un infarto a mí y a las chicas cuando aquella mañana, mientras todas dormíamos, escuchamos a Mateo llamarte papá", dijo entre risas, sacudiendo la cabeza. "Pensamos que realmente lo era, y, de repente, nos miramos todas como si estuviéramos a punto de matar a alguien. Nos quedamos congeladas, sin saber si reír o preguntarte directamente por qué no nos habías dicho que tenías un hijo. ¡Estábamos horrorizadas!"

No pude evitar reírme también, recordando esa mañana. Las chicas, aunque no sabían que Mateo era parte de mi vida, no estaban preparadas para oírlo llamar "papá". Al principio, fue un malentendido total, y las chicas pensaron que había algo que no les estaba contando.

"Fue algo gracioso", le dije. "No esperaba que Mateo las viera en mi cama, cuando lo llame y él a mi, se dio cuenta del lío que armó, se puso súper tímido. Y bueno, al final, todo se resolvió."

"¡Menos mal!" Sofía continuó, su tono ahora más relajado. "Aunque, entre nosotras, fue un momento de pánico absoluto. Pero después, cuando todo salió a la luz, nos sentimos mucho más tranquilas. Al final, no era para tanto."

"Sí", respondí con una sonrisa. "Lo bueno es que, después de todo, no hubo ningún mal entendido. Las chicas no me mataron por esconderles ese detalle, y Mateo ya sabe que no es un secreto. De hecho, desde entonces, se siente más cómodo llamándome de esa forma."

Sofía se apoyó en la mesa, sonriendo con ternura mientras me miraba. "Me parece bien que lo hayas manejado tan bien, Dani. Eres muy paciente con él. Eso demuestra lo mucho que te importa."

"Lo hago con gusto", respondí, sintiendo una calidez en mi pecho. "Él también me importa mucho, aunque no lo diga tanto."

La cena avanzó, y el ambiente en el restaurante, con las luces tenues y la música suave, nos rodeaba de una calma que parecía borrar los nervios que aún quedaban entre nosotros. Habíamos charlado durante un buen rato, riendo de anécdotas que compartíamos de nuestra vida en la universidad, las bromas y las historias del trabajo, pero al mismo tiempo había algo más profundo entre nosotros, algo que crecía cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Yo la miraba con atención, observando cada detalle de su rostro, el suave brillo en sus ojos verdes, y cómo se sonrojaba de vez en cuando por alguna de mis palabras.

El camarero vino a revisar si necesitábamos algo más y, tras un breve intercambio de sonrisas, dejé la copa de vino a un lado y me incliné hacia ella, acercándome un poco más. La cercanía me permitió hablar en un tono más bajo, susurrando al oído de Sofía.

"¿Sabes que siempre me ha gustado cómo te ves con este estilo?", murmuré con suavidad, dejando que mis palabras flotaran en el aire. "No solo por lo hermosa que eres, sino por cómo irradias algo que me hace querer estar cerca de ti. A veces, desearía que este momento nunca terminara."

Sofía se estremeció un poco, su respiración algo más rápida, y pude ver cómo sus mejillas se teñían de un tono rojizo, aunque trató de disimularlo mirando hacia otro lado, mordiendo ligeramente su labio inferior. Me sentí fascinado por cómo podía hacerme sentir tan cerca y tan intenso a la vez, cómo cada pequeño gesto suyo me dejaba sin palabras.

Con una sonrisa, me acerqué un poco más y, sin pensarlo demasiado, tomé su mano, suavemente entrelazando mis dedos con los suyos. Mientras lo hacía, me incliné y besé dulcemente el dorso de su mano, dejando un leve roce de mis labios sobre su piel, sintiendo la suavidad de su tacto. Ella me miró con una mezcla de sorpresa y emoción, y su respiración se detuvo un instante, como si no pudiera creer del todo lo que estaba sucediendo.

Al levantar la vista, nuestras miradas se encontraron. Había algo tan sincero, tan profundo, que me sentí completamente vulnerable, pero de una manera extraña, también completamente seguro. Le sonreí con intensidad, viendo cómo sus ojos brillaban, reflejando algo más que simple atracción.

"Te deseo mucho más de lo que imaginas, Sofía", le susurré, mi voz suave pero llena de emoción. "Este momento… contigo, me hace darme cuenta de que quiero compartir muchos más, no solo ahora, sino después de esto, en cualquier momento."

Sofía apretó ligeramente mi mano, como si quisiera confirmar que sentía lo mismo. Sus ojos parecían brillar con algo que no podía nombrar, pero que ambos sabíamos era algo real, algo más allá de la atracción física. La tensión entre nosotros creció, y pude sentir cómo sus nervios se entrelazaban con los míos, como si ambos estuviéramos aguardando algo, sin decirlo abiertamente.

De repente, ella soltó una pequeña risa, casi nerviosa, mientras apartaba la mirada, buscando sus palabras. "Deberíamos regresar pronto, ya es tarde, y tú necesitas descansar", dijo con suavidad, aunque no pudo evitar sonreír al decirlo.

Pero yo no quería que esta noche terminara, no de esta forma. Quería más, mucho más.

"En realidad", le respondí, manteniendo mi tono suave pero seguro, "no quiero que esto termine. Me gustaría quedarme un poco más… si te parece bien, claro. Podemos quedarnos aquí o ir a cualquier otro lugar, lo que tú prefieras. Lo único que quiero es que sea contigo, Sofía."

Las palabras salieron con tanta naturalidad, sin pensarlas demasiado, porque en ese momento no me importaba lo que pudiera suceder después. Solo quería estar con ella, disfrutar de este instante, de este tiempo a solas, sin que nada ni nadie nos interrumpiera.

Sofía me miró un momento, sus ojos reflejaban una mezcla de sentimientos. No parecía haber dudas en su rostro, solo una calma que, por alguna razón, me decía que sentía lo mismo. Finalmente, asintió con una sonrisa tímida pero sincera.

"Yo también quiero quedarme más tiempo contigo", dijo, y me sorprendió la suavidad de su voz, casi como si no quisiera que nada estropeara ese momento perfecto.

Mientras sus palabras flotaban en el aire, no pude evitar sonreír, un poco nervioso, pero también decidido. Quería que este momento fuera solo nuestro, sin preocupaciones ni interrupciones. Nadie más importaba ahora mismo, solo nosotros.

Me incliné un poco hacia ella, mi respiración casi sincronizada con la suya. Sin darle tiempo a pensar más, la besé suavemente, primero en los labios, un beso dulce, como si estuviéramos probando lo que podría ser más de esto, más de nosotros. Sofía reaccionó casi de inmediato, correspondiendo con la misma intensidad, como si las emociones que compartíamos se desbordaran en ese beso.

Cuando nos separamos, sus ojos seguían brillando, pero había algo en su expresión que me hacía sonreír aún más.

"Las chicas me querrán matar de celos cuando se enteren de esto", dijo entre risas, pero su tono revelaba que no estaba preocupada, solo un poco nerviosa, divertida incluso.

"Hoy no tienes que preocuparte por ellas", le respondí, mi voz más baja, más suave, mientras me acercaba nuevamente, tocando ligeramente su mejilla. "Hoy, Sofía, solo tienes que pensar en ti y en mí. Solo por esta noche, ambos podemos ser egoístas y monopolizarnos. No importa nada más."

Las palabras parecían llenar el espacio entre nosotros, haciendo que el ambiente se volviera aún más íntimo. Sofía me miró un momento, como si evaluara mis palabras, y luego asintió lentamente, una sonrisa tímida asomando en su rostro.

"No me importa ser egoísta", dijo, su voz casi un susurro, "solo quiero disfrutar este momento contigo, sin que nada ni nadie nos lo quite."

El beso que compartimos fue más intenso que los anteriores, como si nuestra conexión se hubiera hecho más profunda, más urgente. Sofía se separó lentamente, su respiración algo acelerada, y me miró con una sonrisa traviesa, como si estuviera analizando lo que acababa de suceder.

"Creo que será mejor que nos vayamos", dijo, su tono serio pero con un brillo en los ojos. "Este tipo de cosas no deberían hacerse en público. Mejor vayamos a un lugar más privado."

No pude evitar sonreír ante su atrevimiento. Estaba de acuerdo, este momento merecía ser vivido a solas, sin distracciones. "Ya tengo un lugar preparado para eso", respondí, sintiendo la emoción recorrer mi cuerpo.

Sofía me miró, sorprendida. "¿A dónde vamos?" preguntó con curiosidad, aunque sabía que había algo más en el aire, algo que ella probablemente ya estaba imaginando.

Le guiñé un ojo. "Será una sorpresa", le dije, levantándola con suavidad y la ayudé a caminar hacia el interior del restaurante. En ese instante, supe que esta noche sería especial, mucho más de lo que habíamos planeado.

El restaurante parecía desvanecerse a medida que avanzábamos, hasta que llegamos al elevador, donde subimos en silencio, con las manos entrelazadas. El viaje fue corto, pero el suspenso crecía con cada segundo que pasaba.

Finalmente, el elevador se detuvo y las puertas se abrieron, llevándonos por un pasillo largo y elegante. Cada paso que dábamos parecía acercarnos a un nuevo mundo, uno en el que solo nosotros dos existíamos. El silencio entre nosotros estaba cargado de expectativas, y supe que Sofía sentía lo mismo.

Nos dirigimos a una de las habitaciones, donde había algo preparado con antelación. La habitación estaba adornada con velas suaves, la luz cálida iluminaba el espacio, y la atmósfera era perfecta, pensada para lo que íbamos a vivir. Todo estaba en su lugar: una mesa con vino, pétalos de rosa esparcidos por el suelo, y la cama perfectamente ordenada, como si todo estuviera preparado para este momento, para nosotros.

Al entrar, Sofía se quedó un momento quieta, observando la habitación, claramente sorprendida. "Wow", murmuró, su voz llena de asombro y una ligera sonrisa. "Esto... esto está increíble."

Me acerqué a ella, tomándola de la mano nuevamente, sin apartar la vista de sus ojos. "Quería que todo fuera perfecto", le dije, mi voz más suave, casi un susurro.

"Es perfecto", respondió ella, acercándose más, su rostro iluminado por la luz tenue. "Gracias."

Me incliné hacia ella, acariciando su mejilla con suavidad antes de susurrarle al oído: "Lo mejor está por venir."

En ese momento, supe que habíamos creado algo único, algo que iría más allá de una simple cita.

El aire entre nosotros estaba cargado de una electricidad palpable. No había más palabras necesarias, solo miradas intensas, y mis labios no podían resistir la tentación de acercarse a los suyos una vez más. El beso comenzó suave, exploratorio, pero pronto la necesidad de más se apoderó de nosotros, y cada caricia, cada roce de nuestras lenguas, se volvía más urgente.

Sofía se apartó ligeramente, respirando con dificultad, y me miró a los ojos. "Nunca imaginé que este momento fuera a ser tan... intenso", susurró, su voz temblando de deseo. "Tantas veces te he deseado, y ahora... ahora que estás aquí, cerca, siento que no puedo detenerme."

Mis manos viajaron por su espalda, acariciando su piel desnuda, disfrutando de la suavidad de su cuerpo bajo mis dedos. "Yo también lo he deseado", respondí con voz grave, la necesidad de ser completamente honesto conmigo mismo, con ella, saliendo de mis labios. "Pero teníamos que esperar, ¿no? Teníamos que esperar hasta que todo esto tuviera sentido."

"Ahora tiene todo el sentido del mundo", murmuró, su respiración agitada. "Porque te quiero, Daniel. Siempre te he querido. Y esta noche... quiero que todo lo que hemos guardado se libere, quiero que tú y yo seamos solo nosotros, sin miedos, sin inhibiciones."

Mis manos se movieron más rápidamente, desabrochando los botones de su blusa, deseando más de ella, sin querer pensar en nada más que en el deseo que compartíamos. "No hay vuelta atrás ahora, Sofía", dije, mi voz ronca, cargada de emoción. "Y no quiero que haya vuelta atrás. Quiero sentirte toda, quiero que esta noche sea solo nuestra, sin nada que lo interfiera."

Ella me miró con esos ojos verdes brillando con intensidad. "Entonces, hazlo", dijo, su voz temblando. "Hazlo ahora. Hazme sentir que esto es lo que realmente queríamos todo este tiempo."

Mis manos se movieron con determinación, quitándole la blusa, revelando su piel suave. "Estás increíble", susurré, mis labios recorriendo su cuello, mientras la besaba suavemente, saboreando cada centímetro de su piel. "Siempre lo estuviste, Sofía. Siempre te quise cerca, pero nunca supe cómo... hasta ahora."

"Sólo ahora", murmuró ella, su aliento cálido sobre mi piel. "Sólo ahora me doy cuenta de lo mucho que te he deseado, Daniel."

El calor entre nosotros crecía con cada palabra, con cada gesto, y mi corazón latía con fuerza, deseando que no hubiera límite en ese momento. "Y yo a ti, Sofía. Desde siempre."

Entonces, me incliné hacia ella, mi boca encontrándose con la suya en un beso más profundo, más intenso. Mis manos recorrían su cuerpo con la misma urgencia que sentía en mi pecho, y ella respondía con la misma pasión. No había palabras suficientes, solo susurros y besos, y el deseo de estar más cerca, de no separarnos nunca más.

"Quiero que esta noche sea solo tuya", le susurré contra los labios. "No quiero nada más que tú, solo tú."

Ella me miró, su rostro iluminado por el deseo, y asintió. "Esta noche te pertenezco, Daniel. Solo a ti."

La habitación estaba bañada por una suave luz, pero todo a su alrededor parecía desvanecerse mientras nuestras respiraciones se entrelazaban, llenas de ansias. Cada roce, cada beso era una descarga eléctrica que recorría mi cuerpo, me desarmaba. La distancia que habíamos mantenido durante años, las miradas furtivas, los deseos reprimidos, todo eso explotaba ahora en el aire entre nosotros.

Sofía, con la piel roja de deseo, me miró con esos ojos llenos de fuego, un fuego que quemaba lo más profundo de mí. Sus manos temblorosas recorrían mi pecho, y podía sentir la fuerza con la que trataba de controlarse. Pero sus labios, esos labios, no podían dejar de moverse, ansiosos por encontrar los míos de nuevo.

"Daniel..." Su voz era un susurro, apenas un sonido entrecortado. "Tienes que... ir más despacio."

Mis manos se movieron por su cuerpo con una urgencia que no podía frenar. La necesidad me estaba devorando por dentro, pero sus palabras me detuvieron por un segundo. Miré sus ojos, buscando una señal, buscando algo que me dijera que estaba bien, que no debía perder el control.

"Lo siento, es solo que... después de todo este tiempo, Sofía... no sé cómo esperar más," le dije, mi voz tensa y llena de frustración. "Te he deseado tanto, tanto tiempo..."

Ella me acarició el rostro con suavidad, respirando pesadamente, pero había algo en su mirada que me calmó, aunque mi cuerpo seguía reclamando más. "Lo sé, yo también... pero... esto... no es un error, Daniel. Es más de lo que imaginamos. No lo hagas todo tan rápido."

No podía dejar de pensar en lo que habíamos perdido, en los años que habíamos pasado sin poder estar juntos, sin poder explorar todo esto. Los recuerdos de esos momentos compartidos, de las risas y las miradas furtivas, se volvían más intensos mientras sentía la suavidad de su piel bajo mis manos.

Pero Sofía no me dejó continuar con esa espiral de deseo descontrolado. Sus manos se movieron con fuerza y, en un movimiento inesperado, me empujó suavemente hacia atrás, hasta que me vi tendido sobre la cama. "Es mi turno ahora", susurró, sus labios dibujando una sonrisa traviesa.

Me sorprendió su determinación, esa intensidad con la que ella comenzó a tomar la iniciativa. Era como si toda la tensión acumulada, todo el deseo reprimido, saliera de ella con una fuerza renovada. Sus manos se movieron por mi cuerpo, de forma experta, como si supiera exactamente cómo despertar cada fibra de mi ser. La sensación de su toque me hizo perder la compostura, pero ella me miró de nuevo, con esa intensidad, con ese fuego que no me dejaba pensar con claridad.

"Sofía..." mi voz era un susurro desesperado, pero ella me interrumpió.

"Calla, Daniel. Déjame hacer esto. Déjame... ser yo quien controle el ritmo."

La forma en que lo dijo me prendió fuego. No solo me estaba calmando, sino que, de alguna manera, estaba tomándome por completo. Sentí cómo mi respiración se aceleraba, cómo mi cuerpo respondía a cada movimiento suyo. Ella se movía sobre mí, de una forma tan lenta pero llena de intención, que mi mente se nublaba, incapaz de procesar todo lo que sucedía.

"Esto es lo que queríamos... siempre," murmuró ella, acercándose a mi oído, su aliento cálido sobre mi piel. "No puedes imaginar lo mucho que te he deseado, Daniel. Y ahora... te voy a mostrar lo que significa tenerte aquí, conmigo."

Mis manos se movieron en su espalda, siguiendo sus movimientos con una necesidad urgente. Pero, de nuevo, ella me detuvo, con una mirada profunda que pedía paciencia, aunque sus propios ojos estaban llenos de deseo.

"Sofía, no puedo... esperar más," dije, mi voz baja, quebrada por la pasión. "Te quiero ahora... contigo."

Ella sonrió, un gesto lleno de promesas y satisfacción. "Entonces, toma lo que es tuyo. Pero... no me apresures. Esta vez, vamos a hacer las cosas bien."

Y con esas palabras, la pasión entre nosotros volvió a estallar, una explosión de deseos reprimidos, de sentimientos guardados por tanto tiempo. La intensidad de lo que compartíamos ya no podía ser ignorada. Cada toque, cada beso, cada palabra, todo se fusionó en una experiencia única, de la que no queríamos salir.

*****

*SOFÍA*

Sentía el calor de su cuerpo contra el mío, el latido de su corazón, su respiración acelerada, y todo a mi alrededor desaparecía. Cada movimiento, cada roce, solo aumentaba la sensación de que estábamos conectados de una manera que no podíamos haber imaginado. El deseo que había estado guardado durante tanto tiempo finalmente se desbordaba.

Me moví con él, dejándome llevar por la intensidad de la situación. Su abrazo se volvió más fuerte, más urgente, como si no quisiera que me apartara ni un instante. Su cuerpo, pegado al mío, transmitía toda esa energía que me envolvía. Sentí cómo su respiración se volvía irregular, y eso solo hacía que mi propio cuerpo reaccionara con más fuerza.

Pero había algo en la manera en que me sostenía que me hacía perder el control de mí misma. Mi espalda contra su pecho, su abrazo apretado, sus manos recorriéndome con un deseo palpable… Era todo lo que había esperado, todo lo que había deseado, y no podía hacer más que dejarme llevar por ello.

De repente, mi respiración se volvió más entrecortada, y mi cuerpo comenzó a reaccionar con más intensidad, como si el solo hecho de estar cerca de él me llevara a una explosión interna que no podía evitar. La sensación me envolvía completamente, y el sonido de nuestra respiración entrecortada se mezclaba con los latidos de nuestros corazones.

"Daniel..." susurré, tratando de controlarme, pero era imposible. "No pares... por favor, no pares ahora."

Mis palabras salieron más fuertes de lo que había querido, y no pude evitar cubrirme la boca, casi como si fuera una señal de que quería que todo esto continuara, pero con una mezcla de nervios y deseo. Sentí cómo su cuerpo reaccionaba al mío, cómo sus manos se movían con más seguridad, guiándome mientras yo seguía perdiéndome en su cercanía.

"Te tengo, Sofía", susurró él en mi oído, su voz grave, llena de emoción. "No te preocupes, no voy a detenerme."

Nos fundimos más en el momento, y me dejé llevar por el placer de tenerlo cerca, de saber que finalmente, después de tantos años, estábamos compartiendo lo que habíamos guardado tanto tiempo. No importaba lo que sucediera fuera de esa habitación, lo que importaba era este instante, esta conexión.

Nos quedamos en silencio por un momento, solo escuchando nuestras respiraciones entrecortadas y los latidos acelerados de nuestros corazones. Me encontraba aún pegada a su pecho, con la piel caliente por el roce de nuestros cuerpos. La suavidad del momento después de lo vivido, contrastaba con la intensidad que habíamos compartido. Nos miramos a los ojos, como si quisiéramos asegurarnos de que todo lo que había sucedido fuera real, que finalmente estábamos juntos, que el tiempo y las circunstancias ya no podían separarnos.

Daniel, aún sosteniéndome, comenzó a moverse lentamente, sin prisa, sin ese mismo impulso urgente que había marcado todo lo anterior. Esta vez, sus movimientos eran más suaves, más controlados, pero no menos intensos. Pude sentir cómo su cuerpo reaccionaba al mío, cómo esa energía aún seguía ahí, aunque ahora de una manera más tranquila, más profunda.

Se acercó a mi hombro, besándome suavemente, y sus palabras llegaron en un susurro, llenas de ternura y deseo. "¿Me odias por seguir?" me preguntó, casi como si quisiera saber si me sentía abrumada.

Sonreí, divertida, pero también llena de deseo. Lo miré a los ojos, mis labios se curvaron en una sonrisa llena de complicidad y satisfacción. "No, no te odio", le respondí, con un tono juguetón, "hazlo todo el tiempo que desees."

Sentí cómo él reaccionaba ante mi respuesta, como si mis palabras hubieran avivado algo en él. Con una mirada intensa y una sonrisa que denotaba la confianza entre nosotros, volvió a acercarse, moviéndose con más calma, pero con la misma conexión de antes, ese lazo que nos unía y que, en ese momento, era lo único que importaba.

Nos besamos nuevamente, esta vez con más suavidad, explorando cada rincón de ese momento. No había prisa, no había tensiones, solo la calma que seguía al deseo más profundo. Sentí sus manos acariciándome con suavidad, guiándome con cada toque, mientras el mundo fuera de esa habitación se desvanecía por completo.

Lo que sucedió entre nosotros era solo el principio de lo que sentíamos, algo que habíamos estado guardando por tanto tiempo, y que ahora, finalmente, podíamos vivir sin reservas. Solo estábamos allí, juntos, y eso era todo lo que importaba.

More Chapters