Capitulo 73 – Sexto Desafio
La cámara sobrevuela la isla. El lago brilla bajo el sol. Las cabañas están en silencio. Pero la voz de Chris McLean rompe la calma con su entusiasmo habitual:
"¡Bienvenidos a un nuevo capítulo más de Isla del Drama!" —dijo Chris, con su sonrisa de tiburón y una carpeta en la mano.
Detrás de él, el risco donde ocurrió el salto del episodio dos, ahora decorado con una pancarta que dice: "¡Sobrevivientes!"
"Antes de revelar lo que les espera hoy," dijo Chris, "hagamos un pequeño repaso del desafío anterior. Porque, seamos honestos... fue una locura."
La pantalla muestra imágenes del bosque. Tiendas mal armadas. Campistas discutiendo. Katie caminando sola entre los árboles, sin darse cuenta de que se ha perdido. Izzy haciendo ruidos de animales para asustar a su equipo. Lindsay gritando por una araña. Y luego... el rugido.
Un oso grizzly.
La edición es rápida. Sombras. Gritos. Cody corriendo hacia el peligro. Heather y Gwen atrapadas. El caos. El silencio. Y luego, Cody enfrentando al oso con una rama y una mirada que no sabe si es valentía o desesperación.
Chris vuelve a cámara.
"Sí, sí, lo sé. No estaba en el guion. Pero cuando la naturaleza llama... a veces lo hace rugiendo," dijo Chris, con una risa breve.
Luego se aclara la garganta.
"Cody, el chico techie con corazón de león, se lanzó contra un oso para salvar a dos chicas. ¿Valiente? ¿Estúpido? ¿Ambas? No lo sé. Pero el oso... no volvió," dijo Chris, hojeando su carpeta.
"El desafío de ayer fue duro. Muy duro. El de hoy será difícil. Quisiera decir brutal, pero viendo cómo quedó el oso... no me atrevo," dijo Chris, encogiéndose de hombros.
La música sube. La cámara se aleja.
Chris sonríe.
"Descubran lo que viene... al ver Isla del Drama," dijo Chris, mientras la pantalla se funde en negro.
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Intro
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Cody se despertó temprano, como casi siempre.
No por nervios. Por costumbre.
Desde que llegó a la isla, había encontrado cierta paz en las mañanas silenciosas. Mientras los demás seguían roncando o peleando con sus almohadas, él caminaba hacia la cocina, donde el Chef ya estaba en acción.
"¿Te ayudo con algo?" preguntó Cody, entrando sin hacer ruido.
El Chef ni lo miró. Solo señaló una pila de papas.
"Ya sabes qué hacer."
Cody tomó el cuchillo y se puso a pelar. No era la primera vez. De hecho, lo hacía seguido. Le gustaba ese momento: sin cámaras, sin gritos, sin desafíos. Solo él, el Chef, y el olor a algo que probablemente no debía oler así.
"Hoy huele menos tóxico," dijo Cody, con media sonrisa.
El Chef gruñó.
"Prepárate. Hoy va a estar movido."
Cody levantó la ceja.
"¿Movido como en 'todos vomitan'? ¿O como en 'otro oso'?"
El Chef no respondió. Solo siguió removiendo una olla que burbujeaba con sospecha.
Cody terminó de pelar, se lavó las manos y salió al comedor.
Uno a uno, los campistas comenzaron a llegar.
Owen fue el primero, como siempre, con hambre en los ojos y energía en las piernas. Noah llegó detrás, con su sarcasmo habitual y cara de "no me hablen hasta que coma".
Cody se sentó junto a ellos, en su lugar habitual.
Gwen llegó poco después. Se sentó a su lado sin decir nada, pero con una mirada que decía más que cualquier saludo. Un beso de buenos días y listo.
El desayuno comenzó.
Y aunque todo parecía normal, Cody lo sabía.
Algo se estaba cocinando.
Y no solo en la olla del Chef.
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El comedor estaba lleno de sonidos familiares: cucharas chocando contra platos, Owen masticando como si el fin del mundo estuviera cerca, Noah haciendo comentarios sarcásticos sobre la textura de los huevos, y Cody riendo bajo con Gwen a su lado, mientras ella le robaba pedacitos de pan sin pedir permiso.
Todo parecía normal.
Hasta que Chris McLean entró.
Con esa sonrisa peligrosa que solo él podía llevar como si fuera parte de su uniforme. La puerta se abrió de golpe, y el presentador caminó entre las mesas como si estuviera en una pasarela de caos.
"¡Buenos días, campistas!" dijo Chris, con voz teatral. "Espero que hayan dormido bien, porque hoy... no lo harán."
Los murmullos comenzaron. Algunos dejaron de comer. Otros se atragantaron. Lindsay se arregló el cabello como si eso fuera a protegerla. Duncan se cruzó de brazos. Izzy se rió sin razón.
Chris se subió a una silla, levantó su carpeta y anunció:
"El desafío de hoy se llama... ¡Factor Fobia!"
Silencio.
"¿Qué significa eso?" preguntó Owen, con la boca llena.
"Significa que hoy enfrentarán sus mayores miedos," dijo Chris, con una sonrisa que parecía disfrutar cada palabra. "No hay escondites. No hay excusas. Solo ustedes... y lo que más los aterra."
Heather dejó caer su tenedor.
"¿Qué clase de juego enfermo es este?" dijo, con tono de reina indignada.
Chris hojeó su carpeta.
"Y hablando de juegos enfermos... nuestra primera participante será Heather."
Heather se puso rígida.
"¿Qué? ¿Por qué yo?"
"Porque el azar me quiere," dijo Chris. "Y porque tu miedo es... particularmente divertido."
La cámara giró hacia el auditorio. Las luces se encendieron. Y allí, en el centro del escenario, estaba él.
Un luchador de sumo.
Gigante. Sudoroso. Con una sonrisa inocente y un pañal blanco que parecía tener vida propia.
Heather gritó.
Literalmente.
"¡NOOOO!"
Chris se encogió de hombros.
"Según tu madre, los luchadores de sumo te provocan ataques de pánico desde que viste uno en una película japonesa a los seis años. ¿Recuerdas?"
Heather intentó levantarse, pero tropezó con su silla. En el proceso, su vaso de jugo voló por los aires, y su bocado de cereal salió disparado... directo al rostro de Cody.
Cody parpadeó.
"¿Esto cuenta como desayuno extra?" dijo, limpiándose con una servilleta.
Gwen se rió. Heather no.
Chris aplaudió.
"¡Qué forma de comenzar! ¡Factor Fobia está en marcha!"
Heather fue escoltada al auditorio por dos asistentes con cascos. El luchador de sumo la esperaba con los brazos abiertos. Heather gritaba cosas que no tenían sentido, mientras Chris narraba como si fuera un partido de fútbol.
"Y ahora," dijo Chris, volviendo al comedor, "pasemos a la siguiente víctima... digo, participante."
Gwen levantó la vista.
Chris la señaló.
"Gwen. Tú y yo... en la playa."
Gwen frunció el ceño.
"¿Qué tiene que ver la playa?"
Chris sonrió.
"Toneladas de arena. Y una caja. Y tú dentro."
Gwen palideció.
Literalmente.
Su mano, que estaba sobre la mesa, se cerró con fuerza sobre la de Cody.
"¿Estás bien?" susurró él.
Ella no respondió. Solo lo miró. Y en sus ojos había algo que no se veía seguido: miedo real.
Chris continuó:
"Según tu padre, tu mayor miedo es ser enterrada viva. Así que... vamos a jugar con eso."
Gwen se levantó de golpe.
"Eso no es un juego."
Chris se encogió de hombros.
"Todo es un juego. Solo que algunos tienen más arena que otros."
Lindsay levantó la mano.
"¿Cómo sabes nuestros miedos? ¿Nos espiaste mientras dormíamos?"
Chris se giró hacia ella, con una sonrisa que parecía sacada de una película de villanos.
"Tuve un par de ayudas."
Y entonces, del techo, bajó un televisor.
Pantalla dividida.
Dieciocho recuadros.
En cada uno, un padre o madre de los campistas aparecía, hablando frente a una cámara.
"Bueno, a mi hijo le aterran las serpientes... no sé por qué."
"Mi hija no puede ver arañas. Llora."
"Tyler... bueno, Tyler tiene un trauma con las gallinas. No preguntes."
Los rostros de los campistas comenzaron a cambiar.
Algunos se reían nerviosamente.
Otros se hundían en sus sillas.
Duncan murmuró algo sobre demandar al programa.
Chris se giró hacia el Chef.
"¿No tenías algo especial para Tyler?"
El Chef asintió. Caminó hacia la cocina. Abrió una caja.
Y sacó... lo que parecía una gallina frita.
Crispada. Dorada. Crujiente.
Pero viva.
La gallina se movió.
Sacudió las alas.
Y cacareó.
Tyler gritó.
"¡¿Cómo carajo está viva si está frita?!"
Chris se encogió de hombros.
La gallina saltó al suelo y empezó a perseguir a Tyler por el comedor.
Los demás se apartaron. Owen aplaudía. Izzy intentaba atraparla. Lindsay se subió a una silla. Gwen no soltaba la mano de Cody.
Y Chris... solo sonreía.
"Bienvenidos a Factor Fovia," dijo. "Y esto... apenas comienza."
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Chris se rio con entusiasmo, como si acabara de anunciar una fiesta de cumpleaños en una casa embrujada.
"Cada uno enfrentará a sus miedos," dijo Chris, mientras giraba sobre sus talones. "Si lo superan, su equipo recibe un punto. El equipo que tenga la mayor cantidad de puntos... gana."
Los campistas se miraron entre sí. Algunos con nervios. Otros con resignación. Owen levantó la mano como si estuviera en clase.
"¿Y si mi miedo es quedarme sin comida?"
"Entonces prepárate para ayunar," dijo Chris, sin perder la sonrisa.
"Síganme," dijo Chris, caminando hacia la salida del comedor.
Cambio de escena.
La cámara cortó a una toma exterior, justo frente a las cabañas. El sol brillaba con una intensidad sospechosa. En medio del claro, había una alberca inflable. Grande. Roja. Y llena.
Llena de insectos.
Miles. Tal vez millones. No había forma de contarlos. Se movían como una masa viva, negra y ruidosa. Algunos volaban. Otros trepaban. Algunos parecían mirar directamente a los campistas.
El grupo se detuvo en seco.
"¿Eso es real?" dijo Lindsay, tapándose la boca.
"¿Eso está legalmente permitido?" murmuró Noah.
"¿Eso se come?" preguntó Owen, con curiosidad genuina.
Chris se colocó frente a la alberca, con su carpeta en mano.
"Campistas, prepárense para el primer desafío oficial de Factor Fovia," dijo Chris, con tono teatral. "Y nuestra valiente voluntaria será... Beth."
Beth dio un paso atrás.
"¿Yo? ¿Por qué yo?"
Chris no respondió. En cambio, levantó un control remoto y apuntó al televisor portátil que había sido instalado junto a la alberca.
La pantalla se encendió.
Era la madre de Beth.
Con una sonrisa nerviosa y una taza de té en las manos, hablaba directamente a la cámara.
"Mi hija Beth siempre ha tenido un miedo terrible a los insectos," dijo la madre de Beth. "Cuando era pequeña, una vez se cayó en un jardín lleno de hormigas y desde entonces... bueno, su mayor terror sería estar cubierta por ellos."
La pantalla se apagó.
Beth se quedó quieta.
Los demás campistas miraban la alberca con una mezcla de asco y horror. Gwen fruncía el ceño. Duncan se cruzó de brazos. Izzy parecía emocionada. Tyler retrocedía lentamente. Lindsay se escondía detrás de Cody.
"¿Eso está vivo?" preguntó Bridgette.
"Todo lo que se mueve... está vivo," dijo Chris, con una sonrisa.
Beth respiró hondo.
"¿Tengo que... meterme ahí?"
"Sumergirte," dijo Chris. "Y salir. Sin gritar. Sin correr. Sin usar a Owen como escudo."
Owen levantó las manos.
"¡Yo no me ofrezco como escudo!"
Beth se acercó a la alberca.
Los insectos se movían como si la sintieran.
Chris dio un paso atrás.
"Cuando quieras," dijo Chris.
Beth miró a su alrededor. Todos la observaban. Algunos con respeto. Otros con incredulidad. El Chef apareció brevemente desde la cocina, masticando algo que parecía una pierna de pollo, y se detuvo a mirar.
Beth cerró los ojos.
Y se lanzó.
Sin pensarlo mucho.
Su cuerpo cayó en la masa de insectos. El sonido fue indescriptible. Un crujido, un zumbido, un suspiro colectivo. Los insectos se movieron, se apartaron, se treparon. Beth se sumergió por completo.
Por un segundo, nadie respiró.
Y entonces... salió.
Con los brazos en alto. Con la cara cubierta de bichos. Con una expresión que no era miedo. Era triunfo.
Chris aplaudió.
"¡Esto empezó por lo alto!" dijo Chris, mientras los demás campistas gritaban, reían o simplemente se alejaban de la alberca.
Beth se sacudió los insectos. Algunos seguían trepando por su cabello. Lindsay le ofreció una toalla. Owen le dio una galleta. Gwen le dio una mirada de respeto.
"Un punto para su equipo," dijo Chris. "Y una ducha para Beth."
La cámara se alejó.
La alberca seguía ahí.
Moviéndose.
Esperando.
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El comedor aún olía a desayuno tardío y a insectos que no debieron haber estado ahí. Beth seguía sacudiéndose bichos del cuello mientras Owen le ofrecía una servilleta que ya había usado. Lindsay se arreglaba el cabello por quinta vez en tres minutos, como si el aire mismo pudiera despeinarla.
Chris McLean, con su sonrisa de tiburón intacta, se colocó frente al grupo y levantó el control remoto.
"Y ahora," dijo Chris, "es turno de Lindsay."
Lindsay parpadeó.
"¿Yo? ¿Por qué yo?"
Chris no respondió. En cambio, activó el televisor portátil que seguía colgado del techo. La pantalla se encendió.
Era la madre de Lindsay.
Rubia, elegante, con un peinado que parecía esculpido por ángeles. Sonreía con orgullo mientras hablaba a la cámara.
"Mi hija Lindsay siempre ha sido muy sensible con su cabello," dijo la madre de Lindsay. "Desde pequeña, cualquier corte mal hecho la hacía llorar por días. Su mayor miedo... es tener un mal corte de cabello."
La pantalla se apagó.
Lindsay se quedó en silencio.
Chris se giró hacia ella, con una caja en las manos.
"Tu desafío," dijo Chris, "consiste en usar esta peluca con un corte... digamos, experimental... durante cinco horas."
Abrió la caja.
La peluca era indescriptible.
Un desastre de capas mal distribuidas, colores que no combinaban, mechones que parecían arrancados de una escoba. Era como si alguien hubiera intentado imitar un peinado de los años ochenta... con los ojos cerrados.
Lindsay retrocedió.
"¿Eso va en mi cabeza?"
"Sí," dijo Chris. "Y no puedes cubrirlo. Ni peinarlo. Ni llorar."
Cody, sentado cerca, pudo verla temblar.
No por frío.
Por miedo real.
Pero Lindsay respiró hondo. Se acercó. Tomó la peluca con manos temblorosas. Y se la puso.
El comedor guardó silencio.
Owen soltó una risa que intentó disimular con un estornudo. Gwen miró a Lindsay con una mezcla de compasión y respeto. Noah murmuró algo sobre "moda post-apocalíptica".
Chris aplaudió.
"¡Desafío aceptado! El reloj comienza... ahora."
Lindsay se sentó, con la cabeza baja, como si el mundo la estuviera mirando desde todos los ángulos.
Pero no lloró.
No se quejó.
Solo respiró.
Y eso... fue suficiente.
Chris giró sobre sus talones.
"¡Siguiente!"
Cambio de escena.
La cámara cortó a la costa de la isla. El cielo estaba despejado, pero el viento soplaba con fuerza. Las olas rompían contra las rocas con un ritmo inquietante. Y allí, en medio de la arena, estaba el avión.
Destartalado.
Oxidado.
Con parches en las alas y una hélice que giraba como si estuviera cansada.
Los campistas se acercaron con cautela.
"¿Eso... vuela?" preguntó Bridgette.
"¿Eso... está permitido?" murmuró Duncan.
"¿Eso... tiene snacks?" dijo Owen, con esperanza.
Chris se colocó frente al avión, con su carpeta en mano.
"Campistas, prepárense para el siguiente desafío de Factor Fovia," dijo Chris. "Y esta vez, tenemos un combo especial: Izzy y Owen."
Izzy levantó las cejas.
"¿Combo como en comida rápida?"
"No," dijo Chris. "Combo como en doble terror."
Activó el televisor portátil.
La pantalla se encendió.
Esta vez, dos recuadros.
Los padres de Izzy y Owen.
La madre de Izzy hablaba con energía, moviendo las manos como si estuviera contando una historia de guerra.
"Izzy nunca ha confiado en los aviones. Dice que el cielo no tiene piso y eso la pone nerviosa."
El padre de Owen, con voz tranquila, agregó:
"Owen... bueno, Owen una vez se encerró en el baño de un avión durante todo el vuelo. Desde entonces, no quiere ni ver uno."
La pantalla se apagó.
Izzy y Owen se miraron.
Chris señaló el avión.
"Suban. Vuelo corto. Solo una vuelta a la isla. Nada grave. A menos que el motor decida lo contrario."
Izzy se encogió de hombros.
"¿Hay paracaídas?"
"No," dijo Chris.
Owen tragó saliva.
"¿Hay ventanas?"
"Sí. Para que vean su miedo desde todos los ángulos."
Ambos subieron.
La puerta se cerró.
El motor rugió.
La hélice giró con más fuerza.
Y el avión... despegó.
Desde abajo, los campistas podían ver cómo se elevaba, temblando, chirriando, como si estuviera peleando con el aire.
Y entonces... los gritos.
Desde el cielo.
Desde el interior.
Izzy gritaba frases sin sentido.
Owen gritaba nombres de comida.
El avión dio una vuelta amplia sobre la isla.
Los demás miraban con mezcla de horror y fascinación.
Chris sonrió.
"Desafío en curso," dijo Chris. "Y recuerden: los retos que duran tiempo... se cierran después."
La cámara se alejó.
El avión seguía en el aire.
Los gritos seguían bajando.
Y el miedo... seguía creciendo.
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Harold había desaparecido discretamente del grupo.
No por miedo.
Por necesidad.
"Voy al baño," dijo Harold, mientras caminaba con paso firme hacia las instalaciones del fondo.
Chris lo vio alejarse y sonrió como quien sabe algo que los demás no.
"Perfecto," dijo Chris, mientras sacaba el control remoto. "Mientras Harold se ausenta... veamos algo especial."
La pantalla portátil se encendió.
Era el padre de Harold.
Con gafas gruesas, voz nasal y una camiseta que decía "Yo sobreviví a la Comic-Con 1998".
"Mi hijo Harold siempre ha tenido un miedo irracional a los ninjas," dijo el padre, ajustándose las gafas. "No sé por qué. Tal vez por ver demasiadas películas. Pero si lo atacara uno... probablemente se desmayaría."
La pantalla se apagó.
Los campistas se rieron.
Noah murmuró: "¿Quién le tiene miedo a los ninjas?"
Izzy respondió: "¡Yo les tengo respeto! ¡Son como sombras con cuchillos!"
Cambio de escena.
El baño.
Harold estaba en la cabina, con los pantalones abajo y la mirada perdida en el techo. Silencio. Paz. Reflexión.
Hasta que escuchó un ruido.
Un golpe seco.
Luego otro.
Y entonces... humo.
Harold se incorporó, aún con los pantalones en los tobillos.
"¿Hola?" dijo Harold.
La puerta se abrió de golpe.
Tres figuras vestidas de negro entraron rodando, lanzando estrellas de papel y haciendo sonidos que no tenían sentido.
"¡Ninjas!" gritó Harold.
Los ninjas se acercaron.
Harold, en un acto de reflejo puro, sacó de quién sabe dónde un par de nunchakus.
"¡No me atraparán!" gritó Harold, girando los nunchakus con habilidad... durante tres segundos.
Luego se golpeó la cabeza.
Con fuerza.
Cayó hacia atrás.
Directo al retrete.
Los ninjas se detuvieron.
Uno de ellos se acercó, lo sacó con cuidado, y lo dejó en el suelo.
Harold estaba inconsciente, con espuma en la boca y los pantalones aún abajo.
Chris apareció en la puerta.
"¡Desafío completado!" dijo Chris. "Aunque no como esperábamos."
Cambio de escena.
De vuelta con el grupo.
El Chef apareció.
Vestido de araña.
No una araña realista.
Una araña caricaturesca, con patas de gomaespuma, ojos saltones y una risa que no ayudaba.
Leshawna lo vio.
Y gritó.
"¡NOOOO!"
Salió corriendo.
El Chef la persiguió, moviendo las patas como si fueran tentáculos.
Chris activó el televisor.
La madre de Leshawna apareció en pantalla.
"Mi hija Leshawna no puede ver arañas. Ni dibujos. Ni peluches. Ni nada con patas múltiples. Una vez se desmayó por ver una en una caja de cereal."
La pantalla se apagó.
Leshawna seguía corriendo.
El Chef la seguía.
Los campistas se apartaban.
Owen gritaba: "¡Corre, Leshawna, corre!"
Gwen murmuró: "Esto es cruel."
Chris sonrió.
"Desafío en curso," dijo Chris. "Y muy entretenido."
Cambio de escena.
El auditorio.
Heather estaba sentada en el centro del escenario, con los brazos cruzados y la cara de quien no quiere estar ahí.
Chris activó el televisor.
El padre de Heather apareció.
Con traje, corbata y una expresión seria.
"Heather tiene una fobia profunda a los luchadores de sumo," dijo el padre. "Desde que vio uno en un desfile escolar. No sé por qué. Pero es real."
La pantalla se apagó.
Chris levantó la mano.
"¡Y ahora... el sumo!"
Una puerta se abrió.
Y apareció él.
Gigante.
Sudoroso.
Con una sonrisa inocente y un pañal blanco que parecía tener vida propia.
Heather se puso de pie.
El sumo avanzó.
Heather retrocedió.
Y entonces... se hizo bola.
Literalmente.
Se agachó, se abrazó las piernas, cerró los ojos y se quedó inmóvil.
El sumo no se detuvo.
Tropezó.
Cayó.
Y se noqueó solo contra el suelo.
Chris aplaudió.
"¡Un punto para Heather!" dijo Chris. "Y para la física."
Heather abrió los ojos.
Miró al sumo.
Miró a Chris.
Y sonrió.
Por primera vez en el día.
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Chris se detuvo en medio del claro, con su carpeta en mano y una sonrisa que parecía más afilada que nunca.
"Y ahora," dijo Chris, "es turno de Cody."
Cody levantó la vista.
No con miedo.
Con curiosidad.
"¿Qué dirán mis padres?" murmuró Cody, mientras los demás campistas también se giraban, interesados. Gwen lo miró de reojo. Noah se cruzó de brazos. Lindsay se acomodó la peluca con disimulo.
Chris activó el televisor portátil.
La pantalla se encendió.
Dos figuras aparecieron.
Los padres de Cody.
Sentados en un sofá, con libros detrás y una lámpara encendida. El ambiente era cálido, pero sus palabras no lo fueron tanto.
El padre habló primero.
"Cody siempre ha sido muy exigente consigo mismo. Su mayor miedo... es fallar. No cumplir. No estar a la altura."
La madre agregó:
"Y también... le aterra perder su libertad. Sentirse atrapado. Sin salida. Sin opción."
La pantalla se apagó.
Silencio.
Cody bajó la mirada.
Chris se acercó.
"Tu reto," dijo Chris, "es escapar."
"¿Escapar de qué?" preguntó Cody.
Chris sonrió.
"De esto."
Cambio de escena.
Una estructura metálica, construida especialmente para el desafío.
No era una celda común. Era una prisión improvisada, pero funcional. Un cubo de acero con barrotes gruesos, una puerta blindada con cerradura electrónica, y cadenas que colgaban del techo como si esperaran a alguien.
Cody fue escoltado por dos asistentes con guantes. Le quitaron su sudadera gris. Le dieron un uniforme naranja con su nombre bordado en letras negras. Le colocaron una pulsera con cronómetro.
Chris lo acompañó hasta la entrada.
"Tu miedo no es algo que se pueda mostrar con bichos o disfraces," dijo Chris. "Así que lo hicimos real."
Cody miró la estructura.
"¿Y si no salgo?"
Chris se acercó.
"Entonces Gwen... no sale."
Cody se giró.
"¿Qué?"
Chris activó otra pantalla.
Una toma en vivo.
La playa.
Aún vacía.
Pero en el centro, una caja de madera. Profunda. Abierta. A su lado, una montaña de arena. Dos asistentes con palas. Un cronómetro. Una cámara.
Chris narró como si fuera un documental.
"Gwen será enterrada viva durante quince minutos. Sin luz. Sin espacio. Solo aire y oscuridad. Pero no la colocaremos ahí... hasta que tú estés dentro."
Cody tragó saliva.
"Eso no es justo."
"Es televisión," dijo Chris. "La justicia es opcional."
Los asistentes lo guiaron al interior de la celda.
Las cadenas se cerraron sobre sus muñecas y tobillos. No con violencia, pero con firmeza. Un sistema de poleas lo dejó sentado en el centro, con los brazos sujetos a los costados y las piernas extendidas. La puerta de metal se cerró con un sonido seco.
Cody respiró hondo.
La luz era tenue. Las paredes eran frías. Las cámaras parpadeaban. El cronómetro comenzó a contar.
Chris se alejó.
"Tu reto: escapar. Sin ayuda. Sin pistas. Solo tú... contra ti mismo."
Y afuera... Gwen esperaba.
Aún no en la caja.
Pero cerca.
Muy cerca.
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Cambio de escena.
La cámara sobrevoló la playa.
El cielo estaba despejado, pero el ambiente era tenso. En el centro de la arena, un pozo rectangular había sido cavado con precisión. A su lado, un ataúd especial: reforzado, ventilado, con una radio instalada en su interior. Dos asistentes con palas esperaban en silencio. Chris caminaba entre ellos como si estuviera presentando una obra de teatro.
"Y ahora," dijo Chris, "es turno de Gwen."
Gwen llegó escoltada por Trent, que no decía nada, pero sostenía una pequeña radio con antena extendida. Gwen miró el ataúd. No dijo nada. Solo tragó saliva.
Chris activó el televisor portátil.
La pantalla se encendió.
Era el padre de Gwen.
Con voz pausada y mirada seria, hablaba directamente a la cámara.
"Gwen siempre ha sido fuerte. Pero hay una cosa que no puede soportar: la idea de estar enterrada viva. Oscuridad. Silencio. Sin salida. Es su peor pesadilla."
La pantalla se apagó.
Chris se acercó al ataúd.
"Tu reto," dijo Chris, "es permanecer aquí dentro durante quince minutos. Hay aire. Hay luz tenue. Y hay una radio para comunicarte. Trent la tendrá. Puedes hablar con él si lo necesitas."
Gwen miró a Trent.
Él asintió.
Ella respiró hondo.
Y entró.
Los asistentes cerraron la tapa con cuidado. La cámara mostró el interior por última vez: acolchado, con rejillas de ventilación, y una luz suave que apenas iluminaba su rostro.
La tapa se cerró.
Las palas comenzaron a moverse.
Arena sobre madera.
Minuto uno.
La cámara se alejó.
El ataúd desapareció bajo la arena.
Y Gwen... desapareció del mundo.
Cambio de escena.
Auditorio.
Chris apareció en el centro del escenario, con su carpeta en mano y una serpiente en una caja transparente.
"¡Siguiente!" dijo Chris. "DJ."
DJ se acercó con cautela.
Chris activó el televisor.
La pantalla se encendió.
Era la madre de DJ.
Con voz cálida y sonrisa nerviosa, hablaba directamente a la cámara.
"Mi hijo DJ es valiente. Pero no puede con las serpientes. Ni en fotos. Ni en zoológicos. Ni en dibujos animados. Es su límite."
La pantalla se apagó.
Chris abrió la caja.
La serpiente se movió lentamente. No era venenosa. Pero sí larga. Y viva.
"Tu reto," dijo Chris, "es acariciarla. Solo eso. Un toque. Sin gritar. Sin correr."
DJ se acercó.
Respiró hondo.
Extendió la mano.
La serpiente se quedó quieta.
DJ la tocó.
Un segundo.
Dos.
Luego se apartó.
Chris aplaudió.
"¡Punto para DJ!" dijo Chris. "Y para la zoología."
Cambio de escena.
Una sala cerrada.
Luces blancas.
Una mesa con hojas de papel.
Un lápiz.
Una cámara en la esquina.
Chris apareció en pantalla.
"Y ahora," dijo Chris, "es turno de Noah."
Noah entró con expresión escéptica.
"¿Qué es esto? ¿Un examen?"
Chris activó el televisor.
El padre de Noah apareció.
Con gafas, voz firme y una pila de libros detrás.
"Noah siempre ha temido volverse... común. Un idiota del montón. Su miedo es perder su agudeza. Ser uno más. Equivocarse en lo obvio."
La pantalla se apagó.
Chris señaló la mesa.
"Tu reto," dijo Chris, "es responder estas preguntas. Parecen fáciles. Pero no lo son. Cada error... tendrá consecuencias."
Noah se sentó.
Primera pregunta: "¿Cuántos segundos hay en una hora?"
Noah pensó.
"3,600," dijo.
Correcto.
Segunda pregunta: "¿Cuál es el animal que pone huevos y da leche?"
Noah frunció el ceño.
"Eso no existe," dijo.
Luces parpadearon.
Una voz robótica dijo: "¡Error! ¡La respuesta era: ninguno, era una trampa!"
Tercera pregunta: "¿Cuál es la capital de Europa?"
Noah levantó la ceja.
"Europa no tiene capital. Es un continente."
Luces se apagaron.
Una bocina sonó.
Risas grabadas.
Voces burlonas.
"¡Idiota! ¡Idiota!"
Noah se levantó.
"¿Esto es parte del reto?"
Chris apareció en una pantalla.
"Sí," dijo Chris. "Y aún no termina."
Noah se sentó de nuevo.
Respiró hondo.
Y siguió.
