El mundo de Lost, cruel y despiadado en esencia, se dice que está habitado en su mayoría por temibles bestias. Pero ellas matan por naturaleza, por instinto.
A ojos de muchos, las criaturas más aterradoras no son esas bestias, sino los propios seres humanos: aquellos que matan por el simple goce de ver fluir la sangre de su presa.
Rencor, odio, desprecio, codicia… cuando estas emociones impulsan las acciones de alguien, ese ser ya no es una bestia, sino un demonio… o algo peor.
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Sobre la plataforma donde se llevaba a cabo la prueba de la academia, dos jovenes se enfrentaban con desesperación y odio. La sangre y la lluvia se mezclaban como una acuarela siniestra.
La multitud sintió el corazón apretado. Ya se había corrido la voz de quiénes eran ambos combatientes.
No podían entender cómo dos hermanos podían atacarse con tanta saña.
La batalla apenas había comenzado, pero parecía que llevaban horas luchando.
Marlo sangraba por todo el cuerpo: cortes poco profundos, pero numerosos, lo desangraban lentamente. Miró a su hermano Loren, que jadeaba con una mueca de dolor.
Marlo se lanzó con otro ataque de puño. Su rapidez era tremenda, incluso con la armadura y los guantes pesados que llevaba.
El golpe cayó con fuerza sobre el hombro de Loren, quien soltó un quejido bajo y retrocedió tambaleando, antes de recomponerse.
Aunque no sangraba externamente, Loren estaba herido por dentro. Los golpes de Marlo le habían roto varias costillas y provocado hemorragias internas. Cada puñetazo parecía removerle los órganos como un látigo invisible.
Tomó su guadaña con ambas manos y preparó un ataque desesperado.
Marlo vio esto y se lanzó con un puño dirigido directo a la cabeza de Loren. Si impactaba, le rompería el cráneo como si fuera una sandía madura.
Antes de que el golpe conectara, Loren interceptó con su guadaña. El choque entre ambas armas lanzó chispas y un estruendo metálico.
Marlo intentó retroceder, pero entonces Loren gritó:
—¡Brillo sangriento!
Al instante, pequeñas luces carmesí, como cristales afilados, salieron disparadas de la guadaña hacia el cuerpo de Marlo.
El joven salió volando. Aunque llevaba armadura completa, aquellos brillos le causaron múltiples cortes, y la sangre fluyó como un río desde su cuerpo.
Aun así, no cayó. Se puso de pie, miró a Loren con odio… y también con un atisbo de tristeza.
Recordó los momentos en que jugaban juntos, cuando reían al lado de su padre. Reprimió esos recuerdos con furia, y se lanzó al ataque con un grito que mezclaba odio y melancolía.
Activó su habilidad: "Mejora de impacto", una técnica que destrozaba desde dentro, pulverizando huesos y estallando órganos.
Loren vio aquello y se horrorizó.
—¿C-cómo puedes usar esa habilidad? —tartamudeó, con el terror pintado en el rostro.
Marlo ya estaba encima. Le aplastó el hombro con un golpe brutal; el eco de los huesos rotos se extendió por la plataforma y las gradas. Un escalofrío recorrió a cada espectador.
Luego, lanzó una serie de golpes rápidos que convirtieron el brazo de Loren en pulpa.
Desesperado, Loren volvió a activar Brillo Sangriento y cortó como pudo hacia su hermano.
Las luces carmesí atravesaron la carne de Marlo como cuchillos ardientes. Parecía un demonio sangriento… y aun así no se detuvo.
Lanzó tres golpes al pecho de Loren. Este salió volando y se estrelló contra el suelo.
Marlo, poseído por la furia, corrió hacia él y siguió golpeándolo como una bestia. La sangre y los fragmentos de carne salpicaban la plataforma, transformando la escena en un ritual macabro.
El juez se disponía a intervenir, pero antes de poder actuar, Marlo tomó la guadaña de su hermano. Con un movimiento preciso y brutal, la guadaña cortó el aire y, un latido después, la cabeza de Loren rodó fuera de la plataforma como un fruto caído antes de tiempo.
Todos se quedaron sin aliento. Tras unos segundos de silencio, un grito desgarrador de una mujer entre el público sacó a todos de su trance.
El juez corrió… pero ya era evidente: Loren estaba muerto.
Marlo, de pie frente al cuerpo de su hermano, tenía la mirada vacía. Algo dentro de él se había roto.
Después de un instante, comenzó a reír como un loco y bajó de la plataforma, cubierto de sangre.
Sabía que no podría entrar a la academia: había infringido la regla de no matar.
Los profesores y el público murmuraban. Algunos ayudantes de la academia retiraron el cuerpo.
—¿Mató a su hermano y se irá así sin más? —susurró alguien con la voz temblorosa.
—La regla solo prohíbe matar si quieres entrar a la academia… pero… ¿qué clase de monstruo haría eso a su propia sangre? —respondió otro, con el rostro pálido.
—Aun así, ese Marlo es un demonio… si así actúa con su familia, ¿qué hará con sus enemigos?
Los murmullos continuaron.
Arthur, a un costado de la plataforma, observaba la espalda de Marlo desaparecer en el pasillo, con una expresión complicada.
No entendía las rencillas familiares, pero no imaginaba ninguna razón que justificara tanta crueldad entre hermanos.
Negando con la cabeza, murmuró:
—No es mi deber entender. Sobrevivir ya es suficiente carga. Tengo suficientes fantasmas propios como para cargar con los ajenos.
Miró la plataforma, preparando su mente para las próximas batallas.
Desde un tejado cercano, el Lich escribía poesía con ojos espectrales y fríos:
"Qué amor más hermoso,
cuando dos hermanos derraman su sangre
sobre llantos de antepasados.
La crueldad adquiere belleza… y armonía."
El presentador aclaró su voz y anunció:
—Ya que el número 34 rompió la regla de no quitar la vida de su rival, queda descalificado y no podrá volver a participar.
Esta prueba mide el temple y el espíritu.
Alguien incapaz de controlar sus impulsos no es apto para la Academia Viento Profundo.
Con esto dicho, pasemos a los siguientes combates.
El aire era pesado. El olor a sangre se mezclaba con la humedad de la lluvia.
Así daría inicio la segunda ronda de combates.
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El futuro de la familia Grunde parecía oscuro y sombrío, y el joven filósofo aún no sabía que la corriente del destino lo arrastraría irremediablemente al conflicto.
Fin del capítulo.