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Chapter 70 - El Nacimiento de una Nueva Rusia

Desde tiempos inmemoriales, Rusia ha sido una nación forjada en la adversidad. Su historia está marcada por conflictos, resistencia y una búsqueda constante de la supremacía global. Sin embargo, en la era moderna, el poder ya no solo se medía en ejércitos y armas nucleares, sino en algo mucho más complejo: la evolución del ser humano.

Durante la Guerra Fría, el gobierno soviético inició una serie de experimentos para crear el primer supersoldado ruso. La idea era simple pero ambiciosa: mejorar la biología humana hasta alcanzar niveles sobrehumanos. A diferencia de Estados Unidos, que experimentaba con sueros y modificaciones genéticas controladas, la Unión Soviética optó por métodos más extremos y menos éticos, impulsados por la necesidad de superar a su rival.

El resultado más notable de estos experimentos fue Ivan Stravinsky, un hombre que, aunque físicamente superior a cualquier soldado promedio —con una fuerza capaz de doblar acero y una resistencia casi ilimitada—, sufría de una inestabilidad mental profunda. Su fuerza era sobrehumana, pero su mente terminó quebrándose con el tiempo y con los traumas inducidos por el proceso. Fue confinado a una instalación secreta hasta su muerte, convirtiéndose en el costoso y trágico recordatorio de un experimento fallido.

El gobierno ruso aprendió una lección clave de la era soviética: la fuerza sin estabilidad no es útil, es una bomba de tiempo. A partir de ese momento, dejaron de buscar meros soldados mejorados y comenzaron a observar y codiciar a aquellos que ya habían nacido con habilidades intrínsecas.

A lo largo de los años, se registró que Japón tenía una tasa anormalmente alta de nacimientos de individuos con habilidades especiales, un fenómeno que desafiaba la lógica estadística. Algunos científicos lo atribuían a la genética, otros a factores ambientales, pero nadie podía dar una explicación definitiva. Mientras otras naciones veían esto con interés puramente científico, Rusia vio una oportunidad de control. Si no podían crear superhumanos confiables, los buscarían, los entenderían y, si era posible, los controlarían o, en el peor de los casos, los neutralizarían antes de que se volvieran una amenaza para la hegemonía rusa.

La política en Rusia siempre ha sido una guerra en las sombras. Durante décadas, Vladimir Putin fue el rostro indiscutible del poder, pero todo cambió cuando surgió un rival inesperado: un hombre conocido hoy solo como Volk.

Putin, confiado en su dominio, convocó elecciones estratégicas para asegurar su permanencia en el poder. Sin embargo, no contó con la aparición de un candidato que no solo igualaba su ambición, sino que la superaba con una visión que miraba hacia el futuro evolucionado de la humanidad. Este hombre, cuyo nombre original ha sido deliberadamente eliminado de los registros, tenía una visión clara: Rusia debía convertirse en el epicentro de la evolución humana controlada.

Durante su meteórica campaña, Volk expuso cómo el país estaba quedando peligrosamente atrás en la carrera de los metahumanos. Japón y Estados Unidos ya integraban a individuos con habilidades en sus sistemas de defensa y economía, o al menos tenían las estructuras para hacerlo, mientras que Rusia aún se aferraba a viejas estrategias militares y a la mentalidad de la Guerra Fría. Volk mostró pruebas contundentes de los fracasos de Putin en la modernización del ejército, filtró información sobre experimentos fallidos y reveló planes secretos que el gobierno había intentado ocultar. Prometió una Rusia fuerte, no solo con tanques, sino con la mejor fuerza humana disponible.

Finalmente, cuando llegaron las elecciones, el resultado fue un terremoto político: Volk arrasó con un 75% de los votos. Putin, sin más opciones y sintiendo la pérdida de apoyo entre las élites militares, fue forzado a retirarse. Así comenzó una nueva era para Rusia, una era centrada en el poder de la Quinta y Sexta Generación.

Desde antes de su ascenso, Volk ya había identificado a su futuro aliado más valioso: Dimitri Ivanov. Un estratega brillante, un maestro en manipulación y operaciones encubiertas. Dimitri había intentado en el pasado postularse como líder de Rusia, pero al igual que Putin, fue superado por alguien más astuto y ambicioso. Sin embargo, su talento no pasó desapercibido.

Cuando Volk tomó el poder, Dimitri Ivanov fue colocado en la posición clave de Ministro de Seguridad Nacional y Director de Inteligencia. Su misión era clara, dictada directamente por Volk: supervisar la expansión de Rusia en el campo de los superhumanos. Bajo su liderazgo, se intensificaron los programas de vigilancia y espionaje, asegurando que Rusia estuviera un paso adelante en la nueva era global. Dmitri era el cerebro operativo detrás de la nueva doctrina.

El destino les entregó su primera gran oportunidad cuando aparecieron reportes desde Japón sobre una batalla sin precedentes. Se trataba de dos individuos desconocidos que se enfrentaban a los héroes más poderosos de la nación, Aurion y Arcángel. Las grabaciones, a pesar de la censura, mostraban a un joven con un par de martillos de guerra y dagas de teletransportación (Ryuusei), acompañado de una niña con una espada negra (Aiko). Sus habilidades no solo eran inusuales, sino que desafiaban la lógica misma de las clasificaciones de poder conocidas.

Dimitri analizó la información con la frialdad de un científico.

—Dos seres con regeneración acelerada, sin afiliación política, sin protección diplomática… No pertenecen a nadie. Sus habilidades son anacrónicas y desconocidas. Si los tomamos primero, Rusia estará un paso adelante —dijo Dimitri a Volk.

Volk no tardó en responder.

—Tráiganlos aquí. Y asegúrense de que los informes de su poder sean precisos.

Para llevar a cabo la misión, Dimitri contactó a su mejor agente, Rubosky, un hombre conocido por su eficiencia, su falta de escrúpulos y su historial impecable en misiones de alto riesgo. Durante dos semanas, Rubosky investigó cada vuelo proveniente de Japón, rastreando a cualquier pasajero con características físicas similares a las de Ryuusei y Aiko, hasta que dio con el vuelo de Narita.

El plan era simple: seguirlos, esperar el momento adecuado y capturarlos sin levantar sospechas. Así, se inició la Operación 24. Ryuusei y Aiko fueron seguidos hasta un restaurante local, donde Rubosky los enfrentó y ofreció un trato… solo para luego traicionarlos con el gas sedante.

Ahora, con Ryuusei y Aiko en sus manos, Volk y Dimitri Ivanov tenían en su poder algo más valioso que simples prisioneros. No se trataba solo de sus habilidades, sino de la posibilidad de convertirlos en el símbolo de la supremacía rusa. El cruel interrogatorio y las pruebas de regeneración no eran para castigar, sino para medir el valor de su nuevo activo.

Dimitri y Volk sabían que el mundo estaba cambiando. Ya no se trataba solo de dominar la política o la economía.

La guerra del futuro no se libraría con tanques ni misiles.

Se libraría con superhumanos.

Y Rusia, bajo la dirección del Volk, no iba a quedarse atrás. El destino de Sergei Volkhov era solo el primer paso para controlar a los forasteros.

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