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Chapter 17 - COMBATES

Las batallas contra Elidia y Avalonia se alargaron cinco meses. Algunos hombres del "Trueno del desierto" habían dicho que los enemigos de Valtoria eran grandes estrategas y conocedores del arte de la guerra, generando inquietud entre ellos y el ejército real, que estaba a su mando. Los eliditas, al notar que el reino que trataban de aniquilar aún no se veía vencido, sitiaron la capital, aguardando refuerzos de los avaloneses, que equivalían a sus hombres en menor proporción. Si esta acción se concretaba debilitaría más al ejército real, que no eran tan experimentados en tácticas de combate como sus aliados, "Los radicales". Por ello, el "Trueno del desierto" propuso atacar y dispersar a los avaloneses, antes de que cumplieran su cometido. Así, movilizó sus subordinados junto a las pocas filas que sumaba el ejército rojo y los equipó con flechas venenosas, confeccionadas bajo el opaco manto de la luna que los ocultaba de sus agresores. 

La cruenta batalla tuvo lugar a una media legua del palacio. El espacio era una especie de explanada rodeada de pequeñas lomas que cubrían su desnudez con pajonales. Arbustos vetustos y dientes de león mecían sus hojas al sonido de la brisa. En el reinado de Vorgath, el lugar había sido destinado para la recreación de la nobleza, sobre todo, en tiro al arco. Incluso, una vez, al año, se celebraba una pequeña olimpiada que abría sus puertas a los más avezados jugadores en arquería.

Cuando Jungkook arribó, rayando el mediodía, sabía a la perfección que los avaloneses guardaban sus armas entre la maleza de las laderas. El sonido de las trompetas puso a los combatientes en marcha. Un gran tropel hizo vibrar la pampa, nervioso, resoplador y bravío. Era evidente, ellos también los esperaban. Se desató una hecatombe, sangrienta y dolorosa, que dejó fatigados a los que defendían el honor de Valtoria. A unos los ojos se les llenaron de sombra y sus brazos inmóviles dejaban caer la espada. El enfrentamiento cobró la vida de muchos incautos que creyeron que vencerían con una sola mano. "Los radicales" enconaron su corazón al presenciar la masacre y prometieron no descansar hasta derribar la amenaza. El verdor de la pampa se tiñó de un violeta adormilado por los rayos de sol. Tras esta contienda, en la que Jungkook perdió casi la mitad de sus hombres, se hizo un llamado a los más valientes que resistían en Valtoria para engrosar las filas, sumándose granjeros, campesinos, comerciantes y excombatientes del antiguo Rey. Si antes lideró a 2000 después comandó a 3000. 

A pesar de esta gran pérdida para los que defendían a Avalonia, la iniciativa de Jungkook impidió la llegada intacta de los refuerzos enemigos a la capital valtense. No obstante, el asedio a la fortaleza había sido tal que no quedaba casi rastro de su parte frontal ni de los alrededores. Las murallas del palacio habían sido consumidas por columnas de fuego y balas de cañones habían penetrado la fachada rimbombante que se exhibía altiva a los extranjeros. Los eliditas eran 3500 y la ofensiva hizo que solo se les unieran 300 de 700 hombres del reino vecino. Además se decía que los reyes habían sido tomados prisioneros y que de seguro se hallaban en alguno de los campamentos de los eliditas esperando su sentencia de muerte. 

—Debemos romper la barrera —ordenó Jungkook cuando le informaron que los eliditas no permitían el paso de nadie por el camino real para alcanzar el palacio.

Es claro que se libraron más batallas menores con el fin de llegar al corazón del reino pero la más decisiva fue la que tuvo lugar en las ruinas del palacio. Por esos días me enteré que el Rey Boris, la Reina Namarie y mi padre habían muerto a manos de los eliditas como represalia por nuestra insistencia en tomar el control. Guardamos luto por tres días pero se seguía pensando en una táctica para penetrar en las ruinas del palacio.

Por la tarde, Jungkook los convocó alrededor de su tienda y explicó, en un mapa improvisado, los movimientos de cada una de las unidades de infantería para que detrás asomasen la caballería. Los dibujaba con suma prolijidad y atención. Estaba previsto, sorprender al enemigo en medio de la noche, el cual aguardaba entre las habitaciones mayores que todavía no habían sido destruidas por la violencia. Se nos dijo que estaban embriagados, en medio de juegos y mujeres, pues sus dioses les habían asegurado que se adjudicarían las nuevas tierras. Según ellos, el enemigo debía estar aniquilado puesto que, se había tomado su tiempo para realizar un contraataque y lo más certero era que ya no volverían. Fue así como él vio la oportunidad para dar la estocada final. Se alistaron antes de que el sol se esfumara. Nuestras tiendas se ubicaban a un lado del camino real. Afilaron sus espadas, envenenaron sus flechas y ensillaron sus caballos. Expresé mis buenos deseos a los combatientes cercanos. 

—Por favor, cuídate y regresa —supliqué al despedirme de él.

Me preocupaba la pierna malherida de Jungkook porque esta no cicatrizaba por completo. Le apliqué unos últimos emplastos y se la vendé. Había sufrido una caída de su caballo cuando una flecha quiso herirlo de muerte. Creo que fue un intento por eliminarlo. Con suerte, Taehyung pudo sacarlo de la contienda. 

 —Prométeme que volverás. No me importa vencido, quiero a mi hombre de vuelta —le dije sollozando. 

—Volveré y elegiré la copa de vino —sus manos acariciaron mi cabeza.

Bajó su turbante, que eclipsaba su mirada, y depositó un beso en mi frente. Su barba comenzaba a ser visible y medias lunas violáceas descansaban en sus párpados. Al ver que la sombra de un uniformado rojo se proyectaba en una de las paredes de tela de la tienda le dije: 

—Ten cuidado. 

—Ya no tengo miedo. 

☆ ☆ ☆

Recé todo el día siguiente y me mantuve así por cinco días. La desesperación me gritaba que no volvería a ver su rostro. Solo recuerdo que eran altas horas de la noche y como algo inexplicable salí fuera de la tienda, al amparo de las constelaciones. 

Un caballo venía a paso lento con su jinete. Se apeó a la altura de la hoguera. El fuego quedaba a dos metros de la tienda. Presa de pavor quise gesticular alguna palabra pero ellas no salían de mi boca. Antes de que llegase a mí se desplomó, cayendo en tierra. Se descubrió el rostro... Lloraba... Un malestar me recorrió el cuerpo. 

—¿Y los demás? ¿Dónde están? —pregunté asustada—. Taehyung, Jin, Rasumikhine...

—Están allá... 

—¿No vas a traer sus cuerpos? —dije esperando escuchar lo inevitable, pensando en nuestra huida. 

Como estaba a unos pasos de él, me acerqué para tenerlo en mi regazo. 

—Tu guerrero no ha muerto...

—Sí, viniste. Estás vivo... Por Dios...

Y escuchando su respiración anhelante y fatigada susurró incrédulo: 

—Valtoria es tuya.

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