Cherreads

Chapter 34 - Capitulo 34

*THYRA*

Cuando el referí pronunció mi nombre, un silencio expectante llenó la arena antes de que los gritos del público estallaran con fuerza. Habían estado esperando esto. Claro que sí. Después de las batallas que había tenido en las rondas anteriores, las expectativas estaban por las nubes.

Mi mirada recorrió el lugar hasta posarse en mi oponente, y tuve que contener una risa cuando lo vi. Era ridículamente musculoso, un hombre que fácilmente triplicaba mi tamaño en peso y masa. Si su objetivo era intimidar, estaba claro que apostaba todo a su físico. Su torso parecía tallado en piedra, y sus brazos eran tan anchos como mi cintura. Quizá habría sido atractivo si no fuera porque todo en él gritaba exceso.

"Bueno, esto será interesante," pensé mientras daba un paso adelante, sin apresurarme.

El referí, ahora flotando sobre la arena en su plataforma, alzó la voz con entusiasmo. "¡Damas y caballeros! ¡El momento que todos han estado esperando! Hemos dejado lo mejor para el final en esta primera ronda. Dos poderosos luchadores. Por un lado, una misteriosa guerrera cuyo talento ha dejado a todos boquiabiertos en las fases anteriores. ¡Thyra!"

La ovación del público retumbó por toda la arena, pero apenas les presté atención. Mi mirada permaneció fija en mi oponente.

"Y del otro lado," continuó el referí, "el coloso de fuerza bruta, el destructor de muros, el hombre que puede aplastar a sus enemigos con sus propias manos: ¡Kragor!"

Kragor. Claro que tenía un nombre que combinaba con su físico. El hombre levantó ambos brazos, flexionando sus músculos en una pose exagerada, lo que provocó vítores y silbidos desde las gradas. Su arrogancia era palpable, tanto como su confianza en su fuerza bruta.

Mientras ambos caminábamos hacia el centro de la arena, el referí seguía hablando, alargando el espectáculo. Mencionó las reglas una vez más: "Usen todo lo que tengan, sus habilidades, su fuerza, su estrategia. La única regla es no matar, porque, bueno, eso complicaría el papeleo." El público rió, pero yo apenas escuché.

Kragor me miraba con una sonrisa burlona. "¿Sabes, pequeña? Podrías rendirte ahora. No quiero aplastarte accidentalmente."

"¿Pequeña?" Levanté una ceja, divertida. "No te preocupes, grandulón. Si tienes suerte, no te dejaré en el suelo mucho tiempo."

Eso pareció molestarle. Frunció el ceño, claramente no acostumbrado a que alguien no se intimidara frente a él.

Cuando el referí levantó la mano, el silencio llenó el coliseo una vez más. Mi corazón latía con fuerza, no por nervios, sino por la emoción del combate. Este era el momento.

"¡Que comience el combate!" gritó el referí.

Kragor no perdió el tiempo. Con un rugido que resonó en toda la arena, cargó hacia mí como un toro desbocado, su velocidad sorprendentemente rápida para alguien de su tamaño. Pero ya había enfrentado oponentes grandes antes. La fuerza bruta no era suficiente para ganar.

Esperé hasta el último momento antes de moverme. Un paso hacia un lado, un giro de mi cuerpo, y la tierra tembló cuando Kragor golpeó el suelo donde había estado un segundo antes. La arena se levantó en una nube de polvo, y el público jadeó ante su fuerza.

"¿Eso es todo?" pregunté, mi voz clara en el silencio que siguió.

Kragor gruñó y volvió a atacar, sus movimientos pesados pero poderosos. Cada golpe que lanzaba podía aplastar a alguien si lograba acertar, pero yo seguía moviéndome, esquivando con precisión mientras analizaba su estilo. Era exactamente lo que esperaba: fuerza abrumadora pero poca técnica.

"¡Vamos, Kragor! ¡Deja de jugar y aplástala ya!" gritó alguien desde las gradas.

"Estoy intentándolo," gruñó él, su voz cargada de frustración.

Sonreí para mis adentros. Esto sería más sencillo de lo que esperaba. Pero por ahora, me limité a esquivar, permitiendo que el público disfrutara del espectáculo. No tenía intención de terminar esto tan rápido.

"Vas a tener que esforzarte más," le dije mientras giraba para evitar un golpe más. "O al menos intentar acertar."

Sus ojos se encendieron con furia, y su mana comenzó a concentrarse. Entonces vi que estaba canalizando algo. Su cuerpo comenzó a brillar con un leve resplandor rojizo, y su tamaño, aunque parecía imposible, se incrementó aún más.

"Ah, esto se pone interesante," murmuré para mí misma, poniéndome en posición defensiva.

El estruendo de los golpes que Kragor lanzaba contra el suelo cada vez que esquivaba era ensordecedor. Las vibraciones recorrían la arena y la energía del público alcanzaba niveles que casi se podían tocar. Cada movimiento suyo era un huracán de fuerza bruta, y cada uno de mis pasos, giros y esquives se sentían como un baile meticuloso.

En un momento, un golpe especialmente cercano rozó mi cabello, haciendo que algunas hebras volaran. El calor de su puño pasó cerca de mi rostro, y esa proximidad, ese roce con el peligro, encendió algo en mi interior. Era esa chispa. Esa chispa que había estado dormida durante tanto tiempo. Mi sangre ardía con emoción, y mi sonrisa se ensanchó sin que pudiera evitarlo.

El público estaba al borde de la locura, y el referí, quien antes no paraba de hacer comentarios, ahora solo observaba en silencio, consciente de la intensidad del enfrentamiento.

Kragor, por otro lado, no estaba tan contento. Se detuvo un segundo, jadeando ligeramente mientras me observaba con desdén. "¿Eso es todo lo que harás, pequeña? ¿Correr como una ratona? Pensé que eras más que eso."

Yo incliné la cabeza ligeramente, manteniendo mi sonrisa mientras lo veía prepararse para otra carga. "Si tanto deseas que ataque..." murmuré, mi voz apenas audible entre el bullicio.

Sin esperar más, dejé que mi poder fluyera. No el del dragón ni el del cazador de las sombras, sino mi fuerza propia, la que había cultivado durante años de entrenamiento y supervivencia. Era como encender una llama que había estado contenida durante mucho tiempo, y cuando explotó, se sintió como un torrente cálido y electrizante que envolvía mi cuerpo.

El efecto fue inmediato. El aire a mi alrededor cambió, volviéndose denso y vibrante. El público, que hasta ahora había estado gritando, cayó en un silencio lleno de expectación. Incluso Kragor dio un paso atrás, alarmado por el repentino cambio.

"¿Qué demonios...?" murmuró, frunciendo el ceño mientras su cuerpo se tensaba.

Le dediqué una sonrisa de diversión pura mientras flexionaba mis dedos y respiraba profundamente, dejando que mi cuerpo se adaptara a la fuerza renovada. Con cada inhalación, sentía mi poder fluir por mis músculos, fortaleciendo cada fibra de mi ser.

"Bueno, aquí lo tienes." Me puse en posición de combate, un pie ligeramente adelante y mis manos listas. Mi sonrisa no desapareció mientras lo miraba con un brillo peligroso en los ojos. "Espero que no te arrepientas de haberlo pedido."

Antes de que pudiera responder, moví mi pie ligeramente, apenas un desplazamiento. En ese instante, el suelo bajo mis pies crujió, y mi cuerpo se movió en un borrón.

Aparecí frente a él en un abrir y cerrar de ojos, y antes de que pudiera reaccionar, lancé un golpe directo a su torso. Mis nudillos chocaron contra su piel como si golpearan una roca, pero la fuerza detrás del impacto fue suficiente para hacerlo retroceder varios metros, arrastrando los pies por la arena y dejando surcos profundos.

Kragor se llevó una mano al pecho, sorprendido por el golpe, aunque no parecía realmente herido. Su cuerpo era tan duro como lo había imaginado, pero eso solo avivó mi emoción.

"¿Eso es todo lo que tienes?" le pregunté, dejando que la diversión en mi voz fuera evidente.

Él gruñó, su rostro torciéndose en una mezcla de sorpresa e ira. "¡No te emociones tanto! Apenas sentí eso."

"Perfecto." Di un paso hacia adelante, con una sonrisa aún más amplia. "Entonces sigamos."

El público rugió en respuesta, y el combate verdaderamente comenzó.

El estruendo de los golpes reverberaba por todo el coliseo. La arena ya dañada por los combates previos se convertía rápidamente en un campo de ruinas con cada choque entre Kragor y yo. Las ondas de impacto resultantes de nuestros golpes creaban ráfagas de viento que barrían el polvo y fragmentos de piedra. El público gritaba emocionado, completamente entregado al espectáculo que ofrecíamos, mientras el referí no paraba de hablar con voz exaltada.

"¡Esto es increíble! ¡Un combate cuerpo a cuerpo que parece más un duelo entre bestias que entre aventureros!" decía, mientras la emoción se desbordaba en cada palabra.

Mis movimientos fluían con agilidad natural, como una danza calculada. Kragor, a pesar de su tamaño masivo, mostraba una resistencia impresionante. Bloqueaba muchos de mis golpes con sus enormes brazos, pero no podía evitar los impactos más certeros. Los moretones comenzaban a aparecer, oscuros y visibles, donde mis puños acertaban con más fuerza, y cada vez que gruñía de dolor, una sonrisa se extendía en mi rostro.

Mis pies apenas tocaban el suelo cuando me deslizaba alrededor de él, esquivando sus ataques mientras lanzaba los míos con precisión. Pero no era un oponente fácil. Sus movimientos, aunque menos ágiles, tenían una potencia que no podía subestimar.

En un momento, al girar para esquivar uno de sus puñetazos, me detuve justo frente a él y lancé una ráfaga de golpes consecutivos. Mis puños se movieron con velocidad abrumadora, cada impacto resonando contra sus brazos y torso. A pesar de sus esfuerzos por defenderse, sentí cómo mi fuerza comenzaba a superar su resistencia. Kragor se tambaleó ligeramente, y por primera vez vi un destello de desconcierto en sus ojos.

"¿Qué pasa? " Le dije entre risas, dando un paso hacia adelante mientras mantenía mi ataque constante. "¿Es todo lo que tienes?"

Él no respondió de inmediato, pero sus labios se curvaron en una sonrisa desafiante mientras recuperaba el equilibrio. Entonces, con un rugido, lanzó un golpe descendente con toda su fuerza. No tuve tiempo de esquivar completamente, así que levanté mis brazos en una guardia cruzada para bloquearlo.

El impacto fue como un trueno. La fuerza del golpe recorrió mis brazos, haciéndolos vibrar por la intensidad. Una punzada de incomodidad se extendió por ellos, y aunque el daño no fue significativo, pude sentir el peso real de su poder.

Kragor rió al ver mi reacción, aunque breve. "¡Eso es! ¿Dónde quedó toda esa confianza?"

Bajé mis brazos lentamente, flexionando los dedos para aliviar la incomodidad mientras lo miraba fijamente. Mi sonrisa no había desaparecido, y aunque mi corazón latía con fuerza, la emoción del combate seguía alimentándome.

"Es un buen golpe" dije con una voz tranquila, casi burlona. "Pero necesitas algo mejor si planeas ganarme."

Mis palabras parecieron encender algo en él. Con un grito de guerra, cargó hacia mí nuevamente, sus puños chocando contra el suelo al lanzarse con toda su fuerza. Pero yo estaba lista. Me moví a un lado, esquivando por poco, y contraataqué con una patada giratoria que impactó en su costado. El sonido del golpe resonó como un tambor, y Kragor gruñó de dolor mientras se tambaleaba hacia atrás.

El público rugió en respuesta. La energía en el coliseo era palpable, y por un momento, todo lo demás desapareció. Solo estábamos él y yo, dos fuerzas opuestas chocando en un duelo de pura voluntad y habilidad.

No planeaba detenerme.

Kragor finalmente comenzó a mostrar su verdadero nivel. Su velocidad, que hasta ahora había sido eclipsada por mi agilidad, empezó a igualarse a la mía. Sus movimientos, aunque todavía pesados, se volvieron precisos y mucho más rápidos, lo suficiente como para obligarme a prestar atención en cada uno de sus ataques.

Un destello en su mirada fue mi única advertencia antes de que lanzara un puñetazo directo a mi rostro. Esta vez, no pude esquivarlo a tiempo. El impacto fue brutal, y sentí cómo mi cabeza giraba con la fuerza del golpe. Un cosquilleo ardiente se extendió desde mi mandíbula hasta mis oídos. Por un momento, el mundo pareció ralentizarse.

Escupí algo de sangre al suelo mientras me enderezaba, pero no pude evitar sonreír. Ese golpe... lo había sentido. Había dolido. Y eso solo alimentó la emoción que ardía en mi interior.

"Buen golpe", murmuré, más para mí misma que para él, mientras sentía mi poder burbujeando bajo mi piel, listo para ser liberado.

Sin dudar, acumulé energía en mi cuerpo y me impulsé hacia adelante con una velocidad abrumadora. Cerré el puño y lancé un golpe directo a su torso, concentrando toda mi fuerza en el impacto. Mi puño conectó justo debajo de sus costillas, y el sonido del impacto fue como el eco de un tambor gigantesco.

Kragor se dobló del dolor, dando un par de pasos hacia atrás mientras gruñía, pero, para mi sorpresa, no cayó. En lugar de detenerse, enderezó su postura, con los ojos brillando de determinación.

"¡Eso fue todo lo que tienes!", gritó con una mezcla de burla y desafío, limpiándose un hilo de sangre que escapaba de la comisura de su boca.

"No... apenas estoy calentando", respondí, devolviéndole la sonrisa mientras ambos volvíamos a lanzarnos al combate.

El público rugía de emoción, y el referí intentaba mantener el control de sus palabras. "¡Esto es impresionante! ¡La fuerza y velocidad de ambos son abrumadoras! ¡Qué nivel de combate estamos presenciando!"

Lo siguiente fue una tormenta de golpes y contragolpes. Kragor y yo intercambiamos ataques con una fiereza que parecía sacudir la misma arena. Cada movimiento se volvía más rápido, más fuerte, más desesperado. Logré acertar un gancho en su mandíbula que hizo que girara sobre sí mismo, pero él respondió con un rodillazo en mi abdomen que me dejó sin aire por un segundo.

Ambos estábamos recibiendo los golpes del otro, y lo sentía en mi cuerpo. Cada impacto resonaba en mis huesos, cada bloqueo me hacía retroceder un paso. Por fin, después de un intercambio particularmente feroz, Kragor logró conectar un golpe directo en mi costado, lo suficientemente fuerte como para hacerme tambalear y retroceder unos pasos.

El dolor se extendió por mi cuerpo, como una punzada aguda que me hizo inhalar profundamente para mantener el control.

"¡Eso es lo que esperaba de alguien como tú!", gritó Kragor con una mezcla de orgullo y emoción, su voz resonando en la arena.

El referí no perdió la oportunidad de intervenir. "¡Un golpe como ese podría haber derribado a cualquiera! ¡Pero ahí está ella, de pie como si fuera inquebrantable! ¡Qué resistencia!"

Pasé una mano por mi costado, evaluando rápidamente el daño. Nada roto, pero definitivamente iba a sentirlo más tarde. Me permití una breve sonrisa, incluso mientras el dolor persistía.

"No está mal", le dije con un tono burlón, mientras me enderezaba completamente y me preparaba para el próximo asalto. "Pero no creas que será suficiente."

La sonrisa de Kragor se ensanchó, y sus músculos parecían tensarse aún más, listos para continuar. Ambos sabíamos que este combate estaba lejos de terminar, y, aunque el público seguía rugiendo, para nosotros no existía nada más que la lucha frente a nosotros.

El intercambio de golpes continuaba con una brutalidad que dejaba atónitos a todos los presentes. Cada impacto resonaba como un trueno, y las ondas de choque levantaban polvo y escombros, mientras ambos seguíamos de pie, implacables. En un momento, al girar para esquivar otro golpe de Kragor, mis ojos se cruzaron con los de Aedric. Estaba en las gradas, con la boca abierta, su mirada llena de asombro y algo de horror. No podía evitar sonreír al verlo así, casi como si estuviera presenciando algo fuera de este mundo.

Pero no podía distraerme mucho. Regresé mi atención a Kragor justo a tiempo para lanzarle una patada lateral que conectó con fuerza en su torso, arrancándole un gruñido de dolor. Sin embargo, su respuesta fue tan rápida como inesperada.

Sus enormes manos se cerraron alrededor de mi pierna, inmovilizándome. Mientras una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro, dijo con una voz grave y cargada de confianza:

"Esto se acabó."

Antes de que pudiera reaccionar, me levantó con facilidad y me estrelló contra el suelo con una fuerza que hizo temblar la arena entera. El impacto me dejó momentáneamente sin aliento, pero no le bastó con eso.

Otra vez. Y otra. Una y otra vez fui estrellada contra el suelo destruido, mi espalda y hombros golpeando los escombros con tal fuerza que sentí cómo el polvo se mezclaba con mi sangre. El público gritaba, dividido entre los que lo abucheaban por su brutalidad y los que aplaudían su despiadada técnica.

"¡Eso es demasiado! ¡Está abusando!" gritó alguien desde las gradas.

"¿Demasiado? ¿Han visto cómo pelea? ¡Esa no es una dama común, es una bestia como él!" respondió otra voz.

Mientras seguía siendo sacudida como un muñeco de trapo, sentí cómo algo dentro de mí comenzaba a cambiar. Ese fuego. Ese calor. Al principio, era apenas un murmullo, pero poco a poco fue creciendo, volviéndose una llama vibrante, un rugido interior que no era mío. No del todo.

Kragor me levantó nuevamente, sujetándome cabeza abajo mientras se preparaba para lanzarme. Su mirada se cruzó con la mía por un segundo, y en sus ojos vi algo que no había estado allí antes: duda. ¿Había sentido también ese calor?

"Veamos si puedes seguir después de esto", gruñó, antes de lanzarme con toda su fuerza hacia el cielo.

El aire frío chocó contra mi piel mientras ascendía a una velocidad que parecía desafiar la gravedad. La altura superaba los límites del coliseo; desde allí, podía ver el panorama de la ciudad iluminada, las gradas, y las diminutas figuras del público. Pero todo eso desapareció de mi mente cuando sentí ese rugido dentro de mí.

No era solo mi poder. Era su poder. El del dragón.

Solté una carcajada, una mezcla de emoción y furia, mientras sentía cómo mi maná explotaba desde mi interior. El cielo se tiñó de un verde profundo, reflejo de la energía que emergía de mí. Las nubes parecieron separarse a mi alrededor, y el aire se volvió denso y cargado, como antes de una tormenta.

Desde esa altura, miré hacia abajo, hacia Kragor, que se preparaba para recibirme. El público estaba en completo silencio, atrapado entre el asombro y el miedo. Con mis manos juntas frente a mí, comencé a concentrar todo ese poder, canalizando cada gramo de energía en mi cuerpo y brazos.

El rugido del dragón resonó en mi mente, como un eco lejano que acompañaba mi caída.

"Vamos, Kragor", murmuré para mí misma, con una sonrisa salvaje en los labios. "Veamos si puedes soportar esto."

La gravedad me arrastró hacia abajo, y con ella, toda la energía acumulada en mi cuerpo. Mi caída se volvió un torbellino de maná, una explosión verde que iluminó la arena y que el público apenas podía comprender.

Kragor, en el suelo, había adoptado una postura firme. Sus músculos se tensaron y sus puños, enormes y duros como rocas, brillaban con su propio poder destructivo. Levantó ambos brazos, preparándose para recibir mi impacto de frente, su rostro ahora serio y decidido.

Y entonces, el choque.

Mis puños, reforzados con una fuerza que parecía capaz de partir montañas, impactaron directamente contra los de Kragor. El sonido fue ensordecedor, un estruendo que hizo temblar todo el coliseo. Las ondas de choque barrieron la arena, levantando polvo, piedras y fragmentos de la barrera mágica que nos rodeaba.

****

*AEDRIC*

El escudo mágico del coliseo había alcanzado un brillo tan intenso que parecía que iba a estallar en cualquier momento. Podía sentir el calor y la presión incluso desde donde estábamos, mucho más allá de la arena. Cuando Thyra cayó del cielo como una fuerza de la naturaleza, envuelta en ese aura verde profundo que parecía casi viva, el impacto fue cataclísmico.

Todo el coliseo tembló violentamente. El suelo bajo mis pies vibraba, y por un segundo pensé que toda la estructura se vendría abajo. Los gritos de los espectadores llenaban el aire; algunos de asombro, otros de puro terror. La energía que se había liberado era indescriptible. Nunca en mi vida había sentido algo igual.

Los participantes a mi alrededor también lo sentían. Uno de ellos, un hombre con un enorme martillo, murmuró, casi con desesperación:

"¿Cómo... cómo se supone que ganemos contra eso?"

Otra mujer, de cabello plateado y armadura brillante, frunció el ceño mientras apretaba el pomo de su espada.

"Esto es... inhumano. No deberían permitir que monstruos así participen."

No dije nada. No podía. Mi mirada estaba fija en el centro de la arena, en el punto donde la explosión de poder había estallado. Polvo y escombros flotaban en el aire, creando una nube densa que impedía ver cualquier cosa.

El referí, que había pasado de hacer bromas tontas a estar completamente serio, retrocedía instintivamente hacia la barrera mágica, visiblemente nervioso.

"¿Qué... qué pasó? ¿Quién sigue en pie? ¿Hay alguien ahí?"

El público también estaba en un frenesí, muchos gritaban preguntas al aire:

"¿Está viva?"

"¿Qué pasó con ese gigante?"

"¡No puede ser humano, ninguno de los dos lo es!"

Y luego, el rugido.

Un sonido profundo, primitivo, que hizo que cada fibra de mi ser se estremeciera. No era un grito humano. Era algo más. Algo mucho más antiguo, mucho más poderoso.

El rugido creó un remolino de energía, y esa ráfaga de poder barrió la nube de polvo en cuestión de segundos, despejando por completo la arena. Por fin pudimos ver el resultado.

Y lo que vi hizo que me quedara sin aliento.

Kragor estaba inconsciente. Su cuerpo masivo estaba enterrado parcialmente en el suelo destrozado de la arena, sus brazos torcidos en ángulos antinaturales. Parecía un gigante derribado, un coloso que finalmente había caído.

Y sobre él, estaba Thyra.

De pie.

Su figura estaba bañada en ese aura verde que aún brillaba intensamente, aunque parecía más controlada ahora. Su brazo izquierdo colgaba a un lado, claramente herido, sangrando por múltiples cortes. A pesar de ello, su postura era imponente, casi intimidante. Su respiración era pesada, pero en sus ojos había una ferocidad indomable, una chispa que me resultaba completamente ajena y aterradora.

El público quedó en completo silencio por unos segundos. Ni siquiera el referí supo qué decir al principio. Y luego, como si alguien hubiera encendido un interruptor, estallaron los gritos de asombro, incredulidad y euforia.

"¡Increíble!"

"¡Eso fue un verdadero monstruo lo que vimos!"

"¡Ganó! ¡Esa mujer ganó!"

Los participantes a mi alrededor retrocedieron instintivamente, algunos murmuraban entre sí, mientras otros parecían reconsiderar incluso seguir compitiendo. La mujer de cabello plateado que había hablado antes dejó escapar un suspiro mientras murmuraba:

"Espero no tener que enfrentarla. No quiero morir hoy."

Mis manos estaban temblando. No era miedo, exactamente, pero era algo cercano. Era como si hubiera visto a alguien cruzar una línea que no sabía que existía.

"Thyra..." susurré para mí mismo, sin saber exactamente qué pensar. ¿Qué era ella realmente? ¿De dónde provenía ese poder?

Ella no parecía preocupada por las reacciones a su alrededor. Miraba hacia el público, sin buscar a nadie en particular, su mirada cargada de algo que no podía descifrar. Tal vez cansancio, tal vez satisfacción. Pero también había algo más.

Cuando el referí finalmente encontró su voz, esta salió temblorosa:

"¡Tenemos... tenemos una ganadora! ¡Thyra ha demostrado un nivel de fuerza y habilidad que raramente se ve en esta arena! ¡Un aplauso para ambos competidores por este enfrentamiento inolvidable!"

El público rugió nuevamente, y los médicos entraron apresuradamente para atender a Kragor, que seguía inconsciente. Uno de ellos intentó acercarse a Thyra, pero ella levantó su mano derecha, deteniéndolo. Parecía que prefería encargarse de su propio estado.

La barrera mágica comenzó a desvanecerse lentamente, y sentí que el aire alrededor de nosotros se volvía más ligero. Mi corazón aún latía con fuerza, y no podía apartar la mirada de ella.

En ese momento, mientras la miraba, solo tuve un pensamiento:

No importa lo que pase, algún día alcanzaré ese nivel. Algún día, pelearé a su lado, o tal vez incluso contra ella. Pero no dejaré que esta diferencia dure para siempre.

****

*EN EL PALCO*

Mi mano cubría mi boca, tratando de contener el temblor que me dominaba. Mi otra mano, la que sostenía la copa de vino, no estaba en mejor estado; el líquido rojo oscilaba peligrosamente, a punto de derramarse. Ni siquiera podía concentrarme en ello. Todo lo que podía hacer era mirar, incrédulo, esa figura imponente que permanecía en el centro de la arena, rodeada por un aura verde que aún chisporroteaba a su alrededor.

"¿Quién... demonios es esa mujer?" murmuré en voz baja, sin dirigirle la pregunta a nadie en particular.

El temblor que sentía no era miedo. No, no era miedo. Era algo más profundo. Asombro, perplejidad... y, sí, una pizca de inquietud. Esa energía, esa fuerza que había demostrado, no era normal. No era humana. Ni siquiera los aventureros más fuertes, aquellos que ya ostentaban rangos elevados, eran capaces de semejante demostración de poder.

Por un instante, pensé en los miembros del consejo. En su vasto poder, en la diferencia abrumadora que siempre han tenido respecto al resto. Y, sin embargo, esta mujer… esta Thyra, como la habían llamado, había demostrado un nivel que podría rivalizar con el nuestro.

Era imposible no hacer la comparación. Incluso contra mi, uno de los miembros más poderoso del consejo al que todos temían. ¿Podría ella enfrentarme? ¿Alguno de los dos sobreviviría?

Un escalofrío recorrió mi espalda al considerar la posibilidad.

A mi lado, las conversaciones se tornaron más ruidosas. Uno de los miembros del consejo, un hombre de cabello canoso y rostro serio, rompió el silencio:

"¡Quiero a esa mujer bajo mi mando!"

"¡Yo también!" exclamó otro, un joven de expresión fría y calculadora, con el rostro lleno de ambición.

Ambos se miraron durante un instante, como si estuvieran a punto de iniciar una discusión, pero una tercera voz se alzó antes de que eso ocurriera:

"¡Olvídense de eso! ¡Esa mujer será mi esposa y la madre de mis hijos, mi legado será el más poderoso si la tengo para mí!"

Casi escupí mi vino al escuchar semejante declaración. Giré lentamente mi cabeza para mirar al hombre que había hablado, un miembro del consejo, conocido por su ego desmedido. Por supuesto, él no se percató de la ridiculez de sus palabras.

"Tu esposa... Por favor, no seas absurdo," respondí con una mezcla de incredulidad y desdén. "¿Acaso crees que alguien capaz de hacer eso se rebajaría a ser tu esposa? Dudo que incluso la más mínima propuesta de alianza le interese."

El miembro del consejo pareció ofenderse, pero no dije más. Mi atención regresó a la arena, donde los médicos terminaban de retirar al oponente de Thyra. Miré a mi asistente, que estaba de pie junto a mí, con el rostro pálido y los ojos abiertos de par en par.

"¿Temes por tu vida, acaso?" pregunté con sarcasmo.

"No es eso..." respondió, aunque su voz temblaba. "Es... simplemente, nunca había visto algo así. Si esa mujer decidiera volverse en contra del gremio o del consejo, no hay forma de detenerla."

No pude evitar reflexionar sobre sus palabras. Tenía razón. Lo que acabábamos de presenciar era algo que desafiaba toda lógica. Si ella decidiera rebelarse, ¿quién podría enfrentarse a ella? ¿El consejo? Quizás. Pero incluso nosotros tendríamos que tomarla en serio.

"Investiga más sobre ella," le ordené finalmente, manteniendo la vista fija en la arena. "Quiero saber de dónde viene, qué quiere, y qué está haciendo aquí. No acepto excusas esta vez. Encuentra algo."

Mi asistente asintió rápidamente y salió del palco sin decir una palabra más.

El miembro del consejo que antes había exigido tenerla bajo su mando soltó un suspiro, cruzándose de brazos.

"Sea como sea, alguien con ese nivel de poder no debería estar en un rango tan bajo. Es un desperdicio."

"Un desperdicio, sí," murmuré para mí mismo, sin dejar de observarla. Pero también es un peligro.

Por ahora, todo lo que podía hacer era observar, analizar y tratar de entender a esa mujer. Porque algo me decía que, tarde o temprano, ella cambiaría no solo el rumbo de este torneo, sino algo mucho más grande. Y, cuando ese momento llegara, yo quería estar preparado.

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