Cherreads

Chapter 39 - Capitulo 39

*THYRA*

Mi respiración se volvió más rápida al notar la vacuidad de la posada, la sensación de que algo no estaba bien se apoderó de mi cuerpo, como una corriente helada que recorría mi espina dorsal. Bajé las escaleras con cautela, mi espada firme en mi mano, lista para cualquier cosa. La luz del día se filtraba débilmente a través de las ventanas, creando sombras alargadas en las paredes de la habitación.

Fue entonces cuando una figura apareció, de pie en la entrada, bloqueando la salida. Su presencia era imponente, su aura una mezcla de fuerza bruta y control absoluto. Un hombre de cabello oscuro, su rostro parcialmente cubierto por una capa negra que caía sobre sus hombros, observándome con una expresión entre calculadora y satisfecho.

"Vaya, parece que eres más difícil de atrapar de lo que imaginé", dijo con una voz profunda, con un tono que denotaba una mezcla de respeto y cierta diversión. "Pero debo decir, no puedo dejar de admirar tu fuerza de voluntad. Cuatro de los consejales, incluso habiendo sido su objetivo, te enfrentaste a ellos con tal determinación. Al menos, uno de nosotros no saldrá vivo de ese encuentro. He de felicitarte por eso, aunque las circunstancias no sean las mejores."

Mi mente rápidamente se puso en marcha. Cuatro consejales… Varek. La confrontación reciente en el consejo, la forma en que me había tratado como una pieza en su tablero, su deseo de controlarme, pero también el rencor que había dejado ver. Este hombre frente a mí era un mensaje claro. Sin duda alguna, la conexión era evidente.

Miré al hombre con desconfianza. "Varek te envió, ¿verdad?" Mi voz sonó firme, pero en el fondo sabía que la respuesta no era una cuestión de si, sino de cuándo.

El hombre no respondió de inmediato, pero su leve sonrisa me dio la confirmación que esperaba. Una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, que seguían fríos como el acero. "No es un secreto, en realidad", dijo con calma, observando mi reacción. "Varek ha sido… muy claro en su deseo de verte fuera de su camino. Parece que tu resistencia ha sido una molestia mayor de lo que había anticipado, y ahora me ha enviado para encargarse de ti."

En ese momento, el peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. "¿Entonces viniste a matarme? ¿A llevar mi cuerpo ante él?", pregunté, mi tono más bajo ahora, como si intentara medir sus intenciones, aunque ya podía adivinar la respuesta.

El hombre asintió lentamente, sin vacilación alguna. "Así es. El consejo necesita que tus habilidades y tu poder estén bajo control. Eres demasiado impredecible, demasiado poderosa. Es una amenaza para el equilibrio que ellos intentan mantener. Yo soy quien debe encargarse de eliminar esa amenaza."

Mi mente estalló en una tormenta de pensamientos. Sabía que esto podría suceder. Sabía que Varek no dejaría de perseguirme. Pero escuchar esas palabras, tan directas, tan frías, hizo que mi cuerpo se tensara aún más, preparándome para lo inevitable.

Mi corazón latía con fuerza, pero mi respiración permaneció controlada. La situación era grave, y mi agotamiento no ayudaba, pero sabía que mi única opción era enfrentarme a él. No podía dejarme atrapar, no podía dejar que mi viaje terminara de esa forma, no sin antes llegar a mi continente.

Tomé una decisión en ese mismo instante. No podía permitir que me mataran aquí. No podía permitir que Varek ganara.

"Entonces, supongo que esto no se resolverá de manera pacífica", dije con una calma que ni yo misma sentí. "Si es una lucha que buscas, será una lucha que tendrás."

El hombre no pareció sorprendido, su mirada se endureció. "No esperaba que lo fuera", murmuró. "Ahora, veremos si eres tan fuerte como me han dicho."

En un abrir y cerrar de ojos, se lanzó hacia mí. Su velocidad era impresionante, casi como si hubiera anticipado cada uno de mis movimientos. Desenvainé mi espada con rapidez, bloqueando su primer ataque. El choque de nuestros metales resonó en la habitación, el impacto reverberando por mis huesos. Mi cuerpo, a pesar del agotamiento, respondió con reflejos agudos, pero era claro que no estaba a mi mejor nivel.

Cada uno de sus movimientos era preciso, como un depredador acechando a su presa. Intenté anticiparme, pero él era tan rápido que apenas lograba defenderme antes de que su espada volviera a descender hacia mí. No podía subestimarlo.

Mi mente se mantenía enfocada, pero el cansancio comenzaba a nublar mis reflejos. Cada vez que conseguía bloquear un golpe, él se deslizaba y atacaba desde otro ángulo, desbordándome con su destreza.

A pesar de ello, no podía rendirme. Sabía que si fallaba, todo lo que había hecho hasta ahora habría sido en vano. Mi vida, mi libertad, todo lo que había luchado por conseguir, estaba en juego.

En un momento de concentración absoluta, logré anticipar su movimiento y lo desarmé, empujando su espada hacia un lado. Aproveché la oportunidad y con un rápido movimiento de mi mano izquierda, encendí un hechizo de energía concentrada, enviando un rayo de fuerza hacia él. La explosión de poder lo hizo retroceder, pero no cayó. Aún así, su rostro ahora mostraba algo que no había visto antes: una leve admiración.

"Interesante", murmuró, limpiando una herida en su brazo. "Parece que Varek no te subestimó tanto como pensé."

"Y ahora," respondí, mi respiración aún pesada, "tú tampoco lo harás."

El aire a mi alrededor se volvió denso, cargado de energía. Mi cuerpo estaba al límite, pero el miedo de perder, de ser eliminada como una pieza de ajedrez más, me obligó a liberar lo que quedaba de mi poder. Ya no había vuelta atrás. No podía permitirme ceder. No había tiempo para pensar en las consecuencias de la destrucción que estaba a punto de desatar.

Y en un solo segundo, el suelo tembló bajo nuestros pies cuando ambos nos preparamos para la siguiente ronda de este combate destructivo. La ira que se apoderaba de mí ya no era solo por la amenaza de muerte, sino por la arrogancia de creer que podían controlar mi destino.

Mi espada brilló con una luz verdosa, la misma que emana cuando mis hechizos alcanzan su máxima intensidad. Mis músculos se tensaron, el poder corriendo por mis venas como una corriente incontrolable. Sin darme cuenta, mis ojos adquirieron un brillo rojo intenso, el mismo que siempre se mostraba cuando el dragón despertaba en mí, acompañado de una oscura sombra que reflejaba mi conexión con el dragón.

De repente, todo lo que tocaba se vio afectado por mi energía, como si la tierra misma temiera mi poder. El aire vibraba, distorsionándose mientras mi mana se derramaba sin restricciones.

La batalla iba a ser comparada a la de un maldito cataclismo.

El primer golpe fue un choque de fuerzas. Mi espada cortó el aire con una velocidad inhumana, encontrando la defensa de mi oponente. Sin embargo, no fue suficiente para detener su furia. El hombre frente a mí retrocedió, pero solo para preparar un nuevo ataque. Me moví rápidamente, mi agilidad mejorada por la esencia del cazador de sombras y del dragón permitiéndome esquivar sus golpes con facilidad, mientras el poder que fluía de mi cuerpo hacía que cada uno de mis movimientos pareciera un relámpago.

La destrucción era inevitable.

Mis ataques no eran solo físicos. Al conjurar un hechizo de pura energía, un rayo de poder se disparó hacia él, creando una explosión tan violenta que las paredes de la vieja posada se desmoronaron, dejando solo escombros y polvo flotando en el aire. La estructura crujió bajo el impacto, pero el hombre no se detuvo. En su lugar, su aura creció más fuerte, tomando una forma más oscura, como si su poder también aumentara con cada golpe que recibía.

Me abalancé sobre él, usando mi velocidad para golpear, cortar y destruir todo a mi paso. Los edificios comenzaron a ceder bajo la presión de nuestras fuerzas, el sonido de las explosiones, los choques de energía y los gritos del viento llenaban el aire. Las rocas volaban, los árboles cercanos se quebraban y caían, como si el mundo entero estuviera a punto de ser tragado por la tormenta de destrucción que nosotros mismos habíamos desatado.

En un momento, el suelo comenzó a agrietarse bajo nuestros pies. Las rocas se levantaban hacia el cielo con la fuerza de nuestras fuerzas combinadas, la vibración del aire era tal que la propia tierra parecía temblar bajo el peso de la batalla. Los cielos se oscurecieron por la niebla que formábamos con cada impacto de poder.

El hombre frente a mí, por un instante, se detuvo. Su rostro, previamente calculador, ahora mostraba una mezcla de respeto y cierto temor, un indicio de que finalmente comprendía la magnitud de lo que había liberado. Pero no se rindió. Su espada brilló con una energía oscura, más poderosa que antes, y lanzó un golpe tan brutal que destruyó la tierra bajo nosotros. La explosión fue tal que el suelo se hundió unos metros hacia abajo.

El impacto fue tan devastador que el aire se tornó irrespirable por un momento. Pero, como siempre, me rehúso a rendirme. Con mi respiración entrecortada, sentí la presión en mis músculos, el cansancio agobiándome, pero seguí adelante, impulsada por una voluntad que no conocía límites.

Me lancé hacia él, utilizando todo lo que quedaba de mi poder para proyectar una onda de choque hacia su pecho, deseando deshacerlo. El impacto fue monumental, pero no lo derroté. Sin embargo, lo dejé tambaleando, y en ese momento, su rostro mostró una leve señal de duda.

"Impresionante", dijo, respirando con dificultad. "Eres más fuerte de lo que pensaba."

No respondí. En su lugar, liberé una ráfaga de energía con la espada, disipada en una explosión de luz verde. La onda arrasó todo a su paso, destruyendo más edificaciones a su alrededor, pero su figura desapareció en un destello oscuro, antes de que pudiera continuar mi ataque.

Y ahí, en la devastación, de alguna manera, nos quedamos. Frente a la destrucción absoluta de la posada y del pueblo, yo, agotada, luchando por mantenerme de pie, y él, de alguna forma, aún en pie, pero poco debilitado.

El poder del dragón dentro de mí estaba en su punto máximo, mi cuerpo brillaba con la intensidad de la energía, mis músculos tensos por la descarga de mana que ahora recorría mi ser. Cada pulso de mana parecía hacer vibrar el aire a mi alrededor, tornándose más destructivo a medida que lo liberaba. La fuerza de los hechizos que desataba se amplificaba a cada segundo, y sentía como mis propios límites se desmoronaban bajo el peso de esa energía abrumadora.

Cuando mi enemigo intentó acercarse, su presencia se volvió una amenaza directa. No dudé ni por un segundo. Con un rugido interno, concentré toda la energía en mi espalda, las runas en mi espada brillaron con intensidad. La energía que contenía mi cuerpo se liberó en una oleada y, sin pensarlo, dejé que la fuerza fluya por el suelo, creando un campo de runas alrededor de mí. El aire se espesó, el mana aumentó hasta desbordarse, y el terreno comenzó a temblar con la inminente llegada de la explosión que estaba por desatarse.

El maldito no se detuvo. Vino hacia mí a toda velocidad, como si la furia y la desesperación lo guiaran. Sus ojos brillaban con odio, y su aura, oscura y retorcida, parecía absorber toda la luz a su alrededor. Ignoraba las runas que habían comenzado a llenar el suelo, sin duda creyendo que podría atravesarlas sin problema. Sin embargo, no contaba con el poder de lo que había desatado.

Cuando estuvo a unos metros de mí, no dudé. Mis manos sostuvieron la espada con fuerza, y en un solo movimiento, enterré la hoja en el suelo con toda mi fuerza. Al instante, el campo de runas se activó, y el suelo a mi alrededor explotó en una enorme erupción de energía pura. La explosión ascendió como un pilar de luz verde que atravesó el cielo, llenando el aire con la devastación de la magia desatada. La tierra se agrietó, los árboles fueron arrasados, y el pueblo desapareció por completo, borrado del mapa en un solo instante.

El impacto me lanzó hacia atrás, pero mi cuerpo, envuelto en la esencia del dragón y el cazador de sombras, se mantuvo firme. El cráter que dejé atrás era colosal, y el aire que lo rodeaba estaba denso con el eco de la explosión. La devastación era total, y aún con mi agotamiento, me mantuve de pie, sin debilitamiento.

Mis respiraciones eran profundas y pesadas, pero mi mente no dejaba de estar alerta. Busqué al maldito entre los escombros, entre el caos de la explosión que había causado. Pero no lo vi. No había rastros de él, ni señales de su energía. El lugar era un campo de ruinas, y él, por ahora, parecía haberse desvanecido.

No me relajé, sin embargo. Mi instinto me decía que no debía bajar la guardia. No significaba que lo hubiera derrotado. Podía sentirlo en el aire. Aquel tipo, aquel poder oscuro, no se iría tan fácilmente. No podía confiarme, no después de lo que había desatado.

Me quedé en el centro del cráter, rodeada de un paisaje devastado, la atmósfera aún llena de la energía residual que había dejado la explosión. Pero no lo encontré. No estaba muerto. El maldito no podía ser tan fácil de eliminar. Y aunque su presencia desapareciera por un momento, sabía que regresaría.

Y tal como había predicho, el maldito no había muerto. Lo sentí antes de verlo, esa presencia maligna que volvía a llenar el aire, más fuerte, más densa, como una sombra que se alargaba con cada respiración que tomaba. La tierra temblaba una vez más, y pude percibir el retumbar en el suelo antes de que su figura emergiera de entre los escombros, caminando lentamente, cada paso resonando con una oscuridad más profunda que la que había sentido antes.

Su cuerpo estaba marcado por las cicatrices de la explosión que había causado, su piel ennegrecida y chamuscada por el poder que había desatado, pero su aura era ahora aún más imponente. La energía que emanaba de él era tan intensa que hacía el aire denso, como si todo el ambiente se estuviera estrangulando bajo el peso de su poder. Aquella energía oscura, que antes había sido un veneno oculto en su interior, se había desbordado y fortalecido. La furia de la batalla, el dolor de la destrucción, todo eso se reflejaba en su ser, y ahora su poder era algo irreal, algo que competía directamente con el mío. No solo competía, era tan abrumador como el mío, y tal vez incluso más destructivo.

El maldito me miró, sus ojos ardían con odio. No me importaba lo que hubiera pasado antes. Ya no había más palabras, solo la guerra que íbamos a librar entre nosotros. Con un grito que resonó a través de la tierra, levantó sus manos al cielo, y una oleada de energía oscura comenzó a formarse alrededor de él, corriendo a través del aire con una violencia que hizo que el paisaje se retorciera.

Con rapidez, me preparé para esquivar el primer ataque. Un rayo de energía oscura descendió como un látigo, dejando un rastro de destrucción a su paso. El impacto hizo que la tierra se agrietara aún más, la explosión levantó polvo y escombros, pero yo me moví con la misma agilidad que antes, aunque el agotamiento comenzaba a pesar más. Pero ya no había vuelta atrás. No podía dejar que esa maldad ganara.

Salté hacia él, el suelo temblaba bajo mis pies mientras la energía que fluía a través de mí chocaba contra la suya. El sonido de nuestras colisiones se escuchaba como truenos, el choque de poderes tan destructivos que el entorno se desintegraba a nuestro alrededor. El bosque que alguna vez fue tranquilo se convertía en un caos ardiente, el viento arrastraba llamas y polvo, y la naturaleza misma parecía rendirse ante nuestra guerra. Cada hechizo que desataba, cada golpe, destruía aún más el lugar que antes era un hogar. Ya no quedaba nada.

Él estaba usando su poder a niveles tan extremos que la misma atmósfera se hacía densa, cargada con la oscuridad que había invocado. Pero no me dejé amedrentar. Con el poder del dragón y mis habilidades, mis ataques eran igual de brutales, si no más. Cada vez que mi espada chocaba contra su energía, la explosión que se desataba causaba estragos, cortando árboles y haciendo que el terreno se partiera en dos. Mi hechizo de área resonaba con cada paso que daba, extendiéndose por el suelo, pero el maldito respondía con su propia devastación. Las esquirlas de la batalla cruzaban el aire como meteoritos, dejando un campo de ruinas a nuestro alrededor.

Lo vi, un destello de furia en sus ojos, mientras su poder se acumulaba y comenzó a condensarse en un solo punto. Parecía que su energía había alcanzado el límite, la oscuridad de su magia se había expandido tanto que me envolvía, casi asfixiándome. Lo miré directamente, notando que estaba tan desesperado como yo, dispuesto a llevar la batalla a un final de destrucción total.

Mi espada brillaba una vez más, pero ahora sentía el peso del agotamiento más fuerte. Cada parte de mí quería detenerse, mi cuerpo estaba exhausto, pero la lucha no podía detenerse. No mientras él siguiera de pie.

Finalmente, con un último rugido, el maldito liberó su ataque final. Un haz de energía pura, cargado con toda la oscuridad que había absorbido, disparó directo hacia mí, barriendo todo a su paso. No podía esquivarlo, no en mi estado actual.

Sin embargo, mis ojos brillaron con determinación. Canalicé toda la energía que quedaba en mí, la esencia del dragón y mi propia voluntad. No dejaría que fuera así. Con todo lo que me quedaba, choqué con el ataque de frente, desatando un último hechizo, uno tan destructivo que la tierra misma se rasgó bajo su fuerza.

La explosión fue brutal, un estallido tan grande que devoró el campo, la oscuridad y la luz se mezclaron en una tormenta imparable. Un silencio profundo siguió a la colisión, mientras el polvo se asentaba sobre el terreno devastado.

No sabía si había ganado o si aún seguía allí. Lo único que sabía es que ese lugar, ese bosque, ya no existiría más.

La oscuridad era todo lo que veía. Un abismo de silencio que me envolvía mientras mi cuerpo, agotado y herido, luchaba por mantenerse consciente. El aire estaba cargado con el eco de la batalla pasada, y aún podía sentir las vibraciones en el suelo de los últimos destellos de energía que nos habíamos lanzado, un campo de ruinas a nuestro alrededor. A duras penas, logré mover un brazo, pero el dolor en mi cuerpo me recordó cuán al límite estaba. Cada fibra de mi ser temblaba con el peso del agotamiento, el poder que había consumido de la esencia del dragón y el cazador de las sombras me había dejado marcada, al borde del colapso.

A pesar de mi estado, pude oírlo. Su risa. Una risa cruel y retumbante que resonaba en mis oídos. Era él, el maldito, aún de pie, mientras yo apenas podía levantar la cabeza. Me costó horrores, pero logré mirar hacia arriba y verlo inclinado, su cuerpo también destrozado, pero aún con vida. Estaba exhausto, pero su sonrisa aún no se desvanecía. Su energía seguía fluyendo de él como una marea oscura.

"¡Esto es lo que es el poder!" su voz retumbó, como un eco de arrogancia. "¡Solo los consejales tienen la fuerza para obtener esto! ¡Este es el poder que te fue otorgado bajo la sombra de un consejo!"

Y en ese momento, la pelea no había terminado. Pensé que la lucha estaba por terminar, que ambos habíamos dado todo lo que teníamos, pero no fue así. Sin previo aviso, el maldito levantó su mano hacia el cielo, y una explosión de energía oscura irrumpió desde su cuerpo. Los hechizos, que ni siquiera vi venir, golpearon mi cuerpo sin compasión.

Sentí una ráfaga de dolor atravesar mi pecho, y caí de nuevo al suelo, incapaz de protegerme a tiempo. La fuerza de los hechizos me atravesó, desgarrando mi carne, enviándome hacia el suelo con un gruñido de agonía. Pero aún no había terminado. Un dolor más profundo me recorrió, uno tan afilado que sentí que mi aliento se detenía por un momento. Algo había atravesado mi abdomen. No era su energía lo que lo causaba. Era una hoja rota, clavada en mi estómago, que parecía estar completamente fuera de lugar, como una pieza rota de algo mucho más grande.

El maldito aún seguía riendo, y entre su risa, podía oír la voz que me gritaba.

"¡Eso es! ¡La victoria es mía!" su voz llena de satisfacción mientras sus pasos se acercaban, haciendo eco en mis oídos. "¡Tú no eres más que un juguete, una marioneta! Y ahora... te destruiré de una vez por todas."

Mi visión se nubló por un segundo, pero mis manos, cubiertas de sangre y temblorosas, se levantaron una vez más, alcanzando mi espada. No podía permitirme caer aquí, no podía darme por vencida. A pesar de que mi cuerpo pedía descanso, de que cada movimiento era una agonía, me levanté con todo lo que me quedaba. Las heridas, el cansancio, todo lo que había gastado en esta pelea... no importaba. Este hombre, este maldito, no se saldría con la suya.

El poder del dragón y la esencia del cazador de sombras seguían ardiendo en mi interior, aunque con dificultad. El fuego de mi voluntad se encendió, aún en medio de la desesperación.

Me levanté, tambaleándome, mis manos aferrándose a la espada mientras me ponía de pie con un esfuerzo que hacía crujir mis huesos. La hoja rota me dolía en el abdomen, pero aún así, mi mirada se endureció. Me enfrenté a él, aunque mi cuerpo no respondía como lo hacía normalmente. Ya no podía moverme con la misma velocidad, ni usar mis hechizos con la misma intensidad. Pero lo que me mantenía de pie era la rabia, la determinación, y el rencor.

"Lo que no sabes... es que esto no es el fin," le susurré, mi voz rasposa pero firme.

Mi cuerpo seguía sangrando, pero no me importaba. Caminaba a rastras, sintiendo el peso del dolor en cada movimiento. El suelo estaba cubierto de ruinas y escombros, el aire aún lleno de los ecos de nuestra batalla. Las cicatrices de las explosiones resonaban en mis músculos mientras intentaba avanzar, sin detenerme a mirar atrás. La hoja rota en mi abdomen seguía ardiendo con un dolor insoportable, pero cada paso que daba era un recordatorio de que no iba a rendirme. No iba a dejar que él, ni nadie, me derrotara.

A lo lejos, pude verlo. El maldito, aún levantándose, pero claramente dañado. Sus ropas, antes imponentes, estaban rasgadas y carbonizadas por las heridas que le había causado. La piel expuesta de su rostro y cuerpo estaba marcada por las quemaduras de mi último hechizo. Sin embargo, sus ojos brillaban con furia, y podía ver que aún tenía la intención de terminar lo que había comenzado.

Mi respiración era irregular, y mi cuerpo se sentía pesado como si todo el peso del mundo me hubiera caído encima. Pero no podía detenerme. No podía darme el lujo de quedarme allí, no importaba cuánto me doliera, no importaba cuán agotada estuviera.

Mientras caminaba con lentitud, mis pensamientos comenzaron a ir hacia otro lugar. Recordé la voz de mi padre, Lord Auren, resonando en mi mente, tan clara como si estuviera allí mismo. Hace cinco años, en los días previos a la defensa de nuestro reino, me habló de nuestro poder, un poder que no se basaba en la magia ancestral ni en la intervención divina, sino en algo mucho más terrenal y duro de forjar.

"Thyra", me había dicho en ese entonces, su tono firme y grave, "no hay magia en la sangre Auren que te haga invencible. Pero existe algo más, algo que ha sido forjado por generaciones: nuestra voluntad. Es la voluntad de un Auren lo que nos hace poderosos, no la fuerza bruta ni el hechizo más fuerte. Recuerda siempre, el poder no está solo en lo que puedes hacer, sino en lo que eres capaz de soportar, de levantarte una y otra vez cuando las cosas parecen imposibles."

Esa era la clave. El poder de la familia Auren no residía en la magia, ni en la sangre, sino en la capacidad de resistir, de seguir adelante. La resistencia y la voluntad eran las que nos definían. Y eso era lo que me caracterizaba desde aquel día, cuando hace tres años había terminado con la lucha contra las bestias, defendiendo el reino de nuestra gente con una fuerza que había sorprendido a todos, incluidos los consejales de mi continente, quienes nunca dejaron de temerme. Sabían que si lograban controlarme, podrían atar ese poder. Pero ese mismo poder nunca podría ser encerrado. No era algo que se pudiera contener.

Las palabras de mi padre me daban fuerzas, y con cada paso que daba hacia él, hacia ese maldito que aún me miraba con esa sonrisa retorcida, sentía que el dolor en mi cuerpo se disipaba, aunque no desaparecía. Mi cuerpo seguía desgarrado, pero la voluntad seguía intacta, como siempre. Lo que ellos temían era precisamente lo que no podían controlar: mi voluntad inquebrantable, mi determinación de proteger lo que amaba y de seguir luchando sin importar los obstáculos.

Al dar otro paso hacia él, pude ver su expresión de burla transformarse en un atisbo de duda. Mi resistencia, mi capacidad de seguir de pie después de todo lo que había pasado, parecía desconcertarlo. Y aunque mi cuerpo no respondía con la misma rapidez que antes, la esencia de la familia Auren, el poder que forjamos generación tras generación, seguía ardiendo en mi interior.

Entonces, levanté mi espada. La hoja estaba cubierta de sangre y quemaduras, pero aún la sostuve con firmeza.

"Esto no ha terminado", murmuré para mí misma, mis labios temblando de fatiga. "No tan fácilmente."

Mi cuerpo ya no era el mismo. Sentía el peso de todo el poder que había desatado, arrasando con mi resistencia. Mi vista se nublaba mientras la sangre manchaba mis ojos, la nariz, mis orejas, y mi boca. Cada gota era como un recordatorio del esfuerzo titánico que estaba realizando, de cuán lejos había llevado mis propios límites. Pero no podía parar. No podía ceder.

La voluntad de mi familia Auren era lo único que mantenía mi cuerpo en pie, cada fibra de mi ser desgarrada pero aferrada a esa última reserva de poder. En mi mente, las palabras de mi padre resonaban con fuerza, como un faro en la oscuridad: "La fuerza de la familia Auren no está en lo que puedes hacer, sino en lo que eres capaz de soportar."

La espada en mis manos, bañada en mi sangre, vibraba con el poder que liberaba, una magia oscura que corría por mi cuerpo como un torrente de furia contenida. La magia verde que normalmente me rodeaba se volvió negra, sombría, desbordándose hacia el cielo en una explosión de energía pura que iluminó el horizonte. La esencia de la tierra misma parecía temblar ante mi fuerza.

Un grito atravesó mis labios, fuerte y desafiante, mientras el poder explotaba desde mi ser, incontrolable.

"¡Yo soy! ¡Thyra Auren, la heredera de la familia Auren y el temor del maldito consejo real!"

El maldito, que estaba arrastrándose, intentando escapar del abismo al que lo había llevado nuestra lucha, se detuvo por un momento. El miedo era una máscara en su rostro. Pero era demasiado tarde. Mi cuerpo temblaba, pero no podía dejar que el miedo lo detuviera. La espada se alzó una última vez, con toda la magia que quedaba en mí canalizada en un solo golpe.

Su cuerpo ya no podía moverse, su poder se había agotado, su vida ya había sido decidida. Intentó huir, pero su cuerpo traicionó cada intento. La desesperación se reflejaba en sus ojos mientras sus piernas fallaban, y solo pudo arrastrarse hacia su destino. No podía hacer nada más.

Con un grito de pura furia y poder, dejé caer mi espada.

El impacto fue catastrófico. El suelo se agrietó con fuerza, el aire se llenó de energía pura que lo devoró todo. El poder de la espada atravesó su cuerpo y destruyó lo que quedaba del bosque. La magia negra, acompañada por la explosión de luz, arrasó con todo a su paso, creando una ola de devastación que borró cualquier vestigio de vida a su alrededor.

El maldito cayó, pero la devastación que dejé atrás no tenía comparación. Lo que quedaba del bosque ya no era más que cenizas, y en su lugar se alzaba una gran nube de oscuridad y humo, que poco a poco se disipaba hacia el horizonte.

Caí de rodillas, mi cuerpo finalmente incapaz de soportar más el peso del poder que había desatado. El agotamiento, la fatiga, y el dolor me golpearon de lleno. Mi respiración era irregular, mis heridas seguían sangrando y mi visión comenzaba a nublarse. Pero había logrado lo que había venido a hacer.

Él había muerto. La amenaza había sido eliminada.

Permanecí allí, mirando las ruinas que había causado, el eco de mi poder aún resonando en el aire. La batalla había terminado, pero el precio que había tenido que pagar era más alto de lo que podría haber imaginado. Sin embargo, mientras la oscuridad me rodeaba, no sentí miedo. Solo la certeza de que, como heredera de la familia Auren, siempre podría levantarse y volver a pelear.

*****

*LORD AUREN*

Estaba sentado en el comedor, rodeado de mi familia, pero mi mente no estaba allí. Mis dedos temblaban mientras sostenía el tenedor, mi comida olvidada frente a mí. La quietud del ambiente no podía calmar lo que se desataba dentro de mí. Mi esposa, Lady Auren, me miró con preocupación, sus ojos llenos de esa comprensión que solo las almas más cercanas comparten.

"¿Qué ocurre, amor?", preguntó, su voz suave, pero firme. "Te has estado comportando extraño desde hace un rato."

Pero no podía responderle. Algo estaba sucediendo, algo que me atravesaba, algo profundo que me atravesaba hasta los huesos. Sentí cómo mi aura comenzaba a expandirse, mi pulso se elevaba como si algo estuviera despertando en lo más profundo de mi ser. Mis sentidos se agudizaron y mi conexión con la familia Auren se sintió más viva que nunca, como si la tierra misma respondiera a mi llamado.

De repente, la verdad llegó con una claridad inquebrantable. Ella está viva.

Un grito silencioso rasgó mi alma. Thyra Auren no ha muerto.

Era imposible equivocarse, la conexión era más fuerte de lo que había sido en los últimos meses. Mi hija, mi heredera, la joven que había desaparecido hace cuatro meses, aún vivía. Sabía que no había muerto. Sentía su voluntad, su poder. Su lucha. Su vida seguía intacta, su fuego interno no se había apagado.

"¡Sí!" exclameré, en voz alta, a pesar de mí mismo, mientras mi mano temblorosa dejaba caer los cubiertos. Mi familia me miró con sorpresa y confusión. Mi voz sonó más fuerte que la razón, vibrante con la energía de la revelación. "¡Lo sabía! ¡Lo sabía! No ha muerto, ella sigue viva, muy lejos de aquí... ¡Lo siento, lo siento tanto, pero estaba equivocándome!"

Mi esposa se levantó, alarmada. "Auren, ¿qué está pasando?" Pero yo estaba demasiado absorto en lo que estaba sintiendo, en lo que mi alma me estaba diciendo. La familia Auren, que había pasado siglos acumulando poder y voluntad, había despertado nuevamente en mí.

El aire alrededor de mí se volvió denso, la fuerza de mi poder, esa esencia que se forjó generación tras generación, llenaba la habitación. Mi aura se extendió, y el suelo debajo de mí parecía resonar con la energía que liberaba. El poder de la familia Auren se despertaba en su máxima capacidad, no solo de sangre, sino de voluntad, de generosidad y sacrificio. Mi hija aún vivía, y aunque el precio había sido alto para ella, algo dentro de mí sabía que no había rendido su alma.

La conexión, la marca de los Auren, la sentía con cada fibra de mi ser. El poder de nuestros ancestros recorría mi cuerpo, respondiendo al llamado de la vida que mi hija aún sostenía, incluso a miles de kilómetros de distancia.

"¡Thyra!" grité, pero mi voz se ahogó en el aire denso de poder. "¡Te lo prometo, hija mía, que te traeré de vuelta! No importa lo que sea necesario."

Mis hijos, Askel y Eryk, me miraron con confusión, sin comprender completamente el peso de lo que estaba sucediendo. Pero yo sabía, sentía la verdad con cada uno de mis latidos. La fuerza de Auren no mentía.

Sabía lo que esto significaba. Sabía que, en algún lugar, mi hija luchaba, arrasando con todo lo que se interpusiera en su camino. La batalla no había terminado para ella. Y mientras mi familia me observaba, comprendí que mi misión no solo era traerla de vuelta, sino también asegurarme de que ninguna otra fuerza pudiera quebrantar su voluntad.

Mi hija vivía, y eso solo podía significar una cosa y era que el futuro de la familia Auren no solo estaba en manos de la sangre, sino también de la voluntad de un corazón indomable. Y yo, su padre, debía estar preparado para enfrentar todo lo que viniera.

More Chapters