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Chapter 8 - Remordimientos

ZOE

No sabía cómo reaccionar, debía ir donde Perseo y darle un par de bofetadas para que reaccionara y no me rechazara de esa manera ¿o simplemente debía dejarlo ir? Tenía miedo de perderle… tenía miedo de lo que podía pasar en el futuro, donde me llevaría, obviamente primero iríamos a Esparta, pero ¿quién era esa supuesta amiga con la que planeaba dejarme? Un ataque de celos me invadió… no podía explicarlo, pero era como un fuego que me consumía el alma. ¿Quién sería esa supuesta amiga?

La noche para mi trascurrió en simplemente pasearme de un lado a otro en la habitación, porque no podía encontrar el ánimo adecuado para dormirme… seria solo un desperdicio. Asi que me paseaba en la habitación de un lado para el otro pisando fuerte y refunfuñando cada cierto tiempo. Seguramente Eneas algo me diría mañana o preguntaría porque estaba tan inquieta. Por otro lado, había momentos de la noche donde el recuerdo latente del calor de sus labios me embargaba y no podía dejar de añorarlo con fuerza. Ere un círculo vicioso de decepción y frustración. Sentía que me quemaba el pecho al recordar como temblaban sus labios al estar en contacto con los míos, para luego sentir una rabia incontenible que me hacía proferir las palabras más duras y detestables contra él por haberme rechazado de esa forma, me sentía usada y poco valorada. Perseo se había portado tan gentilmente conmigo durante todo este tiempo que no podía concebir que simplemente me besara para luego decirme que no podía estar conmigo, que no podía corresponder a mis sentimientos y afecto.

Dolor… insatisfacción… una opresión fuerte en el pecho… lagrimas… más dolor… eso es lo que estuve sintiendo toda la noche, hasta que finalmente me quedé dormida de tanto desgaste emocional.

PERCY

Pasar la noche en el establo fue sin duda una buena decisión… no podía dormir… me paseaba de un lado a otro pensando en Zoe… pensando en nuestro beso. Y me sentía sumamente culpable por haberme dejado llevar y haber consumado ese beso. Era un error. No… no fue un error, mi conciencia amenamente me hacía recordar ese preciso momento donde por un instante todo alrededor desapareció y estaba siendo transportado a un lugar lleno de luz y una sensación de tranquilidad… no había guerras… no había preocupación… solo el calor abrazador de la tranquilidad. Pero asi como aconteció asi también cayó por su peso la culpa y la intranquilidad.

Yo sabía que no debía haber provocado todo eso… pero realmente lo anhelaba y más aún lo necesitaba, necesitaba a Zoe cerca de mí más que a nada. El problema es que ahora no había vuelta atrás. Y eso era algo que tenía que asumir. Ella seguramente estaría furiosa conmigo. Y con justa razón. Pero Poseidon tenía razón en algo: Era lo mejor que podía hacer… ella no estaría segura de otra forma. De solo pensar en ello una punzada profunda y aguda atraviesa mi corazón. Renunciar a mis sentimientos por ella… por su bien, era simplemente injusto para mí… pero no podía condenarla al sufrimiento, no podía abandonarla en medio de un mundo que estaba por cambiar… y mucho.

La noche paso y paso… ya casi estaba asomándose los primeros resplandores de luz y mi mente ya no estaba en casa, mi mente se había trasladado a lo que estaba por venir y que era necesario que me mantuviera enfocado. Pero por otro lado no podía simplemente ignorar la brecha que se había gestado entre Zoe y yo. Trate de calmarme mientras los primeros rayos de sol se filtraban por algunas rendijas de nuestro establo… Mi mente se perdió nuevamente, esta vez en la plática que había tenido con mi padre antes de volver a casa anoche…

—Perseo —la voz inconfundible de Eneas me distrajo y me saco de esos recuerdos. En primera instancia no me gire porque no quería que viera lo abatido que estaba mi rostro, obviamente no pasaría desapercibido.

—Dime Eneas —le respondió después de unos segundos con un poco pesar en mi corazón, no quería hablar del tema, pero sabía que inevitablemente saldría a colación lo que había pasado y de porque estaba en el establo. Eneas se quedó en silencio por un tiempo prologando, más del que estaba acostumbrado a guardar, lo cual era raro.

—¿Estas bien? ¿Qué haces aquí? —finalmente el contingente de preguntas estaba llegando y no había nada que pudiera hacer para frenarlo, solo esperaba que tuviera la prudencia como para saber cuándo parar… lo necesitaba.

—Yo dormí aquí —mis palabras salieron más secas de lo que esperaba, pero rogué para que Eneas entendiera que hoy no era precisamente el mejor de mis días. Casi nunca estaba de mal humor cuando estaba en casa, pero hoy simplemente no veía ningún motivo para estar feliz… o siquiera fingir.

—Eso veo… pero ¿por qué? —Eneas no tenía idea de cuánto deseaba que no abriera su boca para llenarme de preguntas. Pero no podía culparlo, el simplemente era asi… no había malicia en su forma de ser, solamente se emocionaba cuando había gente en la casa, no muy a menudo venia gente a verme y mucho menos a él, desde que perdió a sus padres.

—Porque necesitaba tiempo a solas —fue lo único que se me ocurrió decirle y realmente esperaba que el tono de mi voz no regalara mi estado de ánimo tan perturbado y eso le diera pie a que me llenara de más preguntas.

—Claro… —respondió Eneas sin demasiada convicción, pero para mí estaba bien, en ese momento todavía recordaba lo que tenía que hablar con él. Eso sí que sería difícil de explicar. —Zoe —el intento hablar, pero rápidamente corte esa línea.

—¿Ella despertó? —pregunté abruptamente.

—No… tampoco creo que lo haga en un futuro inmediato, ayer la escuche caminar de un lado para el otro hasta muy entrada la noche —entonces había pasado la noche igual que yo, sin poder dormir… me aseguraría de que obtuviera la mayor cantidad de descanso. No tenía el corazón para despertarla ahora mismo, pero era necesario, ya que debía presentarme temprano en Esparta.

—Ya veo… —dije perdidamente mientras me paseaba por el establo tratando de encontrar la forma de abordar la jornada que teníamos por delante. Seria todo tan difícil… todo tan incómodo que me daba pánico si quiera pensar en ir a despertarla y toparme con la dureza de sus ojos negro. Su justificado desprecio me iba a doler demasiado como para soportarlo.

—Entonces… —Eneas trato de buscar alguna clase de información… o tal vez quería darme pie a que explicara cómo es que Zoe termino paseándose sin poder dormir. Pequeño curioso.

—Enenas… necesito que prepares unos caballos con provisiones… partimos hacia Esparta —Eneas me miro un poco consternado por la rapidez de mi petición. Me estudio por un momento tratando de armar todo un escenario seguramente en su cabeza.

—¿Guerra? —no quería desatar una preocupación sin fundamento. No quería ni pensar en lo que pasaría si Eneas riega ese rumor… sería el caos total. Necesitaba que mantuviera la calma, ya que se trataba de algo delicado.

—No lo sé —no mentí, porque no sabía exactamente para que me llamaban. Pero si sabía que pase lo que pase no podía quedarme fuera de acción.

—¿Te la llevas? —debía llevármela porque era lo más seguro para ella. Este es un mundo peligroso e intolerante donde una hija de Atlas seria perseguida constantemente.

—Este no es lugar para ella —Eneas me miro un poco sorprendido por mis palabras, pero no estaba dispuesto a correr el riesgo de dejarla aquí.

—¿Qué quieres decir? —Eneas nunca se conformaba con una respuesta... quería todas las respuestas.

—Nada… solo prepara lo caballos por favor —suspire cansadamente y creo que esa fue la solución al problema porque Eneas bajo la guardia.

—Claro… ¿alguna otra cosa? —quería que despertara a Zoe, asi yo no tendría que mirarla a los ojos y ver la decepción y el dolor en ellos... pero eso sería muy cobarde... asi que tengo que hacerlo yo.

—Si, después ven a la casa, hay algo que quiero mostrarte —todavía tenía que resolver un asunto con Eneas y los papeles que había preparado anoche. También sabía que tendría muchas, muchas preguntas.

—Claro… estaré allí enseguida —Eneas sonrió ligeramente y fue a buscar las riendas para los caballos. También necesitaremos provisiones... Esparta estaba a un día de aquí asi que tendríamos que comer en el camino. Me dirigí a la casa pensando en que decir o que hacer… ¿podía enfrentarme a sus ojos negros penetrantes sin desviar la mirada de vergüenza? Esperaba que, si porque la verdad no teníamos mucho tiempo, el sol ya estaba terminando de salir y era tiempo de partir. Me hubiera gustado poder mostrarle a Zoe los alrededores… los rebaños… tal vez ella podría haberse encariñado con este lugar y sacarla de aquí era un error… pero dejarla seria también un error… yo tenía que asegurarme de que ella estaría a salvo.

Entre en la casa… se podía sentir la calidez de la fogata que seguramente Eneas habría avivado antes de ir a buscarme. La verdad es que fue un acierto haber hecho una fogata un espacio especial para una fogata. Mantenía la casa caliente… además de servir para cocinar. Suspire con pesar al recordar los acontecimientos del día anterior. Los labios de Zoe estaban obviamente afectados por el calor, resquebrajados por la falta adecuada de hidratación… pero no por eso dejaron de ser suaves al tacto de mis labios. Era demasiado obvio que jamás había besado a nadie, sus labios temblaban ligeramente y no se movían solamente estaban presionados contra los míos fuertemente… fue una sensación difícil de describir, pero fue increíble… fue como haber tenido un copo de algodón en los labios…

Y luego todo se arruinó… o mejor dicho yo lo arruine.

Entre en la habitación donde Zoe estaba… había sido la habitación de mi madre… suspire pensando en cuán difícil seria enfrentarme a Zoe después de los de anoche. Pero no podía echarme atrás. Ella estaba delicadamente acurrucada en una cama que era demasiado grande para su tamaño. Era sumamente frágil en este estado… Y esa era una de las cosas que más me atraen de ella, su fragilidad se abre paso en este mundo que busca destruir todo lo bueno. Yo quiero que permanezca para siempre… que esa sonrisa no se apague, que esa bondad no sea consumida por la maldad del mundo. Que la suavidad de su mirada siga iluminando el mundo. No importa si eso significaba no tenerla nunca…

Me acerque tratando de hacer el menor ruido posible. Quería llenar mis ojos de esta escena lo más posible, quiero que dure para siempre… quiero que nada lo borre y que siempre pueda recordar su mirada y su sonrisa. Su cabello negro como la noche estaba encantadoramente desordenado… brilloso y suave… me arrodille al pie de la cama… su rostro estaba manchado de lágrimas… se notaba que no habían sido pocas las lágrimas que ella había derramado y eso me acusaba aún más… yo quería protegerla y solo estaba logrando hacerla sufrir.

Con mi mano empecé a ordenar un poco su cabello… me perdí un poco en la suave sensación de su cabello entre mis dedos. Recordando las palabras de Poseidon… mi padre, ayer por la noche antes de volver a casa, después de ver a Alejandro. El amor se trata de sacrificios… pocos están dispuestos a hacerlos. Sus palabras me habían destruido el corazón. Habíamos hablado de nosotros, en parte, tratando de averiguar porque dejo a un niño sin padre durante tantos años. Me explico que fue contra su voluntad y que nunca quiso hacerlo, pero que era necesario para que yo y mama no tuviéramos que enfrentarnos a la ira de Zeus, quien no podía tolerar el romance de mi padre con mi madre que además había dado como fruto a mí… Zeus no quería que los hijos de Hades y Poseidon sobrevivieran… es por eso que los hijos de estos dos tenían vida llenas de miserables destinos… Zeus se encargaba de complicarles la vida… si bien vivían como héroes… pero morían demasiado jóvenes como para disfrutar de sus logros… Poseidon me explico que no quería eso para mí… asi que tuvo que dejarme con la esperanza de que pudiera vivir una vida normal y no conocer nunca el mundo de los dioses. Pero obviamente su plan no funciono, asi que había optado por llevar a cabo su plan.

—Lo siento Zoe… de verdad lo siento —susurre mientras me acercaba y con la mayor de las delicadezas uní mis labios con los suyos, no me moví… solo deje que la unión de nuestros labios sellara los recuerdos que estaba tratando de rescatar al verla dormida, bañada por el sol de la mañana. —Quisiera… de verdad quisiera que tuviéramos más tiempo… que todo fuera diferente —acaricie su mejilla suavemente, no pude evitar derramar un par de lágrimas. Me quede mirándola durante varios minutos… bebiendo de la tranquilidad de su sueño… pero nada es eterno. En ese momento el maldito gallo canto… y todo se arruino porque escuche un pequeño gemido de fastidio de parte de Zoe.

Sentí que empezó a moverse, asi que me aparté, no quería asustarla con mi presencia en la habitación. Permanecí con una rodilla sobre el suelo, pero me giré, no quería que viera el rastro de mis lágrimas.

—Perseo… —su voz sonaba grave… pero con un rastro de cierta emoción… mi corazón se aceleró. ¿No podría ella haber sentido el beso que le di o sí? De todas formas, no importaba ahora porque era momento de partir, el deber me llamaba.

—Vine a despertarte… es momento de partir —trate de sonar lo más seguro posible, pero falle, a mitad de frase mis palabras se ahogaron y mi voz se quebró un poco. Mantenía mi cara oculta de los ojos de Zoe, porque no quería que me viera asi.

—Estaré lista en un momento… solo necesito… ya sabes… espacio para cambiarme de ropa —me quede por un segundo hasta finalmente avergonzado por no tener nada que decir, una disculpa o algo. Decidí retirarme para darle espacio.

—Oh… claro… yo estaré afuera terminando de arreglar todo —Tenía aun que resolver las cosas con Eneas.

—Perseo —Su voz me detuvo cuando estaba por salir de la habitación. No era la misma voz de Zoe cuando estábamos de camino aquí… era más fría… con toques de dolor y decepción. Dolía escucharla… más aun sabiendo que era el causante de su estado.

—Zoe… solo confía en mi —fue todo lo que le pedí… no podía darle explicaciones de porque lo hacía o porque renunciaba a ella… pero lo único que me preocupaba ahora mismo era mantenerla a salvo. A todo esto, no me gire para verla…

—¿En serio eso es todo lo que dirás? —era un reclamo… era una acusación de lo que había pasado anoche… y casi me giro para que viera como estaba realmente, con los ojos hinchados y rastros de lágrimas… pero me negué a exponerme.

—Es todo lo que puedo decirte ahora —susurre… no quería que me escuchara… pero lo hizo.

—Yo pensé… —su voz sonaba amargamente dura, como si quisiera golpearme con cada palabra, no quería que dijera algo por el enojo que tenía asi que me anticipe al término de su frase.

—Prepararé el desayuno… te espero afuera —Salí rápidamente, pero me detuve en el pasillo tratando de respirar… pero me costaba, quería simplemente escapar de todo esto que estaba apretujando mi corazón. —¡Eneas! —grité mientras caminaba con la poca voluntad que me quedaba hacia la sala principal.

—Señor Perseo —Eneas entro corriendo torpemente con un pedazo de carne en sus manos… era hora de preparar el desayuno. Tome el pedazo de carne y lo ensarte en una varilla y lo puse cerca de nuestra fogata. —Perdón… Perseo —Eneas empezó a guardar algunas cosas en una alforja… algo de pan, vino, y algunas frutas. Solo era un viaje de un día, pero no quería que nos faltara nada.

—Hay algo que quiero darte —dije con aire tranquilo pero serio. Eneas se giró para verme con un rollo de papel sellado.

—¿Claro de que se trata? —pregunto curiosamente mientras no despegaba su mirada del papel. Esto no sería fácil en ningún caso.

—Mi testamento —La mirada de Eneas cambio de curiosa a asustada y asombrada. Trato de decir algo, pero solo balbuceaba… hasta que sonrió ligeramente.

—Si claro… vamos en serio ¿de qué se trata? —creyó que estaba bromeando… al menos no se había puesto histérico… como cuando le dije por primera vez que había posibilidades de que no volviera de cierta incursión que hicimos, mi primera misión en mi puesto de capitán.

—Estoy hablando en serio —su sonrisa se borró y solo quedo un rostro serio y perturbado, poco común en alguien como Eneas.

—Pero… ¿por qué? —estaba empezando a zona ansioso y desesperado… y eso hacía que todo fuera más difícil, asi que no perdí tiempo y empecé a explicárselo. Lo senté junto al fuego mientras giraba la carne para que terminara de cocinarse.

—No me había puesto a pensar en que si algo me sucediera en combate prácticamente te dejaría en la miseria… legalmente no tendrías derecho sobre nada, asi que ayer lo solucioné, claro que esto solo tiene validez en caso de que muera, pero es algo que te asegura y me asegura que todo quedara en buenas manos —Eneas me miraba con desconcierto y se notaba que su cerebro trataba de darle lógica a toda esta situación.

—¿Pero Perseo de que estas hablando? —Eneas siempre tenía que buscar más explicaciones a las explicaciones. Se paró de donde estaba sentado, pero yo no tenía tiempo que perder, no quería que Zoe escuchara esta conversación, porque querría saber de qué se trataba, y yo no estaba preparado para decirle que había preparado mi testamento.

—Calla y escucha —lo senté nuevamente a mi lado —Este documento no debe ser abierto a menos que lo peor pase, contiene mi voluntad de hacerte propietario de mis bienes… aunque hay ciertos requisitos que deberás cumplir… cosas sencillas pero significativas —le entregué el rollo de papel sellado. Lo tomo en sus manos y luego le di un estuche de cuero donde pudiera guardarlo.

—¿Estás pensando morir? —me pregunto susurrando, su mirada estaba perdida en el fuego de la fogata.

—Ohhh muchacho ¿es que no vas a dejarme terminar? —le dije con un poco de cansancio. En realidad, solo quería evadir sus preguntas. Era tiempo de que me escuchara.

—Claro… si… perdón —se disculpó y yo suspire, sabia cuán difícil podía ser hablar de estos temas con alguien que perdió a toda su familia de un día para otro.

—Ahora como eres menor de edad aun… Alejandro ejercerá de tu tutor —la cara de Eneas se deformo en el peor de los disgustos y frustraciones. Sabía que Enenas no estaba precisamente en los mejores términos. A Eneas le gustaba la caza, es por eso que teníamos cabezas de venados y alces en la casa y cuando necesitaba nuevas puntas de flechas iba donde Alejandro, quien siempre terminaba aprovechándose de Eneas con sus exorbitantes precios o intercambios. Pero era lo único que podía hacer… No había nadie que hiciera un trabajo como Alejandro a kilómetros. Eneas había tomado su venganza de vez en cuando… en cierta oportunidad puso unas castañas en las brasas del horno de Alejandro y cuando este abrió la compuerta para colocar más leños las castañas explotaron en mil pedazos dándole un susto de muerte al viejo hijo de Hefesto. Fue un gran lio el que se armó después de eso.

—¿¡Alejandro… Alejandro!? ¿Ese viejo astuto y explotador? —Eneas derrochaba consternación y frustración en sus palabras.

—Si ese mismo —dije yo tratando de no reír por la reacción de Eneas.

—¡Que los dioses me amparen! ¿Porque él? —para Eneas sonaba como la peor noticia del mundo.

—Porque a pesar de eso que mencionas es de fiar —Eneas no dijo nada en contra de eso. Él sabía que en más de una ocasión Alejandro, a pesar de su claro afición de aprovecharse de él, le había salvado el pellejo.

—Esto es una pesadilla —frunció el ceño y se tapó la cara con ambas manos, dejando caer el documento.

—No olvides… solo abres el documento en caso de que lo peor pase… asi que mantén a salvo ese documento —Levante el documento y lo puse en una de las gavetas para que no estuviera a los ojos de cualquiera.

—¿Qué pasará con la chica? —Eneas se veía un poco derrotado, pero su mirada picara continuaba.

—La llevaré a un lugar seguro —dije tratando de no darle mayor importancia. Sabía que tarde o temprano volverían a verse… me había encargado de que asi fuera.

—¿Tienes miedo que pueda quitártela eh? —los ojos de Eneas ardían de una falsa presunción con deseo de muerte… Casi reacciono a golpearlo… Trate de calmarme… no era mía para reclamarla y ser posesivo, y Eneas sabía eso, por eso procuraba hacerme caer en su juego.

—¿¡Que!? ¿Yo? ¿Miedo? De ninguna manera… además no es tiempo para esas cosas —trate de sonar lo más casual posible, pero los ojos saltones y la mirada divertida y triunfadora de Eneas me hicieron ver que mi aparente desinterés solo me delato en lo enganchado que estaba con esta muchacha que hasta hace 15 días solo era una doncella en apuros y hoy me había robado cada minuto… invadiendo mis pensamientos y provocando toda clase de sentimientos que no creí podía tener hacia alguien… pero era inútil… no había tiempo para el amor ahora.

—Si claro… si tú lo dices —Eneas trato de volverse serio pero su estúpida sonrisa no se borraba… asi que decidí darle la cuota de seriedad que toda esta conversación ameritaba.

—Cosas terribles está pasando… asi que si ves que las cosas van mal vende lo que puedas y huye con Alejandro… ya sabes dónde está el resto de nuestras ganancias —Eneas me miraba atento, pero al parecer su mente no lograba entender porque todo era tan apremiante e importante.

—Si lo sé… pero ¿no crees que es demasiado? —rápidamente lo senté y suspiré.

—Estamos al borde de una guerra que puede cambiar todo —en ese momento sentí pasos que se acercaban hacia nuestra posición. Zoe… tenía una túnica blanca con un cinturón a la altura de su cintura… el cabello direccionado hacia el lado derecho… y una alforja colgando de su hombro.

—Estoy lista —dijo casi con resignación. Eneas hizo una pequeña reverencia.

—Buen día Zoe —le dijo tratando de sonar lo más casual posible, pero era igual que yo se notaba que no era del todo espontaneo.

—Buen día —dijo mirando solo a Eneas… ignorándome por completo… me lo merecía… no podía reclamar nada. Eneas salió luego de la casa y solo quedamos Zoe y yo. Le ofrecí un plato con carne, pan y un vaso de vino… lo tomo en silencio y se sentó a comer sin decir una palabra. Me estaba matando… y creo que ella sabía que estaba haciendo eso.

—Los caballos están listos —Eneas entro para salvar mi pequeña tortura personal… Zoe recogió su alforja… dio una última mirada a la casa y salió con la cabeza agachada.

—Los dejare en los establos del rey… asi que búscalos cuando vayas a la ciudad —Ya era costumbre que Eneas fuera a buscar los caballos cuando yo salía de excursión con el ejército por algunas semanas, asi que no habría mayor problema.

—Asi lo haré… ¿alguna recomendación? —Zoe estaba junto a uno de los caballos asegurando sus pertenecías, que no eran muchas. Yo tenía un pequeño regalo para ella… pero aún no quería dárselo porque estaba enfadada y no quería que rechazara mi obsequio… asi que primero tendría que hacer las paces con ella.

—No hagas que Alejandro te asesine… aprenderás mucho de él… estoy seguro —Eneas puso una cara de fastidio que hasta Zoe la encontró divertida, pero cuando dirigió su mirada a mí automáticamente se volvió adusto su rostro.

—Si claro… ese viejo zorro… en fin tratare de aprender —Eneas agito los brazos con desdén mientras me ayudaba a colocar algunas cosas personales en mi caballo.

—Adiós mi amigo —puse mi mano sobre su hombro, pero no pude resistirme y lo estreché en un abrazo fuerte. Eneas había sido el hermano que nunca tuve… asi que solo quería lo mejor para él.

—Nos vemos Perseo… suenas tan dramático —Eneas me saco una sonrisa ligera, pero en fondo era más tristeza lo que me inundaba.

—Nos vemos Eneas… fue un gusto conocerte —Zoe se acercó y le extendió la mano, la cual Eneas estrecho y luego hizo una pequeña reverencia.

—Hasta pronto Zoe… espero que nos volvamos a ver —Zoe sonrió con tristeza e insatisfacción.

—Yo también lo espero —La voz de Zoe sonaba vacío y sin propósito de vida. Me culpaba a mí mismo por llevarla a este punto. Pero lo hecho, hecho estaba y no había vuelta atrás.

—No te preocupes… volverán a verse —dije y Eneas sonrió ligeramente. Zoe me dirigió una mirada penetrante, pero no dijo nada… supongo que durante el viaje me hará alguna pregunta.

—¿Dónde la llevas? —Eneas sonrió cuando vio que Zoe volvió a dirigirme la mirada, esta vez con más dureza que antes.

—Eso no importa… es momento de partir —me despedí con la mano, también dándole un último vistazo a mi hogar, luego suavemente con los talones anime a mi caballo a avanzar… Zoe no se molestó en seguirme el paso, sino que se mantuvo detrás de mí. Era como viajar solo, pero me lo merecía.

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