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Adventure Into The Unknown

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Synopsis
Un grupo de amigos se aventuran en un mundo donde aberraciones existen y un ser oculto espera con paciencia volver a recuperar su poder
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Chapter 1 - “Donde Se Forjan los Cazadores”

La mañana anterior al examen, Kael despertó antes que el sol. Su casa, una construcción de madera vieja con techo de paja, estaba sumida en una penumbra azul. Afuera, el canto de los gallos anunciaba el inicio del día, pero el aire era tan frío que parecía que la noche aún se negaba a retirarse.

El chico se vistió con la ropa más resistente que tenía: una camisa gris remendada, pantalones, botas gastadas y una pequeña capa marrón. Su madre dormía en la habitación contigua; no quería despertarla. Así que dejó sobre la mesa un pedazo de pan, una moneda de cobre y un mensaje torpe escrito la noche anterior:

"Volveré convertido en cazador."

Salió al camino principal mientras los primeros rayos de luz teñían de naranja los campos. El viento movía suavemente los trigales, como si saludaran su partida. Kael avanzó decidido, aunque cada paso le temblaba por dentro. Temía fallar. Temía morir. Temía ser un cobarde.

Pero temía más vivir sin intentarlo.

El examen de cazadores no era un simple trámite. Era una serie de pruebas creadas para medir lo que realmente hacía a un cazador: fuerza, sí, pero también espíritu, coraje, juicio, resistencia… y algo que ningún entrenamiento podía dar: corazón.

Lira lo esperaba cerca de la entrada del pueblo vecino, con una expresión entre emoción y nerviosismo. Rhett apoyado contra un poste, moviendo una piedrecilla con la punta del pie, y Doran acomodándose la correa del bolso como si intentara convencerse de que todo estaba calculado. Kael se reunió con ellos, respirando hondo.

—Ya llegaste —sonrió Lira, aunque sus manos temblaban un poco.

—Pues claro —respondió Kael, intentando sonar tranquilo—. No me iba a quedar dormido hoy.

Caminaron juntos hacia el campamento de examen, instalado en un terreno abierto y cercado donde se reunían cientos de aspirantes. Algunos parecían guerreros curtidos, otros campesinos temblorosos, y unos cuantos eran nobles con armaduras relucientes que contrastaban de forma absurda con el polvo del lugar.

Un examinador vestido con túnica oscura se les acercó. Tenía el rostro serio, surcado de arrugas, como alguien que había visto morir a demasiados jóvenes.

—El examen comienza ahora. Quien retroceda, queda eliminado. Quien pase, se une a la asociación.

No hubo discursos. No hubo amabilidad.

Comenzó la primera prueba.

Los aspirantes fueron guiados hacia un bosque pequeño, pero tan oscuro y espeso que la luz apenas cruzaba las ramas. Cada participante debía entrar solo. El objetivo era simple: recuperar un fragmento de metal clavado en un monolito al final del bosque. Lo difícil no era encontrarlo, sino avanzar por el bosque mismo.

Las raíces se movían.

Las sombras susurraban.

La oscuridad te hacía ver cosas que no estaban ahí.

Kael avanzó con respiración entrecortada. Algo rozó su tobillo; casi gritó. Algo más se movió entre los arbustos. Pero siguió adelante, repitiéndose a sí mismo que nada lo atacaría realmente. Esa era la trampa: el miedo. Lo sentía como un peso en los hombros, un calor helado en la nuca, un murmullo que decía "vuelve atrás".

Cuando llegó al monolito, estaba sudando y temblando; su corazón golpeaba tan fuerte que le dolía. Pero arrancó el fragmento de metal y salió del bosque, jadeando, pero completo.

La segunda prueba no fue más amable.

Los aspirantes que habían pasado la primera fueron conducidos a una quebrada. En lo profundo, un río de agua helada corría con fuerza. Ahí debían cruzar cargando un saco de arena que representaba "el peso de la vida de un compañero". Muchos se rindieron en cuanto sintieron el frío cortante del agua. Otros avanzaron, pero el peso los hundía. Rhett cayó dos veces y Kael tuvo que sacarlo. Lira estuvo a punto de ser arrastrada por la corriente; Doran se lanzó a ayudarla sin dudarlo, golpeándose la pierna contra una roca.

Para cuando cruzaron al otro lado, Kael apenas podía sentir los dedos.

La tercera prueba fue la más brutal.

Una criatura—no un monstruo real, sino una ilusión de esencia creada por los examinadores—se apareció ante cada aspirante. No era igual para todos: adoptaba la forma del miedo más profundo de cada uno. La ilusión no podía matarlos... pero casi todos huían igual.

Kael vio una figura alta, cubierta por sombras, con brazos deformados… pero lo que lo destruyó fue su rostro. Era él mismo, mirándolo con desprecio, susurrando:

"No eres suficiente.

Nunca lo fuiste."

Kael cayó de rodillas, llorando sin darse cuenta. Le temblaban los brazos, la cabeza, los ojos. Sentía que se desmoronaba desde adentro. Quería huir. Quería desaparecer.

Pero se obligó a levantarse, respiró profundo, y pasó caminando al lado de la ilusión. No la derrotó. No la enfrentó con violencia. Simplemente aceptó que ese miedo existía… y siguió adelante.

Esa fue su victoria.

Al final del examen, solo cuarenta aspirantes entre cientos quedaron de pie. Kael, Lira, Rhett y Doran estaban entre ellos. El examinador los reunió y explicó:

—Los aprobados podrán elegir: permanecer en un solo pueblo como cazadores fijos, o viajar de nación en nación como cazadores errantes.

Los cuatro eligieron lo mismo sin siquiera hablarlo.

Errantes.

Eran jóvenes. Tenían sueños. Tenían miedo… pero también tenían el deseo de ver el mundo.

Después del examen, pasaron un día entero comprando provisiones: pan duro, carne salada, cuerdas, cuchillos, una tienda vieja y un mapa incompleto. Estaban exhaustos, golpeados, pero felices.

En ese camino conocieron a un chico de pelo blanco que parecía vagar sin rumbo. Su nombre era Erian. Tenía una expresión tranquila, casi distante. Cuando lo invitaron a unirse al grupo, él aceptó con una sonrisa ligera, como si ya supiera que ese momento llegaría.

Pasaron varias semanas recorriendo caminos pedregosos y pueblos pequeños. Erian, aunque amable, tenía comportamientos extraños: no dormía, no comía mucho y a veces desaparecía por horas sin avisar. También atraía problemas. Pequeños incidentes que comenzaban como accidentes, pero terminaban en sospechas, gritos y discusiones.

Al final, en uno de los pueblos, la paciencia se rompió.

Una pelea que nadie entendió del todo terminó con la guardia del pueblo sacándolos a empujones. Gritos, insultos, piedras. Kael intentó defender a Erian, pero el caos era demasiado grande. Los expulsaron a todos por "mala suerte" y "presagios oscuros", y aunque Kael insistía en que era injusto, Erian no dijo nada.

Cuando estuvieron lejos, bajo un cielo rojizo, Erian se detuvo.

—Yo… traeré problemas si sigo con ustedes —dijo de forma suave, con una sonrisa triste—. A partir de aquí… caminaré solo.

Rhett protestó, Lira intentó detenerlo, Doran apretó los dientes con impotencia… pero Erian no los escuchó. Caminó hacia el bosque sin mirar atrás. El viento agitó su largo cabello blanco como si se lo llevara con él.

Kael sintió un vacío extraño, frío.

El grupo siguió adelante. El bosque se volvía más espeso y silencioso conforme avanzaban. Los árboles parecían observarlos. El aire, cada vez más denso.

Hasta que llegaron a una colina. Y en la cima, una casa abandonada que parecía olvidada por el tiempo.

La madera hinchada por la humedad, el tejado hundido, ventanas sin cristal. El interior olía a polvo antiguo, a moho y a algo más… algo como energía atrapada.

Kael caminó despacio, sintiendo el suelo crujir. Lira se estremeció; Rhett desenfundó un cuchillo; Doran respiró hondo como si necesitara valor.

Entonces el aire cambió.

Una ráfaga de viento frío cruzó la casa. Las velas muertas se encendieron solas. Y un resplandor flotó en el centro de la sala.

Una figura tomó forma: pequeña, elegante, hecha de luz azul clara.

Un genio.

Su rostro era joven, pero sus ojos parecían tan viejos como el mundo. Flotaba sin tocar el suelo y sonreía como si la llegada del grupo fuera un entretenimiento.

—Bienvenidos, viajeros —dijo con voz suave que resonó en todas las paredes—. Los he estado esperando.

Kael retrocedió un paso, sorprendido.

—¿Q-quién eres? —balbuceó Lira.

El genio giró en el aire, como un danzante.

—Un anfitrión que lleva demasiado tiempo sin invitados —respondió con elegancia—. Y alguien que puede ofrecerles algo que todos desean.

Kael tragó saliva.

—¿Qué cosa?

—Ah… —el genio sonrió, como si guardara un secreto demasiado jugoso—. Eso lo hablaremos mañana. Su viaje no termina aquí, y necesito pedirles un… favor.

Pero no hoy.

Los ojos del genio brillaron intensamente.

—Descansen. Mañana comenzará su verdadero destino.

La casa tembló como si respirara.

Kael sintió un escalofrío que no supo si era miedo… o emoción.