Nos movimos torpemente fuera de la azotea, buscando refugio en un banco de madera seca cerca de la sala de profesores. Nos sentamos, empapados.
—Muy bien. Ahora que estamos fuera, y antes de que nos enfermemos, tenemos que hacer algo con esta... apariencia. Y luego, necesito un plan real, Ai. —dijo Kondo.
Ai Ichijou usó el pañuelo empapado de Kondo para secar la mayor parte del agua de su rostro y cuello.
—No fue de mucha ayuda, pero gracias —dijo, devolviéndole el pañuelo mojado.
Justo en ese momento, su estómago acababa de emitir un sonido por el hambre. Ai se puso completamente roja, desviando la mirada.
—No te avergüences —dijo Kondo, riendo suavemente.
Saqué dos onigiris envueltos en plástico de mi mochila. Le extendí uno.
—Toma. Necesitas reponer energía si vas a pensar en tu "último día".
Ai me miró fijamente. Aceptó el onigiri con una cautela inusual, como si estuviera a punto de desarmar un explosivo. Mordió el arroz.
Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Eh? Es... tiene sabor a atún y mayonesa —murmuró Ai, con sorpresa.
Me reí entre dientes.
—¿Acaso nunca habías probado un onigiri? En realidad, hay una variedad enorme de sabores. Salmón, umeboshi, carne de res... Solo que depende de la tienda que los venda.
Ai me miró, y luego al resto del onigiri que sostenía, fascinada por la simpleza de la experiencia. Una sonrisa suave y cálida se dibujó en su rostro, la misma sonrisa auténtica que me había cautivado en la azotea.
—Es increíble... que haya cosas como estas que se puedan comer —dijo Ai, volviendo a morder el onigiri con una inocencia casi infantil.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Qué ironía. Yo, el tipo que lo ha visto todo, comiendo comida de supermercado con la chica prodigio que nunca ha vivido. El simple atún con mayonesa... el mundo tiene una forma cruel de recordar lo que es simple y bueno. Mi vida pasada me convirtió en un mediocre, y mi vida actual me convirtió en un niñero.
—Qué vida tan triste debes haber llevado si el atún con mayonesa es una revelación para ti. —respondió Kondo con un tono burlón, terminando su propio onigiri—. Escucha, Ai Ichijou. Disfruta tu comida, pero no podemos quedarnos aquí para siempre.
—¿A dónde vamos ahora? ¿Dijiste que tenías un plan? —preguntó Ai, tragando el bocado y mirándolo.
—Es simple, lo más obvio. Vamos a salir de esta maldita escuela. —Kondo se puso de pie, estirando su uniforme empapado—. No sería nada divertido pasar el día en el sitio que ambos queríamos abandonar. ¿No crees, Ai?
Ai lo miró con los ojos muy abiertos, su rostro expresando una mezcla de shock, emoción y una pizca de miedo. Era la primera vez que un acto de desobediencia se sentía como una oportunidad.
—¿Y cómo saldremos? —preguntó ella, la voz apenas un susurro.
Kondo se echó a reír, una risa clara que resonó en el patio vacío.
—¿Cómo? Es una escuela. Hay una docena de formas. Podríamos saltar la valla... aunque con este uniforme tan empapado y pegado...
Se inclinó hacia ella, sus ojos brillando con picardía, y bajó la voz a un susurro juguetón:
—...quizás sería mejor que saltaras primero. Así podría tener la mejor vista si te caes.
Ai se puso intensamente sonrojada, sus ojos de diamante se encendieron de furia y nerviosismo. Inmediatamente cruzó los brazos sobre su pecho, cubriéndose la falda con las manos, y le lanzó una mirada que decía: ¿De verdad piensa en eso, incluso en este momento?
—¡No voy a saltar la valla! ¡Y ni se te ocurra mirarme debajo de la falda mientras escalo! —dijo Ai, la furia logrando que por fin sonara como una adolescente normal y no como una estatua.
—Tranquila, prodigio. —Kondo se enderezó, volviendo a su tono arrogante, aunque una sonrisa se dibujaba en sus labios—. Solo bromeo. Conmigo, saldrás por la forma más fácil, sin drama.
—¿Y cuál es la forma más fácil? —preguntó ella, todavía roja, pero su curiosidad superaba su vergüenza.
—Es evidente. No podemos seguir por la calle con nuestros uniformes chorreando agua. La gente se dará cuenta, y francamente, no pienso pasar el resto del día resfriado por tu culpa. Y además... no podemos ignorar tu... logística. —Kondo desvió la mirada con un gesto de fastidio teatral.
—Mi logística es mi problema. —murmuró Ai, cubriéndose instintivamente el pecho.
—No. Ahora eres mi problema, por el resto del día. El pacto fue pasar el día juntos. —sentenció Kondo.
Kondo se levantó del banco, estirando los brazos.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)En la novela original, Eiji habría usado la puerta de servicio de hierro al lado de la entrada principal. Esa ruta era perfecta para la huida de estudiantes, pues solo se abría desde dentro, sellando la entrada desde afuera. Era la opción lógica y discreta. Pero si vamos a reescribir esta vida, tiene que ser divertido.
—Para empezar, saldremos de este lugar. Y no, no usaremos ninguna puerta discreta. —Kondo sonrió con una malicia que le sentaba bien a su cuerpo de capitán de fútbol—. Usaremos la ruta más divertida. Esperaremos a que llegue un estudiante muy, muy tarde, y cuando la puerta grande de la escuela se abra para dejarlo entrar, saldremos por ahí.
Ai lo miró, completamente desconcertada por la insolencia del plan.
—Eso es... irresponsable. Y arriesgado. —dijo Ai, frunciendo el ceño por primera vez.
—Irresponsable es morir en una azotea. —Kondo le devolvió la mirada con seriedad, aunque la sonrisa no desaparecía del todo—. La adrenalina de la desobediencia es justo lo que necesitas, prodigio.
—¿Acaso para ti es normal hacer este tipo de cosas? ¿Lo haces a menudo?.—Ai frunció el ceño intensamente, un gesto que en su rostro perfecto era extrañamente adorable
Kondo sintió un escalofrío de pánico recorrer su espalda. La pregunta no iba dirigida a Shinji, sino al Kondo Seiji original. El verdadero Kondo era un mujeriego que probablemente hacía esa clase de comentarios a diario, respaldado por su estatus.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Maldición! ¡No puedo dejar que piense que el viejo Kondo sigue aquí! Si digo que "sí", ella me evitará. Si digo que "no", parecerá una mentira. El Kondo original... sí lo hacía. Era un idiota.
—No... No sé de qué estás hablando. —Kondo desvió la mirada rápidamente, sintiéndose nervioso y profundamente avergonzado por tener que mentir con la fachada del idiota original. Sus orejas se pusieron rojas.
Ai, sin embargo, no retrocedió. Sus ojos, ahora más inquisitivos que nunca, se entrecerraron. Dio un paso hacia él, luego otro, acercándose a su rostro mojado.
Ai se acercó más, invadiendo su espacio personal. Podía oler el ligero aroma a atún y la dulce fragancia natural de su pelo mojado.
—Estás mintiendo. —susurró Ai, con la voz tan baja que solo él pudo escuchar, acercándose aún más para comprobar la reacción de sus ojos.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Maldita sea, la tiene! Es tan perceptiva como decía la novela.
Kondo se puso rígido por la cercanía, pero forzó una expresión de indiferencia absoluta y dio un paso lateral, rompiendo la intimidad.
—Mi plan es a mi señal. Presta atención a la puerta de entrada principal. El momento en que se abra será breve y preciso. Ignora la interrogación, prodigio. —dijo Kondo con una sequedad forzada, ignorando por completo su insinuación sobre ser un mujeriego.
Ai dudó por un instante, visiblemente frustrada por la evasión, pero levantó la cabeza y dirigió su mirada hacia la puerta.
FiestaFiestaFue justo en ese instante cuando escucharon un sonido que no pertenecía al silencio de la escuela: el chillido de unos neumáticos sobre el pavimento mojado y un jadeo apresurado.
—Ahí está. —dijo Kondo, sin mirar a Ai, pero con un tono de victoria—. Ya está cerca.
Escucharon el sonido de la reja de metal vibrando y el clic de la cerradura automática cediendo. Un chico, claramente jadeando y con la corbata floja, se apresuró a entrar por la abertura, sin notar a la pareja empapada escondida cerca del banco.
Kondo no dudó. Impulsado por la necesidad de acción y la familiaridad del momento (que le recordaba a la huida canónica de Eiji), extendió su mano y, sin pensarlo dos veces, tomó la mano de Ai Ichijou.
—Bien, y ahora...¡Fuga! —ordenó Kondo, con una urgencia que venía directamente de la adrenalina.
Sintió la suavidad de la mano de Ai en la suya. La sostuvo con demasiada fuerza, arrastrándola tras de sí hacia la brecha de la puerta abierta antes de que pudiera cerrarse de nuevo.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Maldita sea, la tomé de la mano! Esto es demasiado cliché... Ahora me regañará por la broma de la falda, por arriesgarla así, y además seré reprendido por la escuela cuando vuelvan a revisar las cámaras. Pero ya no hay vuelta atrás.
Ai sintió el calor de su palma envolviendo la suya. Su mano era grande y áspera por el entrenamiento de fútbol, y la calidez que emanaba se sentía como un ancla contra el frío húmedo de su uniforme. Se quedó confundida y sonrojada.
Durante toda su vida, solo había visto a la gente como mentirosos que juraban falsas promesas de apoyo para ganarse su favor. Su mente prodigio solo detectaba el egoísmo. Sin embargo, en esta persona ruda, arrogante y ahora nerviosa, Ai notó una sinceridad que era imposible de cuestionar. Se dejó llevar, permitiendo que él tirara de ella sin resistencia, y por primera vez en su vida, el tacto de otra persona le dio una extraña calidez en lugar de asco.
Ai solo sonrió ante el acto de fuga mientras se reía.
En un par de segundos, estuvieron en la calle. El aire olía a asfalto mojado y libertad incómoda.
Perspectiva de Miyuki
Soy Miyuki Amada, y soy una de las estudiantes más brillantes y queridas de la escuela. Se podria decir que era una de las alumnas ejemplares de la preparatoria. Y lo más importante, tengo a Eiji Aono.
Eiji es mi amigo de la infancia. Crecimos juntos, compartimos secretos y sueños en el club de literatura, y su presencia es el único ancla que me mantiene en un mundo donde la perfección es la única moneda de cambio.
Recuerdo el momento de la confesión. Era una tarde de primavera, bajo el cerezo del patio trasero de la escuela. Él estaba nervioso, torpe, y sus orejas estaban rojas mientras sujetaba la carta.
—Miyuki... T-tu siempre...¡me has gustado! ¡Quiero que seas mi novia!. —Eiji apenas podía mirarme a los ojos.
—Yo...ehm..¡S-Sí, Eiji! Por supuesto que sí. —respondí, y la simple alegría de aceptar a mi mejor amigo como mi novio fue el recuerdo más dulce que atesoraba.
Pero últimamente, esa dulzura se había agriado. Sentía que Eiji se estaba distanciando, y mi propia inseguridad crecía. Busqué consejo en Kondō-senpai (el capitán del club de fútbol).
—Él necesita emoción, ¿no? —le pregunté.
Esperaba que él me dijera que sí, que por supuesto un hombre como Eiji necesitaría algo más que una chica tranquila como yo. Esperaba que me diera un consejo atrevido, como hacía con las otras chicas.
Sin embargo, Kondō-senpai me miró de una forma extraña. No era el desdén habitual, sino una cautela inusual.
—No. No necesita "emoción" de ese tipo. Eiji solo necesita que seas tú. Lo que tienes es irremplazable, Amada. —Él me dio la respuesta más aburrida y seria que jamás había escuchado de él.
Me rechazó. ¿Por qué me rechazó?
Esa respuesta me dejó completamente confundida. Era el consejo más sincero que me había dado, pero me hacía sentir que mi propia búsqueda de emoción era patética. Mi necesidad de "salvar" mi relación con Eiji crecía, pero al mismo tiempo, mi inseguridad me decía que mi "yo real" no era suficiente.
Pasó un breve tiempo. Yo estaba de vuelta en mi aula, sentada cerca de la ventana en una de las plantas bajas. Intentaba concentrarme en la clase de literatura clásica, pero la inquietud sobre Eiji mantenía mi mente ocupada.
Distraída, llevé la mirada hacia afuera, hacia la acera que bordea la escuela.
Y entonces lo vi.
A la distancia, corriendo a toda velocidad, vi una figura alta con el uniforme empapado. Era Kondō Seiji. Y a su lado, con la mano firmemente sujeta a la suya, iba Ai Ichijou. Ambos iban a toda prisa, doblando la esquina del edificio sin mirar atrás.
Quedé extrañada y muda. ¿Kondō-senpai y la chica prodigio? ¿Por qué corrían juntos, con esa urgencia y con las manos entrelazadas, justo después de que él me dijo que dejara de buscar dramas?
Mi tren de pensamientos fue interrumpido abruptamente por la voz autoritaria de mi profesor.
—Amada. ¿Podría leer en voz alta la página 145?
—S-sí... —tartamudeé, abriendo el libro.
Comencé a leer sobre versos antiguos y héroes mitológicos, pero mi mente se negaba a registrar el significado. Leía en voz alta, mi voz era clara, pero por dentro solo reproducía la imagen del capitán de fútbol arrastrando a la chica prodigio por la calle.
La Primera Parada
En un par de segundos, estuvieron en la calle. El aire olía a asfalto mojado y libertad incómoda.
—¿Por cuánto tiempo seguirás tomando mi mano? —preguntó Ai, su voz era baja, pero estable.
Kondo se detuvo en seco, dándose cuenta de que aún sujetaba la mano de la chica. Su palma era suave y caliente. La soltó de inmediato, sintiendo un leve ardor en la nuca.
—Lo siento. Fue... por inercia. —Kondo se disculpó, desordenándose el cabello mojado con la otra mano, sin mirarla directamente.
—Ahora que estamos fuera. ¿Qué sigue? —preguntó Ai, mirando el lugar donde su mano había estado con una expresión que Kondo no pudo descifrar.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)El puesto de comida de la madre de Eiji. Es cálido, nadie nos preguntará nada, y puedo pagar en efectivo.
Kondo se puso en marcha sin responder a Ai, girando bruscamente a la izquierda.
—Sígueme —dijo Kondo simplemente.
—Dijiste que nuestra primera parada era la lavandería automática. —protestó Ai, siguiéndolo a regañadientes.
—Ha habido un cambio de planes. El hambre es una emergencia biológica, la ropa mojada no. Y no voy a ir a comprar comida con el estómago vacío. —respondió Kondo sin detenerse, caminando con pasos largos y decididos.
—¿A dónde vamos? —insistió Ai.
—Solo sígueme. —fue la única respuesta que obtuvo.
Caminaron en silencio durante diez minutos. Finalmente, llegaron a una calle concurrida, pero se desviaron hacia un pequeño callejón lateral donde un toldo rojo y humeante se alzaba.
El aire se llenó con el aroma de caldo de cerdo, cebollín y salsa de soja.
Llegaron al puesto, un pequeño y acogedor camión de comida con un gran cartel de madera tallado a mano que decía: "COCINA AONO".
Una mujer amable y de aspecto cansado, con un delantal impecable, levantó la cabeza. Era la madre de Eiji.
—¡Bienvenidos! —saludó con una sonrisa genuina.
La sonrisa de la mujer se congeló por un segundo al verlos. Hubo un breve silencio mientras notaba sus uniformes empapados y pegados al cuerpo, una imagen extraña y preocupante.
—Oh, cielos... están empapados. ¿Qué les pasó? —preguntó la mujer con la calidez de una madre.
—Tuvimos un percance, Señora. Necesitamos algo caliente. —respondió Kondo, sin dar más detalles.
—Claro que sí. Sigan, por favor. Siéntense. —La mujer les señaló dos taburetes bajo el toldo y les entregó dos menús laminados—. Aquí tienen. Tómense su tiempo para ver las opciones.
Ai tomó el menú. Sus ojos, generalmente inexpresivos, comenzaron a recorrer las opciones con una curiosidad intensa. Era obvio que estaba fascinada por la variedad de comida que nunca le habían permitido probar.
—¿Qué se les apetece? —preguntó la madre de Eiji, lista con su libreta y bolígrafo.
—Yo... quiero el Omurice. —dijo Ai con una seriedad impropia para el pedido—. Y una hamburguesa.
Kondo reprimió una sonrisa. La chica prodigio pidiendo el plato más reconfortante y la comida rápida más clásica. Asintió hacia la madre de Eiji.
—Yo tomaré un ramen simple de shoyu. El mejor que tenga, por favor.
La madre de Eiji recogió los menús y se dirigió a la plancha, sonriendo con calidez. El silencio se instaló entre Kondo y Ai, roto solo por el chisporroteo del aceite y el vapor.
Ai, sentada en el taburete, se cruzó de brazos. Sus mejillas se inflaron ligeramente, haciendo un puchero adorable, mientras miraba su uniforme pegado a su piel.
—Debimos haber secado nuestras ropas primero. —dijo Ai, haciendo un esfuerzo visible por parecer molesta, aunque era más la voz de una niña que se queja del orden de los juguetes.
Kondo se rió suavemente, una risa genuina que no usaba a menudo.
—Al menos el sol de la tarde y correr como si nos persiguiera el mismo diablo nos secó lo que se pudo, ¿no crees? Podríamos haber estado chorreando agua sobre el taburete.
Ai infló las mejillas aún más, sus ojos azules como diamantes irritados.
—No es gracioso. Podríamos resfriarnos. Lo más lógico era la lavandería.
—Lo más lógico es no saltar de una azotea. —respondió Kondo con una carcajada—. Disfruta la comida, prodigio. El omurice es el paso más importante para que vivas tu "último día" sin pensar en la muerte.
Ai dejó de inflar las mejillas, pero mantuvo la mirada fija en el puesto de comida, impaciente. El aroma del caldo y el huevo empezaba a ser irresistible.
Un silencio cómodo se instaló por un momento. Ai rompió ese silencio con una voz suave, mirando sus manos.
—Estoy mucho mejor. —dijo Ai.
Kondo la miró, extrañado por la declaración tan directa y repentina.
—¿Mejor? ¿Por qué?
—Esta sensación de experimentar estos sucesos... —Ai hizo un gesto vago con la mano, señalando el puesto, la calle mojada, el olor a comida—. No esperaba que fuera así. Pensé que la vida fuera de la escuela y la casa sería solo más reglas, más gente buscando algo.
Kondo sonrió, sintiendo una satisfacción genuina. Había logrado el primer objetivo.
—La vida real es desordenada y huele a ramen. —respondió Kondo.
Justo en ese momento, la madre de Eiji se acercó, llevando con destreza una bandeja. El plato de Kondo era un tazón humeante de ramen shoyu, y el de Ai un plato que contenía un omurice dorado y perfectamente envuelto, junto a una hamburguesa con queso. El brillo que salió de los ojos de Ai al ver el plato era comparable al de sus ojos de diamante.
—¡Aquí tienen! ¡Cuidado, está muy caliente! —dijo la mujer, colocando los platos frente a ellos.
—Muchas gracias. —dijo Ai con un tono de voz sorprendentemente dulce y una inclinación casi imperceptible de su cabeza, ya lista para atacar el plato.
La madre de Eiji negó con la cabeza, sonriendo con ternura ante la pareja de uniformados mojados y hambrientos.
—No se preocupen, cariño. Me recuerda a mis días de juventud. —La mujer se apoyó en la barra, y su sonrisa se volvió curiosa, casi maternal—. Disculpen la pregunta, pero... ¿son pareja?
Ai levantó la cabeza tan rápido que casi choca con la hamburguesa. Sus mejillas, que ya estaban sonrojadas por el calor, se encendieron intensamente.
—¡No! —negó Ai, con un tono sorprendido y nervioso.
—Solo somos compañeros de clase con un asunto pendiente. Simplemente eso. —dijo Kondo con voz tranquila, restándole importancia a la pregunta.
La madre de Eiji se rió suavemente, negando con la cabeza mientras se limpiaba las manos en el delantal.
—Bueno, se parecían a una, corriendo por la calle tan juntos. Además... es jornada de estudio. —Su sonrisa se hizo más amplia, con un brillo divertido en sus ojos—. ¿Acaso se escaparon?
Ai sintió un vuelco en el estómago. Ver a la mujer tomar el escape con tanta ligereza y diversión la puso inmediatamente nerviosa. Nunca en su vida había lidiado con consecuencias tan laxas por la desobediencia.
Kondo, en cambio, se encogió de hombros, rompiendo la tapa de sus palillos con un ligero clack.
—Nos retiramos antes por motivos. Pero no se preocupe, Señora. No pasó nada que no podamos manejar. —dijo Kondo, desviando el tema con la misma calma que usaba para evadir la prensa después de un partido.
La madre de Eiji lo dejó pasar, asintiendo con una sonrisa maternal.
—Está bien. No tengo que saber. Lo importante es que coman y se calienten. ¡Buen provecho, chicos!
La mujer se alejó para atender otra orden, y Kondo y Ai se quedaron solos con sus platos humeantes.
Ai se inclinó de inmediato sobre el omurice, fascinada. El huevo dorado cubría el arroz condimentado, y un hilo de salsa de tomate dibujaba una sonrisa sobre el plato.
—¿Cómo se supone que se come esto? —preguntó Ai, con una seriedad que contrastaba con el plato infantil.
—Con la cuchara. —respondió Kondo, ya sumergido en su ramen.
Ai hundió la cuchara, rompiendo la capa de huevo. Tomó un bocado grande de arroz, huevo y salsa de tomate. Sus ojos, que antes brillaban por la luz, ahora parecían brillar por el simple placer.
La madre de Eiji, que estaba limpiando una sartén cerca, se detuvo de repente, como si recordara algo importante.
—¡Oh, casi lo olvido! —dijo la mujer, volviéndose hacia ellos—. Siempre ofrezco a mis clientes, especialmente en un día tan frío y húmedo, sopa Tonjiru y una bebida o té. ¡Es por la casa!
Ai levantó la cabeza de su omurice. La idea de más comida y bebida, y que además fuera gratis, pareció exceder sus expectativas. Sus ojos brillaron aún más intensamente.
—¡Sí! —dijo Ai, con una voz llena de una rara y sencilla emoción.
—¿Té? —preguntó Ai, su voz apenas un susurro, pero con una clara preferencia.
—¡Claro! Té caliente es lo mejor para entrar en calor. ¿Una sopa Tonjiru y té para ti, cariño? —preguntó la madre de Eiji.
—¡Sí! —dijo Ai, con una emoción sencilla que Kondo rara vez veía en ella.
La madre de Eiji sonrió, volviéndose hacia Kondo.
—Y para ti, jovencito, ¿te gustaría la sopa y té, o solo el ramen?
Kondo miró a la mujer, su rostro manteniéndose deliberadamente inexpresivo, pero una ligera curva juguetona en la esquina de su boca delataba su diversión. Estaba encantado con la reacción de Ai.
—Solo el ramen es suficiente, gracias, Señora. —dijo Kondo con voz tranquila.
Mientras Kondo sorbía su ramen caliente, miró a Ai comiendo. Ella estaba concentrada en su plato con una intensidad casi cómica. Debido a la inclinación sobre el tazón, su largo cabello platino cayó ligeramente hacia adelante.
Para comer sin que el cabello le estorbara, Ai alzó su mano izquierda y, con un movimiento instintivo, recogió una parte de su cabello del lado derecho y lo sostuvo suavemente detrás de su oreja. El gesto dejó su rostro perfectamente perfilado a la luz del vapor.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Maldición.
Se detuvo a media bocanada de ramen. Era una imagen sacada directamente de un anime o una novela ligera. Esa pose, tan despreocupada y elegante a la vez, el brillo del cabello platino, la forma en que el vapor la rodeaba... Era la posición de heroína por excelencia. Una escena típica que se usa para mostrar la belleza y el momento de vulnerabilidad casual de la protagonista.
Estoy en serios problemas. Ella es la heroína de este mundo, incluso si la trama original se enfocaba en Miyuki. Es imposible que no caiga en estos tropos.
Kondo sintió que se le calentaban las orejas y rápidamente volvió a concentrarse en su ramen. No podía dejar que Ai se diera cuenta de que la estaba analizando como a un personaje de ficción.
El resto de la comida transcurrió en un silencio confortable, interrumpido solo por el sonido de las cucharas y los sorbos. Ai terminó el omurice, la hamburguesa y la sopa Tonjiru con una eficiencia asombrosa, bebiendo el té caliente a pequeños sorbos. Era la primera vez que se sentía plenamente satisfecha.
Cuando terminaron, Kondo sacó dinero de su bolsillo y pagó la cuenta.
—La comida estuvo excelente, Señora. Muchas gracias. —dijo Kondo con una inclinación respetuosa, algo que el Kondo Seiji original probablemente nunca haría.
—¡Estaba delicioso! ¡Gracias! —dijo Ai, con una sinceridad inusual en su voz.
La madre de Eiji se rió con calidez, levantando la mano en despedida.
—¡Vuelvan cuando quieran, chicos! ¡Y por favor, para la próxima vez, que sea sin uniformes empapados! Espero verlos por aquí algún día.
—Esperemos que no sea pronto —murmuró Kondo por lo bajo mientras se alejaban del toldo humeante.
Ai y Kondo salieron del callejón y regresaron a las calles principales. El sol ya se estaba ocultando en el horizonte, tiñendo el cielo de naranja y morado. El aire se había vuelto más fresco, y sus uniformes ya no chorreaban, aunque seguían pegados al cuerpo.
Kondo se puso el abrigo, que había guardado seco en su mochila.
—Muy bien, prodigio. Ya comimos. ¿Siguiente parada? La lavandería. No quiero que te enfermes, ni que piensen que te escapaste de un reformatorio.
Ai asintió, su rostro ahora tranquilo, sin el frenesí de la huida ni la tensión de la azotea.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Dos paradas más: lavandería, y un lugar para que compre algo de ropa seca. No puedo arriesgarme a que tenga hipotermia o que los padres de Ai me encuentren. Especialmente la lavandería, ese lugar siempre es un punto de encuentro para chismosos.
Caminaron en silencio hacia la lavandería automática más cercana. Una vez allí, el proceso fue rápido y anónimo, limitándose a meter sus uniformes y sentarse a esperar. Kondo usó el tiempo para comprar rápidamente en una tienda de conveniencia un par de camisetas secas y toallas pequeñas.
Finalmente, con sus uniformes limpios y secos guardados en mochilas ligeramente más ligeras, los dos se encontraron de nuevo en la calle. El sol se había ido por completo, y la noche había caído, iluminada por las farolas. Era hora de que cada uno regresara a casa.
Se detuvieron en la esquina que separaba sus caminos.
—Gracias, Kondo-senpai. —dijo Ai, mirándolo fijamente.
La expresión en su rostro era serena y contenida, pero sus ojos azules hablaban de una profunda gratitud.
—El día de hoy... fue increíblemente divertido. Realmente pude despejar todo el mal que sentía.
Kondo sintió que se ponía incómodo ante la intensidad del agradecimiento. No era su objetivo recibir reconocimiento, solo alterar la trama. Se rascó la cabeza con torpeza y soltó una risa nerviosa.
—No fue para tanto, prodigio. —dijo Kondo, negando la importancia de su acto—. Solo estaba intentando ayudar a una compañera de clase que necesitaba un poco de... perspectiva. No es gran cosa.
—No es así. —dijo Ai, interrumpiéndolo con una firmeza gentil—. Realmente fue algo increíble. Gracias por no dejarme sola hoy.
Kondo se apoyó en la pared, con las manos en los bolsillos, y una sonrisa burlona asomó a sus labios. Quería aligerar el ambiente.
—Bien. Me alegra escuchar eso. Entonces, ¿ahora que has tenido un día lleno de aventuras, omurice y bromas de mal gusto....¿Ahora sí planeas tirarte de la azotea mañana?
La cara de Ai se transformó. Frunció el ceño intensamente y sus mejillas se inflaron en un puchero que era claramente de enojo, no solo de diversión.
—¡No! ¡No bromees con eso! —dijo Ai, su voz con un tono agudo de reproche—. ¡No lo haré! Y por favor, deja de hacer esa clase de chistes subidos de tono. Siempre parece que intentas tratarme como a una niña.
Kondo se rió, su cuerpo vibrando ligeramente.
Ai bajó la cabeza, su cabello platino ocultando la expresión de sus ojos. La voz que usó a continuación era pequeña y temblorosa.
—Kondo-senpai... ¿acaso... yo merezco vivir?
Kondo dejó de reír. El sonido de esa pregunta lo golpeó con una gravedad que borró su sonrisa, reemplazada por una expresión de empatía profunda. Recordó el pasado doloroso que ella arrastraba, el peso de su genio y la soledad.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Maldición. No puedo darle una respuesta cliché. Ella necesita una verdad que solo ella pueda poseer.
—Esa pregunta no me corresponde a mí responderla, Ai. —dijo Kondo con una voz que había perdido todo rastro de burla. La miró con seriedad—. Si mereces o no vivir... eso depende enteramente de ti.
Hizo una pausa, viendo la esperanza y la duda en los ojos de la chica.
—Pero si realmente quieres tu vida, debes vivirla. Aún se puede vivir para experimentar tantas experiencias. Buenas, como la de hoy, y malas, como las que te llevaron a la azotea. Pero... eso es lo que hace divertido aventurar en este mundo.
Kondo terminó la frase. Abrió los brazos a los lados y sonrió de oreja a oreja, cerrando los ojos con una expresión de pura y sincera convicción, como si él mismo estuviera abrazando la aventura del mundo.
Ai abrió los ojos. La sinceridad sin contención en el rostro de Kondo, sin rastro de burla ni de su habitual fachada arrogante, era la respuesta más conmovedora que había recibido en toda su vida. Una sonrisa, pequeña y absolutamente genuina, se formó en sus labios, iluminando su rostro.
Kondo abrió los ojos, su sonrisa persistente.
—¡Es hora de ir a casa! —dijo, volviendo a su tono enérgico—. Nos vemos mañana, prodigio. Vive tu vida y déjate de dramas.
Ai frunció el ceño. El puchero regresó a sus mejillas.
—Siempre me llamas así. Es frustrante. —protestó, con la voz suave pero firme—. Al menos, por favor, llámame por mi nombre de pila.
—¿Nombre de pila? —preguntó Kondo.
—Sí. Llámame Ai.
Kondo parpadeó, un poco sorprendido por el inesperado desafío personal.
—No. —dijo Kondo, sacudiendo la cabeza—. Apenas nos conocemos. Apenas hemos pasado un día juntos. Llamarte por tu nombre de pila es demasiado familiar.
—Pero tú y yo tenemos un... asunto pendiente, Kondo-senpai. —insistió Ai, el puchero en sus mejillas intensificándose.
Kondo sintió que se ponía incómodo. La cercanía que había forzado en un día la estaba usando en su contra. No podía dar ese paso.
—Te llamaré Ichijou. Es un compromiso. —dijo Kondo, nervioso, pero manteniendo su tono firme.
Ai suspiró, la frustración era evidente en el leve hundimiento de sus hombros.
—Entiendo. —dijo Ai.
Ai levantó la vista, y aunque ya había cedido en el asunto del nombre, ahora había una nueva determinación en sus ojos.
—Ya que nos vamos a ver a menudo... —dijo Ai con una voz práctica, sacando su smartphone de su mochila seca—. Al menos deberíamos intercambiar nuestros contactos.
Kondo se quedó paralizado.
—¿Eh...? —soltó Kondo, el sonido de la sorpresa pura.
KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Maldita sea! ¡Maldita sea esta novela! Solo quería salvarla, como cualquier persona decente haría. Mi misión era evitar que muriera, y que Eiji y Miyuki pudieran arreglar su drama. ¡No forzar una relación conmigo!
La sonrisa de Kondo se desvaneció, reemplazada por una expresión de pura frustración. La idea de tener su número, su línea de contacto directa, la hacía parte de su vida de una manera que amenazaba con reescribir la trama de forma catastrófica. Él era solo un personaje secundario que se había infiltrado, ¡no el interés amoroso de la heroína!
¡Tengo que rechazarla! ¡Pero si la rechazo ahora, pareceré un idiota que se burla de ella!
El pensamiento de tener que rechazarla, después de haberla convencido de vivir, lo llenó de un pánico frío.
Mientras Kondo estaba sumergido en sus frustrados pensamientos, Ai actuó. Su mano fue rápida; aprovechó que él sostenía su propio smartphone a un lado, y en un movimiento casi imperceptible, tomó el dispositivo de sus manos.
—¿Eh? ¿Qué haces? —preguntó Kondo, desconcertado y nervioso por la repentina cercanía.
Ai ignoró su pregunta. Sus dedos se movieron con la precisión de una prodigio, registrando su número en el teléfono de Kondo en cuestión de segundos. Luego, se acercó a él. Puso un dedo suavemente sobre los labios de Kondo, silenciándolo.
—Te lo merecías por las burlas. —dijo Ai, con una sonrisa pícara que nunca antes le había visto—. Ya te agregué.
Ai se alejó, devolviéndole el celular a Kondo con un toque en el pecho. Kondo se quedó mirando el dispositivo, todavía asimilando la violación de su espacio personal y su impotencia.
Ella caminó unos pasos antes de girarse sobre su talón para mirarlo. La sonrisa pícara se había vuelto tranquila, pero la determinación en sus ojos era de acero.
—A partir de ahora, Kondo-senpai... —comenzó Ai con voz clara—. Deberías asumir la responsabilidad de cuidarme y mostrarme lo que divierte.
Hizo una pausa, y su tono bajó, dejando caer la amenaza con una ligereza aterradora.
—Claro, si no quieres que vuelva a saltar en la azotea.
Kondo sintió que la sangre se le helaba. La fachada se rompió por completo. La frustración y la indignación lo invadieron.
—¿Estás enferma o qué? —exclamó Kondo, sin poder creer la manipulación descarada—. ¡No puedes usar eso para...!
Ai hizo caso omiso a su arrebato. Como si él no hubiera dicho nada, levantó la mano en un saludo casual.
—Nos vemos mañana.
Y luego, sellando su nueva relación con la familiaridad que él había negado, sonrió.
—Adiós, Seiji-senpai.
Ai se dio la vuelta y se fue, perdiéndose en la noche. Kondo se quedó en la esquina, su boca abierta, mirando su teléfono donde ahora brillaba un nuevo contacto, sabiendo que su vida ya no le pertenecía.
El pitido de un auto distante fue lo único que lo sacó de su estupor. El shock era demasiado. Las piernas de Kondo fallaron, y cayó de rodillas sobre el pavimento frío de la acera.
Levantó las manos hacia el cielo nocturno, sintiendo el frío asfalto a través de sus pantalones.
—¡¿QUÉ M*A ACABA DE PASAR?! —gritó Kondo a la noche, su voz ronca de pura frustración.
¿El héroe de esta trama realmente tiene una oportunidad de sobrevivir a su propia historia?
