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Chapter 2 - Capitulo 1: El Primer Acto del Villano Justo

CAPÍTULO 1: El Primer Acto del Villano Justo

La primera semana fue una neblina de pánico. El cuerpo de Kondo Seiji era una máquina de movimiento, fuerte y atlética, pero mi mente, la mente de Shinji, estaba atascada en el cementerio y en el callejón.

Me paseaba por los pasillos de la escuela, sintiendo una disociación total. La gente me veía como la arrogancia personificada, la estrella que lo tenía todo. Yo solo veía la falsedad que había detrás de esa máscara. Me apoyé contra la pared cerca de las canchas, observando el tráfico de estudiantes que me abrían paso con respeto o con una envidia silenciosa.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Miro mis manos. Las manos del capitán del fútbol. Las manos destinadas a destrozar la vida de otro. Yo, Shinji, el tonto leal que murió por la traición, ahora soy el traidor. La ironía es un puñal.

Cada paso que doy en esta escuela es un capítulo de la Novela Ligera que leí antes de morir. Conozco a todos. Eiji está a la vuelta de la esquina. Miyuki está cerca de la biblioteca. Sé exactamente el infierno que les espera, la traición que está a punto de comenzar.

No puedo ser él. No puedo dejar que mi nueva vida comience destruyendo la felicidad que mi yo anterior tanto envidió. Si el destino me ha condenado con el cuerpo del villano, si he despertado aquí, tiene que ser por una razón. Mi deuda no terminó con Asaki.

Mi única opción es cambiar el camino. Corregir el destino que sé que va a tomar. No puedo permitir que la injusticia que viví se repita aquí con Eiji Aono.

Tengo que actuar. Tengo que asegurarme de que esta historia sea diferente. Me lo debo a mí mismo, a Shinji, para probar que la lealtad y la justicia pueden existir.

Dos días después, mi análisis de la vida de Kondo Seiji se había vuelto más que un simple estudio de trama; era una inmersión en una realidad alienígena.

Fui arrastrado al campo de fútbol. El rugido de los demás jugadores al verme era ensordecedor. Era el capitán, la estrella indiscutible, y mi cuerpo respondía a los movimientos del balón con una facilidad instintiva. Kondo era un genio deportivo, y yo, Shinji, estaba a cargo de esa máquina atlética.

Pero al revisar sus cuadernos y sus notas... la imagen se rompió.

Mientras Kondo era un dios en el campo, sus resultados académicos eran patéticos. Faltas de ortografía básicas, comprensión lectora nula y garabatos pretenciosos en lugar de apuntes. El chico había pasado toda su vida confiando en su carisma y su físico para salirse con la suya.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Dos días en este cuerpo y lo entiendo todo. Popularidad, talento innato, carisma... y la mente de una ameba arrogante. Las personas le abrían las puertas, las chicas suspiraban, y él ni siquiera se molestaba en entender la diferencia entre 'haber' y 'a ver'.

Rodé los ojos. Incredulidad. Lo único que envidiaba de Kondo era lo que no se ganaba.

A pesar de todo el éxito y la adulación, había un matiz sutil que mis ojos, entrenados en el dolor, captaban fácilmente. La mayoría de los estudiantes me temía o me envidiaba, pero sus miradas no contenían verdadero respeto, solo admiración por el trofeo que era Kondo Seiji. Mi reputación como el playboy arrogante y el chico sin cerebro me precedía.

Y las chicas...

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Todas se acercaban. Por la popularidad, por la apariencia, por la emoción de salir con el capitán. Pero en sus ojos no había el amor simple e incondicional que Asaki buscaba en mí, y que yo, Shinji, tanto anhelé. Ellas solo buscaban otra clase de adorno.

La superficialidad de todo era abrumadora. Si iba a vivir mi segunda vida aquí, en este cuerpo que gritaba falsedad, no podía seguir siendo una fachada. Si iba a luchar por la justicia en la vida de Eiji, primero tenía que encontrar algo parecido a la dignidad en la mía.

Mi misión no era solo arreglar la novela. Era salvar este cuerpo de su propio destino vacío y arrogante. Tenía que transformar al villano.

Los días se convirtieron en semanas.

Kondo Seiji no solo dejó de ser el playboy descerebrado, sino que se convirtió en una anomalía. Mi mente, la de Shinji, se enfocó en las clases. No podía permitirme tener un rendimiento "simple". Empecé a estudiar con la misma intensidad con la que Kondo solía practicar fútbol.

Los resultados no tardaron.

Un martes, la profesora de literatura repartió los exámenes. Cuando me devolvió el mío, me miró con una mezcla de sospecha y respeto.

—Kondō-kun... ¿Está seguro de que no copió? —dijo con una ceja levantada.

—Solo seguí sus clases, profesora. Resulta que estudiar funciona —respondí con una sonrisa que ya no era arrogante, sino puramente irónica.

Lo más visible, sin embargo, era mi comportamiento fuera del aula. Yo, el as del fútbol que apenas notaba la existencia de los demás, empecé a quedarme después de clase.

Un día, encontré a dos estudiantes de primer año luchando por mover un carrito de limpieza pesado.

—¡Oye! —les llamé. Los chicos se encogieron, asustados por la voz del "capitán".

Me acerqué y levanté el carrito sin esfuerzo, colocándolo donde debía estar.

—El trabajo de todos es el trabajo de nadie si no se ayuda. ¿No creen? —dije.

Los chicos parpadearon. Uno, con gafas y visiblemente nervioso, balbuceó:

—Gra-gracias, Senpai. Nunca pensamos que...

—No piensen tanto. Solo limpien. —les dije, dándoles una palmada leve en el hombro.

La noticia de la "transformación de Kondo" corrió como pólvora. Era el tema de conversación en la cafetería y en los vestuarios.

ESTUDIANTE 1 (EN EL PASILLO) —¿Viste eso? Kondo-senpai le explicó el teorema de Pitágoras a Yamamoto. ¡Lo explicó como si lo entendiera de verdad!

ESTUDIANTE 2 (EN LA CAFETERÍA) —Escuché que ayer le ayudó a la chica del comité de orden a recoger basura. ¿El granKondo? Debe estar enfermo. O está en una secta.

ESTUDIANTE 3 (A OTRO ESTUDIANTE) —No lo sé, pero ya no me mira como si fuera un bicho raro. De hecho, me preguntó si mi perro estaba mejor. Es... extraño, pero agradable.

La máscara de Kondo Seiji estaba siendo reescrita por las acciones de Shinji. La reputación de "inútil simple" se desvanecía, reemplazada por la de un misterioso y eficiente Senpai.

Una semana después, la rutina se había asentado. El cuerpo de Kondo Seiji se había adaptado a los rigores del estudio y el servicio. Estaba sentado en su escritorio durante el receso, inmerso en un libro de historia mundial, algo que el antiguo Kondo habría usado para dormir la siesta.

Una chica de su clase, que solía evitar su mirada, se acercó tímidamente.

—Kondō-senpai —dijo, mordiéndose el labio—, hay una chica de otro año que quiere verte. Está esperando en el patio detrás del gimnasio. Dijo que era... urgente.

Mi corazón dio un vuelco. Urgente. Patio detrás del gimnasio. No necesitaba más detalles. La trama de la Novela Ligera tenía sus propios puntos de encuentro ineludibles.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Maldición. El destino es un guionista implacable.

Cerré el libro lentamente. La "chica de otro año" solo podía ser una. Miyuki Amada, la novia de la infancia del protagonista, Eiji Aono, que venía a buscar un hombro donde llorar y el consejo equivocado que la llevaría a la traición.

Me levanté, mis ojos entrecerrándose con una mirada de sospecha y extrañeza.

—Gracias por el aviso —le dije a la chica, y me dirigí al patio, listo para asumir mi papel y evitar el desastre.

El patio detrás del gimnasio era un área poco transitada, perfecta para conversaciones privadas. Cuando llegué, me crucé de brazos, adoptando una postura casual, pero por dentro, la mente de Shinji estaba en alerta máxima.

Vi a dos chicas cerca de las gradas. Una, con una expresión de impaciencia, estaba prácticamente arrastrando a la otra. Y esa otra, con el cabello castaño claro y ojos preocupados, era inconfundible.

Miyuki Amada.

La chica que la arrastraba se fue de inmediato con una excusa, dejando a Miyuki sola, temblando ligeramente. Miyuki respiró hondo y dio un paso hacia mí, con las manos apretadas al frente.

—Kondō-senpai... Hola. Soy Miyuki Amada, de segundo año. Lamento molestarlo, sé que está ocupado... —Su voz era un susurro tímido.

La tensión se apoderó de mí. Era la primera vez que la tenía tan cerca, y el impacto fue mayor de lo que esperaba. En la novela, ella siempre fue descrita como "hermosa a la manera de la novia de la infancia", pero viéndola ahora, era realmente impresionante. Por un microsegundo, la vieja envidia simple de Shinji por la vida de Eiji se encendió.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Quédate en la línea, Shinji. No eres Kondo. No estás aquí para arruinar nada. Estás aquí para salvarla.

Aparté mi pensamiento de su apariencia y me concentré en el nudo de ansiedad que la rodeaba.

—¿Amada? Descuida. ¿Qué pasa? —Dije, mi tono casual, adoptando la máscara que había perfeccionado.

Miyuki se acercó un poco más, su explicación entrecortada y llena de ansiedad.

—Yo... yo sé que es el capitán y que no me conoce... pero dicen que usted da... que da buenos consejos. Es sobre Eiji. Siento que si no hago algo que le devuelva la chispa a nuestra relación, él se alejará. Él necesita emoción, ¿no?

Ella había llegado al punto. Su pregunta era la misma semilla de inseguridad que, en la trama original, la llevaba al desastre.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Miedo! La palabra me congeló. "Necesita emoción". Esa fue la misma excusa. La misma debilidad que usó Asaki para justificar mi traición. Me está pidiendo que la aconseje para que se justifique antes de destrozar a Eiji, tal como Asaki me usó para probar su propia bajeza.

Alejarme. Esa es mi mejor opción. No puedo tocar esto. No puedo permitir que el recuerdo de mi propia inutilidad se superponga con la vida de Eiji. Si me involucro, terminaré siendo, de nuevo, el tonto leal que recibe la puñalada. No, este no es mi deber. Mi deber es sobrevivir.

Miré el rostro de Miyuki. Era hermoso, pero en ese momento, solo vi un reflejo cruel de Asaki, una belleza que solo prometía dolor e injusticia. La mirada de Shinji no pudo ocultar del todo el rencor y el hastío que sentía hacia esa clase de "emoción".

—Amada —dije, y mi voz salió sorprendentemente firme—. Lamento que te sientas así. Pero mis "consejos" son solo para mi equipo de fútbol. Yo no soy un terapeuta de parejas.

Miyuki parpadeó, sorprendida por el rechazo.

—Oh... yo... lo siento. Pero usted parece tan seguro...

—La seguridad que ves es solo para el campo de juego. Este no es mi problema. Sinceramente, te recomiendo que hables con Eiji directamente, no conmigo. —Le di la espalda con un movimiento rápido, el disgusto del pasado Shinji impulsándome a huir.

Me alejé, dejando a Miyuki sola y confundida en el patio.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Hecho. Lo evité. No la toqué, no la aconsejé, no me involucré. El villano original habría saltado sobre esa oportunidad, pero yo, Shinji, no. Corté la raíz. La traición del NTR que tanto odié en la novela no sucederá. Eiji y Miyuki están a salvo de mi interferencia.

Me recosté contra la pared, dejando salir un largo suspiro. Había honrado la lealtad que perdí. Había cumplido con mi deber de no ser el villano.

Y así, la vida continuó.

Pasaron días. Me centré en mis estudios y en el equipo, manteniendo mi nueva reputación. La gente se acostumbró a la versión tranquila y eficiente de Kondo. La trama de la novela parecía haberse estancado, y yo me convencí de que, al rechazar a Miyuki, había asegurado un final feliz por omisión.

Los días de aparente paz eran solo un espejismo.

Una mañana, mientras revisaba mi calendario, la fecha me golpeó con la fuerza de un puñetazo. [Fecha Actual]. Mis manos se quedaron paralizadas sobre el número.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Este día. En la novela original, este era el día. La culminación del acoso silencioso de Eiji, el día en que, completamente devastado y solo, subía a la azotea, buscando respuestas en el frío.

Una profunda inquietud, una ansiedad helada, me recorrió. Había evitado la traición de Miyuki. Eiji debía estar estable, ¿no?

Dejé el libro de lado. La curiosidad, combinada con un miedo atávico a lo que mis acciones habían podido alterar, me obligó a moverme.

Subí las escaleras de dos en dos. Al llegar al último tramo, la puerta de la azotea, de metal pesado, estaba entreabierta, apenas un centímetro. Esto era idéntico al canon.

Me detuve, conteniendo el aliento. En la obra original, al acercarse, se escuchaba el monólogo desgarrador de Eiji y la voz fría de Ai Ichijou.

Escuché. Solo el viento frío.

Silencio. Ni un lamento, ni una voz. No había sonido de confrontación.

Empujé la puerta suavemente.

La azotea se extendía vacía y desolada bajo el sol. No había un protagonista llorando.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)... Eiji no está aquí.

El alivio se disolvió en un terror helado. Había alterado la trama, pero al parecer, había dejado un vacío.

El alivio se disolvió en un terror helado. La mente de Shinji se aceleró, buscando desesperadamente el hilo de la lógica en la trama que había reescrito.

Un momento. Piensa, Shinji, piensa.

Yo rechacé a Miyuki. No le di el consejo equivocado. Por lo tanto, no hay infidelidad. Sin infidelidad, Eiji no está lo suficientemente destrozado por la traición y el acoso como para venir aquí a buscar respuestas.

¡Claro! La raíz del dolor de Eiji se cortó, y por eso no está.

El descubrimiento debería haberme traído un triunfo rotundo. Pero la quietud de la azotea, el viento frío y el silencio absoluto me helaron la sangre.

Mis ojos se abrieron con terror absoluto.

El alivio se disolvió en un terror helado. La mente de Shinji se aceleró, buscando desesperadamente el hilo de la lógica en la trama que había reescrito.

Un momento. Piensa, Shinji, piensa.

Yo rechacé a Miyuki. No le di el consejo equivocado. Sin infidelidad, Eiji no tiene la desesperación para venir aquí. El alivio por salvar la trama de él se siente como...

Mis ojos se abrieron con terror absoluto. Si Eiji Aono no estaba, el salvador no estaba. Y el verdadero peligro en este día no era el protagonista, sino la otra persona que debía estar aquí: Ai Ichijou.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Si ella está aquí, sola... la condené. Mi "justicia" siempre crea otra víctima. ¿Debo entrar? Si intervengo, mi vida se ata a otra persona rota. Volveré a ser el "tonto leal" de Asaki, pero con una deuda de vida. No quiero.

El miedo de revivir el trauma, de ser marcado de nuevo por el dolor de otro, me atenazaba el corazón. Estaba indeciso, aterrado de asumir la carga de la perfección destrozada de Ai. Pero la voz de mi padre resonó: El valor es seguir adelante.

Mi moral, la única cosa que Shinji no había podido matar, me empujó.

Con la boca seca y las manos temblándome por la mezcla de miedo y deber, empujé la puerta de la azotea, con sumo cuidado para que no chirriara.

El viento frío azotó mi rostro.

Ai Ichijou estaba allí. De espaldas. Su cabello platino pálido, una cascada de luz, se agitaba violentamente con el viento, una visión de belleza inalcanzable. Estaba parada justo en el borde del precipicio de la azotea.

Ella no se había dado cuenta de mi presencia. El silencio, roto solo por el viento, era un presagio.

El cuerpo de Kondo Seiji se tensó como una cuerda de violín. El miedo de Shinji se desvaneció, reemplazado por la urgencia pura de un hombre que se niega a presenciar otra muerte.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)No hay tiempo para el diálogo. No hay tiempo para la lógica.

En ese instante, la figura de Ai se volvió aún más rígida. Ella cerró los ojos, exhaló profundamente, y con un suspiro que sonó a rendición, se echó hacia adelante, inclinándose hacia el vacío.

—¡NO! —El grito salió de mi garganta, puro instinto.

Impulsado por la desesperación, salté sobre la barandilla de seguridad con una agilidad que solo el cuerpo de Kondo podía ofrecer. Mis brazos se extendieron, y en el momento preciso en que ella comenzaba su caída, mis manos se cerraron firmemente alrededor de su cintura.

El impacto detuvo su descenso abruptamente. El impulso nos arrastró a ambos hacia atrás. Sentí el golpe sordo de la espalda de Kondo contra el duro cemento de la azotea, y un dolor agudo me recorrió.

Ai Ichijou cayó sobre mí. Su cuerpo esbelto impactó contra mi pecho, expulsando el aire de sus pulmones.

Justo antes de que el aire se fuera, ella jadeó, con la confusión grabada en el sonido, sin entender lo que había pasado:

—¿Eh...?

Y luego, todo fue silencio, excepto por el fuerte latido de mi corazón y el viento gimiendo sobre nuestras cabezas.

El golpe de mi espalda contra el cemento envió una onda de dolor que me hizo jadear. A pesar del dolor, mi mente de Shinji se concentró en la chica que yacía sobre mí.

—¿Estás... estás bien? —pregunté con voz áspera, intentando recuperar el aliento.

La cabeza de Ai Ichijou, que estaba sobre mi pecho, se levantó lentamente. Sus ojos de color índigo, antes distantes, ahora me miraban con un shock total, concentrándose en el rostro del capitán de fútbol.

Ella parpadeó. El sonido que salió de sus labios fue apenas un susurro de incredulidad, como si estuviera hablando de un fenómeno que desafiaba toda lógica:

—... ¿Quién eres?

AI ICHIJOU (Con la voz cortante y la respiración aún agitada). ¡No tenías derecho! ¡Me has arruinado! ¡Tú no tenías derecho a interferir!

Ella me miró de nuevo, esta vez no con el shock de la caída, sino con una intensidad que buscaba una respuesta. Sus ojos índigo escanearon mi rostro, mis facciones, la arrogancia natural del cuerpo de Kondo que ahora intentaba disimular mi nueva persona.

Entonces, el reconocimiento la golpeó. No solo como el capitán de fútbol, sino como el Kondo Seiji reformado y misterioso que había captado la atención de la escuela en los últimos días.

Una risa seca y fría escapó de sus labios. Era un sonido hueco, sin alegría, que hizo que se me erizara la piel.

—Ah... Ya veo. Eres tú —dijo, su tono lleno de una burla amarga—. El gran Kondō-senpai. El que ahora lee libros y ayuda con la limpieza.

Un súbito acceso de moralidad, supongo. ¿Y ahora vienes a actuar de héroe en una tragedia que no te pertenece? Es un absurdo de proporciones cósmicas.

Me levanté lentamente, ignorando el dolor punzante en mi espalda. La risa de ella, la manera en que había desenmascarado mi nueva fachada, me golpeó con la certeza de que yo no era más que un tonto metido en una nueva situación de peligro.

—Ai... yo... —Empecé a acercarme a ella, dando un paso cauteloso. Mi rostro, el rostro de Kondo, reflejaba una preocupación genuina, el miedo de Shinji de que ella volviera al borde.

Pero ella no se conmovió por mi preocupación.

—¡NO TE ACERQUES! —gritó Ai, con una fuerza que hizo eco en la azotea, su voz vibrando con la frustración y la rabia contenida de quien se siente estafada de su única vía de escape—. ¡Quédate donde estás! ¡No necesito tu redención ni tu justicia estúpida! ¡Tu existencia aquí es un error y tu intervención es una ofensa!

Mi espalda protestó al ponerme de pie, pero ignoré el dolor. Estaba determinado a sacarla de ese lugar antes de que el instinto de rendición volviera.

—Mira, Ai —dije, usando su nombre de forma directa para intentar romper su barrera. A pesar de mi dolor, mi voz de Kondo sonaba firme—. No es bueno que estemos aquí. Puedes juzgarme, llamarme lo que quieras, pero hagámoslo en un lugar seguro.

Me di la vuelta levemente, señalando la puerta de metal por donde había entrado.

—Salgamos. Ahora.

Ai Ichijou se mantuvo pegada a la pared, negándose a moverse.

—¡No voy a ir a ninguna parte! —Su negativa era absoluta.

Me giré hacia ella, mi confusión genuina. No entendía por qué prefería el frío y el peligro a un lugar donde pudieran hablar.

—¿Qué cosas dices? ¿Por qué te niegas a...?

Antes de que pudiera terminar, Ai estalló. Su control emocional, el que la definía como la "chica perfecta", se desmoronó por completo. Gritó con una furia desesperada, haciendo que mi corazón de Shinji se encogiera.

—¿¡ACASO NO SABES POR QUÉ ESTOY AQUÍ, SENPAI!? —Sus ojos índigo brillaron con lágrimas no derramadas, pero su dolor era palpable—. ¡Tu "otro lugar" no existe! ¡PARA MÍ NO HABRÁ UN OTRO DÍA!

En ese instante, el cielo, que había estado tenuemente soleado, se oscureció con una velocidad asombrosa. Un trueno sordo rodó en la distancia. El viento se intensificó, y de repente, una cortina de gotas heladas, grandes y pesadas, comenzó a azotar la azotea.

La lluvia caía sin piedad, como si representara la tormenta emocional que se desataba finalmente en el corazón de Ai Ichijou.

El grito de Ai y el inicio de la tormenta me dejaron paralizado por un instante. La lluvia ya estaba empapando el cabello rubio oscuro de Kondo y el cabello platino de Ai.

El miedo de Shinji se convirtió en una disculpa desesperada. Después de todo, ella tenía razón. ¿Qué derecho tenía el villano reformado de intentar salvar a alguien?

—Lo siento. Siento mi presencia —dije, bajando la cabeza ligeramente, dejando que la lluvia me golpeara—. Entiendo tu frustración. Todo el mundo en esta escuela sabe la clase de persona que era Kondo Seiji antes de esto. Y si piensas que soy una persona desagradable, con un pasado sucio y arrogante...

Levanté la mirada para encontrar sus ojos. Ella no se había movido, pero su postura se había suavizado ligeramente ante mi disculpa.

—... Si piensas eso, estás en tu derecho de juzgarme.

Ai Ichijou me observó en silencio mientras el agua escurría por su rostro. Su voz se volvió tranquila de nuevo, pero sin perder su frialdad lógica.

—Escuché muchas cosas de ti. Antes de tu... cambio inusual. Cosas que no me interesan—dijo, con un tono que dejaba claro su desinterés por los chismes escolares—. No soy de las personas que juzgan por rumores, Senpai. Y por lo que he visto estos días, al menos ahora te esfuerzas.

Hizo una pausa, y la seriedad en sus ojos era absoluta, cortando cualquier esperanza de confianza fácil.

—Pero —continuó Ai—, no puedo decir que confíe en ti. No te conozco. Tu intervención es, hasta ahora, el acto más caótico y absurdo de mi vida.

El golpe de la lluvia y el peso de sus palabras deberían haberme desanimado, pero sucedió algo inesperado. Su respuesta, tan racional, tan carente de juicio moral barato y chismes, fue la primera honestidad real que la mente de Shinji había recibido en mucho tiempo.

Mis ojos, que estaban medio cerrados por el dolor y la resignación, se abrieron de par en par. Sentí que mi rostro, el rostro del arrogante Kondo Seiji, se relajaba en una expresión que la escuela jamás había visto. Era una emoción que no le pertenecía al villano; era la profunda conmoción y felicidad de Shinji por haber encontrado un atisbo de verdad.

No era amor ni lujuria. Era gratitud pura.

Miré hacia abajo, dejando que la lluvia ocultara parte de mi rostro y mi vulnerabilidad.

—Gracias... Ai —dije, la voz de Kondo era baja y sincera, marcada por el dolor de mi vida pasada—. Gracias por no juzgarme como ellos.

Ai Ichijou se quedó en silencio, totalmente rígida. El shock de mi expresión vulnerable, tan honesta y ajena al Kondo que conocía por reputación, la golpeó con más fuerza que la propia caída.

Ella desvió la mirada rápidamente, con sus mejillas pálidas teñidas por un rubor sutil, avergonzada por el inesperado intercambio emocional.

—N-no era necesario. No tienes nada que agradecer —replicó con un tono brusco, tratando de restablecer la distancia y la frialdad lógica que la definían.

El momento de vulnerabilidad había pasado, pero la intención de Ai Ichijou seguía intacta. Sus ojos se enfocaron de nuevo en el vacío. Con una resolución fría, recordó su propósito original: dar la espalda a la vida que la estaba asfixiando.

Ella dio media vuelta, lista para retomar el camino hacia el borde, sin importarle la lluvia helada que azotaba su rostro.

—¡Espera! —grité, dando un paso adelante.

Ella no se detuvo. Su paso era rápido y determinado.

No lo pensé. El cuerpo de Kondo reaccionó por instinto. Di una zancada y mi mano se extendió, atrapando su muñeca con firmeza, deteniéndola en seco a solo unos metros del borde.

—¡Suéltame! —gritó Ai, su voz llena de furia y frustración por la nueva interrupción.

Intentó soltarse, forcejeando con una fuerza desesperada. El pavimento de la azotea estaba resbaladizo por la lluvia. En el tumulto, ambos perdimos el equilibrio. Ai intentó empujarme, y en lugar de liberarse, su impulso nos desvió a ambos.

Rodamos sin control, directamente hacia el precipicio, la reja de metal cada vez más cerca.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Maldición! ¡No de nuevo!

En ese microsegundo de terror, la agilidad del as del fútbol tomó el control. Justo antes de que golpeáramos la barandilla o cayéramos al vacío, giré mi cuerpo violentamente. El impacto no fue hacia abajo, sino lateral. Ambos caímos contra el sólido metal de la reja, el ruido resonando en el patio vacío.

Quedamos tendidos, mojados y magullados. El shock del roce con la muerte era innegable.

Ai me miró, con el miedo inundando sus ojos índigo. Estaba indignada por mi nueva intromisión, y genuinamente asustada porque casi caigo con ella.

—¡Estás loco! ¡No te est...! —comenzó a gritar, la reprimenda atascada en su garganta.

La corté de raíz. No había más tiempo para juegos de confianza o vulnerabilidades. La vida de Shinji, marcada por la muerte que no pudo evitar, finalmente habló con la autoridad del cuerpo de Kondo.

Me levanté parcialmente, acorralándola con mi cuerpo empapado. Mi mirada era seria, sin rastro de arrogancia ni de la amabilidad que había intentado forzar.

—¡Basta! —dije, mi voz era un trueno que competía con la tormenta—. Escúchame bien. No voy a permitir que alguien en peligro muera delante de mis ojos. NO. OTRA. VEZ.

Ai Ichijou se quedó rígida bajo mi agarre. La conmoción por mi grito y la mención a mi pasado rompieron su concentración.

—... ¿'Otra vez'? —preguntó Ai, con la voz apenas audible bajo la lluvia. Sus ojos me miraban con una confusión profunda, tratando de desentrañar el significado de esa palabra, de la tragedia que había vivido Shinji.

Mi mente reconoció el error: había revelado demasiado. Ignoré la pregunta. No era el momento de hablar de Asaki o de mi vida pasada. Era el momento de salvar el presente.

Mi agarre se suavizó ligeramente, pero no la solté. La acerqué, hablando tan bajo que ella tuvo que esforzarse para escucharme por encima de la lluvia.

—Si quieres morir —dije, con una resolución extraña en mi tono—. Si realmente vas a terminar con esto... al menos, sal hoy conmigo. Sáltate las clases.

La propuesta, salida de la nada, fue tan incongruente que Ai parpadeó. El miedo y la frustración se mezclaron con la perplejidad. Su rostro se ruborizó ligeramente ante la insensatez de la invitación.

—¿Q-qué cosas dices? —tartamudeó, su voz volviendo a ser aguda—. ¿¡Acaso no lees el entorno!? ¡Estamos en la azotea, bajo la lluvia, acabamos de casi caer, y tú... tú me pides eso!

Mi rostro se contorsionó en una mueca. Tenía razón. Mi propuesta era absurda. Estaba reaccionando por reflejo, por miedo.

—Tienes razón —dije, sintiendo la garganta apretada. Solté su muñeca lentamente.

Aparté la mirada, observando cómo la lluvia golpeaba el borde de la azotea, el mismo lugar donde ella había estado. La imagen de mi madre y mi padre, y luego el rostro de Asaki en la calle, me inundó.

—Solo... solo dije eso por reflejo. No tengo muchas ideas ahora —murmuré, mi voz se fue apagando—. Pero también, yo... yo no pude evitar una tragedia hace años. No pude hacer nada cuando importaba.

Contuve el aire, luchando contra las lágrimas que se mezclaban con la lluvia helada que corría por mi rostro. Ai no necesitaba mi lástima, pero Shinji necesitaba confesar su fracaso.

Ai Ichijou me observó con una sorpresa que trascendía su habitual frialdad. Estaba viendo algo en el capitán del fútbol que nadie más, ni siquiera yo, sabía que existía. Estaba viendo el dolor de la vida pasada de Shinji.

De repente, ella se desplomó. Sus piernas cedieron y cayó al suelo, aterrizando sobre sus rodillas en el cemento mojado. No había dolor físico en su postura, sino una rendición total y agotadora.

Y entonces, sucedió.

Una sonrisa, pequeña y rota, se dibujó en su rostro empapado. Las lágrimas que había estado conteniendo toda la mañana, las lágrimas por su propia desesperación, se unieron a la lluvia.

—Entendí... —dijo, la risa temblándole en la voz.

—¿Eh? —pregunté, confundido por su reacción.

—Lo entendí, Senpai —repitió, sonriendo y llorando a la vez—. La tragedia no tiene por qué ser solemne. El acto más importante de la vida puede ser la cosa más estúpida y caótica del mundo.

Ella se rió, una risa histérica y liberadora que contrastaba salvajemente con la tormenta.

Me quedé mirándola, y a pesar de la lluvia, la reja, el dolor en mi espalda y la absurda misión que me había autoimpuesto, la vi. Vi a Ai Ichijou liberándose por primera vez.

Una risa me escapó, al principio un pequeño bufido, luego una carcajada. Me senté con ella en el cemento, riendo juntos en la tormenta, dos almas rotas encontrando consuelo en la locura de su situación.

Nuestra risa se extinguió lentamente, y el silencio fue total, solo roto por el goteo del agua. La lluvia había cesado, y la luz gris se filtró a través de las nubes que se dispersaban. Era el fin de la tormenta emocional de Ai.

Me levanté, extendiendo mi mano hacia Ai. La ayudé a levantarse. Nos movimos torpemente fuera de la azotea, buscando refugio. Encontramos un banco de madera seca cerca de la sala de profesores, y nos sentamos, empapados. Le ofrecí mi pañuelo saturado y, después de mi insistencia, ella lo aceptó, limpiándose el rostro.

—Bien. Ahora que estoy mojada y me has forzado a saltarme las clases... al menos no me mires, Senpai —dijo Ai, con un tono severo.

—¡N-no haría nada indecente! —tartamudeé, volviéndome inmediatamente y mirando hacia la pared.

Justo en ese momento, sintió la necesidad de secarse. El uniforme de la escuela, especialmente la chaqueta, pesaba toneladas. Con un movimiento rápido, Ai se quitó el abrigo empapado y lo arrojó al suelo.

Mi cabeza se giró por accidente, justo a tiempo para ver su figura. Su camisa blanca de la escuela, completamente saturada de agua, se había vuelto casi transparente. A través de la tela pegada a su piel, pude vislumbrar claramente el contorno de su sujetador.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)¡Maldición! ¡Desvía la mirada! ¡Desvía la mirada!

Pero mi mente de Shinji, tan acostumbrada a la lealtad y al miedo de la traición, ahora estaba invadida por la anatomía de Kondo. Y por la imagen que acababa de grabar.

Son... son de color celeste...

Ai sintió mi mirada. La pequeña risa ahogada que había emitido antes desapareció, reemplazada por un tono de profunda indignación y reproche.

—Senpai —dijo, su voz baja y gélida.

Me encogí, sintiendo cómo el color me subía al rostro, no por la arrogancia de Kondo, sino por la vergüenza de Shinji.

—Lo primero que dijiste, y lo primero que haces, eres un pervertido —replicó Ai, su voz llena de rencor.

Salté como si me hubieran disparado. Me di la vuelta, mirando la pared con desesperación.

—¡L-lo siento! ¡No fue a propósito! ¡Es solo que estaba... viendo la lluvia residual! ¡Lo siento mucho! —Tartamudeé, sintiéndome el tonto más grande del mundo.

Detrás de mí, Ai resopló. El vínculo que habíamos forjado con lágrimas y risas ya estaba teñido por la incomodidad y el absurdo.

Después de unos segundos, Ai dirigió su mirada hacia arriba, a las nubes que se alejaban. La expresión tensa y frustrada que la había definido se suavizó por completo. En su rostro, aún mojado por la lluvia, se dibujó una sonrisa cálida y genuina, la primera que Shinji le veía.

—Bueno, Senpai —dijo, su voz recuperando un tono tranquilo, pero ahora ligero—. La tragedia ha cesado, dijiste que me invitarías a salir contigo, entonces, ¿Cuál es tu plan?

Me di la vuelta lentamente, mi rostro todavía ardía por la vergüenza, pero su sonrisa me desarmó. Ya no parecía la chica inalcanzable, sino alguien que acababa de salir de un largo y oscuro túnel.

—¿El plan? —Repetí, sintiéndome estúpido por un instante—. La verdad es que no tengo ni idea. Yo... solo dije eso por reflejo. No se me ocurre nada.

Me encogí de hombros, resignado a mi propia incoherencia.

—Y sí, tienes razón. Aunque parezco un delincuente ahora mismo, salteándome la escuela y secuestrando a la chica más inteligente del curso, no me gusta ser uno como tal. Lo siento.

Ai Ichijou me miró sin palabras por un segundo, procesando la honestidad absurda de mi respuesta. El asombro se convirtió en algo más profundo, y luego, en una risa pura y hermosa, que hizo que sus ojos índigos brillaran.

—Tienes razón, Senpai. Tienes toda la razón —dijo, la risa temblándole en la voz. Era una sonrisa tan abierta, tan carente de la perfección forzada, que me dejó sin aliento.

En ese momento, sentado en un banco mojado con el villano de la novela, Ai Ichijou se veía inmensamente más real y feliz que en cualquier página que Shinji hubiera leído.

Quedé cautivado.

Mi corazón de Shinji, tan acostumbrado al cinismo y al dolor, se quedó en suspenso al ver esa sonrisa. No era la sonrisa cortés y perfecta que la escuela le atribuía; era una risa liberadora y real.

En ese instante, la realidad de la Novela Ligera se superpuso a la persona que tenía delante.

KONDO SEIJI (MONÓLOGO INTERNO)Recordé lo que se decía de Ai Ichijou en el canon, lo que le hacía ser la chica más aislada a pesar de ser la más popular.

Ella siempre rechazaba las confesiones. No por crueldad, sino por lógica.

Ai Ichijou:—¿Cómo voy a salir con cualquiera que de la nada decide que le gusto solo porque me ve en el pasillo? Yo busco sinceridad, Senpai, no conveniencia.

Se rumoreaba que nadie le interesaba, pero la verdad era más dolorosa: ella no confiaba en la autenticidad de sus pretendientes.

Ai Ichijou:—Todos solo quieren presumirme. Quieren un trofeo. Si no fuera por mi apariencia física y mis notas perfectas, no me hablarían. Solo me quieren por la fachada.

Ella estaba allí, sonriendo y riendo, después de confesar que no quería un "otro día". Todos la querían por la imagen que yo tenía en mis manos. Yo era el único que sabía que esa imagen era la condena, no la salvación.

Ella no había sonreído por la propuesta; había sonreído por la honestidad ridícula de mi falta de plan. Por primera vez, alguien no la quería como un trofeo.

Pensé que quizás ella hubiera pisoteado mi propuesta o quizás me habría evitado, pero en lugar de eso, recibí una aceptación sincera, un sentimiento que nuca experimente…¿Qué será esto que me oprime?...

Una pregunta que carece de respuesta...

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