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Chapter 2 - Chapter 2 – The Old Man's Eye

Tengo frío... como si mi cuerpo estuviera sumergido en agua helada. Quizás... ya estoy muerto bajo la lluvia.

El pensamiento vagó débilmente por su mente, perdido en una oscuridad informe. No podía ver, ni oír, ni oler; solo podía sentir.

El frío lo recorrió, más pesado a cada momento, como manos invisibles que lo arrastraban hacia las profundidades del océano.

Y no estaba solo.

En ese vacío, algo estaba observando.

Una mirada gélida, aguda y despiadada, atravesó la oscuridad. Amenazadora.

De repente, sintió una sacudida. El agua fría le salpicó la piel.

Abrió los ojos.

Lo primero que vio fueron sus manos: delgadas, con las muñecas en carne viva y heridas, como quemadas por cuerdas.

Un hedor a podredumbre y orina impregnaba el aire. A su alrededor, figuras demacradas yacían encadenadas con cadenas oxidadas, con la ropa desgarrada y el cuerpo convertido en piel y hueso.

Confundido, pensó:

¿Dónde estoy? ¿Quiénes son estas personas?

Una tos áspera interrumpió sus pensamientos.

"Kiki... parece que el nuevo ni siquiera sabe dónde está parado. ¿Verdad, muchacho?", graznó una voz.

Un anciano encorvado lo observaba fijamente. Su piel estaba picada y carcomida, como si la enfermedad la hubiera roído hasta las venas y el hueso. Pero lo más inquietante de todo era su ojo: completamente negro, con una pupila roja como la sangre en el centro.

—Dime, niño bonito… ¿cómo te llamas? —preguntó el anciano con una sonrisa maliciosa.

—M-Min… Sung Min-Jae, señor —balbuceó.

—Vaya, vaya. Qué nombre tan elegante... —La mano callosa del anciano le rozó la mejilla, áspera como una piedra—. Sin duda, eres guapo, incluso aquí.

—Señor… ¿puede decirme dónde estamos? —preguntó Min-Jae con voz temblorosa mientras luchaba por contener el miedo.

El anciano lo estudió con calma, su mirada recorrió la piel sin cicatrices de Min-Jae, su cuerpo limpio, su dentadura completa.

—Te has cuidado muy bien este último año, ¿verdad? —susurró. Entonces su sonrisa se ensombreció—. Muy bien. Satisfaceré tu curiosidad.

"¿Esto es… el infierno?" murmuró Min-Jae.

El anciano soltó una risa seca y espeluznante.

¿Demonios? Kiki... esto es mucho peor.

Min-Jae tragó saliva con fuerza.

¿Peor? ¿En qué sentido?

"Desde los cadáveres de tu familia renacidos como zombis… hasta dragones de todas las razas.

Desde duendes que acechan en los callejones... hasta lobos que acechan en los parques de la ciudad.

Todo comenzó la primera noche… y desde entonces, no ha sido más que tormento".

Las palabras le cortaron la cabeza a Min-Jae como cuchillos. El anciano recitó los horrores como si estuviera contando un cuento, pero para Min-Jae, cada palabra era una maldición.

—Entonces… ¿cómo se llama este lugar? —preguntó, desesperado por cambiar de tema.

La sonrisa del anciano se amplió.

"Este es el mercado de esclavos.

Una vez… se llamaba Seúl".

—¿¡Qu-qué!? —La voz de Min-Jae se quebró. Quería creer que era una broma cruel, pero el ojo rojo sangre del anciano lo atrapó en la pesadilla.

Kiki... ¿por qué te sorprendes? No ha pasado tanto tiempo desde que empezó el apocalipsis. ¿O ya olvidaste el nombre de tu nación?

Las palabras lo traspasaron. Seúl. Nación. Apocalipsis. No hace mucho…

El ruido de un garrote al golpear los barrotes de hierro interrumpió sus pensamientos.

—Bueno, entonces... parece que me toca a mí. Kiki... —El anciano rió entre dientes mientras las cadenas lo arrastraban hacia la puerta.

Se inclinó hacia Min-Jae y susurró:

"Chico… ¿quieres un regalo?"

El silencio se extendió pesadamente en el aire, pero Min-Jae asintió con renuencia.

"…Sí."

The sonrisa del anciano se ensanchó. Sin dudarlo, se arrancó el ojo izquierdo. La sangre goteaba por su mejilla arrugada mientras lo extendía.

Tómalo. Te ayudará... aunque, a cambio, te traerá mucho dolor. Kikiki...

Las cadenas lo acercaron a los barrotes.

—Anciano… antes de que te vayas… dime: ¿cuándo empezó todo? —preguntó Min-Jae.

El anciano se giró una última vez.

"Primero de enero de 20XX."

Las puertas se abrieron. Su cuerpo fue aplastado lentamente, desde los pies hasta el cráneo, mientras los demás esclavos se abalanzaban como bestias, luchando por devorar sus restos.

Min-Jae se quedó paralizado, con la mirada fija en la carnicería. La fecha resonó en su mente como una maldición. Un violento escalofrío le recorrió la espalda.

Pero lo más inquietante… fue su reacción.

No sentimos ningún miedo.

Sin enojo.

Sólo la lenta curvatura de sus labios, transformándose en una sonrisa torcida.

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