Londres, 1982.
El cielo gris y nublado cubría la ciudad cuando el coche policial se detuvo frente al antiguo orfanato de Wool. La lluvia caía suavemente, golpeando los cristales con un ritmo constante. Dentro del edificio, la Sra. Sarah, la directora, esperaba con una expresión cansada pero atenta.
La puerta se abrió y apareció el oficial Gordon, con su uniforme húmedo por la lluvia y una expresión seria.
—Buenas noches, Sra. Sarah —saludó cortésmente—. ¿Qué trae a la policía a esta hora?
La mujer asintió lentamente, mirando al oficial con preocupación.
—Disculpe que venga sin avisar —dijo el oficial—, pero debido a un accidente de tráfico ocurrido hace unas horas, todo el papeleo está en caos. Traje a este bebé directamente aquí; necesita descansar. Su madre murió en ese accidente.
Se hizo un silencio tenso mientras el oficial sacaba una pequeña manta envuelta alrededor del niño, que parecía dormir plácidamente pese a las circunstancias.
—¿Y no pudieron localizar a ningún familiar? —preguntó la Sra. Sarah, frunciendo el ceño.
—No —respondió el oficial con voz grave—. Parece que era una madre soltera sin familia conocida. No tiene documentos ni amigos que puedan hacerse cargo del niño. Es posible que nadie quiera o pueda hacerlo.
La directora miró al bebé con ternura y tristeza, sintiendo en su interior la responsabilidad que ahora recaía sobre ella.
—Muy bien —susurró—. Nos encargaremos de él.
La Sra. Sarah tomo al bebe en brazos y vio con sorpresa que su nombre estaba bordado "LEON"
Mientras la lluvia seguía golpeando las ventanas, en el fondo de la sala se escuchaba el leve llanto del pequeño, como si supiera que su destino acababa de cambiar para siempre.
La Sra. Sarah levantó una ceja, observando al bebé con atención.
—Curioso color de pelo, ¿no cree, oficial? —preguntó con una sonrisa suave.
El oficial frunció el ceño ligeramente, examinando al pequeño que dormía plácidamente en la manta.
—Sí, es blanco —respondió pensativo—. Muy inusual para un niño en esta época del año.
La directora soltó una carcajada suave y se inclinó un poco hacia el oficial.
—Y su nombre… —dijo entre risas—. Se llama León. Jajaja, ¿verdad?
El oficial sonrió también, aunque con cierta incredulidad.
—León… —repitió lentamente—. Bueno, parece un nombre fuerte para un pequeño que acaba de llegar a este mundo en circunstancias tan extrañas.
Sarah asintió, todavía sonriendo mientras acariciaba suavemente la cabecita del bebé.
—Sí, León. Bienvenido a tu nuevo hogar, pequeño guerrero.
El ambiente se volvió más cálido por un momento, pese a la tristeza de la situación. Pero en los ojos de ambos había una chispa de esperanza y misterio sobre quién sería ese niño y qué secretos guardaba su extraño cabello blanco.
—Entonces nos haremos cargo de él —dijo la Sra. Sarah con determinación, mirando al oficial.
El oficial asintió, con una expresión seria pero agradecida.
—Se lo agradezco mucho, señora. Haré lo posible para que esté en buenas manos —respondió el oficial, levantándose y ajustándose la gorra antes de retirarse por la puerta principal.
Mientras el oficial se alejaba, Sarah tomó un respiro profundo y llamó a una de las trabajadoras del orfanato.
—Mary, por favor —dijo en voz baja, con tono amable pero firme.
Poco después, una joven mujer llamada Mary entró en la sala con una sonrisa cálida. Al ver al bebé, su rostro se iluminó y se acercó con cuidado.
—Venga conmigo, pequeño Leo —susurró suavemente mientras tomaba al bebé en brazos.
Subieron juntas por las escaleras hasta el segundo piso, donde había varias cunas alineadas en filas ordenadas. La habitación estaba llena de otros bebés durmiendo plácidamente o siendo atendidos por las cuidadoras.
Al entrar, varias compañeras de Mary se acercaron curiosas para mirar al recién llegado. Sus ojos se posaron en su cabello blanco y brillante, algo que llamaba mucho la atención en ese entorno tan habitual para ellos.
—¿Qué le pasa a su pelo? —preguntó una de las cuidadoras con cierta sorpresa.
Otra añadió: —Es muy raro… ¿De dónde habrá salido?
Pero todas ellas eran profesionales; pronto recuperaron su compostura y comenzaron a cambiarle el pañal y a envolverlo cuidadosamente en una manta limpia. A pesar del asombro inicial por su aspecto inusual, mostraron ternura y cuidado hacia el pequeño Leo como si fuera uno más de los niños del orfanato.
Mientras tanto, Sarah observaba desde la puerta con una mezcla de preocupación y esperanza.
Mientras Mary envolvía cuidadosamente a Leo en una manta suave, Sarah se quedó unos momentos en la puerta, observando cómo las cuidadoras interactuaban con el pequeño. La luz tenue de la habitación resaltaba el cabello blanco del bebé, que parecía brillar con un brillo extraño bajo la lámpara.
Sarah sintió una punzada de inquietud. ¿De dónde venía ese cabello tan inusual? ¿Qué secretos ocultaba ese niño?
De repente, uno de los bebés en otra cuna empezó a llorar desconsoladamente. Una de las cuidadoras se acercó rápidamente para calmarlo, pero algo en su expresión reflejaba también cierta inquietud. La atmósfera en el orfanato había cambiado sutilmente desde la llegada de León.
En la oficina del segundo piso, Sarah sacó un pequeño cuaderno donde llevaba notas y registros del orfanato. Allí anotó mentalmente: "Niño con cabello blanco. Posible origen desconocido. Necesario investigar más."
Mientras tanto, en una esquina apartada de la habitación, una joven llamada Clara —una cuidadora veterana— observaba al bebé con atención especial. Sus ojos se entrecerraron y su rostro mostró una expresión pensativa.
—¿De dónde habrá salido ese niño? —susurró para sí misma—. No es normal… Pero algo me dice que no es solo un bebé más.
Esa noche, mientras las sombras se extendían por los pasillos del antiguo edificio, algo en el aire parecía cambiar.