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Chapter 167 - Juan, the son-in-law of the immortal family, enjoys his new identity, awakens morbid desires, part 1

Juan, the son-in-law of a powerful family, discovers an irresistible attraction to Mei, a curvaceous servant. In a tense encounter, he explores her body and awakens in her a desire she can't ignore. How far will this dangerous obsession go?

Juan opened his eyes with a gasp, feeling the air thick and charged with energy. The system had sent him to a world where immortal qi flowed freely, a third-rate kingdom, but with powerful families who cultivated immortality. He found himself in a luxurious room, with silk walls and furniture carved from dark wood. His body felt different, stronger, more complete. He was the son-in-law of one of those families, and although the kingdom wasn't one of the most powerful, the influence of his new family was undeniable.

As he adjusted to his new life, Juan met his wife, a woman of serene beauty and piercing eyes. She observed him with curiosity, assessing his worth. Juan, armed with courage and determination, earned her trust with his actions and words. He spoke to her of his desire to fulfill missions for the family, of his loyalty and devotion. She, though cautious, began to believe in him, seeing in his eyes a sincerity she could not ignore.

One afternoon, while walking through the mansion's gardens, Juan noticed a maid. She was a woman of generous curves, with enormous breasts that moved with every step. Her name was Mei, and although Juan had his wife, he couldn't help but feel a morbid attraction to her. Mei was aware of her beauty and the eyes that followed her, but she had never expected the family's son-in-law to look at her that way.

Juan beckoned her, and Mei approached, bowing respectfully. "Servant, could you bring me some tea?" Juan asked, his voice soft but firm. Mei nodded and left, but Juan stopped her with a hand on her arm. "Wait," she said, her voice dropping to a whisper. "There's something else I need."

Mei looked at him in confusion, but didn't resist when Juan slid his hand down to her breast. She gasped when she felt his fingers squeeze her nipple through the thin fabric of her dress. "My lord, this is not appropriate," she protested weakly, but her body reacted, her nipples hardening beneath his touch.

Juan ignoró sus protestas, su otra mano moviéndose para levantar su vestido y exponer sus pechos desnudos. Eran grandes y pesados, con pezones oscuros y prominentes. "Dios, son perfectos," murmuró, apretando uno de ellos. Un chorro de leche brotó del pezón, manchando su mano. Mei gimió, sorprendida por su descaro, pero también excitada por su toque.

"Por favor, mi señor, alguien podría vernos," suplicó Mei, pero Juan solo sonrió, su mano moviéndose para apretar su otro pecho. Más leche brotó, y Juan la recogió con su mano, llevándosela a la boca para probarla. Era dulce y cremosa, y él gimió de placer.

"Nadie nos verá," dijo Juan, su voz ronca de deseo. "Además, ¿no quieres que tu señor se sienta bien?" Mei asintió, mordiéndose el labio inferior. Juan sonrió, su mano moviéndose para desabrochar su cinturón. "Entonces, arrodíllate y muéstrame cuánto te importa mi placer."

Mei obedeció, arrodillándose frente a él y tomando su polla en su mano. Era grande y dura, y ella la miró con ojos llenos de lujuria. Juan gimió cuando ella comenzó a bombearlo, su mano moviéndose rápidamente sobre su longitud. Pero no era suficiente. Él quería más.

"Chupa," ordenó Juan, y Mei obedeció, sus labios envolviendo la cabeza de su polla. Él gimió, sus manos moviéndose para agarrar sus pechos mientras ella lo trabajaba con su boca. La leche brotaba de sus pezones, manchando sus manos y su polla, pero a Juan no le importaba. Solo quería más.

De repente, escucharon pasos acercándose. Mei se apartó rápidamente, pero Juan la detuvo. "No te detengas," dijo, su voz baja y peligrosa. "Sigue chupando, perra." Mei obedeció, su boca volviendo a su polla justo cuando el marido de Mei, un sirviente de menor estatus, entró en la habitación.

El hombre se detuvo, sus ojos llenos de furia al ver a su esposa arrodillada frente a Juan, su boca llena de la polla de su señor. "¿Qué está pasando aquí?" exigió saber, pero Juan solo sonrió, su mano moviéndose para agarrar el cabello de Mei y empujar su cabeza hacia abajo.

"Tu esposa está sirviendo a su señor," dijo Juan, su voz fría y despectiva. "Deberías agradecerme por cuidar de ella." El hombre gruñó, pero no se atrevió a decir nada más. Sabía que Juan era de mayor estatus, y desafiarlo significaría su muerte.

Juan no se detuvo, su polla moviéndose en la boca de Mei mientras su marido los observaba. "Chupa más fuerte," ordenó, y Mei obedeció, sus labios apretándose alrededor de su polla mientras sus manos apretaban sus pechos, más leche brotando de sus pezones.

Finalmente, Juan no pudo aguantar más. Sacó su polla de la boca de Mei y la empujó contra la pared, levantando su vestido y exponiendo su culo redondo y firme. "Voy a follarte el culo," le susurró al oído, y Mei gimió, su cuerpo temblando de anticipación.

Juan escupió en su mano y la frotó contra su ano, preparándola para su entrada. Luego, con un empujón, entró en ella, su polla grande y dura llenándola completamente. Mei gritó, el dolor y el placer mezclándose en su voz, pero Juan no se detuvo. Comenzó a moverse, sus embestidas fuertes y profundas, su polla moviéndose dentro y fuera de su culo apretado.

El marido de Mei los observaba, su cara llena de furia y humillación, pero no podía hacer nada. Sabía que Juan tenía el poder, y desafiarlo significaría su fin. Así que se quedó allí, observando cómo su esposa era follada por otro hombre, su culo siendo reclamado por el yerno de la familia.

Juan no se detuvo hasta que sintió su orgasmo acercándose. Con un gruñido, sacó su polla del culo de Mei y la empujó contra la pared, su mano moviéndose para frotar su clítoris mientras su polla se movía entre sus piernas. "Voy a llenar tu coño," le susurró, y Mei gimió, su cuerpo temblando de anticipación.

Con un último empujón, Juan entró en ella, su polla grande y dura llenándola completamente. Mei gritó, su orgasmo golpeándola con fuerza mientras Juan la llenaba de su semen. Él no se detuvo hasta que estuvo completamente vacío, su polla sacudiéndose dentro de ella mientras su semen brotaba de su coño, manchando sus piernas.

Finalmente, Juan se apartó, su polla todavía dura y lista para más. Miró a Mei, su cuerpo temblando y cubierto de sudor, y sonrió. "Eres una buena sirvienta," dijo, su voz baja y peligrosa. "Pero esto es solo el comienzo."

Mei asintió, su cuerpo todavía temblando de placer. Sabía que Juan no había terminado con ella, y aunque parte de ella estaba asustada, otra parte estaba excitada. Sabía que él la usaría de nuevo, y aunque eso significaba traicionar a su marido, no podía evitar sentir una extraña emoción al pensar en ello.

Mientras Juan se alejaba, Mei se quedó allí, su cuerpo todavía temblando de placer y dolor. Sabía que su vida había cambiado para siempre, y aunque no estaba segura de lo que el futuro le deparaba, una cosa era segura: Juan había despertado algo en ella, algo que no podía ignorar. Y mientras se limpiaba el semen de sus piernas, no pudo evitar preguntarse qué más le esperaba en este nuevo mundo de placer y dolor.

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