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Chapter 90 - The villainous disciple in the immortal world discovers the secret of the glacier fairy, part 2

La noche se llena de pasión y deseo mientras la protagonista y su novio cornudo exploran los límites de su relación. Una escena de dominación y sumisión, donde el placer compartido es el centro de atención, deja una huella imborrable en sus corazones.

Tras el intenso encuentro de mi hermana mayor con el discípulo externa, la tomé en mis brazos, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. Su piel, aún húmeda por el sudor del placer, se aferró a la mía, creando una conexión íntima que solo el deseo más profundo podía forjar. Con un movimiento firme, le abrí las piernas, dejando al descubierto su coño hinchado y brillante, listo para recibir mi miembro dominante. La discípula, con una mezcla de vergüenza y gratitud, se despidió disculpándose, dejando el momento solo para nosotros.

Le di una suave palmada en el trasero, un gesto que ella respondió con un gemido de aprobación. Cada golpe resonaba en la habitación, mezclándose con nuestros suspiros. Empujé mi miembro más profundamente, sintiendo su calor envolviéndome por completo. Sus bragas rojas, ahora arrugadas y abandonadas en el suelo, parecían arder con la misma intensidad que el deseo que nos consumía. La noche fue larga e intensa, llena de susurros, gemidos y la fricción de nuestros cuerpos entrelazados.

Al amanecer, me despedí de ella con un beso tierno pero apasionado. Bajé las escaleras de la secta, sintiendo aún el eco de su placer en mi piel. Al llegar a la entrada de la secta, me encontré con una escena que, sin sorprenderme, me recordó mi lugar en este mundo de placeres compartidos. Mi exnovia estaba allí, transformada en una silla sexual, su cuerpo ofrecido sin reservas. Dos enormes miembros se frotaban dentro de ella: uno en su ano y el otro en su coño. Tenía el rostro sonrojado, los ojos cerrados y la boca entreabierta emitía gemidos de placer.

Me acerqué, sintiendo una mezcla de celos y excitación. Como buen cornudo, sabía que mi papel era observar, disfrutar y, en ocasiones, participar. Le acaricié el trasero, sintiendo la firmeza de sus miembros que la llenaban. Abrió los ojos, me miró fijamente y sonrió con complicidad. Sabía que esto era parte de nuestro juego, de nuestra dinámica.

Regresé con mi dulce novia de pelo verde, la mujer que había aceptado mi naturaleza y la había hecho suya. Llevé a dos hombres conmigo, sabiendo que disfrutaría de la atención. La colocaron encima de mí, su cuerpo perfecto alineado con el mío, su coño justo encima de mi cara. Mi hermosa novia de ojos blancos me miró con una sonrisa traviesa y dijo: "Novio cornudo, ¿te gusta lo que ves?". No pude evitar sonreír. A pesar de todo, me amaba y disfrutaba compartiendo su cuerpo con los mismos hombres que me convertían en su espectador.

Los dos hombres comenzaron a mover sus miembros dentro de ella, sus embestidas sincronizadas creando un ritmo hipnótico. Ambos la besaron frente a mí, sus labios se fundieron con los de ella en un acto de dominio y sumisión. Usé mis manos para acomodar sus miembros dentro de mi amante infiel, sintiendo su cuerpo temblar con cada embestida. Su vagina apretaba los miembros que la llenaban, y su trasero se contraía a su alrededor, creando una sinfonía de placer que resonaba en la habitación.

Mi novia pelirroja gimió, su voz llenando el espacio, mientras sus ojos se clavaban en los míos. Sabía que le gustaba que la viera, que la sintiera, que formara parte de su placer. Con un movimiento rápido, acerqué mi rostro a su trasero, sintiendo sus nalgas contra mis mejillas. El aroma de su piel, mezclado con el aroma de los hombres que la poseían, me embriagó. Mis manos recorrieron su cuerpo, acariciando sus pechos, su vientre, sus muslos, como si quisiera reclamarla a pesar de todo.

Los hombres aumentaron el ritmo, sus embestidas más profundas y rápidas. Mi novia se retorcía encima de mí, con el cuerpo tenso, al borde del orgasmo. Sus gemidos se volvieron más intensos, más desesperados, hasta que finalmente, con un grito ahogado, llegó al clímax. Su cuerpo tembló, sus músculos se contrajeron y su coño se tensó alrededor de los miembros que la llenaban. Los hombres no tardaron en seguirla, con el cuerpo estremecido mientras descargaban su semen en su interior.

Cuando todo terminó, mi novia se desplomó contra mí, respirando agitadamente y relajándose. Los hombres se retiraron, dejando el momento solo para nosotros. La abracé fuerte, sintiendo su corazón latir contra el mío, y le susurré al oído: "¿Te gustó, mi amor?". Sonrió, sus ojos blancos brillando con una mezcla de satisfacción y complicidad. "Siempre me gusta, mi cornudo favorito", respondió, besándome suavemente en los labios.

La habitación quedó en silencio, interrumpida solo por nuestras respiraciones entrecortadas. El sol comenzaba a asomar, iluminando la escena con una cálida luz dorada. Mi novia se levantó, con el cuerpo aún brillante de sudor y placer, y me ofreció la mano. "Vamos, mi amor", dijo, "es hora de descansar". Tomé su mano, sintiendo sus dedos entrelazarse con los míos, y juntos salimos de la habitación, dejando atrás la intensidad de la noche.

El futuro era incierto, pero una cosa era segura: en este mundo de placeres compartidos y deseos desenfrenados, siempre habría un lugar para nosotros. Y mientras caminábamos hacia el amanecer, supe que, a pesar de todo, estábamos destinados a seguir explorando los límites de nuestro deseo, juntos. La escena permaneció allí, suspendida en el tiempo, dejando al lector la posibilidad de imaginar lo que vendría después.

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