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Chapter 8 - Capítulo 8: La Mística Danza de la Venganza

La aparición de los Androides era predecible ahora. Sus patrones de destrucción se habían vuelto casi rutinarios. Sabíamos dónde golpearían, o más bien, dónde nosotros apareceríamos para interceptarlos. Esta vez, su objetivo era el centro neurálgico de lo que quedaba de la producción de energía en la región este.

"Recuerda el plan, Trunks", le dije, mientras volábamos hacia el horizonte teñido de humo. Mi voz era tranquila, pero la anticipación vibraba en mi interior. Mi cuerpo se sentía diferente. La Forma Mística que había alcanzado no era una transformación volátil como el Super Saiyajin. Era una evolución, una integración profunda del Ki y el Aura Mística. Mi pelo oscuro conservaba su tono, pero se erizaba con una densidad extraña, y mis ojos brillaban con ese plateado etéreo. Sentía cada célula, cada átomo de mi ser, en perfecta armonía.

"Golpear y correr, Gohan", respondió Trunks, su pequeño rostro concentrado. "Sembrar el caos. Distraerlos. No te alejes demasiado."

"Exacto. Tu trabajo es confundirlos, no enfrentarlos. Mi trabajo es darles una lección."

Aterrizamos en la plaza central de la ciudad, ahora un campo de batalla lleno de escombros y restos de maquinaria. Los Androides 17 y 18 flotaban sobre una pila de generadores destrozados, sus risas vacías resonando en el aire.

"Vaya, miren quién ha vuelto", se burló 17, una sonrisa cruel en su rostro. "Pensé que el hijo de Goku ya había aprendido su lección."

18 se cruzó de brazos. "Parece que no entienden lo que es la desesperación."

"La desesperación es un lujo que no podemos permitirnos", respondí, canalizando mi Ki y mi Aura Mística. La energía no estalló con un resplandor dorado, sino que se envolvió alrededor de mí como una bruma plateada, densa y silenciosa. La presión en el aire era palpable, pero extrañamente contenida.

Los Androides fruncieron el ceño. "Esa energía... es diferente. Más densa", murmuró 17, sus sensores internos trabajando a toda máquina, pero sin dar respuestas claras.

"Vamos a ver qué tan diferente es", dijo 18, lanzándose primero. Su velocidad era formidable, pero mis sentidos Místicos estaban afilados. Podía percibir no solo la trayectoria de su ataque, sino la intención detrás de él, la corriente de energía que la impulsaba.

Esquivé su patada giratoria con un movimiento mínimo, inclinando mi cuerpo. Su pierna pasó a centímetros de mi cabeza. Contraataqué con una ráfaga de golpes, cada uno imbuido con una combinación precisa de Ki y Aura Mística. No era una simple explosión de fuerza, sino un impacto que buscaba desestabilizar.

18 se sorprendió. Mis golpes no solo la empujaban, sino que enviaban ondas de energía extrañas a través de su cuerpo, confundiendo sus circuitos internos. Gruñó de frustración. "¡Qué demonios es eso! ¡Mis sensores están locos!"

"Esto es lo que pasa cuando peleas con lo desconocido", siseé, canalizando el Aura Mística a mis manos y creando una barrera invisible pero poderosa. 17, que se había unido a la refriega, chocó contra ella como si golpeara una pared de cristal. El impacto resonó en todo el área.

"¡Imposible!", exclamó 17, sus ojos destellando.

Mientras ellos estaban momentáneamente perplejos, Trunks entró en acción. Como un destello azul, volaba entre ellos, disparando pequeñas, pero increíblemente precisas, ráfagas de Ki que no buscaban herir, sino desviar su atención. Cada vez que disparaba, utilizaba su Aura Mística para volverse casi imperceptible a sus rastreadores, apareciendo y desapareciendo como un fantasma.

"¡Maldito mocoso!", rugió 17, intentando seguir los movimientos erráticos de Trunks.

Aproveché su distracción. Canalicé una enorme cantidad de Aura Mística a mis puños y lancé una serie de golpes rápidos y directos a 17. No eran los golpes destructivos de un Super Saiyajin, sino impactos que resonaban con una frecuencia extraña, buscando no dañar su estructura externa, sino interferir con su núcleo energético.

Cada golpe hacía que 17 se tambaleara, sus ojos parpadeando. Sentí que estaba alcanzando algo dentro de él, algo que su cuerpo sintético no podía comprender ni resistir. Era como si mi Aura Mística fuera un virus energético, corrompiendo sus sistemas.

"¡No está funcionando! ¡Mi energía... está siendo interferida!", exclamó 17, una pizca de pánico en su voz.

18 se lanzó hacia mí, furiosa. "¡Déjalo en paz, monstruo! ¡Muere!"

Fue un ataque masivo de Ki, el tipo de explosión que borraría una montaña. Pero yo estaba listo. Me concentré, y la Aura Mística se expandió a mi alrededor, creando no solo una barrera, sino un campo de absorción. La energía de 18 fue succionada, no disipada, sino canalizada. Podía sentir el inmenso poder de su ataque siendo atraído hacia mi propia esencia, como un imán.

La explosión de Ki de 18 se disipó a mitad de camino, dejando a la Androide boquiabierta. Sentí una oleada de poder recorrer mi cuerpo, amplificando mi propia energía por un instante.

"¿Qué... qué eres?", preguntó 18, el miedo asomando en su voz por primera vez.

No respondí con palabras. Me lancé hacia ella con una velocidad que la tomó por sorpresa. Cada golpe que conectaba era una descarga de Aura Mística, una interferencia directa a su sistema. No la estaba destruyendo, pero la estaba volviendo loca. Sus movimientos se volvieron erráticos, su coordinación, nula.

Sabía que no podía mantener esto por mucho tiempo. Sus cuerpos eran virtualmente indestructibles. Mi objetivo no era la victoria, sino la humillación. Queríamos que entendieran que había un nuevo jugador en este juego, y que sus reglas no aplicaban para mí.

Con un último empuje de Aura Mística, creé una explosión no destructiva, sino una onda de choque sónica que los lanzó a ambos por los aires. Aterrizaron torpemente entre los escombros, confundidos y visiblemente molestos.

"¡Corran, cobardes!", gritó 17, pero había una fisura en su arrogancia, una pizca de genuina frustración.

"No es cobardía", dije, flotando sobre ellos, mi Aura Mística aún resplandeciendo. "Es el inicio de su fin. La próxima vez, no serán solo golpes."

Volé hacia Trunks, lo tomé en mis brazos y nos elevamos en el cielo, dejando atrás a dos Androides furiosos y, por primera vez, temerosos. El viaje de regreso fue silencioso, pero el aire vibraba con una nueva emoción: la esperanza. Habíamos plantado la semilla de su derrota. El futuro no estaba escrito.

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