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Xuan Qi y Sombras: El Juego de Jun Moxie

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Synopsis
Jun Tian, un genio de otro mundo, transmigra al cuerpo de Jun Moxie, el "Monarca Malvado", un libertino. Usando sus conocimientos previos, Jun Moxie sorprende a todos en un banquete, humillando a sus enemigos y revelando habilidades inesperadas. Su juego de influencia comienza, sembrando el temor y la duda entre aquellos que no pueden predecir sus movimientos.
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Chapter 1 - Xuan Qi y Sombras: El Juego de Jun Moxie

CAPÍTULO 1: LA DESPERTA Y EL ARMA SECRETA

El aire de la madrugada, fresco y pálido, se colaba por las rendijas del balcón, trayendo consigo el sutil aroma a tierra húmeda y la promesa de un nuevo día. Pero para Jun Tian, que ahora yacía en una cama tan extravagantemente grande que recordaba más a un muelle de carga que a un mueble de dormitorio, aquel aliento helado era una broma macabra. Despertó, no en la austeridad elegante de su biblioteca personal, rodeado de artefactos prohibidos y pergaminos desvencijados que atesoraba por el simple placer de poseer lo raro, sino en un dosel de seda que gritaba, con cada puntada de hilo de oro, la ociosa decadencia.

Sus ojos, los mismos que en su vida anterior habían desentrañado los más oscuros secretos de la alquimia, las intrincadas venas de la medicina ancestral y los mortales patrones de las artes marciales –habilidades adquiridas por el mero capricho de la diversión, el lujo de quien puede permitirse aprenderlo todo sin un propósito más allá de la curiosidad–, ahora se posaron en un techo adornado con frescos que no le resultaban familiares. Un sudor frío, como pequeñas perlas de cristal, le perló la frente. ¿Un tiroteo? ¿Cómo demonios, por el amor de todos los dioses caprichosos que sin duda se reían de él desde algún plano superior, había terminado en esta monstruosa cama?

Fue entonces cuando la avalancha. La marea de recuerdos ajenos, abrupta y abrumadora como un tintero volcado sobre un pergamino inmaculado, lo golpeó con la fuerza de un galeón a toda vela. Imágenes de un joven arrogante y lascivo, con un talento prodigioso para meterse en problemas; de un abuelo con gruñidos que ocultaban un corazón de oro puro; de un tío cuya mirada, aunque severa, delataba una tristeza que encogía el alma… ¡Jun Moxie! El nombre, una campana que resonaba en su mente, lo sacudió hasta la médula. ¡El mismísimo Jun Moxie de aquella novela! La que había devorado, hace apenas un instante en su vieja vida, con un deleite tan culpable como una caja de bombones prohibidos.

Recordó con una claridad punzante el final de su existencia anterior. Se había sumergido en las últimas páginas de Monarca Malvado, absorto en las intrigas y las batallas, con una taza de té exótico humeante a su lado. Era un hombre que había vivido sin ataduras, acumulando fortunas con ingeniosos negocios y devorando conocimientos por puro placer. Las artes marciales eran un pasatiempo, la medicina una curiosidad, los venenos una asignatura más en su particular plan de estudios. Disfrutaba de la comodidad y el control que el dinero le otorgaba, una libertad para explorar cada faceta del saber. Y entonces, justo cuando el asesino Jun Xie estaba a punto de transmigrar en la novela, un escalofrío que no era de emoción literaria le había recorrido la espalda. Un dolor agudo en el pecho, una última exhalación, y luego… la nada.

Un escalofrío distinto, de puro, innegable éxtasis, le recorrió ahora la espina dorsal. No era el asesino frío y calculador, el espectro sin alma que debía haber ocupado el cuerpo de este libertino de poca monta. ¡No! Era él. Jun Tian. El excéntrico millonario que había vivido una vida de indulgencia y conocimiento, acumulando habilidades por el simple y absoluto placer de la curiosidad. ¡Y lo recordaba todo! Cada giro traicionero de la trama, cada villano de pacotilla, cada píldora milagrosa… ¡hasta el más insignificante detalle de la novela estaba grabado en su mente como si fuera un recuerdo propio!

"Así que he renacido como el Monarca Malvado," musitó, una sonrisa apenas discernible, maliciosa y deliciosamente perversa, curvando sus labios. Esto era… sencillamente sublime. Los problemas de este mundo, las intrigas mezquinas, los tontos que, con una arrogancia tan patética que rozaba la comedia, buscaban la ruina de la noble Familia Jun… todo se extendía ante él como un tablero de ajedrez colosal. Y él, Jun Tian, no era un peón desorientado, sino el maestro jugador que conocía cada movimiento futuro, cada trampa oculta.

Un leve zumbido en el santuario de su mente le recordó la transición, el encuentro. Una figura etérea, sin forma definida pero con una presencia que abarcaba el cosmos, había surgido de la nada en el vacío entre mundos. No hubo palabras audibles, sino una transferencia silenciosa de información, una infusión de dones que lo dejó sin aliento, no por falta de aire, sino por la magnitud de lo recibido. Una pagoda, de un material indescriptible, había aparecido, anclada en lo más profundo de su conciencia. Y luego, una sensación de poder abrumador, tan vasto como el universo mismo, se había anclado en su ser.

—La plantilla de un héroe de otro mundo, vibró una voz sin voz en su mente, una resonancia que no era sonido, sino pura comprensión. Sus poderes, sus habilidades… pero la personalidad, esa es tuya. Y me complace ver que tienes el espíritu correcto.

Jun Tian sintió un cosquilleo vibrante, casi eléctrico, por todo el cuerpo. Una energía familiar, pero magnificada mil veces, pulsaba en sus venas como un río crecido. El sol, sí, el sol, la fuente primordial de aquella plantilla de Superman. La idea de fusionar esa energía con el Xuan Qi de este mundo… ¡una alquimia tan audaz, tan impensable, que nadie en esta patética y limitada tierra podría siquiera soñar con ella!

—Y, por último, pero no menos importante, la voz resonó de nuevo, con un matiz de regocijo palpable, la habilidad de Multiplicación por Cien. Cada recurso, cada píldora preciosa, cada hierba rara, cada gema brillante… multiplicado por cien sin perder la más mínima pizca de calidad. Y esas copias, por supuesto, pueden multiplicarse a su vez. Un pequeño empujón para tus… negocios, ¿no crees?

La sonrisa de Jun Tian se expandió, dejando ver una hilera de dientes perfectos. La avaricia, ese pecado tan deliciosamente humano, danzaba como una llama viva en sus ojos. Multiplicación por Cien. Las posibilidades eran… sencillamente ilimitadas. Podría ahogar a sus enemigos en una marea de riquezas, o, lo que era mejor, dejar que se ahogaran en su propia estupidez, en su vana y ridícula lucha por competir con él.

Se levantó de la cama, el cuerpo de Jun Moxie, ahora suyo, sintiéndose extrañamente ligero, casi etéreo, rebosante de una fuerza latente que bullía bajo su piel. Ya era un experto en venenos, en medicina y en artes marciales de su vida anterior; no tendría que aprender desde cero, solo adaptar y potenciar. Esto, combinado con sus nuevos dones, lo hacía, sin lugar a dudas, imparable.

Sus pensamientos volvieron al Señor Liu, cuya voz, cargada de un falso pesar, resonaba en su memoria. "Pero ni siquiera mató a Jun Moxie, tal oportunidad se ha ido para siempre, ¡es de hecho una gran pena!" había dicho el Lord Liu, con una sonrisa insidiosa. Jun Tian sabía de la conspiración de Lord Liu contra la princesa, y de su frustración por no haberlo matado. Conocía la oscura red de intereses de Lord Liu, sus conexiones con el Salón de la Espada de Sangre y su maestro, "Er Ye". Para Jun Tian, la mención de su propio fracaso era una broma que solo él entendía.

"Oh, pobre Lord Liu," siseó Jun Tian, un brillo travieso, casi diabólico, en sus ojos. "Pronto descubrirás que no haber matado a Jun Moxie fue, de hecho, el error más colosal, el tropiezo más patético de tu insignificante vida. Y yo… yo me encargaré de que parezcas un completo y absoluto tonto ante todos. Después de todo, ¿qué mejor comedia, qué mejor obra de teatro, que la de un villano que se cree astuto, que se jacta de su ingenio, solo para ser superado por un Monarca Malvado con un sentido del humor tan retorcido como una raíz de mandrágora?"

El juego, ese gran y glorioso juego, había comenzado. Y Jun Tian, el nuevo Jun Moxie, no solo jugaría para ganar, sino para deleitarse con cada momento de la farsa, cada escena, cada acto de esta obra maestra de la manipulación. La cultivación y los superpoderes, una combinación extraña pero gloriosa, un elixir de fuerza sin igual. El sol de este mundo lo nutriría, lo haría más fuerte con cada amanecer, con cada rayo de luz. Y él, Jun Tian, con su mente aguda como una cuchilla y su despiadado ingenio, se aseguraría de que cada uno de sus enemigos lamentara, con cada fibra de su ser, el día en que se cruzó en su glorioso y malvado camino. Y, por supuesto, una familia amorosa y un harén lógico y poderoso, ¿por qué no? Al fin y al cabo, un monarca malvado también necesita sus comodidades, sus momentos de solaz y diversión, ¿verdad?

CAPÍTULO 2: EL PRIMER HILO DE LA TRAMA Y UN PLAN OCULTO

El sol, ya elevado sobre los tejados del Imperio Tianxiang, proyectaba sombras largas y danzarinas a través de la opulenta habitación de Jun Moxie. El aire vibraba con la promesa de un día cargado de intrigas, y Jun Tian, ahora Jun Moxie en cuerpo y alma, sentía un cosquilleo de anticipación. La primera fase, la de la asimilación, estaba completa. Había absorbido los recuerdos del joven libertino con la misma voracidad con la que antes devoraba tomos prohibidos, clasificándolos y guardándolos en los rincones más profundos de su mente, como un bibliotecario meticuloso.

Se estiró, sintiendo el poder latente bajo su piel. No era la fuerza bruta de Superman que imaginaba, no todavía. Era un flujo de energía, una vibración que armonizaba extrañamente con la escasa Xuan Qi que el Jun Moxie original poseía. El sol, asomándose glorioso por el ventanal, parecía infundirle una vitalidad aún mayor, una promesa silenciosa de un poder creciente con cada rayo. La Pagoda Hongjun, anclada en el centro de su conciencia, emitía un tenue brillo, una señal de su presencia silenciosa y su potencial inmenso. Y la habilidad de Multiplicación por Cien… esa era la joya de la corona, la llave maestra para desmantelar cualquier problema y construir su imperio.

"Bien," murmuró Jun Moxie, levantándose de la cama. Sus pies descalzos se hundieron en la lujosa alfombra. "El primer acto de esta comedia está a punto de comenzar."

Vestirse fue una experiencia curiosa. La ropa del antiguo Jun Moxie era llamativa, casi ostentosa, pero sorprendentemente cómoda. Mientras se anudaba el cinturón de seda, sus pensamientos revolotearon hacia Lord Liu. Ah, Lord Liu. El hombre que se creía tan astuto, tan indispensable en su oscura red de maquinaciones. Jun Moxie sabía la verdadera extensión de su poder, las intrigas que tejía y, lo más importante, su inminente caída. La novela era una hoja de ruta, y cada paso de Lord Liu estaba marcado en ella con una claridad meridiana.

La princesa Ling Meng está en peligro constante por las conspiraciones de Lord Liu y sus aliados. Su intento de asesinato ha fallado, pero no se rendirá. Y el abuelo, el Mariscal Jun Zhanxian, tan leal al Emperador, es el principal obstáculo para esos traidores. Qué delicioso.

Una sonrisa se deslizó por sus labios. La clave no era detener a Lord Liu por altruismo, sino desmantelar su influencia de una manera que beneficiara enormemente a la Familia Jun –y por ende, a él mismo–, mientras hacía que Lord Liu pareciera un payaso.

"¡Joven Maestro! ¿Estáis despierto?" La voz de un sirviente, con una mezcla de respeto forzado y desconfianza, se escuchó desde fuera.

"¡Entra!" respondió Jun Moxie, con una voz que, para su sorpresa, sonaba más autoritaria de lo que el antiguo Jun Moxie solía emplear.

Un sirviente, un joven tembloroso llamado Li Ming, se atrevió a asomar la cabeza, sus ojos esquivando los de Jun Moxie como si temiera ser convertido en sapo.

"El abuelo Mariscal os espera en el salón principal para el desayuno, Joven Maestro," tartamudeó Li Ming, con el rostro pálido.

Jun Moxie frunció el ceño. El desayuno. Una reunión familiar. Perfectamente. "Dile al abuelo que en un momento bajaré," ordenó, y Li Ming se escabulló como un ratón asustado.

Mientras se terminaba de arreglar, Jun Moxie permitió que su mente divagara. La Casa Jun, sí. Un pilar militar del Imperio, pero también un blanco. Su abuelo, un roble inquebrantable de lealtad, y su tío, un guerrero lisiado con una nobleza silenciosa. Con ellos, la fachada despiadada de Jun Tian podría ablandarse, pero solo en la medida en que la familia le fuera útil, o al menos, no un estorbo. El afecto, pensó con una punzada extraña, podría ser un efecto secundario inesperado, como una rara enfermedad que se contrae por accidente.

Bajó las escaleras, cada paso resonando con una confianza que el antiguo Jun Moxie nunca habría poseído. El salón principal era amplio y lleno de luz. Allí estaba el Mariscal Jun Zhanxian, con su barba blanca y su mirada de águila, bebiendo té con la concentración de un monje. Sentado a su lado, Jun Wuyi, el tío, con la silla de ruedas que se había convertido en parte de él, sus ojos melancólicos, pero con una chispa de inteligencia que Jun Tian admiraba.

"¡Moxie! Por fin te dignas a aparecer," gruñó el Mariscal, aunque una ligera sonrisa jugaba en sus labios. No era una reprimenda dura, más bien una broma familiar.

Jun Moxie se acercó con una sonrisa que no era la de un libertino, sino la de alguien que planeaba una gran travesura. "Abuelo, tío. Disculpad la demora. Me he levantado con una claridad de pensamiento inusual hoy. ¡Quizás el destino me está susurrando secretos!"

El Mariscal bufó. "¡Secretos para meterte en más problemas, seguramente!"

Jun Wuyi, por su parte, lo observó con una curiosidad inusual. Los ojos de Jun Moxie tenían un brillo diferente, una profundidad que nunca había visto en su sobrino antes.

Jun Moxie tomó asiento y se sirvió un cuenco de gachas. "Hablando de problemas, abuelo," comenzó, con un tono casual, casi despreocupado, "he oído algunos rumores... murmullos sobre ciertas 'oportunidades perdidas' en relación con la princesa. Y... ¿ciertos 'señores' que no están tan contentos con la lealtad de nuestra familia al Emperador?"

El Mariscal y Jun Wuyi se miraron, sorprendidos. Jun Moxie, el libertino, ¿interesado en política? ¿Y con semejante agudeza?

"¿Qué has oído, muchacho?" preguntó el Mariscal, su tono ahora más serio.

Jun Moxie sonrió, tomando un bocado de sus gachas. "Oh, solo algunas cosas que uno escucha por ahí. La gente habla. Dicen que Lord Liu está muy decepcionado. Parece que no logró 'matar' a quien quería, y la Familia Jun... bueno, dicen que somos un estorbo para ciertos 'planes' muy, muy ambiciosos." Levantó una ceja, con una inocencia fingida que le sentaba mejor que a cualquier actor de teatro. "Me pregunto qué podría ser eso. Suena tan... ¡interesante!"

El Mariscal Jun Zhanxian golpeó la mesa, haciendo vibrar las tazas. "¡Tonterías! Son solo rumores de borrachos." Pero sus ojos decían otra cosa. La perspicacia de Jun Moxie, tan inusual, lo había tocado.

Ajá, pensó Jun Moxie, saboreando el momento. El primer anzuelo ha sido lanzado. Y ahora, a ver qué peces muerden.

La mañana transcurrió con Jun Moxie haciendo preguntas aparentemente inocentes sobre la situación política, los movimientos de ciertas facciones y, en particular, los negocios y conexiones de Lord Liu. Cada pregunta, un alfiler, cada respuesta, un hilo que se unía al vasto tapiz de información que ya poseía. El abuelo y el tío, aunque al principio reticentes, se encontraron poco a poco desgranando detalles que nunca habrían compartido con el antiguo Jun Moxie. Era fascinante, pensó Jun Moxie, cómo una pizca de interés inusual de su parte podía abrir tantas puertas.

Mientras tanto, en lo más profundo de su conciencia, la Pagoda Hongjun brillaba con más intensidad. El sol que absorbía su nuevo cuerpo, la energía que fluía en sus venas, parecía resonar con ella. Sabía que el momento de liberar su verdadero potencial estaba cerca. Solo necesitaba el pretexto perfecto, el momento adecuado, para que la pagoda revelara sus secretos y sus poderes de Superman se manifestaran plenitud, sin levantar sospechas indebidas.

Lord Liu, pensó Jun Moxie, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos, pronto aprenderás que la verdadera pena no es no haber matado al antiguo Jun Moxie, sino haber subestimado al nuevo. La comedia negra apenas había comenzado, y él era el director de orquesta.

CAPÍTULO 3: UN PLAN PERFECTO Y UN INVITADO INESPERADO

El desayuno continuó bajo la atenta mirada de Jun Moxie, quien, con cada bocado de sus gachas, tejía silenciosamente una red de posibilidades en su mente. El abuelo Jun Zhanxian y el tío Jun Wuyi, aunque visiblemente incómodos con la repentina perspicacia del "libertino", no pudieron evitar sentirse intrigados. El antiguo Jun Moxie rara vez había mostrado interés en algo más allá de los placeres mundanos, y la conversación matutina había sido una revelación. Para Jun Tian, era como observar un drama familiar del que ya conocía el guion, pero con la deliciosa oportunidad de reescribir los diálogos más aburridos.

"Por cierto, abuelo," dijo Jun Moxie, con un tono casual que ocultaba un torbellino de cálculos. "Anoche, mientras intentaba... meditar sobre la naturaleza de la existencia, me llegó una idea. Verás, la familia Jun es un pilar, sí, pero los pilares, si no se les presta atención, pueden ser... erosionados."

El Mariscal frunció el ceño. "¿Erosionados? ¿De qué tonterías hablas ahora?"

"De los negocios, abuelo," respondió Jun Moxie, con una sonrisa astuta. "Nuestro ejército es fuerte, sí, pero los recursos... esos son el verdadero sustento. Y me he dado cuenta de que, si bien somos expertos en las artes de la guerra, somos meros aficionados en las artes del comercio."

Jun Wuyi, sorprendido por la madurez de la observación, interrumpió: "Moxie, ¿a qué te refieres? Siempre hemos tenido comerciantes que gestionan nuestros asuntos."

"Sí, pero no comerciantes brillantes," replicó Jun Moxie, con un gesto desdeñoso. "Comerciantes que compran y venden lo que otros les ofrecen. Pero, ¿y si tuviéramos algo único? Algo que nadie más pudiera igualar, algo que nos diera una ventaja abrumadora en el mercado de recursos de cultivo."

El Mariscal Jun Zhanxian bufó, "No tenemos tiempo para esas nimiedades, Moxie. Nuestra fuerza reside en nuestras espadas, no en nuestros lingotes."

"Precisamente, abuelo," Jun Moxie se inclinó ligeramente, con un brillo en los ojos que advertía una travesura. "Pero, ¿y si esos lingotes pudieran mejorar nuestras espadas? Imaginen, píldoras medicinales de la más alta calidad, disponibles en cantidades que harían palidecer a los mismísimos boticarios imperiales. Hierbas raras, elixires que mejorarían el cultivo de nuestros soldados, que curarían sus heridas en un abrir y cerrar de ojos. Y todo a un costo ridículamente bajo para nosotros."

La propuesta era tan audaz, tan descabellada viniendo del antiguo Jun Moxie, que tanto el Mariscal como el tío Jun Wuyi lo miraron como si le hubiera brotado una segunda cabeza.

"¿Y cómo esperas lograr eso, muchacho?" preguntó el Mariscal, con escepticismo, pero una chispa de curiosidad innegable en su mirada. "No somos alquimistas ni boticarios, y los ingredientes de alta calidad son más raros que los dientes de gallina."

"Ahí es donde entra mi 'meditación'," dijo Jun Moxie con un guiño. "Me ha llegado una... inspiración. Digamos que poseo un método único para refinar y multiplicar ciertos recursos. Un método que, con la inversión correcta, podría convertir la Familia Jun no solo en el puño del Imperio, sino también en su tesoro más grande."

En el silencio que siguió, Jun Moxie permitió que sus palabras se asentaran. Sabía que la idea sonaba a locura, pero también sabía el impacto que tendría la promesa de un flujo ilimitado de recursos.

Lord Liu y sus compinches confían en monopolizar los recursos o en restringir el acceso a ellos para debilitar a sus enemigos. ¿Qué pasa si su enemigo inunda el mercado con lo que ellos controlan? La risa sería solo el comienzo.

La estrategia era simple y deliciosamente perversa. Haría que el Salón de la Espada de Sangre, el Ilimitado Océano de Sangre y esas sectas que traficaban con recursos raros, parecieran aficionados incompetentes. Los desangraría financieramente, mientras la Familia Jun ascendía en poder económico sin un solo golpe.

"Moxie," comenzó Jun Wuyi, su voz tranquila pero pensativa. "Si lo que dices es cierto... ¿de qué escala estamos hablando?"

Jun Moxie sonrió, el brillo de su habilidad de Multiplicación por Cien destellando en sus ojos. "De una escala que haría que el tesoro imperial pareciera la bolsa de monedas de un niño. De una escala donde podríamos equipar a cada soldado de nuestro ejército con píldoras que los harían invencibles. De una escala donde podríamos dejar a nuestros enemigos sin un solo cristal Xuan para sus armas, mientras nosotros nos bañamos en ellos." Su voz era un susurro, pero el impacto de sus palabras resonó en el salón.

El Mariscal Jun Zhanxian se levantó de su asiento. Por primera vez en mucho tiempo, una genuina sorpresa, mezclada con una pizca de esperanza, se dibujó en su rostro curtido. "Moxie, si lo que dices es verdad, si puedes hacer esto... estarías haciendo más por nuestra familia que cualquier general en el campo de batalla. Pero, ¿por qué? ¿Y cómo?"

Jun Moxie se encogió de hombros, con un aire de indiferencia estudiada. "Por aburrimiento, supongo. Y porque me parece un desafío interesante. En cuanto al 'cómo', eso es mi pequeño secreto. Digamos que es... un talento oculto. Lo único que pido es un fondo inicial, una ubicación segura para mi 'laboratorio' y la discreción absoluta. Los resultados hablarán por sí mismos."

Los ojos del Mariscal y de Jun Wuyi se encontraron. Había una incertidumbre palpable, pero también una desesperación silenciosa ante la precaria situación de su familia. Si bien la idea sonaba a delirio, la mirada de Jun Moxie, tan diferente a la habitual, los hacía dudar.

Aquí es donde el viejo Moxie habría vacilado, o habría pedido una recompensa obscena por su "genialidad". Pero yo... yo solo quiero ver el espectáculo.

Justo en ese momento, un criado irrumpió en el salón, con el rostro más pálido que la nieve. "¡Mariscal! ¡Joven Maestro! Ha llegado un invitado... es la Princesa Ling Meng. ¡Y... y Dugu Xiaoyi!"

Jun Moxie levantó una ceja. Dugu Xiaoyi. La primera pieza de ajedrez se ha movido por sí sola. Una sonrisa maliciosa, casi imperceptible, se dibujó en sus labios. La comedia, sin duda, estaba a punto de volverse mucho más interesante. Y con la princesa Ling Meng, venían los ecos de Lord Liu y sus intrigas fallidas. El destino, pensó Jun Moxie, era un dramaturgo extraordinario. Y él, el actor principal, estaba listo para su papel.

CAPÍTULO 4: LA PRINCESA Y LA GUERRERA TEMERARIA

El anuncio del criado flotó en el aire del salón como una pluma de fénix, ligera y llena de presagios. El Mariscal Jun Zhanxian, un hombre de guerra acostumbrado a las entradas dramáticas, se recompuso con una rapidez que denotaba décadas de disciplina. Jun Wuyi, aunque su silla de ruedas le impedía levantarse, enderezó su espalda, una leve tensión en sus hombros. Jun Moxie, sin embargo, solo sonrió, una sonrisa tan sutil que solo un observador muy perspicaz podría haberla captado. Conocía a la Princesa Ling Meng, por supuesto; una figura trágica en la novela, envuelta en las intrigas del palacio. Y Dugu Xiaoyi... ah, la pequeña tigresa. Un temperamento explosivo y una lealtad feroz, una combinación que prometía, si no problemas, al menos una buena dosis de entretenimiento.

"Hacedlas pasar," ordenó el Mariscal, su voz retumbando ligeramente.

La puerta del salón se abrió con un crujido, y en el umbral aparecieron dos figuras femeninas. La primera, la Princesa Ling Meng, vestida con ropas elegantes pero sobrias, su rostro delicado como la porcelana y sus ojos, que en la novela futura conocerían la tristeza, ahora llevaban una expresión de preocupación apenas disimulada. Detrás de ella, con una energía que llenaba la sala, estaba Dugu Xiaoyi, la hija más joven del Gran General Dugu. Llevaba una túnica de entrenamiento de color verde oscuro, su espada enfundada a su lado, y una mirada de ferocidad controlada que no dejaba dudas de su carácter. Su belleza era más audaz, menos etérea que la de la princesa, como la de una fiera elegante y poderosa.

Sus ojos, los de Dugu Xiaoyi, encontraron casi de inmediato los de Jun Moxie. Un destello de furia contenida, casi de desprecio, cruzó su rostro. El antiguo Jun Moxie, el libertino, no era precisamente su persona favorita. Jun Moxie, el nuevo, apenas se inmutó. Para él, era un juego.

"Mariscal Jun," dijo la Princesa Ling Meng, su voz suave y melódica, con una reverencia respetuosa. "Mi padre, el Emperador, me ha enviado a... consultaros sobre ciertos asuntos de Estado." Su mirada se posó brevemente en Jun Moxie, y un leve rubor tiñó sus mejillas, una mezcla de vergüenza y quizás, un destello de curiosidad por su repentina aparición.

"Princesa," el Mariscal Jun asintió con una formalidad cortés. "Es un honor. Por favor, tomad asiento."

Mientras la Princesa se sentaba con gracia, Dugu Xiaoyi se adelantó, sus ojos fijos en Jun Moxie. "Así que aquí estás, holgazán Jun Moxie," espetó, su voz clara y mordaz. "Creí que estarías durmiendo la siesta hasta el mediodía, o persiguiendo a alguna doncella incauta."

El Mariscal Jun tosió, avergonzado por la falta de tacto de su nieta política. Jun Wuyi observó la escena con interés, esperando la reacción de su sobrino.

Jun Moxie, sin embargo, se limitó a sonreír, una sonrisa que era tan inesperada y tan carente de la lascivia habitual, que desarmó por completo a Dugu Xiaoyi. "Mi querida Xiaoyi," comenzó Jun Moxie, inclinando ligeramente la cabeza, "has llegado en un momento de profunda reflexión. Estaba, de hecho, meditando sobre cómo el destino de las grandes familias, como la tuya y la mía, está entrelazado con la fortuna del Imperio. Un asunto bastante serio, ¿no crees? Mucho más interesante que perseguir doncellas, te lo aseguro."

Dugu Xiaoyi parpadeó, su ceño fruncido. El viejo Jun Moxie habría balbuceado, o habría intentado alguna broma vulgar. Este Jun Moxie... era diferente. La furia en sus ojos se suavizó a una confusión.

"¿Meditando?" se burló ella, aunque con menos convicción. "Más bien soñando despierto con alguna nueva forma de evitar tus deberes."

"¡Ah, ahí es donde te equivocas, mi valiente guerrera!" replicó Jun Moxie, un brillo juguetón en sus ojos. "De hecho, estaba discutiendo con el abuelo y el tío un plan... un plan audaz para asegurar la prosperidad de nuestra Familia Jun, y por extensión, del Imperio. Un plan que requiere una visión más allá de la punta de una espada, por afilada que sea."

El Mariscal Jun, aunque no entendía del todo el cambio en su nieto, intervino para suavizar la tensión. "Xiaoyi, Moxie está en lo cierto. De hecho, estábamos discutiendo asuntos importantes."

La Princesa Ling Meng, hasta ahora una silenciosa observadora, alzó la voz con delicadeza. "Joven Maestro Jun, vuestro repentino interés en los asuntos de Estado es... sorprendente. Pero, ¿cómo estáis hoy? Oí que... habéis tenido un pequeño percance hace poco." Una preocupación genuina, mezclada con una pizca de curiosidad, se transparentaba en sus palabras. Se refería, por supuesto, al fallido intento de asesinato que Lord Liu había orquestado y de la que Jun Moxie había salido ileso por pura suerte

Jun Moxie le dedicó a la princesa una sonrisa que, a diferencia de las que le prodigaba a Dugu Xiaoyi, era suave y gentil. "Princesa. Es un placer veros a salvo. En cuanto a mi percance, digamos que fue una experiencia... iluminadora. Me hizo apreciar la fragilidad de la vida y la importancia de la fuerza verdadera. Y quizás, también, me hizo darme cuenta de ciertas sombras que acechan en los rincones más oscuros del Imperio." Su mirada, por un instante, se volvió aguda, casi gélida, una sombra de su yo despiadado asomándose.

La Princesa Ling Meng, la pieza clave en el juego de Lord Liu. Su seguridad es un problema, pero también una oportunidad. Si la protejo, gano su confianza, y por extensión, el favor imperial. Y la humillación de Lord Liu sería aún más dulce.

"¿Sombras?" preguntó la Princesa Ling Meng, su voz un poco más alta. La mención de sombras parecía tocar una fibra sensible en ella.

"Sí, Princesa. Sombras que tejen intrigas y buscan debilitar los cimientos de nuestro Imperio," respondió Jun Moxie, su tono serio ahora. "Pero no temáis. La luz, a menudo, es más fuerte cuando se une inesperadamente." Miró a Dugu Xiaoyi, que aún lo observaba con una mezcla de sospecha y creciente fascinación, y luego al Mariscal y al Tío Jun Wuyi.

El Mariscal Jun, notando la rara seriedad de su nieto, intervino. "Princesa, Dugu Xiaoyi. Permítanos retirarnos un momento. Moxie y yo tenemos algo importante que discutir en privado." Era una excusa, por supuesto, para interrogar a Jun Moxie sobre su "talento oculto" lejos de oídos curiosos.

Dugu Xiaoyi resopló, pero no protestó. La Princesa Ling Meng asintió con una leve reverencia. Mientras se retiraban a otra parte del salón, las dos jóvenes intercambiaron miradas. Ling Meng, curiosa y ligeramente aliviada. Dugu Xiaoyi, desconcertada por el extraño nuevo Jun Moxie.

Una vez que se aseguraron de que estaban a salvo de oídos indiscretos, el Mariscal se volvió hacia Jun Moxie, con los ojos entrecerrados. "Moxie. ¿Qué demonios ha pasado contigo? Y ese 'talento oculto'... ¿hablas en serio?"

Jun Moxie sonrió, el brillo de una travesura inminente danzando en sus ojos. "Abuelo, tío. Estoy más serio que un dragón ancestral en el día de su desove. Y en cuanto a lo que ha pasado conmigo... digamos que he visto la luz. Y esa luz me ha mostrado un camino. Un camino que nos llevará a la cima, a la prosperidad y, sobre todo, a la más exquisita humillación de nuestros enemigos." Su voz era un susurro cómplice, y en la profundidad de su ser, la Pagoda Hongjun vibró, como si se deleitara en el juego de su nuevo maestro. El primer paso para su plan ya estaba en marcha.

CAPÍTULO 5: REVOLUCIONANDO EL CONFORT Y DESCONCERTANDO A LA FAMILIA

Las Princesas Ling Meng y Dugu Xiaoyi se retiraron, dejando el salón envuelto en un silencio tenso y expectante. El Mariscal Jun Zhanxian y Jun Wuyi miraban a Jun Moxie con una mezcla de asombro y profunda incertidumbre. La seriedad inusual de su nieto, sus palabras sobre "talentos ocultos" y "planes audaces", resonaban en la estancia.

"Moxie," dijo el Mariscal, su voz más suave ahora, despojada de su habitual dureza. "No eres el mismo. ¿Qué ha pasado contigo, muchacho?" Había una preocupación genuina en sus ojos, el temor de que su nieto hubiera sufrido alguna afección mental, o peor, que sus palabras fueran la premonición de una tragedia.

Jun Moxie se sirvió una taza de té, sus movimientos relajados. "Abuelo, tío. Es sencillo. Antes, vivía en la ignorancia. Ahora, mi mente se ha... despejado. Digamos que he tenido un despertar. Y ese despertar ha venido con una serie de 'recuerdos' muy útiles."

Recuerdos de un mundo donde el agua caliente no era un lujo, donde la comunicación no dependía de palomas, y donde el olor a jabón era una expectativa, no una rareza.

"¿Recuerdos?" inquirió Jun Wuyi, sus ojos inteligentes clavados en su sobrino. "Explícate."

Jun Moxie sonrió, el brillo de una idea brillante danzando en sus ojos. "Es como si mi cerebro hubiera empezado a encontrar patrones en todo, a recordar cómo se resuelven problemas que este mundo aún no ha planteado. Digamos que el Universo me ha dado una pequeña 'biblioteca' de conocimientos sobre cómo hacer la vida más... cómoda. Y, por supuesto, más rentable."

El Mariscal bufó, pero no con desdén. "Comodidad, dices. Con tu afición por el lujo, no me extraña. Pero, ¿cómo se relaciona eso con las píldoras y los negocios que mencionaste?"

"Es parte del mismo plan, abuelo. La base de la fuerza de una familia no es solo la guerra, sino también el bienestar de sus miembros y la astucia para prosperar. Si podemos crear comodidades que nadie más tiene, y productos que superen a los demás en calidad y cantidad, ¿qué crees que pasará?" Jun Moxie se reclinó, con una expresión de "genio incomprendido". "La gente querrá lo que tenemos. Los poderosos nos buscarán. Y ahí, abuelo, es donde reside el verdadero poder. El poder de la influencia."

"Tonterías. ¿Qué tipo de 'comodidades' puedes crear? ¿Una cama más blanda?" el Mariscal intentó burlarse, aunque el atisbo de curiosidad seguía ahí.

"Más que eso, abuelo," respondió Jun Moxie, con una picardía que casi hizo reír a Jun Wuyi. "Imaginen un jabón que realmente limpie, que no deje la piel áspera y que huela a flores recién cortadas, en lugar de a ceniza y sebo. O un sistema de agua caliente que funcione con un simple toque, en lugar de calderas humeantes y sirvientes sudorosos. Quizás incluso... una bañera que pueda mantener el agua caliente por horas, para un verdadero baño relajante."

El Mariscal y Jun Wuyi intercambiaron una mirada perpleja. Tales cosas eran lujos inauditos, casi mágicos. El jabón era rústico, el agua caliente una molestia.

"Moxie, estás desvariando," dijo el Mariscal, aunque una leve fascinación se dibujaba en su rostro. "Esos son... cuentos de hadas."

"¿Lo son?" Jun Moxie sonrió. "Dame un par de días, abuelo. Solo unos pocos recursos básicos, y veréis con vuestros propios ojos. Y en cuanto al 'laboratorio', cualquier habitación discreta y segura servirá."

El Mariscal, a pesar de su escepticismo, sintió una punzada de esperanza. Si Jun Moxie podía hacer siquiera una fracción de lo que prometía, el impacto en la moral del ejército, y en la fortuna de la familia, sería inmenso. "Bien," gruñó. "Li Ming se encargará de cualquier recurso que necesites. Y por el amor de los cielos, no causes un escándalo. Si empiezas a fabricar explosivos de jabón, te daré una paliza que recordarás."

Jun Moxie sonrió ampliamente. "Entendido, abuelo. ¡No explosivos de jabón! Solo... la revolución de la limpieza."

Al día siguiente, la Mansión Jun comenzó a sentir los primeros sutiles cambios. Jun Moxie, con la Pagoda Hongjun como su taller secreto y su habilidad de Multiplicación por Cien como su mejor herramienta, se encerró en una habitación apartada. Su mente, una biblioteca viviente de conocimientos avanzados, comenzó a desentrañar los secretos de la fabricación moderna.

Un jabón que no sea un tormento para la piel. Patrones moleculares, combinaciones de aceites, álcalis, fragancias simples… es casi insultantemente fácil.

Con los pocos recursos básicos que Li Ming le proporcionó —grasas animales (que multiplicarían), hierbas locales (multiplicadas), cenizas para el álcali (multiplicadas)—, Jun Moxie comenzó a trabajar. La Pagoda Hongjun, en el centro de su conciencia, no solo le daba un espacio temporal para trabajar a velocidad aumentada, sino que también refinaba los procesos. Cada ingrediente multiplicado se volvía más puro, más potente.

En cuestión de horas, el primer lote de jabón estaba listo. Era suave al tacto, espumoso y, lo más sorprendente, emitía un delicado aroma a jazmín y romero. Era una maravilla comparado con los bloques grumosos que se usaban comúnmente.

"Li Ming," llamó Jun Moxie al día siguiente, con un tono casual. "Toma estas barras de jabón. Haz que se las den a todo el personal de la mansión, y a los guardias. Diles que es un 'experimento' mío. Quiero sus opiniones."

Li Ming, confundido, obedeció. En poco tiempo, el jabón de jazmín se convirtió en la comidilla de la mansión. Los sirvientes, acostumbrados a jabones ásperos que dejaban la piel irritada, quedaron asombrados. Sus manos, que antes estaban agrietadas por el trabajo y el uso de jabones rudimentarios, comenzaron a suavizarse. El aroma en la mansión cambió sutilmente, de olores mundanos a un aire fresco y limpio.

El Mariscal Jun Zhanxian, un día, notó la diferencia. "Moxie," gruñó, asomando la cabeza en el estudio de su nieto, donde este estaba absorto en dibujar intrincados diagramas. "¿Qué es esa fragancia? ¡Toda la mansión huele a un jardín de flores!"

Jun Moxie levantó la vista con una sonrisa inocente. "Ah, abuelo, ¿lo habéis notado? Es mi 'experimento' de jabón. Dicen que mejora la higiene, y el ánimo. ¿Qué os parece?"

El Mariscal se rascó la barba. "No sé qué es, pero la cocina huele mejor que la cuadra. Y Li Ming parece tener las manos de un bebé. Es... peculiar."

"¡Es la ciencia de la comodidad, abuelo!" exclamó Jun Moxie. "Pero esto es solo el principio. Imaginen lo que puedo hacer con algo más... grande. Por ejemplo, sistemas de agua que no requieran cientos de sirvientes para calentar. O quizás, incluso, formas de comunicación más eficientes que las palomas mensajeras. Mi mente está llena de 'recuerdos' de cosas llamadas 'teléfonos' o 'automóviles', aunque para esos, necesitaré Xuan Qi en lugar de vapor. Pero el principio, abuelo, es el mismo. La aplicación de la inteligencia para la conveniencia, y la conveniencia... lleva a la demanda. Y la demanda, abuelo, es la puerta a la riqueza."

El Mariscal Jun se quedó en silencio, mirando los diagramas que su nieto dibujaba, símbolos que no comprendía pero que parecían complejos y deliberados. La idea de una mansión con agua caliente a voluntad era tentadora. La idea de una riqueza ilimitada, aun más. La locura de Moxie podría ser, de hecho, su genialidad. Y en algún lugar, un Lord Liu, ajeno a esta revolución doméstica, seguía tejiendo sus intrigas, sin saber que su enemigo ya estaba tejiendo el futuro, una barra de jabón perfumado a la vez.

CAPÍTULO 6: EL AUGE DE LAS COMODIDADES JUN Y LA PERPLEJIDAD DE DUGU XIAOYI

Los días que siguieron al anuncio de Jun Moxie sobre su "revolución de la comodidad" fueron, para la Mansión Jun, una serie de pequeños asombros. El Mariscal Jun Zhanxian y Jun Wuyi observaban a su nieto con una mezcla creciente de fascinación y profunda perplejidad. Jun Moxie se había encerrado en su "laboratorio" improvisado, una habitación apartada y de difícil acceso que había sido utilizada para almacenar pergaminos mohosos, y de ella comenzaron a emerger las maravillas.

El jabón de jazmín y romero fue solo el preludio. Pronto, el olor a limpieza y fragancia se extendió por toda la mansión, transformando un ambiente antes dominado por el incienso y el aroma a leña. Las sirvientas, con las manos más suaves que las de las damas nobles, hablaban en susurros sobre el "jabón mágico" del Joven Maestro. Los guardias, que antes consideraban la higiene una molestia, disfrutaban ahora de una frescura inusual.

Pero el jabón fue solo el comienzo. Un día, Li Ming, el sirviente principal de Jun Moxie, apareció con una expresión de absoluto asombro. "¡Joven Maestro! ¡El agua! ¡El agua del baño... está caliente! ¡Por sí misma! ¡Y no hay calderas humeantes, ni sirvientes acarreando cubos!"

Jun Moxie, con una sonrisa de satisfacción, lo había "descubierto" en el sistema de tuberías de la mansión. Usando una comprensión intuitiva de la termodinámica (un "recuerdo" de cómo funcionaban los calentadores de agua en su vida pasada), y aprovechando las corrientes de Xuan Qi latentes en las vetas de la tierra bajo la mansión, había logrado un sistema de "calefacción Xuan" para el agua. No era un Xuan Qi directo, sino una forma de redirigir y amplificar el calor natural de la tierra, canalizándolo a través de tuberías especialmente construidas que había diseñado y encargado secretamente. Con la ayuda de la Pagoda Hongjun, la tarea de construir los componentes y ensamblarlos fue sorprendentemente rápida.

"Es una cuestión de canalización de energía, Li Ming," explicó Jun Moxie con la gravedad de un profesor. "El calor de la tierra es un recurso infrautilizado. Solo hay que saber cómo dirigirlo. Y, por supuesto, una bañera adecuada ayuda."

La bañera. Esa fue la siguiente maravilla. Mientras la nobleza de Tianxiang usaba tinas de madera que dejaban escapar el calor en minutos, Jun Moxie había diseñado una bañera con un doble fondo, un sistema de aislamiento primitivo y, lo más revolucionario, un pequeño sistema de recirculación de agua caliente, todo activado por Xuan Qi. No era un milagro, sino la aplicación de principios básicos de ingeniería con un toque de energía mística.

El Mariscal Jun Zhanxian, un hombre de guerra acostumbrado a las asperezas de la vida en campaña, fue arrastrado por Jun Wuyi a presenciar esta "revolución". Entraron en el baño de Jun Moxie, que ahora olía a una combinación de madera de sándalo y la frescura de un bosque después de la lluvia. El vapor se elevaba suavemente de una bañera de granito bellamente pulida.

"¿Y bien, abuelo?" preguntó Jun Moxie, con una ceja arqueada, mientras agitaba la mano sobre el agua. El calor no disminuía. "Comodidad, os lo aseguro, es un factor subestimado en la moral de las tropas."

El Mariscal Jun, un hombre que no había tomado un baño caliente decente en años sin la ayuda de una legión de sirvientes y un volcán en miniatura, se quedó boquiabierto. "Esto es... esto es increíble," murmuró, tocando el borde de la bañera. "Es como... ¡magia! ¿Cómo lo hiciste?"

Jun Moxie se encogió de hombros con aire despreocupado. "Un pequeño truco que recordé. Y en cuanto a lo del Xuan Qi, es solo una forma eficiente de usar la energía de la tierra, como ya os he dicho. Si el abuelo desea, puedo diseñar un sistema similar para vuestros aposentos." La idea de un Mariscal Jun Zhanxian más relajado le pareció deliciosamente divertida.

Mientras la Familia Jun se adaptaba a estas pequeñas comodidades que parecían milagros, la reputación de Jun Moxie comenzó a cambiar, aunque de manera silenciosa y curiosa. De "libertino inútil" pasó a ser el "Joven Maestro excéntrico con ideas extrañas... pero útiles".

Dugu Xiaoyi, por su parte, no podía evitar sentir una extraña mezcla de irritación y fascinación. Había escuchado los rumores sobre el jabón perfumado y el agua caliente. Eran tonterías, nimiedades para una guerrera como ella. Pero la curiosidad era una bestia tenaz.

Un día, mientras practicaba con su espada en el patio, el sudor le perlaba la frente y el pelo se le pegaba a la piel. El sol de la tarde caía implacable. Pasó cerca de la mansión Jun y un aroma distinto, fresco y herbal, flotó en el aire. No era incienso, ni flores, sino algo... limpio. La curiosidad la empujó a la sección de los sirvientes, donde vio a varias doncellas con sus manos más suaves y sus túnicas oliendo a una primavera eterna.

"¿Qué es esto?" preguntó, su voz más áspera de lo que pretendía.

Una joven sirvienta, Li Hua, que antes la temía, ahora sonrió. "Es el jabón del Joven Maestro Jun, Señorita Dugu. Es una maravilla. ¡La piel queda tan suave!"

Dugu Xiaoyi resopló. Tonterías. Un jabón. Pero la tentación era fuerte. Al día siguiente, con un pretexto ridículo, se hizo con una barra de ese jabón. Lo usó, y su rostro, que rara vez mostraba sorpresa, se iluminó. Su piel, acostumbrada a la aspereza, se sintió increíblemente suave, y el aroma... el aroma era embriagador.

Este libertino... ¿está haciendo jabón mágico?

Unas semanas después, Dugu Xiaoyi fue a visitar a la Princesa Ling Meng. En la residencia imperial, los baños seguían siendo una tarea ardua de preparación. Cuando se quejó del tedio, Ling Meng, con una sonrisa misteriosa, sugirió: "Quizás deberías visitar el baño de la Mansión Jun. He oído... cosas maravillosas sobre él."

Dugu Xiaoyi fue a la mansión Jun bajo un pretexto de entrenamiento. Se encontró con Jun Moxie en el patio, él estaba observando a los guardias con una expresión de pensador, no de holgazán.

"Moxie," gruñó ella, sintiéndose extrañamente incómoda. "He oído... tonterías sobre tu baño. ¿Es cierto que el agua se calienta sola?"

Jun Moxie se giró, una sonrisa enigmática en sus labios. "Mi querida Xiaoyi. No es magia, es... eficiencia. Y, por supuesto, una profunda apreciación por el confort de los guerreros después de un largo día. ¿Quieres probarlo? Un baño caliente es excelente para relajar los músculos y despejar la mente."

Dugu Xiaoyi dudó. La idea le parecía ridícula, pero la curiosidad la carcomía. La promesa de alivio para sus músculos doloridos era tentadora. "No creo que un baño de un libertino pueda ayudar a una guerrera," espetó, aunque su voz carecía de su habitual convicción.

"Ah, pero un libertino con un cerebro que 'recuerda' cosas útiles podría sorprenderte," replicó Jun Moxie, con una chispa en sus ojos. "Además, ¿qué hay de malo en el confort? Un espíritu de guerra más relajado es un espíritu de guerra más agudo."

Dugu Xiaoyi, para su propia sorpresa, se encontró asintiendo a regañadientes. Minutos después, sumergida en la bañera de granito pulido, el agua tibia envolviéndola en una caricia constante, sintió cómo la tensión abandonaba su cuerpo. El aroma fresco del baño la rodeaba. Cerró los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una paz que no venía de la disciplina o la batalla.

Este Jun Moxie... es exasperante. Pero su jabón... y esta bañera... ¿quién es este hombre?

Mientras tanto, en la mente de Jun Moxie, la Pagoda Hongjun vibraba. La energía que absorbía de los cristales Xuan que secretamente multiplicaba, y la luz solar que su plantilla de Superman asimilaba, hacían que la pagoda se activara lentamente. Pronto, pensó Jun Moxie, mientras veía a Dugu Xiaoyi relajarse en su baño "milagroso", el próximo paso será la verdadera revolución. Y Lord Liu... se ahogará en sus propios planes, mientras yo me baño en gloria y comodidades. La historia, apenas había comenzado a tomar su forma más interesante.

 

CAPÍTULO 7: EL RUIDO DE LA MÁQUINA Y EL DESAFÍO DE LA GUERRERA

La Mansión Jun, antaño un bastión de la tradición militar, se estaba transformando, aunque de forma sutil, bajo la peculiar visión de Jun Moxie. No era solo el jabón perfumado o el agua caliente constante, maravillas que aún causaban susurros y miradas atónitas entre el personal y los visitantes ocasionales. Jun Moxie, impulsado por esa "biblioteca de recuerdos" que le brindaba su plantilla de Superman y la Pagoda Hongjun, ya estaba planificando su siguiente fase de "comodidades".

Los sistemas de comunicación de este mundo son arcaicos. Palomas mensajeras, corredores a caballo... una tortura para el flujo de información. Necesito algo más rápido, más eficiente. Algo que, con la energía Xuan, pueda imitar los principios de una red de 'celulares'.

La idea era audaz, incluso para él. Pero su mente, ahora una sinfonía de patrones y soluciones, ya estaba desglosando el problema. Necesitaría un cristal Xuan de alta pureza (fácil, con Multiplicación por Cien), y luego, con la ayuda de la Pagoda para su refinamiento y manipulación a nivel elemental, podría crear dispositivos que, aunque toscos para los estándares de su vida anterior, serían revolucionarios aquí.

Mientras tanto, la atención de Jun Moxie no se desviaba completamente de las intrigas que se tejían a su alrededor. Lord Liu, el hombre de las conspiraciones, seguía siendo un objetivo. El fracaso de su plan para asesinar a la princesa, y la humillante incapacidad de tocar a Jun Moxie, debían estar carcomiéndolo.

En su "laboratorio", ahora más parecido a un taller de alquimista que a un estudio, Jun Moxie comenzó a experimentar con cristales Xuan y extrañas formaciones metálicas que creaba con los materiales más básicos. El ruido que emitían sus experimentos era a menudo... peculiar. Un día, era un zumbido agudo, otro, un clic rítmico, y a veces, un destello de luz que se colaba por las rendijas de la puerta.

El Mariscal Jun y Jun Wuyi se habían acostumbrado a los extraños sonidos que emanaban del ala de Jun Moxie. No entendían nada, pero los resultados (el jabón, el agua caliente) eran innegables. Habían accedido a proporcionarle más recursos, no por fe ciega, sino por una curiosidad que rozaba la desesperación. La Familia Jun, con sus vastas tierras y su ejército leal, siempre había carecido de la astucia comercial que otras familias nobles poseían. Si Jun Moxie podía remediar eso, incluso con métodos tan poco ortodoxos...

El primer "prototipo" de lo que Jun Moxie llamó un "comunicador Xuan" era una pequeña caja de metal pulido, con una superficie lisa de cristal Xuan en el centro. Cuando se activaba con una pizca de Xuan Qi, la superficie de cristal brillaba y se calentaba ligeramente. Su alcance era limitado, de momento, pero la idea era monumental.

"Li Ming," llamó Jun Moxie un día, entregándole dos de las cajas. "Lleva una a mi abuelo y otra a mi tío. Diles que son 'dispositivos de comunicación de alcance limitado'. Si piensan en algo, y dirigen un poco de su Xuan Qi al cristal, su pensamiento me llegará a mí."

Li Ming, cuyo cerebro ya estaba acostumbrado a las extravagancias del Joven Maestro, asintió, aunque sus ojos redondos reflejaban la incredulidad.

Minutos después, Jun Moxie sintió una punzada en la mente, una sensación extraña que no era un dolor, sino una vibración. Era la voz del Mariscal, gruñendo: ¡Moxie! ¿Qué demonios es esto? ¿Es un juguete? ¡Y cómo se supone que 'piense' en ti!

Jun Moxie sonrió para sí mismo. La comunicación telepática Xuan, por rudimentaria que fuera, estaba funcionando. Respondió mentalmente, enviando sus pensamientos de vuelta: Abuelo, concéntrate. Es como una extensión de vuestros sentidos. Pensad en mí, y vuestro pensamiento más fuerte me llegará. Es para emergencias. O para pedidos de té.

Otra vibración, esta vez del tío Jun Wuyi: Fascinante, Moxie. Una aplicación inesperada del Xuan Qi. ¿Qué potencial tiene esto?

¡Ah, el tío! Siempre el más perspicaz. Jun Moxie respondió, con una pizca de orgullo: El potencial es ilimitado, tío. Elimina las distancias. Podría cambiar la forma en que los ejércitos se coordinan en el campo de batalla. O cómo los comerciantes hacen negocios a través de vastas distancias.

Mientras Jun Moxie se deleitaba en sus innovaciones, Dugu Xiaoyi, la guerrera intrépida, se había vuelto cada vez más inquieta. El jabón y el baño habían sido sorprendentes, sí, pero seguían siendo "cosas de chicas". Sin embargo, los murmullos sobre los extraños ruidos del laboratorio de Jun Moxie, y las miradas atónitas de los sirvientes, la carcomían. Se había prometido a sí misma no darle más importancia, pero la curiosidad, como una hormiga en su armadura, se estaba volviendo insoportable.

Un día, mientras Jun Moxie estaba en el patio, "supervisando" el entrenamiento de los guardias con una extraña sonrisa (probablemente ya pensando en algún sistema de entrenamiento con pesas o algún diagrama de "fuerza explosiva"), Dugu Xiaoyi se acercó.

"Jun Moxie," espetó ella, con su habitual franqueza. "¿Qué demonios estás haciendo en esa habitación tuya? La mansión parece una guarida de brujos con todos esos ruidos extraños."

Jun Moxie se giró, con una sonrisa ladeada. "Mi querida Xiaoyi. No son ruidos de brujos, sino la sinfonía del progreso. Estoy, como ves, refinando algunos... métodos para hacer nuestra vida más eficiente. Y, de paso, para asegurarme de que nadie en este Imperio se atreva a subestimar el ingenio de la Familia Jun."

Dugu Xiaoyi se cruzó de brazos. "Humph. Lo único que he visto es jabón y un baño que huele a flores. ¿Y eso se supone que nos hará invencibles?"

"No directamente," concedió Jun Moxie, con una picardía en sus ojos. "Pero un soldado limpio y descansado es un soldado más feliz. Y un soldado feliz lucha mejor. Además, los métodos que estoy explorando van mucho más allá de la higiene personal." Se acercó un paso a ella, bajando la voz. "Imagínate, Xiaoyi, un mundo donde las órdenes de batalla pudieran transmitirse a la velocidad del pensamiento. Donde la información fluyera sin las limitaciones de la distancia o los espías. ¿Crees que eso no sería una ventaja?"

Dugu Xiaoyi la miró fijamente. Esa era una idea que sí entendía. Una comunicación instantánea en el campo de batalla... eso era el sueño de todo general.

"¿Y puedes hacer eso?" preguntó ella, una chispa de emoción en sus ojos.

Jun Moxie sonrió, el brillo de su genio malvado asomándose. "Dime, Xiaoyi, si te dijera que puedo crear algo que te permitiera, por ejemplo, sentir la presencia de tus enemigos a kilómetros de distancia, o quizás, sentir sus debilidades en combate... ¿Me creerías?"

Dugu Xiaoyi bufó, su temperamento irascible volviendo a asomar. "¡Tonterías! Eso es magia de leyenda, no la astucia de un libertino."

"Ah, pero la línea entre la magia y la ciencia avanzada es a menudo difusa para los que no entienden," replicó Jun Moxie, sus ojos brillando con una promesa tentadora. "Pero no te preocupes, mi querida Xiaoyi. Si me das un poco más de tiempo, y sigues visitando mi 'laboratorio' con tu saludable escepticismo, quizás te convenza de que las comodidades... no son solo para la relajación, sino también para la conquista."

Dugu Xiaoyi sintió una extraña punzada de frustración. El antiguo Jun Moxie era fácil de ignorar. Este nuevo Jun Moxie, con su extraña inteligencia y sus promesas descabelladas, era una molestia fascinante. Ella gruñó y se alejó, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a las palabras de Jun Moxie. ¿Comunicación instantánea? ¿Sentir enemigos a distancia? La idea era ridícula. Pero, ¿y si no lo fuera?

Jun Moxie la observó irse, una sonrisa satisfecha en sus labios. El cebo estaba lanzado. Dugu Xiaoyi, con su espíritu de guerrera, sería una excelente conejillo de indias para sus futuras "innovaciones". Y mientras tanto, Lord Liu, en su ignorancia, seguía cavando su propia tumba, ajeno a la revolución silenciosa que se gestaba en la Mansión Jun, una revolución construida con jabón, agua caliente y, pronto, el eco de voces a través de la nada.

 

CAPÍTULO 8: EL ARTEFACTO DE LA VOZ Y EL COMIENZO DE LA CONVENIENCIA

El "laboratorio" de Jun Moxie se había transformado. Ya no era solo una habitación polvorienta, sino un crisol de invención. En un rincón, el aroma a jabón se mezclaba con el tenue olor metálico de los cristales Xuan purificados. En otro, extraños diagramas cubrían las paredes, bocetos de mecanismos que a los ojos de cualquier ingeniero de este mundo parecerían la obra de un lunático. La Pagoda Hongjun, una presencia silenciosa pero poderosa en su conciencia, actuaba como su forja, refinando los materiales y permitiéndole manipular la energía de formas que desafiaban la comprensión.

La comunicación. Ese es el siguiente paso crucial. Si puedo establecer una red básica, no solo para la familia, sino para el comercio... El control de la información es el verdadero poder.

Sus días estaban llenos de una concentración metódica. Recordaba la complejidad de los circuitos de los teléfonos de su vida anterior, los principios de las ondas de radio, la conversión de voz a señal. Aquí, no tenía electricidad, pero tenía Xuan Qi. El desafío era adaptar esos principios a la energía mística. Su superinteligencia, amplificada por la Pagoda, le permitía encontrar los "patrones" adecuados en las vibraciones de la energía Xuan, descifrar cómo resonaban los cristales, cómo el Xuan Qi podía ser modulado para llevar información.

El "comunicador Xuan" había evolucionado del tosco prototipo. Ahora eran un par de dispositivos, pequeños y elegantes, hechos de un metal ligero y brillante, con un cristal Xuan pulido incrustado en el centro. No eran teléfonos, sino "dispositivos de voz a distancia". Su alcance era limitado a unas pocas decenas de kilómetros, pero era un avance monumental.

"Abuelo," dijo Jun Moxie un día, entregándole uno de los comunicadores. "Este es un avance. Cuando lo actives con tu Xuan Qi, podrás hablar. El sonido viajará por la red de energía. He instalado otro en tu oficina. No hay necesidad de gritar. Háblale como si estuvieras conmigo."

El Mariscal Jun, aunque escéptico, tocó el dispositivo con asombro. Parecía tan frágil, tan ajeno a la fuerza bruta a la que estaba acostumbrado. Jun Wuyi, sin embargo, lo tomó con fascinación, examinando el cristal con una mirada de profundo estudio.

"¿Y cómo funciona esto, exactamente?" preguntó Jun Wuyi, su voz un murmullo de curiosidad.

"Es la manipulación de las vibraciones del Xuan Qi, tío," explicó Jun Moxie, con una simplificación deliberada. "Cada vez que habláis, vuestras palabras vibran con una frecuencia particular. Este dispositivo capta esas vibraciones y las proyecta a través de una red de energía Xuan que he establecido. El otro dispositivo las recibe y las reproduce. Es como lanzar una piedra al agua, y las ondas se propagan, pero de forma controlada y con la voz."

El Mariscal Jun hizo una mueca. "Demasiado complicado para mi gusto. Pero si funciona..."

En cuestión de días, la Mansión Jun se llenó de sonidos inusuales. El Mariscal, en su oficina, dando órdenes a Jun Moxie en el comunicador, y Jun Moxie respondiendo desde su "laboratorio". La sorpresa inicial de los criados al escuchar las voces sin la presencia física de la persona se transformó en una aceptación resignada de las excentricidades del Joven Maestro.

La eficacia de los comunicadores era innegable. Las órdenes se transmitían más rápido, las consultas se respondían al instante. La mansión, a pesar de su tamaño, comenzó a sentirse más conectada. Jun Moxie había incluso instalado uno en la cocina, para el deleite del chef, que ahora podía preguntar directamente al Mariscal si prefería su té más fuerte o más suave.

Pero Jun Moxie no se detuvo ahí. Su mente estaba llena de ideas para "automóviles Xuan", vehículos que se moverían sin caballos, propulsados por energía Xuan. Sabía que eso requeriría un salto tecnológico mucho mayor, una comprensión más profunda de la "ingeniería de Xuan Qi" y una considerable cantidad de cristales. Pero el principio ya estaba firmemente plantado en su cerebro.

Un coche blindado impulsado por Xuan Qi. Qué maravilla sería para el abuelo en el campo de batalla. O, mejor aún, para mi propio transporte personal, sin el tedio de los caballos y los carruajes.

Mientras tanto, Dugu Xiaoyi, la guerrera en un perpetuo estado de exasperación, seguía observando a Jun Moxie. Después de su experiencia con el baño, su escepticismo había sido sacudido, pero no aniquilado. Los murmullos sobre los "dispositivos de voz" habían llegado a sus oídos. ¿Podría ser cierto? ¿Podría Jun Moxie, el libertino, ser capaz de tales cosas?

Un día, la encontró en el patio, practicando sus movimientos de espada con una intensidad feroz. El sol brillaba sobre ella, destacando la gracia brutal de sus movimientos.

"Xiaoyi," dijo Jun Moxie, acercándose a ella con una sonrisa. "Tu Xuan Qi parece un poco disperso hoy. ¿Quizás el estrés de los rumores?"

Dugu Xiaoyi detuvo su espada, su rostro enrojecido por el esfuerzo. "Tonterías. Mis pensamientos están en el entrenamiento. Pero tú, ¿has inventado un artefacto para hablar con los fantasmas ahora?"

Jun Moxie rió, un sonido ligero y genuino. "No fantasmas, mi querida. Solo el eco de la voz humana a través de la distancia. El abuelo y el tío lo están usando. ¿Te gustaría probarlo? Podrías hablar con tu padre desde aquí, sin necesidad de mensajeros."

Dugu Xiaoyi la miró fijamente. La idea de hablar con su padre, el General Dugu, sin la espera de los mensajeros, era tentadora. Su orgullo, sin embargo, se interponía. "No necesito artilugios para comunicarme. Mi espada y mi voz son suficientes."

"Y sin embargo, una espada y una voz no pueden cruzar cien kilómetros en un instante," replicó Jun Moxie, con una sonrisa irónica. "La eficiencia, Xiaoyi, es tan importante como la fuerza. Y la información es más valiosa que el oro en el campo de batalla. Imagina poder coordinar tus tropas sin un solo grito, sin una sola bandera. Pura comunicación, invisible al enemigo."

Los ojos de Dugu Xiaoyi se abrieron ligeramente. Esa era una ventaja innegable. La visión de una batalla donde los generales se comunicaban instantáneamente, sin el riesgo de que sus mensajeros fueran interceptados, era poderosa.

"Muéstrame," dijo Dugu Xiaoyi, su voz apenas un susurro, la curiosidad superando finalmente su orgullo.

Jun Moxie le entregó uno de los comunicadores. "Concéntrate. Piensa en tu padre. Y luego, háblale como si estuviera aquí."

Dugu Xiaoyi tomó el dispositivo, sus dedos ágiles, acostumbrados a la empuñadura de una espada, sintiendo la extraña suavidad del metal y el cristal. Cerró los ojos, concentró su Xuan Qi y pensó en su padre.

Padre... ¿me oyes?

Para su asombro, una voz áspera y familiar retumbó en su mente, casi haciéndola soltar el comunicador. ¡Xiaoyi! ¿Qué demonios es esto? ¡Tu voz suena como si estuvieras en mi cabeza! ¿Has enloquecido? Era la voz de su padre, el General Dugu, desde su cuartel general a kilómetros de distancia.

Una sonrisa de incredulidad, una mezcla de asombro y diversión, se extendió por el rostro de Dugu Xiaoyi. "¡Padre! ¡Soy yo! Jun Moxie... él ha inventado esto. ¡Es increíble!"

Jun Moxie la observó, una sonrisa triunfal en sus labios. Otro escéptico convertido. El poder de la tecnología, incluso en su forma más rudimentaria, era un arma formidable. Y Dugu Xiaoyi, la guerrera, sin saberlo, se estaba volviendo un eslabón vital en su red de influencia.

Mientras Dugu Xiaoyi, maravillada, continuaba su "conversación" con su padre, Jun Moxie se permitió un momento de autocomplacencia. Lord Liu seguía en las sombras, tejiendo sus planes, sin darse cuenta de que su oponente no solo conocía sus movimientos, sino que estaba construyendo un futuro donde las viejas reglas de poder se desmoronarían ante la conveniencia y la eficiencia. El Monarca Malvado no solo sería el más fuerte, sino también el más... cómodo. Y su harén, aunque todavía una idea lejana, se construiría sobre el asombro y la gratitud de aquellas a las que "iluminara" con su particular tipo de "magia".

Con cada día que pasaba, la influencia de Jun Moxie, aunque excéntrica, crecía en la Mansión Jun. Su "laboratorio" era ahora un santuario de susurros y zumbidos extraños, pero los resultados hablaban por sí mismos. El Mariscal Jun, aunque todavía se rascaba la barba con perplejidad, había comenzado a referirse a las ideas de su nieto como "geniales aunque descabelladas". Jun Wuyi, con su mente analítica, veía el inmenso potencial. Y Dugu Xiaoyi, la guerrera obstinada, se encontraba, para su propia exasperación, cada vez más intrigada.

 

CAPÍTULO 9: EL BANQUETE DEL CONOCIMIENTO Y LA SEMILLA DE LA VENGANZA

Los comunicadores Xuan se convirtieron en un elemento indispensable en la Mansión Jun. El Mariscal Jun Zhanxian los usaba para dar órdenes a sus guardias en la lejanía del patio, y Jun Wuyi para coordinar la logística de la mansión con una eficiencia nunca antes vista. El rumor de estos "artefactos de voz" comenzó a filtrarse más allá de los muros de la residencia, creando un murmullo de curiosidad y envidia entre las otras familias nobles. Nadie entendía cómo funcionaban, pero la Mansión Jun parecía haber ganado un extraña ventaja en la comunicación.

Jun Moxie, mientras tanto, no descansaba en sus laureles. Su mente, una máquina de resolución de problemas, ya estaba un paso adelante. Si el jabón y el agua caliente eran el desayuno, y los comunicadores el almuerzo, la cena serían los avances que cambiarían el mundo.

El saneamiento es deplorable. Las ciudades apestan a residuos. Si puedo introducir sistemas de drenaje adecuados, y un método para el tratamiento de desechos, no solo mejorará la salud pública, sino que me dará un control absoluto sobre la infraestructura. Y con eso, una influencia innegable.

La Pagoda Hongjun vibraba con cada nuevo concepto que Jun Moxie alimentaba en ella. Ya no solo multiplicaba recursos, sino que también refinaba los planos, optimizaba los materiales y aceleraba los procesos de "fabricación". Era su fábrica secreta, su centro de investigación y desarrollo, todo contenido en su mente.

Un día, el Mariscal Jun, con una expresión inusualmente grave, llamó a Jun Moxie a su estudio. Jun Wuyi ya estaba allí, su rostro reflejando la misma preocupación.

"Moxie," comenzó el Mariscal, su voz más baja de lo habitual. "El Emperador ha convocado un banquete. Un banquete de reconciliación, lo llama. Para cimentar la 'unidad' entre las grandes familias."

Jun Moxie sintió una punzada de interés. Conocía este banquete por la novela. Era el escenario de las primeras grandes intrigas públicas, donde los príncipes y sus facciones comenzarían a mostrar sus verdaderas intenciones, y donde Lord Liu, sin duda, estaría tejiendo sus telarañas.

"¿Y cuál es la preocupación, abuelo?" preguntó Jun Moxie, con una ceja levantada.

"Lord Liu estará allí," gruñó el Mariscal, golpeando la mesa con un dedo. "Y esos tres príncipes, con sus sonrisas falsas y sus ambiciones desmedidas. El aire estará cargado de veneno, y no del tipo que curas con tus medicinas."

Jun Wuyi asintió. "La Familia Dugu también estará presente. Y sus relaciones con el General Dugu... son complejas, Moxie. Especialmente la joven Xiaoyi."

Jun Moxie sonrió. "Perfecto. Un banquete es una excelente oportunidad para observar. Y quizás, para sembrar algunas semillas." Sus ojos brillaron con una astucia casi visible. "Permitidme asistir, abuelo. Tengo una idea. Una pequeña demostración de las 'comodidades' de la Casa Jun. Algo que podría inclinar la balanza a nuestro favor, o al menos, sembrar la duda entre nuestros enemigos."

El Mariscal Jun lo miró con escepticismo. "¿Una demostración? ¿De qué? ¿De jabón perfumado?"

"No, abuelo. Algo más... sutil. Algo que muestre que la Familia Jun no solo tiene fuerza bruta, sino también una mente innovadora. Algo que sugiera que tenemos más herramientas de las que nadie sospecha." Jun Moxie se levantó, con una sonrisa misteriosa. "Dejadme encargarme de los detalles. Solo necesito algunas de las botellas más finas y transparentes que podamos encontrar. Y quizás, algunas de las píldoras de Xuan Qi de menor calidad que tengamos, para que no las echen de menos."

El Mariscal dudó, pero la audacia de Jun Moxie era contagiosa. Había una confianza innegable en su nieto, una que nunca había visto antes. "Bien. Pero ni una palabra de tus... experimentos con los demás. Especialmente con esos príncipes. Actúa como el libertino que eres, pero con un toque de... astucia. Y no te busques problemas innecesarios."

"Problemas innecesarios son mi especialidad, abuelo," replicó Jun Moxie con una sonrisa encantadora, pero sus ojos ocultaban una intención más oscura. "Pero no os preocupéis. Cada 'problema' será una oportunidad. Una oportunidad para que Lord Liu y sus aliados lamenten el día en que nacieron."

La noche del banquete llegó con una luna llena y brillante, que iluminaba el camino hacia el Palacio Imperial. La Mansión Jun, ya impregnada del aroma a limpieza y con sus sistemas de agua caliente funcionando sin descanso, parecía un faro de modernidad en el corazón de la antigua capital.

Jun Moxie, impecablemente vestido con ropas que, aunque lujosas, no eran tan extravagantes como las que solía llevar el antiguo Moxie, se movía entre la multitud con una facilidad que sorprendía a muchos. Su semblante, aunque relajado, llevaba una chispa de inteligencia que no pasaba desapercibida para los observadores más agudos.

Pronto, sus ojos encontraron a Dugu Xiaoyi, que estaba de pie junto a la Princesa Ling Meng. Xiaoyi, aunque vestida con un hermoso vestido de seda, parecía incómoda, como un halcón enjaulado. Su mirada se cruzó con la de Jun Moxie, y un leve rubor tiñó sus mejillas, una mezcla de exasperación y algo más.

Jun Moxie se acercó a ellas, una sonrisa educada en sus labios. "Princesa Ling Meng, Señorita Dugu. Qué placer encontrarlas en esta espléndida reunión."

La Princesa asintió con una sonrisa forzada. Dugu Xiaoyi, sin embargo, no pudo contenerse. "¿Así que has venido a deslumbrar a todos con tus... fragancias esta noche, Jun Moxie?" espetó, con un tono burlón.

"Solo vengo a disfrutar de la buena compañía y, quizás, a observar las interesantes dinámicas de poder que se desarrollan en estas reuniones," respondió Jun Moxie, con una picardía en sus ojos. "Además, he traído un pequeño 'regalo' para el entretenimiento. Algo que demuestra que la innovación puede surgir de los lugares más inesperados."

Sacó de su manga una pequeña botella de cristal transparente, la cual contenía un líquido que brillaba con una tenue luz azul. No era grande, no era ostentosa, pero emanaba una pureza que era innegable. La había creado en la Pagoda Hongjun, refinando el más insignificante Xuan Qi y concentrando su esencia, una pizca de pura energía Xuan líquida.

"¿Qué es eso?" preguntó Dugu Xiaoyi, la curiosidad superando su desdén.

"Esto, mi querida Xiaoyi," dijo Jun Moxie, con una sonrisa enigmática, "es lo que llamo 'Esencia de Luz Xuan'. Una pequeña demostración de la pureza que se puede lograr cuando se combina el conocimiento con el... talento." Él la destapó, y un aroma fresco, como la brisa de una mañana invernal en una montaña, se expandió suavemente por el aire a su alrededor, revitalizando el ambiente.

La Princesa Ling Meng se inclinó, fascinada por la botella y su contenido brillante. Dugu Xiaoyi, a pesar de sí misma, se sintió atraída por la pureza de la energía. Jun Moxie sonrió para sus adentros. La semilla de la intriga estaba sembrada. Lord Liu, el hombre de las sombras, pronto sentiría la fría brisa de la innovación, y no le gustaría nada lo que traería consigo.

 

CAPÍTULO 9: EL BANQUETE DEL CONOCIMIENTO Y LA SEMILLA DE LA VENGANZA

Los comunicadores Xuan se convirtieron en un elemento indispensable en la Mansión Jun. El Mariscal Jun Zhanxian los usaba para dar órdenes a sus guardias en la lejanía del patio, y Jun Wuyi para coordinar la logística de la mansión con una eficiencia nunca antes vista. El rumor de estos "artefactos de voz" comenzó a filtrarse más allá de los muros de la residencia, creando un murmullo de curiosidad y envidia entre las otras familias nobles. Nadie entendía cómo funcionaban, pero la Mansión Jun parecía haber ganado un extraña ventaja en la comunicación.

Jun Moxie, mientras tanto, no descansaba en sus laureles. Su mente, una máquina de resolución de problemas, ya estaba un paso adelante. Si el jabón y el agua caliente eran el desayuno, y los comunicadores el almuerzo, la cena serían los avances que cambiarían el mundo.

El saneamiento es deplorable. Las ciudades apestan a residuos. Si puedo introducir sistemas de drenaje adecuados, y un método para el tratamiento de desechos, no solo mejorará la salud pública, sino que me dará un control absoluto sobre la infraestructura. Y con eso, una influencia innegable.

La Pagoda Hongjun vibraba con cada nuevo concepto que Jun Moxie alimentaba en ella. Ya no solo multiplicaba recursos, sino que también refinaba los planos, optimizaba los materiales y aceleraba los procesos de "fabricación". Era su fábrica secreta, su centro de investigación y desarrollo, todo contenido en su mente.

Un día, el Mariscal Jun, con una expresión inusualmente grave, llamó a Jun Moxie a su estudio. Jun Wuyi ya estaba allí, su rostro reflejando la misma preocupación.

"Moxie," comenzó el Mariscal, su voz más baja de lo habitual. "El Emperador ha convocado un banquete. Un banquete de reconciliación, lo llama. Para cimentar la 'unidad' entre las grandes familias."

Jun Moxie sintió una punzada de interés. Conocía este banquete por la novela. Era el escenario de las primeras grandes intrigas públicas, donde los príncipes y sus facciones comenzarían a mostrar sus verdaderas intenciones, y donde Lord Liu, sin duda, estaría tejiendo sus telarañas.

"¿Y cuál es la preocupación, abuelo?" preguntó Jun Moxie, con una ceja levantada.

"Lord Liu estará allí," gruñó el Mariscal, golpeando la mesa con un dedo. "Y esos tres príncipes, con sus sonrisas falsas y sus ambiciones desmedidas. El aire estará cargado de veneno, y no del tipo que curas con tus medicinas."

Jun Wuyi asintió. "La Familia Dugu también estará presente. Y sus relaciones con el General Dugu... son complejas, Moxie. Especialmente la joven Xiaoyi."

Jun Moxie sonrió. "Perfecto. Un banquete es una excelente oportunidad para observar. Y quizás, para sembrar algunas semillas." Sus ojos brillaron con una astucia casi visible. "Permitidme asistir, abuelo. Tengo una idea. Una pequeña demostración de las 'comodidades' de la Casa Jun. Algo que podría inclinar la balanza a nuestro favor, o al menos, sembrar la duda entre nuestros enemigos."

El Mariscal Jun lo miró con escepticismo. "¿Una demostración? ¿De qué? ¿De jabón perfumado?"

"No, abuelo. Algo más... sutil. Algo que muestre que la Familia Jun no solo tiene fuerza bruta, sino también una mente innovadora. Algo que sugiera que tenemos más herramientas de las que nadie sospecha." Jun Moxie se levantó, con una sonrisa misteriosa. "Dejadme encargarme de los detalles. Solo necesito algunas de las botellas más finas y transparentes que podamos encontrar. Y quizás, algunas de las píldoras de Xuan Qi de menor calidad que tengamos, para que no las echen de menos."

El Mariscal dudó, pero la audacia de Jun Moxie era contagiosa. Había una confianza innegable en su nieto, una que nunca había visto antes. "Bien. Pero ni una palabra de tus... experimentos con los demás. Especialmente con esos príncipes. Actúa como el libertino que eres, pero con un toque de... astucia. Y no te busques problemas innecesarios."

"Problemas innecesarios son mi especialidad, abuelo," replicó Jun Moxie con una sonrisa encantadora, pero sus ojos ocultaban una intención más oscura. "Pero no os preocupéis. Cada 'problema' será una oportunidad. Una oportunidad para que Lord Liu y sus aliados lamenten el día en que nacieron."

La noche del banquete llegó con una luna llena y brillante, que iluminaba el camino hacia el Palacio Imperial. La Mansión Jun, ya impregnada del aroma a limpieza y con sus sistemas de agua caliente funcionando sin descanso, parecía un faro de modernidad en el corazón de la antigua capital.

Jun Moxie, impecablemente vestido con ropas que, aunque lujosas, no eran tan extravagantes como las que solía llevar el antiguo Moxie, se movía entre la multitud con una facilidad que sorprendía a muchos. Su semblante, aunque relajado, llevaba una chispa de inteligencia que no pasaba desapercibida para los observadores más agudos.

Pronto, sus ojos encontraron a Dugu Xiaoyi, que estaba de pie junto a la Princesa Ling Meng. Xiaoyi, aunque vestida con un hermoso vestido de seda, parecía incómoda, como un halcón enjaulado. Su mirada se cruzó con la de Jun Moxie, y un leve rubor tiñó sus mejillas, una mezcla de exasperación y algo más.

Jun Moxie se acercó a ellas, una sonrisa educada en sus labios. "Princesa Ling Meng, Señorita Dugu. Qué placer encontrarlas en esta espléndida reunión."

La Princesa asintió con una sonrisa forzada. Dugu Xiaoyi, sin embargo, no pudo contenerse. "¿Así que has venido a deslumbrar a todos con tus... fragancias esta noche, Jun Moxie?" espetó, con un tono burlón.

"Solo vengo a disfrutar de la buena compañía y, quizás, a observar las interesantes dinámicas de poder que se desarrollan en estas reuniones," respondió Jun Moxie, con una picardía en sus ojos. "Además, he traído un pequeño 'regalo' para el entretenimiento. Algo que demuestra que la innovación puede surgir de los lugares más inesperados."

Sacó de su manga una pequeña botella de cristal transparente, la cual contenía un líquido que brillaba con una tenue luz azul. No era grande, no era ostentosa, pero emanaba una pureza que era innegable. La había creado en la Pagoda Hongjun, refinando el más insignificante Xuan Qi y concentrando su esencia, una pizca de pura energía Xuan líquida.

"¿Qué es eso?" preguntó Dugu Xiaoyi, la curiosidad superando su desdén.

"Esto, mi querida Xiaoyi," dijo Jun Moxie, con una sonrisa enigmática, "es lo que llamo 'Esencia de Luz Xuan'. Una pequeña demostración de la pureza que se puede lograr cuando se combina el conocimiento con el... talento." Él la destapó, y un aroma fresco, como la brisa de una mañana invernal en una montaña, se expandió suavemente por el aire a su alrededor, revitalizando el ambiente.

La Princesa Ling Meng se inclinó, fascinada por la botella y su contenido brillante. Dugu Xiaoyi, a pesar de sí misma, se sintió atraída por la pureza de la energía. Jun Moxie sonrió para sus adentros. La semilla de la intriga estaba sembrada. Lord Liu, el hombre de las sombras, pronto sentiría la fría brisa de la innovación, y no le gustaría nada lo que traería consigo.

El escenario estaba preparado, los actores reunidos. El Banquete Imperial, una danza de amenazas veladas y sonrisas falsas, era precisamente el tipo de escenario donde Jun Moxie, con su recién adquirido intelecto y conocimiento del futuro, realmente brilló.

CAPÍTULO 10: LA REACCIÓN DE LORD LIU Y EL INESPERADO DESAFÍO

El gran salón del Palacio Imperial resplandecía bajo el brillo de cientos de lámparas de aceite y velas de cera de abejas. El aire estaba espeso con el aroma de la comida suntuosa, el vino de arroz y el sutil perfume de los nobles. Era un torbellino de colores y susurros, donde cada sonrisa podía ocultar una daga y cada brindis, una traición. Jun Moxie se movía con una confianza fácil, su presencia, aunque discreta, se sentía. Su "Esencia de Luz Xuan" en la botella de cristal era una pequeña estrella azul en su mano, atrayendo miradas furtivas y susurros de curiosidad.

Pronto, sus ojos, que parecían ver más allá de la superficie, encontraron a Lord Liu. El hombre, de aspecto astuto y una sonrisa perpetua de satisfacción, estaba conversando con el Segundo Príncipe, su rostro, aunque inexpresivo, no podía ocultar una tensión apenas perceptible. Jun Moxie sabía que el fracaso de la misión contra la Princesa Ling Meng y su propia "supervivencia" debían haberle causado considerables dolores de cabeza.

Mientras Jun Moxie se abría paso entre los nobles, intercambiando saludos casuales que eran como pases en un juego de esgrima social, notó cómo las miradas se desviaban hacia la botella de cristal que sostenía. Era una curiosidad sutil, un intento de descifrar qué artefacto exótico había traído el "libertino Jun Moxie".

De repente, una voz untuosa y familiar resonó cerca de él. "Ah, Joven Maestro Jun Moxie. Qué placer veros aquí. Y con un aspecto tan... renovado."

Era Lord Liu, su sonrisa un poco demasiado amplia, sus ojos demasiado astutos. A su lado, el Segundo Príncipe, con su aire de superioridad, observaba con desinterés fingido.

"Lord Liu," respondió Jun Moxie con una sonrisa que no llegó a sus ojos, pero que destelló con una pizca de inocencia bien practicada. "Y Su Alteza, el Segundo Príncipe. Un honor. Solo he venido a disfrutar de la compañía y de la excelente cocina imperial."

Lord Liu asintió, su mirada fija en la botella de Jun Moxie. "¿Y qué es eso que sostenéis, Joven Maestro Jun? Parece... peculiar. ¿Algún nuevo vino exótico que habéis descubierto?"

Jun Moxie rió suavemente, un sonido que sorprendió a varios nobles cercanos, que esperaban una respuesta arrogante o una broma obscena. "Oh, no, Lord Liu. Nada tan mundano como el vino. Esto es algo mucho más... interesante. Lo llamo 'Esencia de Luz Xuan'. Es un pequeño proyecto personal, una demostración de la pureza del Xuan Qi cuando se refina a sus límites."

Abrió la botella, y el tenue resplandor azul se hizo más pronunciado. El aroma fresco y revitalizante que ya había notado Dugu Xiaoyi ahora se expandió ligeramente, atrayendo más miradas. Algunos nobles cercanos se acercaron, sus expresiones curiosas.

"¿Pureza del Xuan Qi?" Lord Liu arqueó una ceja, el desdén apenas velado en su voz. "El Xuan Qi es Xuan Qi. ¿Qué 'esencia' podría haber en una botella tan pequeña?"

"Ah, Lord Liu, ahí reside la belleza," replicó Jun Moxie, con un brillo en sus ojos que solo él entendía. "Mire usted." Con un movimiento experto, vertió una sola gota del líquido azul en una taza de té vacía que sostenía un sirviente cercano. La gota se disolvió instantáneamente, y la taza emitió un suave y limpio aura Xuan. "Si esa gota se mezclara con una píldora Xuan de bajo grado, aumentaría su potencia en un diez por ciento. Es un concentrado. Una forma de 'potenciar' lo ordinario."

Hubo un murmullo entre los nobles. Aumentar la potencia de las píldoras de bajo grado en un diez por ciento... eso era un avance significativo, especialmente para el ejército.

Lord Liu, sin embargo, se puso pálido. Sus ojos, antes llenos de astucia, ahora contenían una mezcla de shock y furia apenas contenida. Conocía el valor de las píldoras, y sabía cómo la Familia Liu y sus aliados controlaban el mercado. Si Jun Moxie podía producir eso...

El Salón de la Espada de Sangre, el Ilimitado Océano de Sangre... sus ganancias, sus monopolios... todo eso se vería amenazado. Esto no era una comodidad, era una bomba silenciosa.

"¡Imposible!" espetó Lord Liu, su voz más fuerte de lo que pretendía. "¡Es una trampa! ¿Cómo podría un... un libertino como tú haber creado algo así?"

Jun Moxie se encogió de hombros, con una inocencia molesta. "Oh, Lord Liu, la inspiración llega en los momentos más inesperados. Y el talento... a veces se esconde bajo capas de... indulgencia." Le dio una sonrisa especialmente pícara a Lord Liu. "Deberíais probarlo, Señor. Quizás os ayude a relajaros un poco. Vuestra expresión es un poco... tensa esta noche."

El rostro de Lord Liu se contrajo. La humillación era pública. Susurraron a su alrededor. El Segundo Príncipe, que había estado observando en silencio, frunció el ceño. La Casa Jun, por primera vez, estaba mostrando una faceta que no era solo militar.

En ese momento, Dugu Xiaoyi, que había estado observando la escena desde la distancia con la Princesa Ling Meng, no pudo contenerse más. Se acercó a Jun Moxie, con sus ojos ardientes.

"Jun Moxie," dijo, con una voz que atrajo la atención de la sala. "Si esa 'Esencia de Luz Xuan' es tan potente, ¿qué puede hacer por un cultivador en un duelo? ¿Te atreverías a demostrarlo en un desafío público?"

La propuesta de Dugu Xiaoyi cayó como una losa de hielo en la sala. Un desafío en un banquete imperial. ¡Y un desafío contra el libertino Jun Moxie! El silencio fue absoluto. El Mariscal Jun Zhanxian y Jun Wuyi miraron a Jun Moxie, con el corazón en un puño. Sabían que su nieto había cambiado, pero ¿enfrentarse a Dugu Xiaoyi, una de las jóvenes guerreras más prometedoras del Imperio, en un duelo público? Eso era un abismo.

Jun Moxie, sin embargo, solo sonrió. No una sonrisa de pánico, sino una de puro deleite. Este era el giro que necesitaba. Un desafío público, con Dugu Xiaoyi como su oponente. Una oportunidad perfecta para mostrar no solo su "Esencia", sino también su propia habilidad, que había estado ocultando. Y, por supuesto, una oportunidad para humillar a Lord Liu aún más, al demostrar que la Familia Jun tenía un Monarca Malvado capaz de mucho más que la holgazanería.

"Mi querida Xiaoyi," dijo Jun Moxie, con una reverencia que rozaba la burla. "Es un honor ser desafiado por una guerrera tan... entusiasta. ¿Y qué es una vida sin un poco de emoción? Acepto tu desafío." Su voz era clara, resonando en el silencio. "Será un placer demostrar que la comodidad... puede ir de la mano con la victoria."

Lord Liu observó la escena, su rostro una máscara de fría furia. La humillación apenas comenzaba.

CAPÍTULO 11: EL DUELO IMPROVISADO Y LA SEMILLA DE LA DUDA

El silencio que siguió a la aceptación del desafío de Jun Moxie fue denso, casi palpable. Los murmullos de los nobles se detuvieron abruptamente, sus ojos fijos en el inusual par que se erguía en el centro del salón. La Princesa Ling Meng miró a Dugu Xiaoyi con una expresión de asombro y preocupación. El Mariscal Jun Zhanxian y Jun Wuyi intercambiaron miradas, un torbellino de emociones en sus ojos: orgullo por la audacia de Moxie, pero también un terror silencioso por las posibles consecuencias.

Dugu Xiaoyi, por su parte, parecía dividida entre la satisfacción y la sorpresa. Había esperado que Jun Moxie balbuceara una excusa o huyera, como lo hacía el libertino de antes. Su aceptación la había desconcertado.

El Emperador, sentado en su trono a la cabeza del salón, observaba con una expresión indescifrable. Era un hombre acostumbrado a la política y a las intrigas, pero un desafío tan público en su banquete era algo fuera de lo común.

"Un desafío en mi banquete,¿Qué?" la voz del Emperador resonó, no con ira, sino con un matiz de curiosidad. "Joven Maestro Jun, Señorita Dugu. Si deseáis probar vuestras habilidades, hacedlo con moderación. No deseo arruinar mi palacio."

"Por supuesto, Su Majestad," respondió Jun Moxie, con una leve reverencia. "Será una demostración de habilidad y control. Sin armas letales, por supuesto. Solo el arte del Xuan Qi."

Dugu Xiaoyi desenfundó su espada, el brillo de la hoja de acero captando la luz. "Sin armas letales," replicó, sus ojos fijos en Jun Moxie, "pero sin retener la fuerza. ¿Verdad,¿Jun Moxie?"

"Por supuesto," asintió Jun Moxie. "La verdad solo se revela bajo presión."

Señor Liu, recuperándose de su asombro inicial, se acercó, una sonrisa forzada en su rostro. "Un duelo fascinante. Joven Maestro Jun, ¿cómo demostraréis el poder de vuestra 'Esencia de Luz Xuan' en una contienda justa?"

Jun Moxie sonrió. "Una excelente pregunta,Señor Liu. Permitidme.Xiaoyi, ¿me haríais el honor de enfrentaros a mí con toda vuestra fuerza, como si vuestra vida dependiera de ello?"

Dugu Xiaoyi arqueó una ceja. "No necesito que me lo pidas dos veces, holgazán."

"Perfecto," dijo Jun Moxie. "Pero antes, una pequeña ayuda. Lord Liu ha dudado de mi 'Esencia'. Así que, para disipar cualquier duda,Xiaoyi, toma esto." Sacó una de las píldoras Xuan de bajo grado que había traído, y con un movimiento rápido, vertió una gota de la Esencia de Luz Xuan sobre ella. La píldora brilló, y el aroma de Xuan Qi puro se intensificó. "Traga esta píldora. Sentirás la diferencia."

Dugu Xiaoyi la miró con escepticismo, pero su curiosidad, y la presencia del General Dugu, que observaba con interés, la impulsaron. Se tragó la píldora. Su rostro, por un momento, se arrugó, y luego, una expresión de asombro puro se extendió por él.Su Xuan Qi, que ya era considerable, vibró con una nueva intensidad, una oleada de energía recorrió sus venas. No era un aumento masivo, pero era perceptible, una mejora notable en la fluidez y potencia de su energía.

"¡Esto es...!" Dugu Xiaoyi comenzó, pero Jun Moxie la interrumpió con un guiño.

"Ahora, mi querida guerrera, mostraremos a estos nobles la verdadera diferencia. Atácame con todo lo que tengas. Y yo... bueno, yo me defenderé con lo que tengo."

La música y las conversaciones cesaron por completo. Los sirvientes se agolparon en los bordes de la sala. Este no era un simple duelo de demostración; era una exhibición.

Dugu Xiaoyi no esperó. Con un grito que era más un rugido, se lanzó hacia Jun Moxie, su espada un borrón de plata.Su Xuan Qi se sonrojó. aumentando la velocidad de su ataque a niveles peligrosos. Era una embestida implacable, digna de su reputación de guerrera feroz.

Jun Moxie,sin embargo, no sacó un arma. No había espada, ni cuchillo. Solo sus manos. Se movía con una gracia inusual, esquivando los golpes de Dugu Xiaoyi con una agilidad sorprendente, casi como si pudiera predecir sus movimientos. Era el "paso del rayo" y la "mano fantasma" de su vida anterior, adaptados a este mundo y mejorados por la fuerza latente de su nueva plantilla.

La fuerza bruta no es suficiente. El control, la anticipación, la velocidad... esos son los verdaderos maestros del campo de batalla.

Los ataques de Dugu Xiaoyi eran feroces, cada estocada diseñada para golpear un punto vital, cada barrido para desequilibrar. Pero Jun Moxie se movía como una sombra, sus manos desviando la hoja en el último instante, su cuerpo girando lejos del peligro con una facilidad insultante. La Esencia de Luz Xuan, trabajando sutilmente en su cuerpo, le proporcionaba una claridad mental y una agilidad mejoradas que le permitían reaccionar incluso antes de que el ataque se completara.

El señor Liu observó: su rostro una máscara de creciente horror. Este no era el Jun Moxie que conocía. No era el libertino torpe y débil. Este era... algo más. Una sombra de inquietud comenzó a afianzarse en su corazón.

Después de varios minutos de un torbellino de ataques y esquivas,Dugu Xiaoyi, con su Xuan Qi potenciado, estaba sin aliento,Pero Jun Moxie,asombrosamente, parecía relajado, sin una gota de sudor.

"Suficiente,¿Xiao Yi?" preguntó Jun Moxie con una sonrisa amable. "Tu Xuan Qi es impresionante, como siempre. Pero la fuerza sin control... puede ser derrochadora."

Dugu Xiaoyi bajó la espada, su pecho subiendo y bajando."Tú... ¿cómo...?" compitió. "No usaste armas. ¡Y eres más rápido de lo que pensé!"

"Un pequeño secreto," dijo Jun Moxie, con un guiño. "El Xuan Qi no es solo para el ataque. También es para el movimiento, para la percepción. Y, como ya he dicho, la 'Esencia de Luz Xuan' no es solo para las píldoras. También afina el cuerpo y la mente del cultivador. Hace que cada movimiento sea más eficiente, cada pensamiento más claro."

El Mariscal Jun Zhanxian dejó escapar un suspiro de alivio, seguido de una risa ronca. "¡Ese es mi nieto! ¡Siempre con una sorpresa bajo la manga!"

Jun Wuyi sonrió, una rara expresión de alegría en su rostro. La demostración de Jun Moxie, sin ser ostentosa, había sido impactante. Había demostrado que no solo podía crear una sustancia que mejoraba el Xuan Qi, sino que él mismo era un cultivador con habilidades sorprendentes, más allá de lo que su reputación de libertino sugería.

La Princesa Ling Meng miró a Jun Moxie con una expresión de nueva fascinación. Este Jun Moxie no era el bruto que había conocido. Había una mente aguda y un poder oculto detrás de su fachada despreocupada.

Señor Liu,sin embargo, se retiró a las sombras, su rostro una mezcla de desprecio y creciente temor. El pequeño experimento de Jun Moxie, su "Esencia de Luz Xuan", y su sorprendente habilidad en combate, habían sembrado una semilla de duda, de sospecha. Una amenaza inesperada había surgido en su tablero de ajedrez. Y lo peor de todo, pensó Lord Liu con un escalofrío que no era de frío, no puedo entenderlo. No puedo predecir sus movimientos. Esto... esto es un problema.

Jun Moxie sonrió para sí mismo. El banquete había sido un éxito rotundo. No solo había humillado a Lord Liu, sino que había plantado las semillas de su futura influencia. La gente ahora hablaría del "Monarca Malvado" no solo por su reputación de libertino, sino por algo mucho más formidable: un genio impredecible con un poder desconocido. La guerra de la conveniencia y la influencia había comenzado, y Jun Moxie tenía todas las cartas.