Capítulo 13 – Nuevos seguidores y viaje de regreso
Cargué contra el troll a toda velocidad, generando una onda sónica a mi paso. Me estrellé con brutal fuerza, lanzándolo por los aires varios metros.
Mientras el monstruo aún se tambaleaba aturdido, inhalé profundamente y liberé mi Aliento de Dragón. Un chorro abrasador de fuego salió de mi boca, envolviendo al troll. Su rugido desgarrador resonó en todo el bosque hasta que el sistema notificó:
> Ding—Subida de nivel ×2
Solo entonces detuve el ataque. Giré con rapidez y busqué a Ciel con la mirada.
—¿Estás bien? —pregunté, con el corazón aún acelerado.
—Estoy bien, maestro —respondió ella, con una suave sonrisa que me llenó de alivio—. Llegaste justo a tiempo.
Suspiré, agradecido. Luego, mi atención se desvió hacia los humanoides que habíamos rescatado. Eran claramente los Durnheim, y me observaban con temor, pese a que había salvado sus vidas.
Ciel notó su nerviosismo y comenzó a hacer gestos pacíficos, tratando de transmitir que no éramos enemigos. Poco a poco, los Durnheim parecieron entenderlo. Bajaron la guardia, aunque seguían vigilantes.
Me acerqué con cautela, ahora que podía verlos mejor.
Medían poco más de un metro, algunos incluso menos. Los varones lucían espesas barbas rizadas, decoradas con piezas rudimentarias de metal. Sus cuerpos eran robustos, brazos musculosos y mirada decidida, digna de guerreros forjados en piedra.
Las mujeres eran algo menos corpulentas, pero no por ello débiles. Su complexión era atlética, firme. Llevaban el cabello suelto, salvaje y rojizo como llamas. Su piel era de un gris oscuro, y sus dientes mostraban pequeños colmillos que, en algunos casos, sobresalían levemente. Todos ellos tenían cabellos y barbas de un rojo fuego encendido, un rasgo muy distinto al negro o castaño típico de los enanos en las historias que recordaba de mi vida pasada.
Mientras los observaba, Ciel seguía intentando comunicarse. Pero decidí tomar el control.
Activé mi talento de Súper Cerebro y me concentré en el idioma que usaban. Afortunadamente, era similar al que hablaban los Zey'ari, así que no tardé demasiado en entenderlo.
—Ciel —dije—, déjamelo a mí.
—Está bien, maestro —respondió, dando un paso atrás.
Me acerqué con serenidad y hablé directamente en su lengua:
—Me llamo Adán Drakensilver. He viajado desde muy lejos para encontrarlos... y reclutarlos.
Los Durnheim se sorprendieron al oírme hablar en su idioma, pero su reacción se volvió más cautelosa tras escuchar mi propuesta.
—¿Cómo podemos confiar en ti? —dijo uno de ellos—. Eres un monstruo también. No nos oponemos de inmediato, pero queremos saber tus verdaderas intenciones. Por nuestra seguridad.
Eran sabios. Aunque sabían que no los había atacado, temían lo que podría pasar en el futuro.
Asentí con comprensión.
—Planeo construir un reino. Un hogar donde seres inteligentes de distintas razas vivan en paz, se cuiden y cooperen. Pero para lograrlo necesito constructores y artesanos. Mis ojos me han revelado su talento para la forja y la edificación. Ustedes son un pilar clave en ese sueño. Por eso estoy aquí.
Hubo un largo silencio. Me observaron, murmuraron entre ellos. Finalmente, uno habló.
—Entendemos tu propuesta... aún no confiamos del todo, pero no tenemos muchas opciones. Tus palabras suenan sinceras. Iremos contigo. Déjanos reunir a los demás.
Uno de ellos entró en la mina. Tras media hora, regresó acompañado por más miembros de su especie. Ahora eran 20 en total. Una cantidad significativa, especialmente al compararlos con los 7 Zey'ari originales.
Con rapidez y eficiencia, empacaron sus pocas pertenencias y partimos de regreso por el mismo sendero por el que había llegado.
El viaje de vuelta fue arduo. Esta vez, nos tomó dos meses. Viajar con un grupo tan grande no era tarea fácil: los desplazamientos eran lentos, debíamos evitar zonas peligrosas y, en ocasiones, enfrentarnos a bestias salvajes que bloqueaban nuestro paso.
Durante ese tiempo, combatí múltiples veces. Mis esfuerzos dieron fruto: subí 13 niveles más, alcanzando el nivel 30. Esa mejora me llevó a crecer nuevamente, esta vez de dragón joven a dragón adolescente.
> Estado actualizado
Nombre: Adán Drakensilver
Raza: Dragón Occidental (Variante Negro Plateado)
Edad: 3 meses
Etapa: Dragón Adolescente
Nivel: 30
Atributos
Fuerza: 100
Agilidad: 100
Resistencia: 100
Inteligencia: 100
Percepción: 100
Carisma: 73
Maná: 125
Suerte: ???
Atributos libres: 0
Los cambios en mi cuerpo eran notables. Más grande, más fuerte, con un dominio del maná y las habilidades mucho más fluido. Pero aún así, algo me carcomía por dentro: ¿qué tan fuerte era en comparación con los niveles de poder de este mundo?
El sistema pareció leer mis pensamientos.
> ¿El anfitrión desea saber su nivel de fuerza comparado con los estándares de este mundo?
Sorprendido pero entusiasmado, respondí:
—Sí.
> Nueva nota agregada al panel de estado.
Volví a abrir mi estado y bajo mis estadísticas apareció una nota:
> Nota: Comparable a un demonio de clase media.
Me sentí algo decepcionado. Después de tanto esfuerzo, apenas estaba al nivel de un demonio medio. Pero luego recordé: apenas tenía tres meses de vida. Era un avance increíble.
El sol comenzaba a ponerse cuando lo vi: una columna de humo alzándose en la distancia. Lo reconocí de inmediato.
—Ya estamos cerca.
Cuando estuvimos a solo una docena de metros, alcé la voz:
—¡Hemos regresado!
Frente a mí se alzaba un portón de madera gigante que antes no existía. En la entrada me esperaban los siete Zey'ari a los que había nombrado. Ya no vestían pieles raídas, sino ropa bien cosida y decorada. Un cambio que no pasó desapercibido.
Mis primeros seguidores... mi familia.
Y ahora, con los Durnheim, el sueño de un reino propio se sentía más cerca que nunca.
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