Cherreads

Chapter 10 - Arañas de la sombra

 

Mientras más se internaban en las ruinas, más grande era la desilusión. A su paso solo hallaban papeles desgastados, documentos ilegibles y escombros. Nada que valiera ni un cobre.

 

Con rostros amargos y cansados, Fista y Arthur se dirigieron a lo que parecía ser la última sala. Desde lejos, la tenue luz de la antorcha reveló dos siluetas sobre un charco oscuro en el suelo.

 

Un hedor a sangre fresca y podredumbre se hizo más fuerte a cada paso. Ambos avanzaron con cautela.

 

De pronto, algo se movió entre las sombras pegadas a las paredes. Donde la luz no llegaba, figuras acechaban.

 

—Quédate atrás —ordenó Fista, frunciendo el ceño.

 

Rápida, sacó de su bolsa un pequeño objeto redondo que emitía una débil luz al activarlo. Lo lanzó hacia aquel rincón.

 

Al instante, varias criaturas de más de un metro de altura se lanzaron contra ellos desde la oscuridad.

 

—¡Arañas de la sombra! —gritó Fista.

 

Con una agilidad envidiable, esquivó los ataques. Sus dagas destellaron al repeler a las bestias.

 

Arthur, por su parte, apenas logró apartarse. Una de las patas de una araña rasgó su reluciente armadura de lino, dejando una marca superficial.

 

Maldición… fue una sabia decisión gastar mi fortuna en este equipo de caza. Sin esta armadura me habría atravesado…

 

Se volvió hacia su compañera.

 

—¡Señorita Fista! ¿Se encuentra bien?

 

—Estoy bien. ¡Cuidado con sus patas! Son tan filosas como cuchillas… y el solo tocarlas provoca irritación. También escupen veneno.

 

Arthur tragó saliva.

 

—¿Veneno? ¡Genial! ¡No traje nada contra el veneno!

 

—Solo no dejes que te toquen. El veneno no es tan fuerte como para matarte al instante.

 

—Perfecto Entonces viviré un poco más si me envenenan —respondió Arthur con sarcasmo resignado.

 

Siguió esquivando como podía, pero notó que la situación empeoraba. Las criaturas eran veloces y letales.

 

—¿Qué clase de habilidad tienes, Arthur? —preguntó Fista sin apartar la mirada del combate.

 

El corazón de Arthur dio un vuelco. Esa pregunta… Era el tema que siempre evitaba a toda costa. No quería que Fista lo viera como un inútil… como un fracaso más.

 

Una de las arañas atacó desde un costado. Por poco lo atraviesa.

 

Maldición, maldición, maldición…

 

Al ver que la situación se complicaba y las posibilidades de salir vivos disminuían, Arthur comprendió que no podía seguir ocultándolo.

 

Fista, por su parte, ya mostraba signos de cansancio. Aun así, su temple no cambiaba. Sus movimientos no eran tan ágiles como al inicio, pero cada ataque que esquivaba y contraatacaba hablaba de años de esfuerzo y entrenamiento.

 

Arthur, jadeando, finalmente se decidió.

 

—¡Señorita Fista… tengo que contarle la verdad…!

 

Las arañas acechaban, y las sombras de la sala parecían cerrarse sobre ellos.

 

 

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Fin del capítulo.

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