La Panadería Tempest abrió como cada mañana, con el aroma a pan recién horneado extendiéndose por todo el vecindario. Frente al mostrador, Issei respiraba hondo mientras ajustaba su delantal. El lugar aún estaba cerrado al público, pues hoy su entrenamiento con Rimuru tomaría una dirección distinta.
—Hoy aprenderás la técnica del Horno Emocional —anunció Rimuru con una sonrisa tranquila.
Issei ladeó la cabeza.
—Eso es un tipo de hechizo o... ¿una metáfora rara?
—Un poco de ambas —respondió Rimuru mientras encendía un pequeño horno encantado con un gesto—. Este horno está conectado directamente a tu núcleo mágico. No usaremos fuego común, sino uno que reacciona a tus emociones.
—Mis emociones...? ¿Cómo se supone que eso funciona?
—La magia no siempre nace de fórmulas o hechizos. A veces, lo más poderoso surge de algo simple y sincero. Hoy, vas a hornear pan usando tu magia emocional. Si no lo haces con el corazón, no funcionará.
Issei miró los ingredientes sobre la mesa: harina, huevos, levadura, mantequilla... parecía una clase normal, pero su instinto le decía que no lo era.
—Muy bien, ¿qué tengo que hacer?
—Primero, elige un recuerdo. Uno que despierte en ti una emoción fuerte. Nostalgia, esperanza, gratitud... no importa cuál. Esa será la base de tu fuego mágico.
Issei cerró los ojos. Pensó en su madre, en los desayunos que le preparaba cuando era niño. Pensó en Asia, en su suave sonrisa. En la confianza de Rimuru, que sin pedir nada a cambio, le estaba enseñando una nueva forma de vivir, lejos de los deseos impulsivos que solían dominarlo.
—Listo —susurró.
Comenzó a mezclar la masa, esta vez con una concentración profunda. Lentamente, una tenue luz cálida comenzó a brillar desde sus manos. El cuenco respondía, la masa brillaba suavemente y Rimuru observaba en silencio.
—Muy bien, Issei. No pierdas esa conexión. Ahora, transfiérela al horno.
Issei colocó la masa en el horno encantado. Al cerrarse la compuerta, una chispa naranja se encendió dentro, como si la emoción que había puesto en la masa activaba el fuego mágico.
El horno rugió con un calor estable, suave pero potente.
—Lo lograste —dijo Rimuru con satisfacción—. Ese es tu primer paso para entender la fusión entre magia y oficio.
Veinte minutos después, el pan salió dorado, cálido y con un aroma reconfortante. Rimuru tomó un trozo y lo probó.
—¿Qué tal? —preguntó Issei, con una mezcla de nervios y orgullo.
Rimuru masticó despacio, luego ascendió.
—La textura es mejorable, pero el sabor... tiene alma. Este pan podría hacer llorar a alguien si lo viene en el momento justo. Eso no se enseña con teoría, Issei.
Issei emitiendo con orgullo, su corazón latiendo con fuerza. Ya no era solo un aprendiz torpe. Estaba dejando una huella real en lo que hacía.
—Mañana —añadió Rimuru mientras le daba una palmada en el hombro— aprenderás a controlar el vapor con magia de presión. Prepárate, porque la baguette mágica no perdona errores.
—¡Lo haré, sensei! —exclamó Issei, encendido por una nueva determinación.
Mientras barría la cocina tras el entrenamiento, Issei se dio cuenta de que había cambiado. Ya no se trataba solo de ser fuerte o ganar reconocimiento. Se trataba de mejorar cada día. Pan una sartén. Magia a magia.
Y en ese rincón tranquilo frente a la Academia Kuoh, el futuro más brillante del Harem King... empezaba a tomar forma con harina, fuego y emoción.
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