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Chapter 25 - Capítulo 25: La Última Luz

La puerta de obsidiana se abrió con un crujido aterrador, revelando una vasta cámara en su interior, sumida en una penumbra profunda, como si todo el mal del Reino de las Sombras estuviera esperando allí. El aire estaba cargado de energía, una energía palpable, opresiva. La luz de Lúminis había desaparecido, pero la fuerza de Liam seguía intacta. La fuerza de la voluntad, esa que lo había llevado hasta aquí, lo empujó hacia adelante.

—Ethan —susurró, sus palabras un eco en la vasta sala.

Al otro lado de la cámara, en un pedestal elevado, estaba su hermano. Ethan, todavía envuelto en las sombras, pero su figura podía distinguirse, casi como una visión espectral, suspendido en lo que parecía una prisión de oscuridad. Liam sintió un tirón en su pecho, una mezcla de angustia y esperanza. No podía fallar ahora.

Mina, Aria y Elandor lo acompañaban, sus pasos resonando en el eco de la sala vacía. Cada uno sabía lo que esto significaba. El sacrificio, la lucha, todo había llevado hasta este punto. La batalla final no era solo una cuestión de derrotar a las sombras, sino de salvar lo que quedaba de la humanidad y devolverle la luz al mundo.

—¿Cómo llegamos hasta él? —preguntó Aria, su voz rasposa.

Liam observó el pedestal, el modo en que las sombras se retorcían a su alrededor. No era una simple prisión; era una manifestación del poder que las Sombras aún poseían. El aire era denso, pesado, y la sensación de que algo estaba observándolos nunca desapareció.

—Vamos a destruirlo —dijo Liam con firmeza, sin titubeos. No había tiempo para vacilar.

Mina dio un paso al frente, sus ojos fijos en el pedestal. —Pero, ¿cómo? El poder aquí es… es diferente.

Liam asintió. Sabía lo que quería decir Mina. No era solo magia, no era solo oscuridad. Era la esencia misma de la oscuridad, algo mucho más antiguo y maligno. Pero, al igual que Lúminis, era algo que también podía ser vencido.

De repente, el suelo bajo sus pies tembló, y un rugido resonó en la cámara. Una sombra inmensa surgió del pedestal, tomando forma humana, pero distorsionada, su rostro una amalgama de angustia y desesperación. Era el último vestigio del líder de las Sombras, el ser que había manipulado todo desde las sombras.

—¡No tan rápido, Liam! —la voz retumbó en los oídos de todos, una mezcla de furia y odio.

Liam levantó lo que quedaba de Lúminis. Aunque su brillo había desaparecido, la espada seguía siendo un símbolo de lo que había sido. Un símbolo de lucha. Y mientras él la levantaba, una chispa de luz comenzó a resurgir en su interior, pequeña pero potente. La esencia de la espada no se había ido, solo se había transformado en algo más.

—Te lo dije —dijo Liam en voz baja, sin apartar la mirada de la sombra que se les venía encima—. La luz siempre prevalecerá.

La sombra atacó, lanzándose sobre ellos con una velocidad mortal. Liam reaccionó al instante, levantando la espada. La oscuridad chocó con el cristal de Lúminis, creando una explosión de energía que sacudió la cámara. El aire se llenó de un resplandor cegador, y por un momento, Liam sintió que todo el peso del mundo caía sobre él.

Pero no era solo él. Mina, Aria y Elandor se unieron en la lucha, cada uno con su propia fuerza y habilidad, desatando sus poderes con un único propósito: salvar a Ethan, salvar al mundo. Mina generó ilusiones que desorientaron a la sombra, Aria disparó flechas de luz que atravesaron la oscuridad, y Elandor, con su agilidad, desmantelaba las defensas de la criatura. Pero todo parecía inútil ante la imparable fuerza de la sombra.

El líder de las Sombras, ya debilitado, rugió, su cuerpo comenzando a desintegrarse. Cada parte de él parecía desmoronarse bajo la fuerza de la luz que emanaba de Lúminis y de sus aliados. Pero aún así, su presencia era aterradora, como si fuera invencible. El tiempo parecía detenerse mientras la batalla continuaba.

Finalmente, con un grito final de desesperación, el líder de las Sombras cedió. La oscuridad que lo rodeaba se deshizo, y en su lugar, un vacío comenzó a formarse. La luz de Lúminis creció en intensidad, bañando todo a su alrededor, expulsando las últimas huellas de la sombra. Liam, con todo su ser, empujó la espada hacia el pedestal.

Una explosión de luz llenó la cámara, cegadora y pura. Liam cayó de rodillas, agotado. La espada, finalmente, dejó de brillar. Pero al frente, el pedestal había desaparecido, y Ethan yacía allí, libre de la oscuridad, su cuerpo ahora iluminado por la luz que emanaba del interior de la cámara.

Liam corrió hacia él, arrodillándose a su lado. Ethan, aún débil pero consciente, miró a su hermano con una sonrisa llena de alivio.

—Liam… —susurró, su voz quebrada—. ¿Lo hicimos?

Liam asintió, lágrimas acumulándose en sus ojos. No era solo la victoria lo que le llenaba el pecho, sino el amor incondicional que sentía por su hermano, por todo lo que había luchado y sacrificado para llegar hasta allí. Ethan estaba a salvo, y con él, el futuro.

—Lo hicimos —respondió Liam con una voz firme, pero temblorosa.

El resplandor de la luz comenzó a desvanecerse lentamente, pero la sensación de paz que dejó en su lugar era tangible. Las sombras habían sido derrotadas. El Reino de las Sombras ya no existía, y el mundo, aunque herido, comenzaba a sanar.

Mina, Aria y Elandor se acercaron, con sonrisas cansadas pero llenas de esperanza. La lucha había terminado. El sacrificio de Lúminis había marcado el final de la oscuridad, pero el camino hacia la reconstrucción recién comenzaba.

Liam se levantó, mirando a su alrededor. El horizonte, una vez cubierto de sombras, ahora estaba despejado. La luz del amanecer iluminaba todo lo que quedaba de este mundo herido. Sabía que, aunque el camino sería largo y lleno de desafíos, la esperanza seguía viva.

Miró a Ethan, y en sus ojos vio lo que tanto había esperado: la promesa de un nuevo comienzo.

—La oscuridad puede haber ganado batallas, Ethan —dijo Liam en voz baja, mientras el viento soplaba suavemente a su alrededor—, pero nosotros hemos ganado la guerra. La luz siempre prevalecerá, incluso cuando todo lo demás haya caído.

Con esas palabras, Liam y su hermano miraron al horizonte, donde la luz comenzaba a romper la oscuridad. La guerra había terminado, pero el futuro estaba aún por escribirse. Y mientras el sol se alzaba en el cielo, ellos sabían que no importarían las sombras que pudieran venir. Porque la luz, al final, siempre prevalecería.

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Fin.

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