Lejos, en un rincón del universo, Zoe apareció llena de lágrimas. Estaba asustada y temerosa, consciente de que no había solución para lo que había hecho. Se cubrió la cabeza con los brazos y se acurrucó en una posición fetal, sumergida en sus pensamientos sobre cómo podría enmendar sus errores. Después de un tiempo, encontró una solución.
El plan que Zoe ideó era extremadamente arriesgado y probablemente le costaría sus poderes. Aun así, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para reparar el daño que había causado. Su idea era simple: reiniciar el mundo al menos hasta antes de conocer a Quetzulkan. A pesar de que el plan tenía muchos agujeros, Zoe los ignoró, centrada únicamente en cómo arreglaría todo.
Con su decisión tomada, Zoe puso en marcha su plan, utilizando todo su poder. Pero no tuvo en cuenta a los Aspectos Eternos, seres cósmicos de gran poder que supervisan y mantienen el equilibrio en el universo de Runaterra.
Aunque estos seres intentaron detenerla, no lograron hacerlo a tiempo. Zoe, con su plan a medias, desató su poder de manera errónea, destruyendo el tiempo y el espacio de una parte de su universo. Esto provocó la destrucción de Runaterra. Zoe, al darse cuenta de otro error cometido por la intervención de los Aspectos Eternos, entró en pánico. Sin embargo, su única preocupación era Quetzulkan.
Sin perder tiempo, Zoe se transportó a través de sus portales hacia donde se encontraba Quetzulkan. Pero cuando llegó, había perdido todas sus fuerzas. Los Aspectos Eternos le habían quitado la autoridad de manejar el poder del aspecto del Crepúsculo como castigo por sus acciones.
Zoe se dio cuenta de esto, pero poco le importó cuando vio a Quetzulkan abrazando con su único brazo los cuerpos sin vida de Sona y Shyvana, mientras él mismo yacía sin vida. La devastadora escena rompió lo que quedaba del corazón de Zoe.
Cayó de rodillas y comenzó a llorar mientras reía con una locura desesperada. A su alrededor, el paisaje de Runaterra se desmoronaba cada vez más. En medio de su angustia, Zoe sintió algo, pero inicialmente descartó la idea, ya que su poder se había desvanecido. Sin embargo, con sus ojos rojos de tristeza y locura, pareció ver algo que nadie más podía ver.
Mirando a la nada, Zoe murmuró en voz baja como si hablara con alguien invisible: "No cometas el mismo error. Haz feliz a Quetzulkan, haznos felices a nosotros mismos". Cuando terminó de hablar, el paisaje se desmoronó por completo, desapareciendo de la faz del universo.
En su desesperación y locura, Zoe había intentado cambiar el curso del destino, pero en su intento de corregir sus errores, solo había sumido el mundo en un caos aún mayor. Las consecuencias de sus acciones resonarían a lo largo de la eternidad, un recordatorio de que incluso los seres más poderosos pueden ser víctimas de sus propios errores.
Despertando con un sobresalto, Zoe se encontró en los fuertes brazos de Quetzulkan. Al recobrar la conciencia, sintió la calidez y la ternura de su abrazo. Miró a Quetzulkan con ojos llenos de amor desbordante, y era evidente que sus sentimientos eran profundos y obsesivos. Aunque estaba segura de que lo que había visto con su artefacto podría haberle pasado a ella, o quizás era el futuro de otro universo, estaba agradecida con la Zoe que había visto o con ella misma por haber tenido esa visión en ese momento.
Después de ver el futuro con ese artefacto antes de conocer a Quetzulkan, Zoe ideó un plan para conquistarlo. Sabía que Quetzulkan estaba dolido y en un estado de vulnerabilidad emocional, y estaba decidida a ser el soporte que él necesitaba. Aunque faltaba mucho para que sus caminos se cruzaran naturalmente, Zoe quería ver a Quetzulkan cuanto antes. Su deseo era tan fuerte que, inconscientemente, empezó a usar sus portales para avanzar más rápido mientras planeaba su estrategia.
Así, Zoe llegó antes a Runaterra. Cuando llegó, siguió el rastro de Quetzulkan y lo encontró aún en su pueblo, acompañado de una mujer de cabello blanco. Observó que eran muy íntimos entre ellos. Zoe reconoció a la mujer como la antigua amante de Quetzulkan, que moriría en la primera invasión de Noxus. No se debatió sobre salvarla o no porque sabía que sin su muerte, Quetzulkan no se convertiría en un Ascendido y no estaría emocionalmente devastado.
Con esta comprensión, Zoe observó a Quetzulkan día tras día hasta que llegó el momento en que él partiría hacia el Placidium y se uniría al ejército ioniano para repeler a Noxus. No se perdió ni un solo momento de Quetzulkan. Incluso cuando anochecía, usaba su magia para que Quetzulkan durmiera profundamente. Durante estas noches, Zoe se acurrucaba junto a él y dormía hasta el amanecer, retirándose antes de que él despertara.
Intentó adelantar su encuentro actuando como una niña traviesa, robándole comida y esperando que él la atrapara. Pero su plan salió mal cuando Quetzulkan le tendió una trampa, ofreciéndole comida picante. Zoe, que detestaba el picante, gritó de sorpresa y enojo. Aunque estaba molesta, también estaba divertida por la situación. Usó su poder para hacer que Quetzulkan se durmiera inmediatamente, aprovechando para acercarse y acariciar su cuerpo. Sin embargo, se perdió demasiado en la sensación y sintió que Quetzulkan comenzaba a despertarse.
Rápidamente, Zoe maquinó sus pensamientos y lo único que se le ocurrió fue transportar a Quetzulkan a un árbol y colgarlo junto con sus cosas. En cuestión de segundos, interpretó su papel de niña traviesa y le hizo una broma a Quetzulkan, dejándolo perplejo y confundido al despertar colgado de un árbol.
Los días siguientes, Zoe continuó siguiendo a Quetzulkan, asegurándose de que estuviera a salvo y preparado para los desafíos que se avecinaban. Aunque su amor por él era obsesivo, también era genuino y profundo. Sabía que tendría que ganarse su confianza y su corazón, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para lograrlo.
Mientras Quetzulkan se preparaba para unirse al ejército ioniano, Zoe lo observaba desde las sombras, esperando el momento adecuado para revelarse completamente. Sabía que su amor por él era verdadero y que, con el tiempo, él también la amaría de la misma manera. Con esta determinación, Zoe continuó su misión, decidida a ser el soporte emocional que Quetzulkan necesitaba y a conquistar su corazón, sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino.
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Zoe sabía que no podía evitar que Quetzulkan se enamorara de otras personas. En un mundo donde la poligamia no era mal vista, Zoe comprendió que el error que cometió su otro yo del futuro alterno fue ser demasiado posesiva con Quetzulkan, quien era demasiado encantador para que solo ella se enamorara de él.
Entonces, Zoe decidió apoyar que Quetzulkan entablara relaciones con otras personas además de ella, pero con la condición de ser la primera mujer en su vida. Esta vez, no iba a cometer el error de mantener el sello autoimpuesto que detenía su crecimiento. Lo rompió ahora, para que su cuerpo tuviera tiempo de desarrollarse mejor y pudiera usar todo su potencial para seducir a Quetzulkan desde el principio. Primero, demostraría que podía cambiar de una niña traviesa y malcriada a una mejor persona con Quetzulkan a su lado. Luego, sería su apoyo emocional, y más adelante comenzaría a ser más íntima y seductora. Zoe conocía los gustos de Quetzulkan en las mujeres y planeaba aprovecharlos. Finalmente, se mostraría enamorada abiertamente y vulnerable con él, despertando en Quetzulkan una emoción protectora y amorosa hacia ella.
Todo sucedió como Zoe había planeado, y el entorno también cambió significativamente. Muchas cosas fueron diferentes, y Quetzulkan no se enamoró de Sona, ni de Karma, ni de Shyvana. Zoe atribuyó estos cambios a su intervención en la línea del tiempo. Una vez que estableció su lugar como la primera mujer de Quetzulkan, decidió dejar que las cosas siguieran su curso sin más intervenciones, permitiendo que la corriente modificada para su felicidad fluyera naturalmente.
El tiempo pasó, y aunque Zoe esperaba que Quetzulkan buscara a alguno de sus amantes del futuro alterno, eso no sucedió. Quetzulkan colmó a Zoe de amor, y ella no se quejaba; todo transcurría en armonía.
Sin embargo, a Zoe le llegó un encargo como Aspecto del Crepúsculo. No podía negarse, pero tampoco quería separarse de Quetzulkan. Ideó una magia de seguimiento para poder verlo sin que nadie más que ella se diera cuenta. Así, Zoe continuó con su nueva misión sin dejar de observar a Quetzulkan a través de un portal.
Zoe nunca se cansaba de ver a Quetzulkan. Lo vio aventurarse en Freljord y llegar a las Islas de las Sombras. Fue allí donde observó la dinámica entre Quetzulkan y la yordle llamada Vex. A diferencia de su contraparte del futuro alterno, esta vez Zoe no sintió celos ni nada parecido. En cambio, sintió felicidad porque Quetzulkan había encontrado a alguien más a quien amar. Zoe no estaba preocupada por ser olvidada, ya que sabía de primera mano cuánto Quetzulkan la amaba.
Zoe vio cómo Quetzulkan amaba a Vex y cómo ella le correspondía de la misma manera. Se divirtió viendo lo preocupada que se veía la yordle al pensar que no sería aceptada por la primera mujer de Quetzulkan. Decidida a tranquilizar a su futura hermana, Zoe hizo una llamada a través de sus portales para asegurarle a Vex que no tenía nada de qué preocuparse. Esta Zoe, con un corazón lleno de felicidad, estaba dispuesta a compartir su alegría con los demás y hacer feliz a quien amaba.
Desde su portal, Zoe observaba con alegría cómo se desarrollaba la relación entre Quetzulkan y Vex. Aunque seguía cumpliendo con sus deberes como Aspecto del Crepúsculo, siempre encontraba tiempo para asegurarse de que Quetzulkan estuviera bien y que su amor por él siguiera creciendo. Zoe sabía que su decisión de permitir que Quetzulkan amara a otras personas fortalecía aún más su relación. La conexión que compartían era profunda y auténtica, basada en la confianza y el entendimiento mutuo.
Zoe continuó apoyando a Quetzulkan en cada paso de su viaje. Su amor y dedicación eran inquebrantables, y estaba decidida a hacer todo lo posible para que Quetzulkan fuera feliz. Con el tiempo, su relación se volvió aún más fuerte, y Zoe se convirtió no solo en su primer amor, sino también en su más fiel compañera y amiga.
En cada aventura, en cada desafío, Zoe estaba allí, ya sea en persona o vigilándolo desde la distancia. Su amor por Quetzulkan trascendía el tiempo y el espacio, y no había nada que no hiciera por él. Al final, Zoe comprendió que el verdadero amor no se trata de posesión, sino de apoyo y libertad para ser uno mismo.
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Continuando con el presente, Zoe y Quetzulkan estaban cerca de su destino planeado: la Ciudad del Sol. Esta ciudad, envuelta en leyendas, era donde se decía que el antiguo emperador Azir, una vez muerto, había resucitado para llevar nuevamente a su imperio a la grandeza. La expectativa de llegar a tan majestuoso lugar llenaba sus corazones de emoción y curiosidad.
Zoe, sumida en sus pensamientos, recordó la última visión del futuro que había visto cuando Quetzulkan estaba perdido en el vacío. La visión, algo borrosa, mostraba una batalla épica entre Quetzulkan y uno de los Darkin, conocido como Aatrox. Sin embargo, la visión estaba incompleta y solo mostraba algunos fragmentos dispersos. Zoe había abusado tanto del artefacto para ver el futuro que ahora ya no podía usarlo con libertad, limitando su capacidad para prever lo que vendría.
En esos fragmentos, Zoe vio a Quetzulkan luchando contra Kai'Sa, a quien habían conocido antes en sus viajes. Luego, vio criaturas del vacío rodeando a Quetzulkan y finalmente, la lucha contra Aatrox. Estas imágenes perturbadoras llenaron a Zoe de una ansiedad que no podía sacudirse.
Cuando Zoe despertó después de ver esa parte del futuro, su primera intención fue interrogar a Kai'Sa cuando la vio nuevamente. Sin embargo, se contuvo, sabiendo que tomar medidas apresuradas podría llevarla a cometer errores. Kai'Sa parecía ser una conocida de Quetzulkan, y Zoe no quería arruinar esa relación sin una razón válida.
Zoe pensó que la lucha entre Quetzulkan y Kai'Sa ocurriría en el futuro distante. Asumió que, si había visto esa pelea en su visión, ella estaría presente en ese momento, pues había visto su propio futuro. Lo que Zoe no sabía era que, al unir su destino con Quetzulkan cuando se casaron, algo fundamental había cambiado. Ahora, cuando Zoe veía el futuro, no solo veía su propio destino, sino que también podía ver el de Quetzulkan, incluso si ella no estaba presente en esos eventos.
Ese pequeño detalle, desconocido para ella y para todos, resultaría ser muy costoso. Si en sus visiones vio a Kai'Sa peleando contra Quetzulkan y luego enfrentándose al vacío, eso significaba que esos eventos ya habían sucedido en algún punto del tiempo. Lo único que faltaba por materializarse era la batalla entre Quetzulkan y Aatrox, una confrontación que podría tener consecuencias devastadoras.
La comprensión de este detalle crucial llegó demasiado tarde.
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No muy lejos de donde Zoe y Quetzulkan se encontraban, había una figura imponente, su silueta destacaba incluso en la penumbra. Esta criatura tenía una piel oscura y agrietada, con venas que brillaban con un resplandor carmesí. Sus ojos ardían con un fulgor de rabia y desesperación. En su espalda, se adhería un tumor morado pulsante, que emitía una luz siniestra, extendiéndose también a su imponente espada, cuya hoja parecía latir con una vida propia. Este ser era conocido como Aatrox, un Ascendido corrompido y transformado en un Darkin. Los Darkin eran criaturas oscuras y sedientas de sangre, pero el tumor que Aatrox portaba le provocaba un dolor constante, alimentando su ira y llevándolo a cometer atrocidades aún más horrendas que las habituales cuando atacaba asentamientos humanos.
Pero Aatrox no estaba solo. Junto a él había otra figura igualmente terrorífica. Este ser tenía una apariencia aún más intimidante, con un cuerpo musculoso cubierto de tatuajes oscuros que parecían moverse como sombras vivas. Sus ojos eran dos pozos sin fondo de oscuridad, y sus brazos, terminados en afiladas garras, destilaban una energía maligna. A su lado, una guadaña alargada y sinuosa, también marcada por tumores morados, vibraba con una energía letal. Este era otro Darkin, conocido como Rhaast, quien había consumido por completo a su anfitrión, un joven guerrero de Ionia llamado Kayn.
Junto a estos dos, una figura más delgada pero igualmente imponente completaba la siniestra trinidad. Su piel era de un tono pálido, casi translúcido, y sus venas eran visibles, llenas de una energía oscura. Llevaba un arco que parecía una extensión de su propio cuerpo, retorcido y distorsionado por la corrupción Darkin. Su mirada reflejaba una lucha interna constante, una batalla entre la humanidad que una vez fue y la entidad oscura que ahora dominaba. Esta figura era Varus, cuya forma humana estaba casi completamente consumida por su lado Darkin.
Finalmente, entre ellos, había una criatura diferente, pero no menos aterradora. Con la forma de un chacal del desierto de Shurima, sus ojos brillaban con una inteligencia malévola. Su cuerpo, cubierto de pelaje negro azabache, estaba adornado con marcas de corrupción oscura, y su boca mostraba dientes afilados y sedientos de sangre. Sus garras estaban impregnadas con la misma energía oscura que los otros, y un tumor morado en su lomo y en sus armas completaba su terrible apariencia. Este Darkin era conocido como Naafiri.
Todos estos Darkin, al igual que Aatrox, tenían tumores morados adheridos a ellos y a sus respectivas armas. Estos tumores les provocaban un dolor constante, llenándolos de rabia y desesperación. La presencia de estos seres oscuros significaba un gran peligro no solo para Zoe y Quetzulkan, sino para todo Runaterra.